Ateísmo, religión y espiritualidad

[Javier Sánchez Villegas] Mario Teodoro Ramírez (1958, Ocampo, Tamaulipas, México) es claro desde el principio. En la introducción (p. 9) dice: “En este libro entendemos por espiritualidad la dimensión de la conciencia humana que surge a partir del planteamiento de la pregunta por el sentido de la existencia —humana y no humana: ¿por qué y para qué existo, existimos, existe todo?— y de la búsqueda o construcción de posibles respuestas”. Este es el objeto de estudio de esta obra, probablemente como respuesta a una necesidad imperiosa en el mundo: la búsqueda de sentido último a la existencia, tanto personal como colectiva. 

¿Cómo surge esta obra? De alguna manera, dice Mario Teodoro Ramírez (investigador y fundador del Instituto de Investigaciones Filosóficas “Luis Villoro” de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México), la idea de elaborar esta obra colectiva fue consecuencia del confinamiento que, a causa de la Covid, tuvo lugar en 2020 (recordemos en España desde marzo hasta junio). Ciertamente, numerosos congresos, seminarios, clases, etc. se vieron suspendidos por la pandemia, pero no así la propia actividad filosófica, la cual probablemente se vio enriquecida por causa del enclaustramiento al que nos vimos sometidos todos (salvo las tareas esenciales). Se trataba en última instancia de poner en común trabajos elaborados desde todos los puntos de vista posibles cuyo centro fuera precisamente la espiritualidad. 

Este es el punto de partida. “Filosóficamente, la espiritualidad no es más que el pensamiento en cuanto se interroga sobre su relación con la existencia”. Entender que existimos para llegar a sabernos, pues es en este pensamiento especulativo donde encontramos el sentido último de la existencia: el sentido de la vida o la pregunta por la existencia de Dios (en palabras de Wittgenstein). Dios como símbolo de la revelación de lo infinito y de su esencia en libertad. 

Este es el problema radical de nuestro tiempo, que ya formuló Jean-Paul Sartre en su obra El ser y la nada: ¿Por qué el ser y no más bien la nada? Relativismo, nihilismo, fideísmo… la filosofía no puede superar esta cuestión, la cual ha estado presente desde los albores de la humanidad. La invitación es a pensar, a continuar su proceso, pero nunca pretender cosificarlo y, mucho menos, darlo por terminado. Todos los ensayos que integran este libro tienen un talante interrogativo, “abierto al diálogo, al entendimiento interhumano”. En total son catorce ensayos. 

El primer capítulo es obra de Francisco Piñón Gaytán (“Las interpretaciones filosóficas de los rostros de Dios: religión y sentido del mundo”). Su objetivo es estudiar el problema de Dios en la historia del pensamiento y en el momento actual, mostrando sus dificultades, vaivenes, avances y retrocesos. El autor constata el hecho de que “la cuestión de Dios es la cuestión del hombre”, asunto para nada resuelto en el ámbito del pensamiento. 

El segundo capítulo es de Diego I. Rosales Meana (“Perfiles metafísicos de Dios en Agustín de Hipona”). En él, el autor pretende recuperar la figura de Agustín de Hipona y su visión de Dios como un ser con entidad personal, tan característico del pensamiento cristiano. Para él, las categorías griegas no son suficientes para poder pensar en su plenitud el acontecimiento cristiano. Falta su dimensión práctica fundamental: el amor. Sin éste, el Dios cristiano no se podría entender. 

El tercer capítulo pertenece a Roberto Sánchez Santillán (“El joven Hegel y el proyecto de la Volksreligion: materiales para una aproximación”). Este autor se centra en el pensamiento de Hegel y en su proyecto de crear una religión popular en el momento que le vio vivir. Hegel quiere conciliar los avances de la razón ilustrada con la dimensión vital y comunitaria a la que está especialmente vinculado el cristianismo.  

El cuarto capítulo, firmado por Mario Teodoro Ramírez (“Para una espiritualidad materialista: el ateísmo positivo de Ludwig Feuerbach”), expone el pensamiento de Feuerbach, el cual, partiendo de posiciones idealistas propias de su maestro Hegel, deriva poco a poco hacia posturas claramente materialistas. Más que negar o eliminar la religión, dice el autor, lo que hace Feuerbach es convertirla en la dimensión simbólica, ética y espiritual de la vida humana. 

El quinto artículo es obra de Alejandro Ruiz Zizumbo (“Dios y las paradojas de la fe en Søren Kierkegaard”). En él el autor estudia la experiencia de la fe que tuvo Kierkegaard, y su reivindicación de la existencia individual, la autenticidad y la libertad radical que influirá decisivamente en el pensamiento posterior. 

El sexto artículo, de Rubí de María Gómez Campos (“Filosofía del espíritu desde un cuerpo de mujer: sobre el concepto filosófico de Dios en Simone Weil”), profundiza en la concepción realista de la espiritualidad y de lo divino mismo, propia de Weil, junto con su visión materialista de la existencia y de sus procesos sociales. Desde esta relación esencial de materialidad y espiritualidad, Weil propone una redefinición esencial de determinados conceptos, como el de mística, en aras de configurar una genealogía feminista dentro de la filosofía (junto con otras pensadoras, como Arendt o Zambrano). 

