La sostenibilidad, la Pontificia Academia de las Ciencias y el giro ecológico de la Iglesia católica

[Jaime Tatay] La promulgación de la carta encíclica Laudato si’ por el Papa Francisco en 2015 se ha interpretado como la fase final de la integración de las preocupaciones por la sostenibilidad en la doctrina social católica. En este reciente desarrollo histórico, la investigación académica ha prestado especial atención a cómo las diferentes tradiciones eco-teológicas, los movimientos sociopolíticos y las iniciativas locales influyeron en el giro ecológico de la Iglesia. Sin embargo, no se ha estudiado en profundidad el papel clave desempeñado por instituciones eclesiales no magisteriales, en particular organismos científicamente muy autorizados como la Pontificia Academia de las Ciencias (PAS). A lo largo de los últimos 60 años, la PAS ha desempeñado un papel decisivo en esta evolución: sensibilizando sobre cuestiones socioambientales, promoviendo la alfabetización medioambiental en el corazón del Vaticano, fomentando la reflexión ética y catalizando el diálogo interdisciplinar hacia el cuidado de la casa común.

El reto emergente de la sostenibilidad y la Pontificiae Academiae Scientiarum

La primera institución eclesial que contribuyó significativamente a la consideración de los retos ecológicos en la Iglesia católica fue la Pontificiae Academiae Scientiarum. Su antecesora remota, la Accademia dei Lincei, fue creada en 1603 bajo el patrocinio de Clemente VIII y fue una de las primeras academias científicas de Occidente. Tras su restauración por Pío XI en 1936, se transformó en un foro académico para el diálogo interdisciplinar y un lugar de encuentro privilegiado entre la Iglesia Católica Romana y el mundo científico.

La misión del PAS es promover el progreso de las ciencias, así como establecer un diálogo sobre los problemas epistemológicos derivados de la investigación interdisciplinar. Los documentos generados durante las semanas de estudio auspiciadas por el PAS no se consideran magisterio, pero son relevantes por la influencia que ejercen sobre los pontífices, por su rigor académico y por el interés que suscitan en la comunidad científica.

Sus trabajos, junto con los que desarrollará a partir de 1994 la Pontificiae Academia Socialum Scientiarum(PASS), la academia hermana de la PAS, son esenciales para comprender el proceso histórico y el papel clave, aunque a menudo poco valorado, que ha desempeñado esta institución eclesial en la sensibilización medioambiental de la Iglesia católica y en el diálogo ciencia-religión.

En el 50 aniversario de su refundación, G. B. Marini-Bettòlo, químico italiano y presidente de la PAS de 1988 a 1993, afirmaba:

“La Academia desempeñó un papel importante sugiriendo respuestas a las cuestiones presentadas a la Santa Sede por organizaciones internacionales o por científicos individuales, no sólo en el plano técnico y científico, sino también en el ético y moral. Por ejemplo, en cuestiones relacionadas con la desertificación, el abastecimiento de agua, el uso correcto de los ordenadores, la ética de la investigación científica […]”.

Además, “al disponer de autoridades de tan alto nivel, la Academia estaba en condiciones de pronunciarse y hacer aportaciones en campos interdisciplinares avanzados”. Así lo confirma Peter H. Raven, ex presidente de la AAAS y antiguo miembro de la PAS:

“Gracias a la existencia del PAS y a su consistente aportación de asesoramiento científico objetivo, la Iglesia católica ha aceptado tanto la evolución biológica y cósmica desde la década de 1930 como el calentamiento global desde que se estableció como un factor importante que determina nuestro futuro común”.

En los últimos 60 años, la PAS ha convocado semanas de estudio, organizado simposios y establecido grupos de trabajo sobre una amplia gama de temas relacionados con el desarrollo sostenible y la ecología. El fructífero diálogo entre el Vaticano y los Académicos ha sido el principal escenario del compromiso católico con la ciencia moderna. Según Christiana Z. Peppard, la larga historia de este compromiso ha pasado por cuatro épocas diferentes: la astronomía y la física en los siglos XVI a XVIII; la geología y la teoría evolutiva en el siglo XIX y principios del XX; la bioingeniería a mediados y finales del siglo XX; y, por último, la ecología y la sostenibilidad a principios del siglo XXI.

Como afirma Marcelo Sánchez-Sorondo, su actual presidente: “La Pontificia Academia de las Ciencias se ha convertido así en uno de los foros privilegiados para el diálogo entre el Evangelio y la cultura científica”. Desde la época de Pío XI, que restableció la PAS para disponer de un senado científico paralelo al senado cardenalicio, sus sucesores se han beneficiado ampliamente de las aportaciones de los científicos. De hecho, es en el intercambio con los académicos donde “el Papa accede a la pericia científica de personas en la cima de sus campos”.

Un puente interdisciplinar único

Sin embargo, hay que señalar que la PAS no es principalmente una institución orientada a la investigación, sino más bien a la política. Su influjo político y moral a escala mundial es una de las razones por las que tantos científicos de talla mundial, de cualquier religión o de ninguna, están deseosos de participar, debatir y compartir sus conocimientos. El carácter aconfesional de la Academia y “el clima de escucha mutua y encuentro sereno sobre temas de gran relevancia”, se señalan también como otro rasgo definitorio de este espacio único.

Al facilitar el establecimiento de puentes interdisciplinares y foros híbridos de diálogo, la PAS no sólo ha informado a la Santa Sede sobre diversos aspectos técnicos y científicos, sino que también ha promovido la alfabetización ecológica, influyendo indirecta, pero significativamente, en la recepción y formulación eclesial de cuestiones socioambientales muy diversas, como el uso de fertilizantes y pesticidas en la agricultura (1976), la ética de la investigación científica (1978), el papel de los combustibles fósiles en la generación de energía (1980, 1984), la destrucción de la capa de ozono (1983), la contaminación química (1983, 1993), la utilización de los recursos naturales y la protección del medio ambiente (1987, 1989), la centralidad de la energía para el desarrollo (1980, 1984), la conservación de la biodiversidad en los bosques tropicales (1990), la relación entre el crecimiento demográfico y el agotamiento de los recursos (1994), la pérdida de biodiversidad (1998), la educación científica (1998, 2001), el cambio climático (1983, 1998, 2011, 2015), el desarrollo sostenible (1999), el agua (2005), el desarme nuclear (2010) y la exclusión social (2014, 2015).

En definitiva, el papel del PAS ha sido decisivo a la hora de atraer la atención de la Iglesia hacia los debates que tienen lugar en la comunidad científica y de ofrecer, desde una voz académicamente autorizada, respuestas éticas y políticas plausibles al emergente desafío de la sostenibilidad. Existen abundantes pruebas históricas de que así ha sido.

Esta publicación es un extracto de un artículo anterior, que puede leerse de forma íntegra y en abierto:

J. Tatay, “Sustainability, the Pontifical Academy of Sciences, and the Catholic Church’s Ecological Turn”, Religions 2020, 11(10), 488