La American Philosophical Society y la historia de la ciencia

[Robert M. Hauser] El difunto econometrista Arthur S. Goldberger fue uno de mis colegas más queridos en la Universidad de Wisconsin-Madison. Art me decía a menudo que “merece la pena volver a contar una buena historia”. Así pues, diré, una vez más, que es un gran honor para mí hablar de Francisco José Ayala en esta celebración del 90 aniversario de su nacimiento.

Esta mañana he hablado de la elección de Francisco José Ayala como miembro de la American Philosophical Society (APS) y de su participación pública en la misma. Mi propósito en la charla de esta tarde es describir cómo la APS se convirtió en un depósito excepcional de contribuciones significativas a la historia de la ciencia y destacar y elogiar el papel de Francisco José Ayala en el crecimiento de nuestras colecciones.  

A lo largo de los últimos tres siglos, las colecciones de la APS se han ido centrando gradualmente en tres áreas: La historia de Estados Unidos hasta 1850; la lengua y cultura de los nativos americanos; y la historia de la ciencia, la tecnología y la medicina. Francisco José Ayala ha hecho grandes aportaciones a esta última.  

Aunque honramos a Benjamin Franklin como fundador de la APS, ésta no fue su idea original. Más bien fue concebida por el amigo de Franklin, el botánico John Bartram. Su idea no llegó a ninguna parte hasta que Franklin compuso su magistral y persuasiva propuesta para “promover el conocimiento útil”. 

En sus orígenes, y durante gran parte de su historia, la APS no se dedicaba a la filosofía tal y como se entiende actualmente, sino a las ciencias naturales: observacionales y experimentales, teóricas y aplicadas. Benjamín Franklin utilizó el término “filosofía” como abreviatura de “filosofía natural”, el término utilizado entonces para describir la ciencia. (Esa palabra se ha convertido en un problema; la APS puede confundirse con la American Philosophical Association (APA), una organización centrada en la práctica de la filosofía). Después de 1734, la Sociedad quedó inactiva, pero fue resucitada en 1769 y alcanzó visibilidad internacional gracias a la contribución de su segundo presidente, David Rittenhouse, que midió la distancia de la Tierra al Sol mediante la observación minuciosa del tránsito de Venus (Smith, Lukens, Rittenhouse y Sellers, 1769).  

Thomas Jefferson fue el tercer presidente de la APS, principalmente mientras era Vicepresidente o Presidente de los Estados Unidos. Su esfuerzo científico más significativo fue utilizar a la Sociedad para encargar, entrenar y equipar a Meriwether Lewis y William Clark en su exploración e inventario del continente norteamericano al oeste del río Misisipi. 

Durante la época de Jefferson en la APS, John Vaughn, un rico comerciante de vinos, comenzó a reunir las colecciones de la Biblioteca de la APS. Vaughn era un comprador voraz de libros, a menudo de Europa, y en sus muchas décadas en la Sociedad —de hecho, vivió en el Philosophical Hall desde 1822 hasta su muerte en 1841— su colección pasó de cientos a muchos miles de libros. La Sociedad también obtuvo, en gran parte por donación, muchos documentos manuscritos de la América primitiva y de la época de la Revolución Americana. Por ejemplo, el penúltimo borrador manuscrito de Jefferson de la Declaración de Independencia, que contenía un lenguaje antiesclavista que fue suprimido por el Congreso Continental; una primera impresión de la Constitución de los Estados Unidos, anotada por Benjamin Franklin; una lista de suscripción de 1793 para apoyar un primer intento finalmente condenado al fracaso de Jefferson de cartografiar el Oeste; y los diarios de Lewis y Clark, que fueron donados a la Sociedad por Jefferson. La Sociedad también conserva alrededor del 70% de los documentos de Benjamin Franklin y una amplia colección de los escritos de Thomas Paine. 

Otro de los intereses científicos de Jefferson era la lengua de los pueblos indígenas. Pensaba que esas lenguas desaparecerían a medida que el continente fuera colonizado por los europeos, y se propuso registrarlas. Confeccionó listas de palabras que, en su opinión, debían ser comunes en cualquier sociedad, y envió emisarios —incluidos Lewis y Clark— para recoger sus equivalentes indígenas. Su hipótesis era que, comparando las similitudes y diferencias entre las lenguas indígenas, podría reconstruir la historia de las poblaciones autóctonas. Sin embargo, no fue así. Cuando Jefferson abandonó la Casa Blanca, su colección debía ser transportada de Washington D.C. a Monticello en un gran baúl. Dejado toda la noche en una barcaza en el río James, un grupo de ladrones se lo llevó porque era el objeto más grande y pesado. Al ver que el contenido no era más que un montón de papeles, los ladrones lo arrojaron al río. A la mañana siguiente, Jefferson sólo pudo recoger una docena de páginas y trozos de páginas. Ahora se encuentran en la Biblioteca de la APS. 

