Convergencias. Cuarenta encuentros con Teilhard de Chardin

[Leandro Sequeiros, SJ] Como bien saben los lectores de Fronteras CTR, el padre Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) fue un jesuita científico interdisciplinar que pasó 25 años de su vida en China, desde donde escribió trabajos científicos de geología y de paleontología y también ensayos espirituales que impactaron muy profundamente en muchos hombres y mujeres buscadores de otra religiosidad en los años 60-80 del siglo pasado.

El libro Convergencias. Cuarenta encuentros con Teilhard de Chardin[1] contiene cuarenta encrucijadas de vida, testimonios de cuarenta encuentros personales con la mística de Teilhard de Chardin. Son cuarenta testimonios de hombres y mujeres que, ya sea desde la fe o desde las ciencias de la naturaleza, se sintieron un día deslumbrados por las provocadoras intuiciones formuladas por este buscador francés. Teilhard, para muchos, supo anticiparse proféticamente en medio siglo a las propuestas eclesiales del Concilio Vaticano II. Figuras como Leonardo Boff, González Faus (tal vez su último texto escrito), Javier Melloni, Agustín Udías o Ignacio Núñez de Castro desnudan su alma para expresar con sinceridad cómo Teilhard ayudó a formular su intimidad espiritual. El profesor Fernández de la Gala (editor del volumen), médico, antropólogo e historiador de la ciencia, nos invita a “sentir y gustar” el relato coral en primera persona de cuarenta voces plurales de su experiencia interior.

Se suele decir a veces que “entender” a Teilhard es complicado. Quizá hay algo de razón en ello, pero solo si lo juzgamos por la audacia de sus metáforas, por la osadía interdisciplinaria de sus reflexiones, o por la misteriosa sonoridad de los neologismos que jalonan su pensamiento filosófico y brotan en sus escritos como extrañas flores léxicas: cosmogénesis, biogénesis, antropogénesis, cristogénesis, noosfera, pleroma, diafanía, amorización, complejidad-conciencia, tercer infinito, unión-diferenciadora, Punto Omega… E incluso, muchos conceptos físicos cobran dimensiones trascendentes que resalta utilizando letra mayúscula: Espíritu, Materia, Energía, Fuerza, Fuego, Humano, Vida, Evolución, y otros muchos.

Sin embargo, cuando se habla sobre Teilhard en algunos foros espirituales o académicos, siempre llama la atención una constante: el testimonio agradecido de muchas personas que, desde los ya lejanos tiempos del Concilio Vaticano II, quedaron fascinadas y completamente seducidas para siempre con su pensamiento innovador, sus visiones proféticas y su mística de un Dios encarnado y que se “diafaniza” a través de la Materia. No debe extrañarnos, por tanto, que hasta los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, desde una más íntima hondura espiritual, quedaran igualmente impactados por las ideas teilhardianas y que, ya en nuestros días, el Papa Francisco haya querido recordarlas en la Encíclica Laudato Si´ y en la misa final en septiembre de 2023 durante su viaje apostólico a Mongolia. Y esperamos que León XIV pronto haga alguna alusión a Teilhard. Sus declaraciones recientes (28 de mayo 2025) de que “antes de ser creyentes, estamos llamados a ser humanos”, tienen claras resonancias teilhardianas.

Ya fuese en las suaves ondulaciones de la Auvernia francesa, en la verticalidad salina de los acantilados de Jersey, en las planicies desoladas de Mongolia o en la euclídea perpendicularidad del trazado de calles de Nueva York, Pierre Teilhard de Chardin supo aportarnos siempre un eje de comprensión del sistema de creencias en el que interaccionar ciencias-filosofías-religiones-teologías desde el paradigma evolutivo, y unificar así lo que la filosofía escolástica nos mostraba de modo tan artificialmente dual y fragmentario, enclaustrada sin remedio en la domesticidad del Mediterráneo y en las orillas de un aristotelismo que se hizo inamovible.

Por eso, los modernos investigadores sobre las ideas y propuestas de Teilhard sostienen que, aunque exista ya un nutrido corpus de análisis sobre la obra luminosa y esperanzada de Teilhard —un corpus bien perfilado con la sensatez y el rigor de lo académico—, faltan, sin embargo, testimonios desde el terreno subjetivo y vital de las provocadoras intuiciones que solo él supo anticipar y suscitar en muchas personas de fe.

