[Agustín Ortega Cabrera] En este tiempo, tras la muerte del querido Papa Francisco, nos queremos sumar a esa memoria agradecida que se viene haciendo de su enseñanza, de su obra, testimonio y legado. En este artículo, especialmente, vamos a resaltar el diálogo y encuentro entre la fe, la espiritualidad, la razón, la cultura y las ciencias que, en continuidad con la tradición y enseñanza la Iglesia, Francisco realizó junto a sus predecesores en el ministerio petrino.
De esta forma, Francisco afirma que “el diálogo entre ciencia y fe también es parte de la acción evangelizadora que pacifica. El cientismo y el positivismo se rehúsan a «admitir como válidas las formas de conocimiento diversas de las propias de las ciencias positivas». La Iglesia propone otro camino, que exige una síntesis entre un uso responsable de las metodologías propias de las ciencias empíricas y otros saberes como la filosofía, la teología, y la misma fe, que eleva al ser humano hasta el misterio que trasciende la naturaleza y la inteligencia humana. La fe no le tiene miedo a la razón; al contrario, la busca y confía en ella, porque «la luz de la razón y la de la fe provienen ambas de Dios», y no pueden contradecirse entre sí. La evangelización está atenta a los avances científicos para iluminarlos con la luz de la fe y de la ley natural, en orden a procurar que respeten siempre la centralidad y el valor supremo de la persona humana en todas las fases de su existencia. Toda la sociedad puede verse enriquecida gracias a este diálogo que abre nuevos horizontes al pensamiento y amplía las posibilidades de la razón. También éste es un camino de armonía y de pacificación” (EG 242).
Como se observa, la espiritualidad e Iglesia con Francisco ponen de relevancia este horizonte y método interdisciplinar, tan propio del humanismo e inspirado en la fe; con esa interacción fecunda entre los distintos saberes, conocimientos y disciplinas o materias científicas, singularmente, para el ámbito ético, social y público. Esta interdisciplinaridad científica, filosófica y teológica que nos posibilita una cosmovisión más global e integral de la realidad, ha sido objeto de nuestro estudio e investigación, particularmente, en el campo del pensamiento social y moral unido este diálogo con la fe.
En este sentido, para afrontar o prevenir el mal e injusticia, es clave la orientación ética y espiritual de estas disciplinas científicas con sus realidades estudiadas como el cosmos, la naturaleza, la persona, sus inter-relaciones y estructuras sociales, la economía, la política, la cultura, la educación, etc. De lo contrario, como nos transmite constantemente Francisco, surge la tecnocracia con la dominación del beneficio y sus finanzas sobre la política, que termina aplastando a la sociedad civil, a los pueblos, imponiendo la cultura del descarte y la globalización de la indiferencia. Se termina, pues, pisoteando la sagrada e inviolable vida y dignidad de ser humano, imagen e hijo de Dios, de los pobres, de las víctimas, los excluidos e indefensos que asimismo son sacramento (presencia) real del Dios encarnado en Jesucristo (Mt 25,31-46).
Frente a lo anterior, desde este humanismo ético e interdisciplinar con este encuentro mutuamente fecundo entre los diversos ámbitos científicos, el Papa Francisco nos transmite la ecología integral, especialmente significativa, en este tiempo que se cumple el décimo aniversario de Laudato si’ (LS). Efectivamente con LS junto al resto de su doctrina social y moral (DSI) de la que forma parte igualmente Fratelli tutti, continuando con el aporte de sus predecesores como son los Papas anteriores junto al Vaticano II, Francisco nos convoca a «una valiente revolución cultural» (LS 114). Una revolución de la ternura, guiada por esos principios científicos-filosóficos como son que la realidad está antes que la idea y que el todo es mayor que la parte. Verdaderamente, dicho humanismo e interdisciplinariedad tan propios de la DSI con su ética y antropología de fondo, de forma similar a las ciencias nos muestra la conexión, la fraternidad solidaria y el dinamismo de todo lo real, de la naturaleza, del cosmos, del ser humano y de Dios. En esta línea, como todo está conectado y visibiliza la ecología integral, hay que escuchar el grito de los pobres junto al clamor de la tierra, nuestra casa común; contra esa economía que mata, el terrorismo financiero e idolatría (fetichismo) del dinero y de la riqueza-ser rico, para ser auténticamente iglesia pobre con los pobres en salida hacia las periferias, como remarca Francisco junto a ese principio de la unidad que supere el conflicto.
