[Dr. Agustín Ortega Cabrera] La actualidad del ámbito de las inteligencias, con las cuestiones planteadas por la inteligencia artificial– como lo pone de relieve el interesante e importante reciente número de la revista Razón y Fe dedicada a esta temática-, nos presentan desafíos, retos y reflexiones que a continuación vamos a exponer. Lo haremos de la mano de la filosofía y pensamiento de Xabier Zubiri e Ignacio Ellacuría, especialmente inspirado en el legado del jesuita mártir de la UCA (El Salvador). Zubiri con su discípulo y más íntimo colaborador, Ellacuría, nos han dejado unas profundas e imprescindibles claves, aspectos o dimensiones para realizar una adecuada filosofía, teoría y praxis de las inteligencias. Y es que, con sus luces y límites o carencias, Zubiri junto a Ellacuría son dos de los más significativos pensadores de nuestra época, cada vez más investigados y enseñados, que nos han aportado una herencia tan fecunda en temáticas tan relevantes como, por ejemplo, las inteligencias.
La base zubiriana
En su trilogía sobre la inteligencia, unida al resto de su obra, Zubiri trata esta cuestión en el marco de su filosofía y metafísica sobre la realidad, sobre el mismo ser humano con su trasfondo antropológico. Y afronta limitaciones o errores que se han dado en la historia de la filosofía, del pensamiento y de las ciencias. Ahí tenemos la logificación de la inteligencia, con peligros del modernismo e idealismo, que la reduce a una mera concepción pan-racionalista con un intelectualismo centrado unilateralmente en el pensamiento, en las ideas, teorías o conceptos. Y también su entificación, defecto más del clasicismo o helenismo, con su reduccionismo de enfatizar tanto los entes, las cosas, la naturaleza o el cosmos.
Frente a lo anterior, Zubiri plantea su inteligencia sentiente donde el pensar y el sentir, la intelección y los sentidos, son dos momentos de una misma unidad estructural que son respectivos entre sí: pienso sintiendo y siento pensando; la razón es mediada por los sentidos, como el ver o tocar, y viceversa. La inteligencia, pues, pretende aprehender lo real, tomar a cargo la realidad en sus diversas dimensiones respectivas como la material o corporal, la personal (con la personeidad y su modulación de la personalidad), la social, histórica y trascendente. Por tanto, en oposición a esos idealismos, subjetivismos y espiritualismos que no se religan a este horizonte realista, material, antropológico y metafísico con sus realidades correspondientes de la naturaleza, de la persona, la sociedad, la historia y trascendencia. Zubiri nos muestra al ser humano como un animal de realidades.
Como se ha estudiado, sintonizando con el personalismo, en Zubiri aparecen el sentido personal, relacional, social y moral del ser humano. Por esta intrínseca religación con la realidad y sociabilidad respectiva con los otros, nos hemos de responsabilizar éticamente de la alteridad de lo real, comprometernos con estas interrelaciones humanas y sociales. La realidad con esta unidad y respectividad estructural, en la que todo está conectado con todo, de suyo es dinámica, con un dinamismo posibilitante. Esto es, el don de lo real posibilita y capacita, da de sí (entregando) las posibilidades y capacidades de este dinamismo transformador de la realidad, de lo humano, de lo metafísico y trascendente. En esta línea, junto con su maestro Ortega, Zubiri efectuó un diálogo ejemplar con corrientes de la ciencia y científicos. Ahí está el caso de Einstein, que en su celebre debate con Bohr, de forma similar, muestra una perspectiva realista. La conjunción del espacio y el tiempo es relativo a lo real, se enmarca en este ámbito de las realidades.
Y por estar religado e implantado en el vigor de la realidad con su dinamismo, desde este enraizamiento estructural en la verdad real, al ser humano le salen al encuentro y se le suscitan las preguntas de estos fundamentos últimos de la realidad; aquello que nos sostiene en esa fortaleza de lo real, lo trascendente y divino. Dios mismo como fundamento y raíz de todo lo que existe. De esta forma, la experiencia y dinámica de la trascendencia se da ya en las mismas cosas, en la propia realidad e historia, no fuera (en contra) de ellas.
El legado ellacuriano y el pensamiento latinoamericano
Ellacuría recoge, actualiza y profundiza todos estos aportes de su maestro Zubiri, junto con otras influencias como K. Rahner, en el contexto en el que se encuentra, en América Latina, acentuando y ahondado algunos aspectos del pensamiento zubiriano. El jesuita vasco va desplegando así una filosofía, teología e inteligencia de la realidad histórica. Junto con los aspectos materiales o biológicos, se acentúa la historización y elementos sociopolíticos del pensamiento e inteligencia con un alcance crítico, humanista, ético, liberador e integral.
Ciertamente, la inteligencia ha de ser honrada con la realidad, articula e integra la teoría con la praxis, que tiene una especial relevancia o incidencia más directa e inmediata en lo real. Desde Ellacuría, unido al pensamiento latinoamericano y a la propia enseñanza del Papa Francisco, se van esbozando la teoría y praxis de una inteligencia integral, que abarca e incluye estas dimensiones constitutivas de la realidad y de lo humano.
