[Leandro Sequeiros] La reciente publicación del sugerente estudio de Nicholas Spencer Magisteria: The Entangled Histories of Science & Religion[1] invita a una nueva reflexión sobre Ciencia, Tecnología y Religión.
El 21 de abril de 2015, la Cátedra CTR en la Universidad Comillas (Madrid), organizó la VI Conferencia Fliedner de Ciencia y Fe. El profesor Dr. Simon Conway Morris (catedrático de Paleobiología Evolutiva en la Universidad de Cambridge) impartió una ponencia titulada: «¿Es la humanidad el destino inevitable de la evolución?»
Bajo este título provocador, el problema de fondo que se planteó en la conferencia es este mismo: ¿es posible, desde el punto de vista de la filosofía de la biología, fundamentar la convicción de una evolución teísta? ¿Se puede armonizar la creencia en un Dios creador y providente con la teoría científica de una evolución contingente?
Ciencia y religión: encuentros y desencuentros
Nicholas Spencer aborda en un nuevo libro, “Magisteria”, las relaciones entre religión y ciencia y llama “extralimitación disciplinaria” al hecho de que una de las partes se sienta en condiciones de expulsar a la otra.
Según los datos de Nueva Revista (28 marzo, 2023) Nicholas Spencer es un joven investigador, miembro de Theos, un laboratorio de ideas londinense que promueve el debate sobre el papel de la religión en la sociedad.
Diversos aspectos sobre los conflictos entre ciencia y religión han sido tratados con frecuencia en FronterasCTR. Las preguntas que con frecuencia nos hacemos son reiterativas: Ciencia y religión, ¿enemigas íntimas? ¿Irreconciliables? ¿Están la ciencia y la religión condenadas a no entenderse? Ese es el título de un artículo en The Economist donde se recoge el lanzamiento del libro de Nicholas Spencer.
Su postura da cuenta de los acercamientos y distanciamientos que a lo largo de la historia han tenido una y otra y trata de encontrar planteamientos no excluyentes. Para las posiciones de máximos, esas que se arrogan el derecho a expulsar a la otra, Nicholas Spencer habla de “extralimitación disciplinaria”.
Tampoco le convence a Spencer, por simplista, la solución que dio el biólogo evolucionista Stephen Jay Gould en su libro Ciencia versus religión, un falso conflicto: la fórmula casi mágica de los llamados NOMA, “magisterios no superpuestos”, según la cual la ciencia se ocuparía del ámbito empírico, la religión del plano de los valores sin interacción entre ambas.
El libro de Gould trata la cuestión problemática de la relación entre religión y ciencia. Se compone de cuatro capítulos (Enunciado del problema, El problema resuelto en principio, Razones históricas para el conflicto, Razones psicológicas para el conflicto), subdivididos en catorce parágrafos. La exposición de los capítulos no sigue el orden lineal de los argumentos, puesto que la solución o desenlace del problema se anticipa y desarrolla en el capítulo 2, mientras que las causas del conflicto se desplazan a los capítulos 3 y 4.
Apelando a la estrategia de separación respetuosa como la mejor solución para problemas, Stephen Jay Gould propone que la relación entre la ciencia y la religión sea de no superposición. A este principio lo denomina NOMA (acrónimo inglés original NOMA, Non-Overlapping Magisteria), que en castellano podía ser MANS (Magisterios que No se Superponen).
Gould define un magisterio como un “ámbito en el que una forma de enseñanza posee los utensilios adecuados para el discurso y la resolución significativos». La ciencia y la religión se dedican a campos o dominios diferentes, de forma que no debe existir conflicto mientras no violen el espacio que le corresponde al otro: “Cada dominio de indagación enmarca sus propias reglas y cuestiones admisibles, y establece su propio criterio para el juicio y la resolución” (Stephen J. Gould, Ciencia versus religión, p. 56).
La ciencia es una práctica validada de investigación para describir e intentar explicar la constitución objetiva de la naturaleza, basada en el método hipotético deductivo y la evidencia empírica. En cambio, la religión se encarga de la discusión ética y búsqueda del sentido del mundo.
En este sentido, Gould aclara su idea de la religión o lo religioso, como aquel “discurso moral basado en principios que pueden activar el ideal de camaradería universal entre las personas” (Gould, 2000). En el corazón del razonamiento, Gould estipula dos propiedades básicas sobre MANS: la equivalencia y la independencia de los magisterios.
Por un lado, los dos ámbitos poseen un valor equivalente para una vida completa y se sitúan en un mismo nivel jerárquico; por el otro, tanto el tema como la metodología de cada magisterio son diferentes. En conclusión, no existe un magisterio de dominio universal, por lo que es obligatorio atender a ambos. Gould llega a afirmar que los seres humanos deben aspirar a una plenitud a través de decisiones morales y científicas, por lo que deben integrar en su juicio tanto la ciencia como la religión.
El autor insiste en que MANS delimita conceptualmente las intervenciones legítimas de las violaciones de cada uno de los ámbitos, de modo que se clarifica objetivamente la naturaleza de las relaciones que se establecen entre las personas con la ciencia y la religión.
Es fácil advertir que, desde esta perspectiva, cualquiera de las formas distintas al debate consensuado y el no solapamiento, ni son deseables ni son legítimas.
Por último, Gould apunta a dos posibles conductas espurias de MANS, a las que llama “los dos caminos falsos de la irénica”, que se deben evitar. El primer camino falso es el sincretismo, que pretende la fusión de ambos magisterios y, a su vez, presenta dos versiones: la primera da prioridad a la religión y pretendería que la ciencia validase los postulados de la religión; la segunda partiría de la supremacía de la ciencia, obligando a la religión a ajustarse a los resultados de aquella. El otro camino falso supone caer en el hábito social de la evasión y evitación del debate saludable: es decir, ignorar el problema para evitar el conflicto.