Inspirado por el ejemplo de Jefferson y por su propio interés y experiencia en filología, Peter Stephen DuPonceau, posterior presidente de la APS, renovó la colección de materiales lingüísticos y culturales de los nativos americanos de la primera mitad del siglo XIX. Esa colección fundacional se vio enormemente enriquecida por la “antropología de rescate” (salvage anthropology) de finales del siglo XIX y principios del XX, sobre todo Franz Boaz y sus alumnos. En particular, aparte de sus documentos y las fotografías tomadas por muchos de estos científicos sociales, la APS obtuvo grabaciones en cilindros de cera de un gran número de lenguas nativas, que ahora se han digitalizado. A principios de este siglo se creó el primer centro de investigación de la Sociedad, el Center for Native American and Indigenous Research, con múltiples objetivos: preservar los fondos de la Sociedad, compartir el legado cultural y lingüístico con las comunidades indígenas y formar a estudiosos, especialmente indígenas, en investigación y promoción. 

Ahora, el ámbito de la Sociedad se ha ampliado para incluir la historia, la jurisprudencia, las artes y los asuntos públicos. Y su apoyo a la investigación ha evolucionado para incluir la concesión de cerca de dos millones de dólares al año en pequeñas subvenciones a estudiosos de todos los campos del saber y a becarios cuyas becas se basan en el acceso a las colecciones de la Sociedad. 

La APS posee desde hace tiempo una importante colección de manuscritos (unos 14 millones de páginas en total) y la Biblioteca dispone de un entorno controlado, así como de expertos conservadores, para preservarlos. Entre esa colección, prestada durante muchos años, se encuentran cientos de manuscritos originales reunidos por un inmigrante lituano de principios del siglo XX, Sol Feinstone, que hizo fortuna en el sector inmobiliario y coleccionó y difundió material patriótico por amor a su país de adopción. La creación de Feinstone, la Biblioteca David de la Revolución Americana, albergó y difundió otras partes de su colección, incluidos 800 libros raros y unas 9.000 bobinas de copias en microfilm de documentos de la época revolucionaria que él había copiado.  Alrededor de 2015, el fondo que Feinstone había creado para la Biblioteca se estaba agotando rápidamente y, en 2019, la APS se asoció para crear el Centro David de la Revolución Americana y aceptar el resto de la colección de Feinstone. 

¿Y sobre la historia de la ciencia? Debido al origen histórico de la APS y al hecho de que varios de los bibliotecarios de la Sociedad han sido estudiosos de la América primitiva, muchas personas ajenas a la Sociedad consideran que nuestra frecuente aparición en actividades relacionadas con la América primitiva y, especialmente, con la época de la Guerra de la Independencia, es fundamental para el papel de la Sociedad. De hecho, la mayor parte —y las partes más consultadas— de las colecciones de la Sociedad son las de historia de la ciencia, la tecnología y la medicina. Algunas partes de esa colección reflejan circunstancias desafortunadas. La historia y las colecciones de la Sociedad demuestran su complicidad con el racismo “científico” del siglo XIX —por ejemplo, la obra pseudocientífica de Samuel George Morton—, así como con el movimiento eugenésico de la primera mitad del siglo XX. La Sociedad ha reconocido y se ha separado claramente de esa desafortunada historia, pero seguimos conservando pruebas de ella con fines académicos. 

Más concretamente, las colecciones de la Sociedad incluyen recursos verdaderamente ricos en la historia de la ciencia de los siglos XIX a XXI, y sigue coleccionando activamente. Por ejemplo, la Sociedad ha creado la mayor colección de Darwinia fuera de Londres, recientemente ampliada con la donación por James Valentine de su colección de 4500 volúmenes de obras de Darwin. Tal vez la colección más extensa y valiosa de documentos del siglo XX sea la que reúne los trabajos de eminentes genetistas y biólogos evolutivos.  

Aquí es donde entra Francisco José Ayala. Los registros de la APS muestran que Ayala ofreció a la APS sus documentos a petición de Bentley Glass (APS 1963), probablemente a finales de los años setenta o principios de los ochenta. Baruch Blumberg (APS 1986), entonces presidente de la APS, trabajó con Charles Greifenstein para obtener un acta de donación de Ayala en mayo de 2010. Los papeles de Ayala llegaron a la APS en julio de 2018, una enorme y completa colección que incluye 201 pies lineales de material. 

