[Jaime Tatay] Recensionamos la última obra de Karen Armstron, Sacred Nature. How we can recover our bond with the natural world (Penguin 2022).
Reivindicar la función central del mito y rehabilitar su importancia frente a los prejuicios culturales que lo han desprestigiado es una de las principales tareas que la escritora Karen Armstrong emprende en este breve ensayo: “Hay que dejar de creer que el mito es falso o que representa un modo de pensamiento inferior” (p. 25), afirma la escritora irlandesa. La otra tarea consiste en restablecer el vínculo roto de nuestra civilización con la naturaleza recurriendo, precisamente, a múltiples mitos fundacionales de las grandes tradiciones religiosas. En un valioso intento de reconstrucción de un ethos interreligioso y transconfesional, Armstrong recurre a textos procedentes del confucionismo, el taoísmo, el budismo, el hinduismo, el jainismo y de la tradición bíblica –judía, cristiana y musulmana—, así como a poetas y pensadores contemporáneos.
Aunque una obra de estas características resulte inevitablemente eclética y heterodoxa al pasar con frecuencia de una tradición religiosa a otra sin solución de continuidad, posee al mismo tiempo un gran valor al rescatar narraciones, intuiciones y rituales que revelan su similitud con otros análogos en tradiciones muy diferentes. Como si de una profunda corriente subterránea interreligiosa se tratase, Armstrong identifica varias claves o conceptos que podrían articular el nuevo sentido de sacralidad del mundo natural que nuestra civilización científico-técnica, centrada en el logos, ha dejado a un lado: la santidad (holiness) de la naturaleza, la ruptura del mundo, el sacrificio, la kenosis (abajamiento), la gratitud, la regla de oro, ahimsa (no dañar) y la visión de los círculos concéntricos.
Cada una de estas claves es introducida por medio de una tradición religiosa donde aparece formulada o practicada de forma paradigmática —la no violencia y el jainismo, el sacrificio y la tradición brahmánica, la santidad y el judaísmo, la gratitud y el islam, etc.—, aunque casi siempre se identifica a continuación un análogo en otra de las grandes religiones. De este modo, las diversas tradiciones se iluminan y complementan posibilitando el diálogo y el enriquecimiento mutuo.
Resulta evidente que una obra de estas características no pretende ofrecer un sistema cerrado o una síntesis definitiva, sino un esbozo provisional y tentativo de un ethos ambiental interreligioso. Esta es su principal contribución.
Otra es el carácter ameno y ágil del texto, así como el tono pedagógico con que Armstrong introduce al lector en la compleja tarea de “traducción” cultural que implica rescatar conceptos de diversas tradiciones muy alejadas en el tiempo y en el espacio.
La tercera contribución de este ensayo es ofrecer un análisis y una propuesta de tipo espiritual para abordar uno de los principales retos de nuestro tiempo: la crisis de la sostenibilidad. Junto a las múltiples propuestas científicas, técnicas y empresariales que inundan los foros internacionales y políticos, se agradece la frescura de un análisis cultural que trata de identificar no solo los motivos que nos han conducido a nuestra actual situación, sino también los muchos “recursos religiosos” heredados que nos pueden ayudar a enfrentarla.
Si algo se echa en falta es quizás una referencia a las abundantes declaraciones oficiales y contribuciones académicas de líderes religiosos y teólogos contemporáneos que han analizado la crisis socioambiental a la luz de su tradición espiritual. El valioso intento de Armstrong de ir a las fuentes podría y debería ponerse en diálogo con la abundante reflexión que cada tradición está generando por medio de sus intérpretes e intelectuales en un intento de actualizar su contribución al debate de la sostenbilidad.
Este bien podría ser el siguiente proyecto de Armstrong en la urgente tarea de reconstrucción cultural que tenemos por delante.