Estas Convergencias que sometemos hoy al juicio amable de los lectores quieren ser precisamente eso: una invitación a releer la extensa obra no estrictamente geológica de Teilhard según el relato en primera persona de unos lectores que quedaron seducidos por su percepción panenteísta y mística de un Dios que se nos hace transparente en la materia del universo y que es el Lógos (palabra, mensaje, significado) desde donde se despliega lo que Teilhard llamaba “la Santa Evolución”. La Evolución Cósmica (el universo que puede ser conocido), la Evolución del despliegue multiforme de la Vida y la Evolución de lo Humano (la conciencia, el pensamiento, la ciencia y la tecnología, los sistemas de significado, de la cultura). Quizá también la Evolución del Espíritu, la convergencia hacia el Uno, el Punto Omega, sin perder la individualidad y la singularidad, que es la mayor invitación a la convergencia que podamos llegar a imaginar.

Hombre y mujeres, creyentes y no creyentes, apocalípticos e integrados, ortodoxos y heterodoxos, laicos y religiosos, católicos, protestantes, judíos y musulmanes, teólogos y pastoralistas, intelectuales y científicos, hablarán aquí en primera persona de su propio descubrimiento asombrado de la obra apasionada e intelectual ya publicada de Pierre Teilhard de Chardin.

Más de una cuarentena de testimonios, procedentes de doce países, expresados en cinco lenguas (aquí traducidas) y venidos de tres continentes. Y no faltan tampoco aquí los acercamientos interreligiosos e interconfesionales, especialmente desde el anglicanismo, el sufismo, el judaísmo, el budismo o las religiones animistas.

A lo largo de estos testimonios convergentes se trasparenta el regusto cómplice de una lectura clandestina, en un tiempo en el que su pensamiento estaba cuestionado por la ortodoxia más rigorista. Muchos de lo que leyeron a Teilhard en francés en una época ya lejana en la que los textos corrían difundidos desde Francia “a multicopista” (como Emiliano Aguirre, Fernando Riaza, Luis Sanz Criado, entre otros), ya no están con nosotros y no han podido testimoniar. De alguna manera, somos la segunda generación de lectores.

Deliberadamente, hemos buscado una pluralidad de visiones integradas que el lector de estas Convergencias puede fácilmente detectar. Todos hemos leído a Teilhard “desde nuestro propio lugar epistemológico”, desde las experiencias de mundanidad que cada uno ha vivido y para quienes Teilhard iluminó el camino de búsqueda sin término (que escribía Karl Popper).

Si algo nos muestra este libro es, precisamente, la Convergencia a la que estamos llamados los seres humanos buscadores de sentido y a la que nos invita el polo atractor y atractivo de Cristo, alfa y omega, principio y fin. Se percibe que Teilhard no solo supo explicar, sino también alentar este tramo final del camino evolutivo que transita de forma emergente desde la biogénesis, a la noogénesis y la antropogénesis, y hacia la cristogénesis, y que se despliega en los ámbitos de la mente colectiva de lo ultrahumano, la noosfera.

Este volumen que presentamos recoge la experiencia lectora y reflexiva de algunos de quienes se acercaron a la obra de Teilhard y, al hacerlo, sintieron entre líneas el destello inolvidable de una voz profética y clarificadora y, sobre todo, la cercanía inmanente de Dios en la Materia, esa presencia translúcida que a Teilhard de Chardin le gustaba llamar diafanía.

Le bastó para ello con recuperar muchas de las inquietudes y las intuiciones que laten ya en los textos fundacionales de San Juan y de San Pablo, de la patrística y de esa otra escolástica que supo ser menos aristotélico-tomista y platónica.

Desde allí, Teilhard amplió de forma esperanzadora nuestra perspectiva de nuestro sistema de creencias, la concepción integradora de la realidad natural, social y espiritual, con intuiciones que nos siguen pareciendo novedosas todavía hoy.

Este volumen puede ser una invitación colectiva a acercarse a la obra, a la vez mística y científica, de Pierre Teilhard de Chardin, a dialogar con él y a orar con él en a lo largo del transitar nómada de estas páginas. Con ellas puede el lector “sentir y gustar” con él la presencia luminosa y cálida de Dios en el mundo y, si nos atreviéramos, también a asomarnos al reverso de la trama del tapiz cósmico y sorprendernos de encontrar allí, en puntadas pequeñas y únicas, las costuras de nuestra propia vida, entrelazadas en el tejido del universo, entretejidas con las de otros seres vivos y enmarcadas en los mimbres providentes del espacio-tiempo.

