[Adolfo Castilla] De una forma bastante especulativa entramos en este escrito, que se compone de dos partes, nada menos que en el destino del hombre, en el sentido de nuestras vidas y en lo que hacemos en este mundo imperfecto y difícil. Así como, más específicamente, en los fenómenos de la consciencia, el espíritu y la verdadera inteligencia humana. Nos ha llevado a ello, no la teoría de la evolución convencional de Darwin, sino la visión más compleja y completa de Teilhard de Chardin. Un autor, este último, muy criticado desde la exposición pública de sus ideas a mediados del siglo pasado, pero que el tiempo está revalorizando con el nuevo interés de los filósofos y los propios científicos por el mundo de lo intangible, tanto en el interior de la materia como el cosmos lejano y en la propia mente de los humanos. Da la impresión de que eso es lo que hizo Teilhard y tomándolo como referencia sugerimos algunas hipótesis nuevas, incluyendo la atención a la Información y a la semántica del Universo.
El destino del hombre
En escritos diversos, varios de ellos colgados en el blog del autor, Cognotecnología y Consciencia,[1] hemos visto cómo a lo largo del tiempo los hombres van perfeccionado la interpretación que tienen de la evolución de la especie humana y de otras especies y formas de vida, completando la visión puramente material y física de Darwin con la visión algo más completa de Teilhard de Chardin en la que se incluye un posible papel de la consciencia y el espíritu humanos y la existencia de un destino para la humanidad.
Un siglo exactamente transcurrió entre la publicación de los dos libros básicos de estos autores: El origen de las especies, del primero, vio la luz en 1859 y el Fenómeno humano, del segundo, fue publicado en 1955, el mismo año, y justo después, de la muerte de su autor.
No debemos olvidar, desde luego, que no tiene comparación alguna el lugar que ocupa en el mundo la teoría de la evolución de Darwin con el que ocupan las propuestas de Teilhard. De hecho, hay muchos más seguidores de Darwin que de Teilhard y la evolución darwiniana está bien asentada en la cultura mundial. No lo están tanto las ideas de Teilhard en un mundo en el que la gente se declara o se siente materialista y atea.
Ocurre, además, que grandes partidarios de la teoría de la evolución de Darwin rechazan de plano cualquier destino para nuestro mundo. El gran biólogo y bioquímico francés, Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1965, Jacques Monod (1910-1976), por ejemplo, en su famoso libro de 1970, El Azar y la Necesidad, fue uno de los que anunciaron la aparición de la vida y del hombre como un proceso fortuito e increíblemente improbable. Pido perdón por una cita tan antigua, pero es bueno recordar que este autor dijo que el hombre mismo no tenía ningún sentido ni su destino estaba escrito en ninguna parte, difundiendo además la idea de un Universo absolutamente material e insensible. Es probable que no haya habido nunca un discurso más nihilista ni más negativo y recuerdo claramente todavía la desolación que yo personalmente sentí cuando lo leí siendo un joven profesional creyente y practicante.
El ateísmo militante
Pero, como digo, no ha sido él solo. Un paleontólogo más reciente, geólogo, biólogo evolutivo, historiador de la ciencia y gran divulgador, como Stephen Jay Gould (1941-2002), insistió en que “la evolución no tiene ninguna tendencia inherente al progreso a largo plazo” y que no es la complejificación la que la guía, sino la diversificación aleatoria sin ningún destino ni objetivo. Gould fue un hombre de gran atractivo público, muy leído y muy seguido, el cual, para empezar, defendió la religiosidad y la fe de muchas personas. Dijo que no había nada en contra de las creencias religiosas en la ciencia, pero, eso sí, consideró que eran áreas de actividad y de reflexión radicalmente distintas. Fue en este sentido un claro “dualista”, lo cual nos sorprende mucho a algunos.
Por no volver a recordar los ya mencionados en diversos escritos del autor de este trabajo, Richard Dawkins (nacido en 1941), Daniel Dennett (nacido en 1942), Sam Harris (nacido en 1967), Christopher Hitchens (1949-2011) y varios otros, ateos beligerantes y contrarios a las creencias religiosas, así como activistas en la eliminación de la idea misma de Dios en nuestras sociedades.