Las críticas de Spencer a las tesis de Gould
En el volumen que comentamos, Spencer no cree que la división sea tan clara. “La ciencia y la religión se solapan parcialmente”, opina. “Se solapan en nuestro interior”. En otras palabras, “el ser humano es complejo, y debería ser capaz de tolerar la complejidad sin declararse la guerra”, concluye el artículo.
Por el camino, en nuestro rastreo de las relaciones entre ciencia y religión, aparecen documentos valiosos como una carta remitida por prestigiosos científicos (entre ellos, el recientemente fallecido Francisco J. Ayala) al papa Benedicto XVI para ratificar la validez de la carta de otro papa, Juan Pablo II. El papa polaco envió a la Academia Pontificia de Ciencia una carta donde se manifestaba la compatibilidad de la racionalidad científica y el compromiso espiritual de la Iglesia con el propósito y el significado divinos en el universo.
Por otra parte, Spencer da mucha importancia a otra carta, de Darwin a un contemporáneo, William Graham Sumner, cuyo libro le hizo reflexionar hasta el punto de dirigirle sus discrepancias y dudas: “Usted ha expresado mi convicción interna, aunque mucho más vívida y clara de lo que yo podría haberlo hecho, de que el Universo no es el resultado del azar”.
Respuesta de los científicos al Papa (2005)
Con un cierto retraso, los científicos se dirigen al Papa Ratzinger en 2005. Así se dirigía en el verano de 2005, al papa Benedicto XVI, el científico Lawrence M. Krauss, por aquel entonces Director del Centro de Educación e Investigación en Cosmología y Astrofísica de la Case Western Reserve University, asesorado por el titular de nuestra Cátedra y el recientemente fallecido (4 de marzo 2023), biólogo genetista, y especialista en evolución, Francisco J. Ayala, junto con algunos colegas más en estos términos:
“Su Santidad: En su magnífica carta a la Academia Pontificia en 1996 sobre el tema de la evolución, el papa Juan Pablo II afirmó que la racionalidad científica y el compromiso espiritual de la Iglesia con el propósito y el significado divinos en el universo no eran incompatibles. El papa aceptó que la evolución biológica había superado la fase hipotética como principio rector de la comprensión de la evolución de las diversas formas de vida en la Tierra, incluida la humana. Al mismo tiempo, reconocía con razón que el significado espiritual que se extrae de las observaciones y teorías científicas queda fuera de las propias teorías científicas. En este sentido, afirmar que la evolución implica definitivamente una falta de divinidad, y/o de propósito divino en la naturaleza es tanto una afrenta a la ciencia como a la Iglesia”.
“Magisteria”: el camino intermedio
Entre la radicalidad anti-religiosa de Richard Dawkins y la tibieza de Stephen Jay Gould, Nicholas Spencer opta por una vía intermedia. Durante siglos, afirma, la ciencia y la religión han estado “interminable y fascinantemente enredadas”. Cierta dosis de conflictividad sería “entendible, pero no inevitable”.
El artículo de The Economist es una presentación de dicho libro del tratamiento de los cruces históricos entre ciencia y religión más o menos abundantes y conflictivos, según la época; “desde la ciencia antigua, en la que ‘lo divino estaba en todas partes’, pasando por el califato abasí de Bagdad en el siglo IX y Maimónides, ilustre pensador judío del siglo XII, hasta la inteligencia artificial. De vez en cuando lanza salvas contra los ideólogos de ambos bandos”, se lee, para quienes ven en ciencia y religión dos bandos irreconciliables.
Conclusiones
Las hipótesis conciliadoras no lo han tenido nada fácil en los últimos tiempos. “La sociobiología ‒se lee en The Economist‒ pretende ahora explicar toda la vida y el comportamiento humanos, incluida la moralidad y la mente, en términos de evolución”, mientras, por otra parte, “fanáticos religiosos siguen rechazando la teoría de Darwin”.
En las últimas décadas, afirma Spencer, desgraciadamente ha aumentado la hostilidad entre ambos campos pues la sociología quiere interpretar la vida humana y sus comportamientos desde la evolución mientras que algunos religiosos se cierran en banda a Darwin formando dos frentes encontrados: los pros y los contras. Tampoco la neurociencia tiene posibilidades de encontrar la moralidad del alma en un escáner ni tampoco los teólogos pueden encontrar evidencia de la ética bíblica en la actividad del lóbulo frontal.
Tradicionalmente se ha dicho que la ciencia y la teología no están en contra ya que el campo de la primera es el área empírica mientras que la teología se ocupa de la zona de los valores. Esta separación no le convence al autor de este libro en cuanto que considera que las dos ciencias están parcialmente superpuestas en nosotros ya que los humanos somos complejos y debemos tolerar la complejidad sin declararnos la guerra.
Frente a unos y otros, Nicholas Spencer llama “extralimitación disciplinaria” al hecho de que una de las partes se sienta en condiciones de expulsar a la otra. Y lo expresa de manera gráfica:
“La neurociencia no tiene más posibilidades de encontrar la moralidad o el alma en una resonancia magnética que los éticos o teólogos de encontrar pruebas de la actividad del lóbulo frontal en la Ética a Nicómaco o en la Biblia”.
Leandro Sequeiros, Presidente de ASINJA (Asociación Interdisciplinar José de Acosta) y Colaborador de la Cátedra Hana y Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión
[1] Oneworld Publications 2023. 480 pp. ISBN: 9780861544615. Aún no traducido: Magisteria: Las historias entrelazadas de la ciencia y la religión.