Se trata de hacernos cargo de la realidad. Nos las tenemos que ver con lo real, la realidad está antes que la idea, empleando esa mediación crítica y socio-analítica de la inteligencia con sus correspondientes realidades como la cultura, la política, la economía, las finanzas… Mediaciones de la razón e inteligencia como son las ciencias sociales o humanas que, unida a su base filosófica y teoría critica, hacen posible conocer y comprender la realidad con sus problemas o necesidades, desigualdades y causas estructurales, sus alternativas, anhelos y esperanzas. Una mirada universal y mundial, el todo es superior a la parte, ahora más que nunca en estos tiempos de globalización, donde domina la civilización del capital y de la riqueza.
Cargar con la realidad. Un discernir y juzgar (valorar) espiritual, ética e históricamente la realidad. Es ese carácter ético y hermenéutico de la inteligencia, que se convierte en cordial, compasiva y entrañada en el principio misericordia; asumiendo solidariamente el sufrimiento, los conflictos sociales e injusticias históricas que padecen los pobres, las víctimas y los pueblos crucificados que son el “signo permanente de los tiempos”. Es decir, la clave hermenéutica junto con el principio vida que hacen posible el discernimiento de la verdad, de la humanidad y moralidad de nuestro mundo e historia: si realmente se posibilitan la existencia y la justicia de los crucificados de la historia, a los que hay que bajar de la cruz. Examinando que la injusticia aprisiona la verdad (Rm 1, 18). De este modo, se nos presenta el método de historización de los conceptos e ideas o valores. En la realidad histórica con su maldad e injusticia, la nada niega al ser, el mal común destruye el bien real y más universal, el derecho de propiedad realmente no se da para todos, sino la acumulación de unos pocos enriquecidos. Los derechos humanos no se verifican en la existencia real de los oprimidos y víctimas o últimos, la libertad y democracia es aparente e impiden la justicia social junto al protagonismo de los pobres en su desarrollo liberador e integral, etc.
Encargarnos de la realidad. El conocimiento e inteligencia, unidos a la verdad, tienen este horizonte práxico y social que actúa sobre lo real. Se realizan en esta praxis histórica por la paz y la justicia con los pobres, con los movimientos sociales e históricos y con los pueblos como sujetos de su promoción liberadora e integral. Frente a todo asistencialismo paternalista y elitismo (“liderismo”) de los “selectos”. El tiempo es superior al espacio, alentando estos procesos populares de dichos movimientos, de la misma sociedad civil, para promover la transformación estructural. Una civilización del trabajo, la vida digna y derechos de los trabajadores como es un salario justo, en la línea de premios Nobel como A. Sen, la economía, el comercio y finanzas al servicio de la existencia, de las necesidades, de las capacidades y del desarrollo humano, ecológico e integral. En oposición a las idolatrías del capital, del beneficio, de la ganancia y usura. Unido ello inseparablemente a la conversión personal y socio-comunitaria, la civilización de la pobreza. Esta verdadera espiritualidad, santidad y solidaridad que comparte la vida, los bienes y la praxis no violenta por la justicia con los pobres: va logrando el sentido, la humanización y auténtica felicidad de la existencia. Contra los falsos e inhumanos dioses de la riqueza-ser rico, del tener, del poseer, consumismo, poder y violencia. Asociando la libertad con la justicia, cimentadas en el amor fraterno con la opción por los pobres.
Dejarse cargar por la realidad, propio de la inteligencia espiritual y trascendente ya que, en el fondo, la realidad con la historia se presenta como lo otro y don, como gratuidad que se revela y ofrece, como vida y amor misericordioso regalados. Nos remite al Don (Gracia) de Dios y su amor, tal como se revela en Jesucristo encarnado, pobre y crucificado-resucitado por el Reino con su justicia. Donándonos la salvación liberadora e integral de la maldad y de toda muerte, la trascendencia escatológica. La verdad trascendente y plena, esa belleza de la eternidad con la tierra y los cielos nuevos.
Actualidad conclusiva
Como es sabido, en nuestro tiempo las teorías y praxis de la inteligencia se han ido elaborando de forma considerable, con autores como H. Gardner y sus inteligencias múltiples, D. Goleman y la inteligencia emocional (que después incluso la ha ampliado a la social o ecológica). La inteligencia ejecutiva de J. A. Marina y la inteligencia espiritual con D. Zohar e I. Marshall o F. Torralba, u otras perspectivas como la razón cordial de A. Cortina o cálida de C. Díaz, entre nosotros, etc. Pues bien, como hemos expuesto, Zubiri y Ellacuría son pioneros y adelantados en estos diversos planteamientos de las inteligencias, que expusieron con una cualificación y profundidad muy lograda. Un legado actual y fecundo que tendremos que seguir transmitiendo, poniendo en práctica y ahondando, en especial, en los campos educativos, formativos, de investigación y, sobre todo, en la vida real.
Como se ha estudiado, lo propio y más conmovedor de Zubiri con Ellacuría es que hicieron de su pensamiento e inteligencias un medio para esta existencia madura, humanizadora, espiritual y liberadora con los otros. El Papa Francisco ha reconocido a Ellacuría y sus compañeros jesuitas de la UCA, con esta plena inteligencia del amor que entrega la vida, hasta el martirio, en su servicio a la fe, a la cultura, al conocimiento y a la justicia con los pobres. Para concluir, como afirma Ellacuría, una razón e inteligencia con su filosofía “hecha desde los pobres y oprimidos, en favor de su liberación integral y de una liberación universal que, en su autonomía, puede ponerse en el mismo camino por el que marcha el trabajo en favor del reino de Dios, tal como se prefigura en el Jesús histórico”.
Agustín Ortega Cabrera es colaborar de Fronteras CTR e investigador asociado de la Universidad Anáhuac (México).