Hay muchos autores, científicos en gran manera, por tanto, que no aceptan las interpretaciones de Teilhard y que las consideran excesivamente ligadas a una fe religiosa concreta como es el catolicismo. Creen, por ejemplo, que es meter con calzador en la explicación de la evolución humana la idea del Dios personal, cuidadoso y cercano de los católicos y la existencia de una vida eterna tras la muerte. Monod, en particular, lo acusó de falta de rigurosidad y austeridad científica y consideró que se trataba de un esfuerzo sistemático para conciliar el mundo material con el espiritual, transigiendo para ello con lo que hiciera falta. Aunque, al mismo tiempo, reconoció la existencia de una “cierta grandeza poética” en el libro de Teilhard y admitió el sorprendente éxito que sus ideas habían tenido en la sociedad en general y en los medios científicos en particular.
Las ideas filosóficas del siglo XXI
Y es aquí donde se produce mi pequeña contribución al tema que tratamos. Creo que han transcurrido muchos años desde la formulación de la teoría de la evolución inicial y aunque ha seguido habiendo aportaciones al tema, el pensamiento del hombre ha evolucionado bastante en los últimos años. De la racionalidad absoluta de la Ilustración, del cientificismo, del neopositivismo y del materialismo que se generó en el siglo XVIII, se pasó, primero, al idealismo de Hegel (1770-1831), Schelling (1775-1854), con Immanuel Kant (1724-1804), poniendo un poco de orden unos años antes, y otros pensadores del XIX. En paralelo surgió el Romanticismo alemán, con Goethe (1749-1832) como figura destacada, y ya a mediados del siglo XIX, el irracionalismo de Schopenhauer (1788-1860), Nietzsche (1844-1900) y de Heidegger (1889-1976), este último bastante entrado ya el XX.
El irracionalismo filosófico se extendió a lo largo del siglo XX, movido en gran manera por los grandes filósofos franceses de esa época, tema al que he dedicado 12 artículos que han sido publicados en esta misma Web.
Se terminan las doce entregas explicando el hecho de que con el siglo XX se agotó, en gran manera, dicho irracionalismo por lo que concierne a los filósofos, a la vez que sus ideas pasaban al conjunto de la sociedad y al hombre de la calle, en forma de relativismo moral, pensamiento postmoderno, pensamiento débil, sociedad líquida, y otras concepciones y actitudes.
En el último artículo de la serie nos preguntábamos por cuáles serían las ideas de los filósofos en el siglo XXI, concluyendo que hay una cierta vuelta al idealismo y a la metafísica, con nuevas perspectivas y nuevas ideas, desde luego. No se trata de una vuelta sin más a tiempos pasados.
Una numerosa bibliografía sobre el espíritu y la consciencia
Para hablar de ello lo primero es mencionar la serie de libros actuales que reivindican la reflexión intelectual o espiritual y atacan de paso al materialismo y al reduccionismo científico. Por solo mencionar los que se acumulan en mi mesa de trabajo, listaría los siguientes: Los espejismos de la certeza, de Suri Hustvedt; A World Beyond Physics, de Stuart A- Kauffman; ¿Por qué el materialismo es un embuste?, de Bernardo Kastrup; The Case Against Reality, de Donald D. Hoffman; ¿Somos nuestro cerebro?, de Fernando Vidal y Francisco Ortega; Sentir y Saber, de Antonio Damasio; La consciencia humana: Las bases biológicas, fisiológicas y culturales de la consciencia, de José Enrique Campillo; El enigma de la conciencia: Entre la razón, la intuición y el misterio, de Salvador Amigó; ¿Humanos o no?, de Camilo J. Cela Conde y Francisco J. Ayala; Una historia natural de la humanidad: El apasionante recorrido de la vida hasta alcanzar nuestro cerebro consciente, de Joseph LeDoux; The Idea of the Brain, de Mattew Cobb; Something Deeply Hidden, de Sean Carroll; el algo más especial y esotérico, Guardianes del Cosmos, de Gary Lachman; así como el relativo a otras experiencias espirituales, Las venas del dragón: Confucianismo, taoísmo y budismo, de Chantal Maillard; o el más relacionado con la Información, From Matter to Life: Information and Causality, de Sara Imari Walker, Paul C. W. Davies y George F. R. Ellis, tema al que hemos dedicado un esfuerzo especial y sobre el que hay varios posts en la plataforma de blogs del autor, Economía y Futuro (https://economiayfuturo.es/) .