El séptimo capítulo, de Luis Ángel Lome Hurtado (“La herencia del idealismo absoluto en el último dios de Martin Heidegger”), supone un acercamiento a Dios y a lo religioso desde planteamientos no teológicos sino estrictamente filosóficos. Se muestra la influencia en Heidegger de Dios como un ser que deviene, que surge desde un fondo oscuro (preimpensable) y adviene a la historicidad humana como libertad. Dios es un ser imprevisible, irreductible e incontrolable. 

El capítulo octavo, de Eduardo González Di Pierro (“Fenomenología de Dios y la experiencia religiosa: Jan Patocka, Edith Stein y Michel Henry”), se centra en la exposición de planteamientos claramente distintos en lo referente a Dios y a lo religioso desde puntos de vista divergentes. El autor habla de los tres paradigmas de la relación fenomenología-religión. Los tres se fundamentan en el principio de la experiencia de la conciencia. 

El capítulo noveno (“El no teísmo de Erich Fromm y su religiosidad humanista”), de José Antonio Pérez Tapias, expone el planteamiento de un autor freudomarxista como es el de Erich Fromm: construcción de un humanismo radical, crítico y propositivo, que da valor a la religiosidad (“una mística no teísta”) y un sentido a un “Dios sin nombre”. 

En el capítulo décimo, de Mario Teodoro Ramírez (“Por un materialismo espiritual: la irreligión filosófica de Quentin Meillassoux”), el autor amplía su idea de “espiritualidad filosófica” entendida ahora como “materialismo espiritual”, apoyándose en el pensamiento del filósofo francés Meillassoux, el cual habla de “materialismo especulativo”. Este reivindica la razón y el pensamiento puro como vía de acceso al Ser. La modalidad ontológica fundamental es la de posibilidad: todo puede ser. Como consecuencia, Dios no existe (contra toda religión y teología), pero Dios puede llegar a existir (contra todo ateísmo y determinismo). 

El artículo undécimo, de Gerardo Roberto Flores Peña (“Una concepción secular de la fe y la espiritualidad: el ateísmo radical de Martin Hägglund”), se ocupa de analizar el pensamiento del filósofo sueco Hägglund, el cual propone un ateísmo radical. Este no es una mera negación, sino que propone algo como alternativa de sentido práctico para el ser humano, desde una perspectiva materialista, vitalista y ciertamente pragmática. 

El capítulo duodécimo, de Raúl Trejo Villalobos (“El misticismo radical en la filosofía del joven Vasconcelos (1905-1924)”), se centra en la figura del filósofo mexicano José Vasconcelos, comparándolo con el de su contemporáneo Antonio Caso. Ambos autores pretenden formular un pensamiento alternativo tanto al materialismo y al positivismo reinantes, como al dogmatismo tradicionalista. Para Vasconcelos es fundamental el valor estético de lo místico y lo divino. 

El artículo decimotercero, firmado por Ramiro Sánchez Roque (“P’urhécherï ambériequa anápu: los dioses p’urhépecha y sus fiestas desde el fondo del tiempo”), se centra en la originalidad del pensamiento religioso de la cultura purépecha (pueblo originario de México) y en todo lo que puede y debe aportar este pueblo (como tantos otros) al debate sobre Dios y lo religioso. Su punto de vista claramente es único e imprescindible para poder elaborar un pensamiento realmente global, intercultural, ecuménico y cosmopolita. 

El último capítulo, el decimocuarto, de Héctor Sevilla Godínez (“Aceptar que no se conoce a Dios”), nos insta a considerar algo que es muy propio de la filosofía oriental: Dios es incognoscible, es lo no existente. Estos rasgos negativos son los que configuran una sabiduría superior: la sabiduría del no-ser de Dios. Esta sabiduría sirve de motor para no cesar en la búsqueda por el sentido y por el fundamento. 

Estos catorce capítulos, formados por otros tantos artículos, como podemos ver, son una suerte de respuesta a una necesidad: proporcionar claves para que el hombre pueda conocerse a sí mismo y la realidad que le circunda a partir de la pregunta por lo trascendente, es decir, a partir de la pregunta por el sentido último. Esto, por otra parte, responde a una demanda que va in crescendo día a día. No podemos vivir de espaldas a lo místico, en el más puro sentido wittgensteiniano del término. No solo preguntarnos qué son las cosas, sino plantearnos también el hecho de que son (sin tilde). Ahí radica lo místico para el autor austríaco. 

A su vez, este libro es una suerte de presentación de la labor que se hace hoy día en filosofía de la religión en lengua española, fundamentalmente en América Latina, aunque también hay algún autor procedente de España. Como hemos podido comprobar, la variedad es grande, los puntos de vista son bien distintos. Pero todos ellos forman una unidad que trasciende lo particular y concreto. El anhelo de eternidad sigue presente y no se agota con el tiempo. 

Libro, pues, imprescindible para pensadores, intelectuales y eruditos. Para especialistas que tienen interés en la filosofía de la religión y que quieren estar atentos a los pasos que se van dando en esta materia. Ateísmo, religión y espiritualidad. La propuesta es abierta. El reto, también. 

*Recensión publicada por Javier Sánchez Villegas en Razón y Fe, n.º 1464.