En una carta de agosto de 2013 al entonces bibliotecario Martin Levitt, el profesor Ayala escribió: 

Hay varias razones de peso por las que elegí la Biblioteca de la American Philosophical Society como depositaria de mis documentos. En primer lugar, porque la Biblioteca de la APS tiene, con diferencia, la colección más importante —y quizá la más extensa— del mundo de documentos personales en mis campos científicos de la genética y la biología evolutiva, incluidos los de mi antiguo mentor y autor extraordinario de la teoría moderna de la evolución, Theodosius Dobzhansky. Señalaré, como prueba incidental de esta afirmación, que mi biógrafa “oficial”, la Dra. Susana Pinar, tiene la intención de pasar no menos de un mes completo en la APS de Filadelfia durante los próximos meses para investigar y analizar la información sobre mí en la correspondencia y otros archivos disponibles en la Biblioteca de la APS. 

De hecho, Pinar nunca se presentó en la Biblioteca de la APS, pero sí publicó una biografía de Ayala en español (Pinar García, 2016), que —que yo sepa— no ha sido traducida al inglés. En cualquier caso, el extraordinario registro de la vida y obra científica de Francisco José Ayala está disponible en la APS para un historiador de la ciencia y biógrafo ambicioso y hábil. 

La donación de los documentos de Francisco José Ayala es sólo una parte de la historia de sus contribuciones a la Biblioteca de la APS. Organizó el envío a la Sociedad de los trabajos de Walter Fitch (APS 2000) tras su fallecimiento y, también, de los de su antiguo asesor doctoral, John Avise (APS 2011). Ayala formó parte de la junta del Centro Nacional de Educación Científica (NCSE), dirigido por la maravillosa Eugenia Scott, y se encargó de que los registros del NCSE se aportaran a la Sociedad. Propuso al eminente paleontólogo James Valentine (APS 2009) que donara sus libros a la APS. Dedicado estudioso de la vida y obra de Charles Darwin, Valentine aportó una colección de prácticamente todas las ediciones de las obras de Charles Darwin en todos los idiomas, unos 4.500 libros en total, incluidas 26 de las 29 primeras ediciones británicas. En otro caso, hay cierto desacuerdo sobre el papel de Ayala. Algunos atribuyen la donación de los papeles de Theodosious Dobzhansky a Ayala y otros a la correspondencia de Dobzhansky con L.C. Dunn y un bibliotecario de la APS. En cualquier caso, las adquisiciones por parte de la Sociedad de los documentos de Dobzhansky y Ayala han creado sin duda un incentivo para que otros contribuyan. 

En las dos últimas décadas, la APS ha creado centros de investigación y formación dedicados a dos de sus tres principales áreas de colección, la América primitiva y la lengua y cultura de los nativos americanos. Además, la Sociedad se ha comprometido por fin a crear un Centro de Historia de la Ciencia. Como parte de su plan estratégico para el periodo 2024-2028, el Consejo de la APS aprobó la creación de este Centro en su reunión de noviembre de 2023. Como en los otros dos centros, su personal difundirá, preservará y ampliará sus colecciones; iniciará seminarios, charlas públicas, conferencias y publicaciones; y desarrollará nuevos recursos para apoyar la investigación y la formación pre y posdoctoral. 

Las colecciones de la APS en genética y biología evolutiva serán un recurso sustantivo muy visible y clave del Centro. Como se anticipaba en la carta de Francisco José Ayala de 2013, la Sociedad posee ahora los trabajos científicos de muchos de los gigantes de la genética y la biología evolutiva2:  Theodosius Dobzhansky, L. C. Dunn, Walter Fitch, Bentley Glass, Julian Huxley, Nina Jablonski, I. Michael Lerner, Richard Lewontin, Ernst Mayr, Barbara McClintock, Beatrice Mintz, Thomas Hunt Morgan, James Van Gundia Neel, George Gaylord Simpson, Curt Stern, James Valentine, Sewall Wright y —por supuesto— Francisco José Ayala. En mi opinión, gracias en gran parte a los esfuerzos de Francisco José Ayala, estos trabajos científicos serán para las colecciones científicas de la APS lo que los escritos de Benjamin Franklin son para sus colecciones históricas. 

*Discurso de Robert M. Hauser en el Homenaje en el 90 aniversario del nacimiento de Francisco J. Ayala en U.P. Comillas, publicado en Razón y Fe, n.º 1464.