Para quienes ya están familiarizados con la terminología teilhardiana no será necesario detenerse en explicar los motivos del título de este esfuerzo colectivo: Convergencias, como lo hemos llamado. Este término viene cargado de muy diversos significados denotativos y de una generosa cohorte de adherencias simbólicas connotativas. Para Teilhard, “lo que asciende, lo que cambia, lo que evoluciona, converge”. Materia y Espíritu convergen en un mismo proceso evolutivo, converge la Noosfera pensante hacia la Cristogénesis; convergen la ciencia y la mística hasta volverse actividades indistinguibles; y converge, sobre todo, la creación entera hacia un centro de unidad y plenitud, atractor simple y total, Dios, siendo Cristo, encarnado y resucitado, el polo atractor de convergencia hacia el Punto Omega, donde Dios será “Todo en todas las cosas”.

Convergencia puede ser sinónimo de encuentro, de conciliación, de sinergia, de articulación y de comunión y supone siempre un proceso dinámico y nunca forzado, fruto de la libertad de quien, siendo invitado a la convergencia con otros, puede optar por la divergencia y poner un rumbo egocéntrico hacia el este del Edén.

En este volumen, los lectores de estos testimonios percibirán de qué secreta manera convergen también los cuarenta testimonios aquí reunidos, que viene cada uno de una historia personal irrepetible y única, pero que el peso de las propuestas proféticas de Teilhard ha sabido reunir en una sola gavilla.

Por último, encontrarán en el fondo de este cofre una carta inédita del padre Pedro Arrupe del año 1981, con ocasión del centenario del nacimiento de Teilhard de Chardin y dirigida al padre Madelin, Provincial de los jesuitas de Francia. En ella, Arrupe reivindica la figura de Teilhard de Chardin, elogiando su ejemplaridad y su obediencia, y lamentando, literalmente, el “abusivo silencio” al que fue sometido debido a la “sospecha” que algunos ensuciaron su memoria.

Por fortuna, tras la era del Papa Francisco, la “cultura de la sospecha” empieza ser sustituida ya por la “cultura del encuentro”, por esa fe más madura y dialogada que se construye en el viaje del tiempo y las culturas, y se encarna en los paradigmas y las inquietudes de cada época. La propuesta que hizo Francisco en su carta apostólica en forma motu proprio, Ad theologiam promovendam (2023) va en esa línea: buscar encarnar el pensamiento teológico en cada contexto, y así poder “penetrar, con originalidad y espíritu de imaginación, en los lugares existenciales” (ATP 9) y buscar hacerlo, además, en un estilo genuinamente teilhardiano, es decir, “en diálogo constante e transdisciplinario con los otros saberes humanos científicos, filosóficos, humanísticos y artísticos, con creyentes y no creyentes, y con hombres y mujeres de diferentes confesiones cristianas o diferentes religiones”  (ibid.)

Así planteada, la investigación teológica podría recuperar, tanto en su contenido como en su método, aquella creatividad de Evangelio encarnado que animó la predicación nómada de Jesús de Nazaret, y que, por un exceso de rigor doctrinal, se ha podido asfixiar a veces, creyendo honrar así a la tradición.

Estos cuarenta testimonios quieren ser un ramillete feliz de ese sentimiento de gratitud que muchos deben a Teilhard. Con este texto se quiere recordar al jesuita fiel a la Iglesia y a la Compañía de Jesús, al geólogo y paleontólogo de los desiertos de Mongolia, al explorador en el corazón de Asia de la expedición Citroën, el investigador de las raíces de la humanidad en el ahora Zhoukhoudian (antiguo Chu-Ku-Tien), sus excavaciones en India y en Sudáfrica, el místico de la Misa sobre el Mundo (1923) y El Medio Divino (1927), y al filósofo, paleobiólogo y teólogo de la Evolución.

Y agradecer la manera en la que Pierre Teilhard de Chardin contribuyó a ensanchar hasta la inmensidad del cosmos nuestros modos de investigar y de conocer, de contemplar y adorar, de sumergirse en las olas de la materia para ser llevados hasta Dios.

Modos que son necesariamente limitados, asombrados y orantes, frente a un Dios “siempre mayor”, que nos supera y nos desborda siempre. Un Dios que, como nos recuerdan aquí nuestros hermanos musulmanes, será “siempre más grande” de lo que podemos llegar a imaginar.

 

[1] Juan V. Fernández de la Gala (editor). Convergencias. Cuarenta encuentros con Teilhard de Chardin. Editorial Sal Terrae, Santander, colección Servidores y testigos, 2025, 291 páginas. ISBN: 978-84-293-3254-4.