Y otros, algo generalistas, como, The Selff-Aware Universe, y La Ventana del Visionario, de Amit Goswami (nacido en 1936); el de Joseph Selbie, La Física de Dios; The New Science of Consciousness de Paul L Nunez, profesor emérito de ingeniería biomédica de la Tulane University o, el más cercano a nosotros, Introducción a la ciencia de la conciencia: El estudio de la experiencia subjetiva en filosofía, psicología y neurociencias, del profesor Asier Arias, profesor colaborador de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.
O los más científicos, y procedentes de la neurociencia, como Christof Koch (nacido en 1956) y Giulio Tononi (nacido en 1960), investigadores de la consciencia humana, como sus maestros respectivos, Francis Crick (1916-2004) y Gerald Edelman (1929 − 2014). El segundo de los primeros, es autor de la “Teoría de la Información Integrada (IIT)”, un esfuerzo de búsqueda sobre lo que es la consciencia que se basa en las redes neuronales, en su intercambio de información y en la búsqueda del funcionamiento de la subjetividad en una intensificación de la información intercambiada en una parte de la red neuronal, lo cual actúa como poder causal del pensamiento y de la consciencia. Koch y otros como el británico Anil Kumar Seth (nacido en 1972) y algunos jóvenes científicos, trabajan también en este terreno.
Sin dejar en el tintero, claro, al joven filósofo alemán, Markus Gabriel (nacido en 1980) y al italiano, ya maduro, Maurizio Ferraris (nacido en 1956), padres del “Nuevo Realismo” contemporáneo. Padres, debemos decir, de la nueva versión de tal realismo (en el terreno de la Filosofía), ya que existe una primera entrega de dicha concepción procedente de los primeros años del siglo pasado en la que se distinguieron varios profesores de Filosofía de las universidades de Harvard, Columbia y Princeton, como William Pepperell Montague (1873-1953) o Ralph Barton Perry (1876-1957). Insistieron, estos y en gran manera los actuales, en el “rechazo del dualismo epistemológico de John Locke y de otras formas de realismo. El grupo sostenía que, cuando uno era consciente de algo, o conocía un objeto, sería erróneo decir que el objeto en sí y nuestro conocimiento del objeto son dos hechos distintos.” Yo diría que son hechos distintos, pero los dos igual de reales, que es lo que dicen los nuevos partidarios del “Nuevo Realismo.”
Metafísica del materialismo
La mayoría de estos autores dan importancia al mundo del espíritu y la consciencia y algunos hablan de la “metafísica del materialismo”, haciendo referencia al hecho de que el interior profundo de la materia está tan alejado de la observación, la medida y el control, como el mundo intelectual. Como dice un amigo mío, “el mundo del interior del átomo y de las partículas elementales solo existe en la mente del hombre”.
La mecánica cuántica, contraintuitiva, ajena al mundo a “escala real” y que tanto le costó aceptar a Albert Einstein, es hoy un campo de reflexión que algunos consideran muy serio y muy científico. Es verdad que cada vez hay más aplicaciones basadas en lo cuántico en la vida diaria de las personas, pero los elementos que la componen, como el “colapso de la función de onda”, la “superposición”, la “coherencia/decoherencia” o el “entanglement”, son concepciones de la mente humana. Por no hablar de las partículas elementales o la teoría de las supercuerdas.
Todo comenzó, es cierto, por el estudio científico de la radiación de los cuerpos negros y por una especie de “truco conceptual” empleado por Max Planck, del que se avergonzó durante años: la introducción del concepto de “cuanto”.
Es decir, hemos aceptado la “metafísica de la materia” y no aceptamos la “metafísica del espíritu”. Mi propuesta en relación con ello es hacer algo parecido a lo llevado a cabo con la primera para el caso de la segunda.
Me gustaría añadir que las grandes cuestiones enfrentadas por Teilhard y varios de los autores mencionados, entre ellas la existencia de Dios, necesitan más evolución en el hombre, especialmente más evolución de su mente. Sencillamente no tenemos capacidad, todavía, para entender bien el mundo del espíritu y la consciencia. Lo cual no quiere decir que no opinemos y que no reflexionemos como si nuestra mente hubiera llegado al final de su evolución.
[1] (https://economiayfuturo.es/cognotecnologia-consciencia/)