Una ecología e inteligencia humana e integral, con su constitutiva bioética global, que respeta y protege la vida humana desde su nacimiento con la fecundación-concepción hasta su muerte natural, como nos enseñan las ciencias, y la familia que es santuario de amor y vida. Esa afectividad-sexualidad amorosa, fiel, permanente y fecunda del hombre con la mujer abierta a la vida, a los hijos, a la misión evangelizadora, a la fraternidad y pobreza solidaria que se une inseparablemente al compromiso por la justicia con los pobres de la tierra; en oposición a la familia burguesa, insolidaria y que se convierte en cooperativa de egoísmo.
La ecología e inteligencia social, con ese sustrato de las ciencias humanas o sociales, promoviendo una economía al servicio de las necesidades, de la capacidades y desarrollo humano integral de las personas, de los pueblos y los pobres como sujetos protagonista de esta promoción integral. Para esto, son claves los principios del destino universal de los bienes, que por la misma ley o derecho natural tiene la prioridad sobre la propiedad, y el trabajo decente con sus derechos como es un salario justo, que está antes que el capital, que el beneficio, la ganancia… En esta dirección, se trata de impulsar una verdadera democracia real, participativa y ética con sus políticas al servicio del bien común, de los derechos humanos y sociales como las 3 T, tierra, trabajo y techo. Tal como buscan la sociedad civil y solidaria, los movimientos populares u organizaciones sociales (MP) que deben ser los autores principales de dicha democracia verdadera, para hacer realidad ese otro principio, el tiempo es superior al espacio. Es decir, esos procesos profundos de transformación social e histórica que, por encima del poder o codicia, protagonizan los MP.
Una ecología e inteligencia ambiental, con sus estudios e investigaciones científicas, que nos urge a esa ética del cuidado de esta casa común que es nuestro planeta tierra, con un auténtico decrecimiento del productivismo, del extractivismo y del consumismo unido a medidas y políticas de energías limpias o renovables. Aquí situamos las 3 R, reducir, reutilizar y reciclar en nuestra actividad económica, de consumo y que nos lleva a una vida sobria, austera y solidaria en esta promoción de la justicia socioambiental.
Así, como síntesis y profundización de lo anterior, tenemos una ecología e inteligencia espiritual que va logrando la paz justa con todo este desarrollo y ecología integral, contra toda guerra y violencia, en esa conexión inseparable con la pobreza espiritual (evangélica). El sentido de la vida y la felicidad se va logrando en esta comunión solidaria con el Otro, con Dios mismo, con los otros en esta opción por los pobres y con la naturaleza, con todo el cosmos que refleja la belleza y sabiduría creadora del Dios de la vida. Una comunión de fe, de vida, de bienes, de misericordia compasiva y acción solidaria por la justicia con los pobres de la tierra que nos irá liberando integralmente de los falsos dioses e ídolos de la riqueza-ser rico, del poder y de la violencia. Este camino espiritual y moral nos lleva, desde el Don (Gracia) de Dios, a esa belleza de la trascendencia, del éxtasis y de la eternidad, de los cielos nuevos y la tierra nueva.
Dr. Agustín Ortega Cabrera es investigador asociado de la Universidad Anáhuac y miembro de proyecto trasversal de investigación “Querida Amazonia” (Facultad de Bioética Anáhuac). Profesor en diversas instituciones universitarias y académicas.