¿Está la salud condicionada por la espiritualidad?

[Montse Esquerda, Angela Lopez-Tarrida, David Lorenzo, Margarita Bofarull] Desde los albores de la historia, la ciencia y la creencia están destinadas a un diálogo permanente, puesto que ambas están centradas en el ser humano, que trata de asignar sentido y significado a los acontecimientos que suceden, tanto a los que le ocurren a sí mismo, como a los que acontecen a su alrededor.

Considerando esta estrecha relación, se reflexiona acerca de cómo las creencias pueden ser contempladas como determinantes para la salud de igual modo que lo son otro tipo de factores psicológicos o sociales como la cultura o el ambiente. Se interpela a ello mediante una reflexión fundamentada en las consideraciones de autores como Cassell o Frankl, y en investigaciones científicas relevantes que han demostrado de manera fehaciente el impacto positivo que las creencias tienen sobre la salud.

La Religión, la Espiritualidad y la Medicina, una larga historia de relación

La religión y la medicina comparten una larga y compleja historia, así como un complejo presente. Entre ellas no existe necesariamente un conflicto. La medicina, desde tiempos antiguos, ha estado vinculada con las creencias del ser humano y con algunos de los grandes interrogantes de la humanidad, como son la enfermedad, el sufrimiento o la muerte. Éstos han sido espacios de coexistencia, controversia y cuestionamiento tanto en el mundo de la medicina como en el de la religión.

Se puede apreciar una evolución desde la época en que las respuestas a estos grandes interrogantes empleaban elementos comunes en ambos mundos: la enfermedad como castigo divino o incluso como posesión (demoníaca), y la figura del médico, sanador, sacerdote o chamán. Algunas culturas mantienen todavía la ausencia de división, sin distinguir entre la ciencia y la creencia.

El desarrollo de la ciencia médica, del conocimiento del cuerpo humano y su funcionamiento en cuanto a la anatomía, la fisiología, la fisiopatología y, en las últimas décadas, la genética, ha ido de hito en hito resituando los ámbitos y las atribuciones, llegando a una desvinculación entre el ámbito médico y el de las creencias religiosas y espirituales. El modelo biologicista de aproximación al ser humano ha supuesto un reduccionismo de su carácter multidimensional, olvidando la unidad de la persona.

En una época reciente, más allá de esa progresiva desvinculación de ámbitos, incluso se han considerado las creencias religiosas como enemigas de la salud. Los grandes maestros de la sospecha, Freud, Nietzsche o Marx consideraban que las religiones eran peligrosas pues fomentaban aspectos infantiles e inmaduros de la persona.

Esta mirada de los filósofos de la sospecha puede que perviva aún en parte en el mundo de la medicina, coexistiendo con una mirada más positivista que considera que solo forma parte del mundo de la medicina aquello que es científico (empírico) y objetivo.

Pero seguramente una de las actitudes más frecuentes es que la religión y la espiritualidad pertenecen a un mundo independiente y ajeno al entorno sanitario; es decir, se reconoce su existencia en el ámbito de la salud, pero entendiendo que están diferenciados el uno del otro, sin influencia ni relación, y por tanto no se las considera en el cuidado. Sería una posición de ausencia o de falta de vínculo.

Pero entre ambas perspectivas nace una nueva mirada de la relación entre las creencias religiosas o espirituales y la salud. Entre la beligerancia recalcitrante, en la que la creencia se contrapone a la razón, y la callada presencia, que la sitúa fuera del ámbito científico que la inhibe o aparta la creencia de la persona en el cuidado clínico, ha emergido en las últimas décadas una nueva visión de la relación entre creencia y salud.

¿Podríamos hablar de las creencias como determinantes espirituales de salud?

Los determinantes sociales de salud se definen como aquellas condiciones económicas y sociales que establecen diferencias individuales y grupales en salud. Entre los determinantes sociales de salud se encuentran factores como el lugar de residencia, el acceso a la educación, al empleo, las condiciones de vivienda, o culturales. Estos determinantes vienen dados por el lugar de nacimiento, geográfico o social, factores que “condicionan la vida de una persona”. Se pueden expresar en la conocida sentencia “tu código postal es más importante para tu salud que tu código genético”.

Ante esto nos planteamos si hay similitudes entre dichos determinantes y las creencias, que tuvieran esa misma influencia, es decir, si existen aspectos de estas creencias y prácticas religiosas/espirituales que determinan o condicionan una mejor salud y que dependen de si se ha fomentado o educado una determinada dimensión esas creencias y las prácticas.

Intentaremos identificar aquellos elementos saludables que podemos atribuir a la espiritualidad y/o religiosidad:

  • Las creencias espirituales y religiosas se relacionan con estilos de afrontamiento de la adversidad más positivos, como mejor manejo del estrés y de los aspectos ansiosos asociados a la enfermedad y al envejecimiento. Los estilos de afrontamiento son un conjunto de estrategias cognitivas y conductuales que la persona utiliza para gestionar demandas internas o externas que sean percibidas como excesivas para los recursos del individuo. Estas estrategias de afrontamiento pueden ser más o menos adecuadas o adaptativas, pero median la respuesta de la persona ante una situación.
  • La mayoría de las religiones promueven una serie de emociones positivas que pueden mejorar el ajuste a la enfermedad e incluso el pronóstico de ésta: bienestar, altruismo, compasión, perdón o agradecimiento. Este tipo de emociones se asociarían con una mejor respuesta a la enfermedad.
  • La adhesión a un estilo de vida relacionado con el ámbito de las creencias religiosas, como ocurre en el ámbito anglosajón, puede estar relacionado con la mejora de hábitos de vida (menos consumo de alcohol, tabaco, más relaciones sociales…). La calidad de vida mejora en las personas que tienen prácticas espirituales y/o religiosas entre sus hábitos de vida, así como su bienestar.
  • La pertenencia a una religión comporta normalmente también la pertenencia a una comunidad, y el solo hecho de pertenecer y sentirse parte de una comunidad tiene efectos positivos sobre la salud, tanto física como mental. Según algunos estudios, el mero factor de participar en un ámbito social ya sería saludable.
  • El locus de control interno es mayor en personas con creencias religiosas, hecho que facilita el ajuste a la enfermedad. El locus de control hace referencia al grado en que las personas sienten que tienen el control de lo que ocurre en sus vidas, desde un evento rutinario hasta una situación de peligro. Este factor puede ser interno, considerado un factor de protección de síntomas emocionales y físicos; y externo, referente a un factor predictor de enfermedad. Así pues, dependiendo de si tienen un locus interno o externo, las personas afrontan los acontecimientos vitales de formas distintas.
  • El sentido y la esperanza son elementos clave para un afrontamiento positivo de los aspectos negativos de la vida. Para Frankl, la dimensión de sentido es fundamental, principalmente lo que llama el “sentido final o último”, y relaciona el sentido del sufrimiento con el sentido de la vida. Decía Frankl, “el hombre en busca de sentido no es un título ingenioso para un libro. Es una definición de ser humano. El ser humano es un buscador de sentido” (Frankl, 1999, p. 112).

La antropología de la salud habla de tres vertientes de la enfermedad: disease, illness y sickness. Disease se refiere a la vertiente biológica, fisiológica o técnica de la enfermedad. Illness refleja la vivencia subjetiva de disease, es decir, cómo el individuo, partiendo de los parámetros conceptuales de su cultura y de su pensamiento propio, interpreta, vive y experimenta la disease que padece. Sickness significa o expresa la vertiente social y política de la enfermedad, cómo esta influye en la relación de la persona enferma con los demás, con la sociedad, con el cuerpo político, etc. (Bouché, 2001, Comelles y Hernáez , 1993, Helman, 2001). La espiritualidad juega un papel relevante en todas ellas, pero especialmente en la vertiente de illness.

Sin ser completamente exhaustivos, creemos que estos son los elementos fundamentales vinculados con las creencias y las prácticas religiosas. Pero tanto la dimensión espiritual como la religiosa no se desarrollan de forma aislada, sino que tienen una enorme influencia el entorno social, y estarían, por lo tanto, parcialmente determinadas socialmente. Es decir, según la zona geográfica, país, comunidad o familia, hay mayor probabilidad de desarrollar creencias y que éstas sean saludables.

La aproximación al cuidado de esta dimensión por parte de la medicina está mostrando las limitaciones de los planteamientos que tienden a no tener en cuenta ese ámbito de la persona, así como su complejidad. La relación profesional sanitario-paciente es una relación basada en la confianza y, dentro de este marco de proximidad, puede ser difícil no tan solo evaluar las creencias, sino hasta qué punto puede o debe el profesional sanitario promover creencias  saludables.

El concepto de salud integral incorpora rasgos muy positivos, pero no se ha desarrollado un modelo de atención multidimensional, o quizás es que sencillamente hay muchos aspectos del modelo de salud que están más allá de la asistencia sanitaria o incluso del ámbito de la medicina, como el sistema de creencia, que podría tanto posibilitar un estilo de vida más saludable, como un ajuste más positivo a la enfermedad y al sufrimiento.

Como comenta Siddartha Mukkerjee, oncólogo estadounidense:

Es fácil tomar decisiones perfectas con perfecta información. La medicina, en cambio, te pide tomar decisiones perfectas con información imperfecta. Mi educación médica me enseñó un montón de datos, pero poco sobre los espacios que existen entre estos datos. Estoy aprendiendo que hay muchos y muchos espacios. La profusión de datos oculta un problema mucho más profundo e importante: la necesidad de reconciliación entre conocimiento (cierto, fijo, perfecto, concreto) y sabiduría clínica (incierta, fluida, imperfecta, abstracta)”

Para dar una atención integral y amplia a las personas, es fundamental aprender a integrar datos y espacios entre los datos. Reconocer y dar cabida a las creencias religiosas y espirituales, como moduladores de la respuesta a la enfermedad o como elementos saludables, implica y genera una mirada amplia y más completa de la asistencia en los profesionales de la salud.

Esta entrada es un extracto del artículo publicado en Razón y fe (enero-abril 2023)