[Leandro Sequeiros] En nuestro mundo emergen nuevas cosmovisiones que están reelaborando nuestra perspectiva de nuestra realidad y por ello, del modo de percibir, sentir y comunicar la experiencia interior. En especial, las cosmovisiones que hunden sus raíces en lo que se ha dado en llamar paradigma sistémico, complejo, holístico, evolutivo, y en definitiva ecológico parece alumbrar un nuevo humanismo, una nueva teología y una nueva espiritualidad que tienen como eje vertebral la ecología.
Una teología y una espiritualidad que – con las palabras de Leonardo Boff de las que se hace eco el autor de este ensayo – “permita una religación singular y sorprendentemente nueva de todas nuestras dimensiones con las más diversas instancias de la realidad planetaria, cósmica, histórica, psíquica y transcendental”. Necesitamos abrirnos a una espiritualidad ecológica radical.
El autor de este ensayo, Victoriano Pérez Prieto, doctor en teología por la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) y en filosofía por la Universidad de Santiago de Compostela (USC), es especialista en el pensamiento de Raimon Panikkar, sobre el que ha publicado muchos artículos y varios libros. Gran parte de los textos incluidos en Hacia una ecoteología remiten a otras publicaciones del autor, siendo este volumen una reelaboración inteligente de su pensamiento. Este párrafo resume la tesis desarrollada en sus muchos años de reflexión: “Para Panikkar, pues, la realidad es un todo armónico, en el que están unidas las dimensiones humana-cósmico-divina en el dinamismo y en el ritmo del Ser” (p. 118).
El autor nos ofrece unas pautas muy sugerentes para repensar la teología y la espiritualidad desde las claves del paradigma ecológico, la percepción de un mundo en el que todo tiene que ver con todo, incluso los seres humanos, un mundo en el que la interacción entre los elementos da lugar a la emergencia evolutiva. Y, en nuestro caso, una teología en proceso impregnada de las propuestas de la Encíclica Laudato Si´ (2015) del Papa Francisco.
El libro que aquí comentamos está estructurado en cinco extensos capítulos, y las ideas de Panikkar y Edgar Morin, entre otros, se perciben en todos ellos. A lo largo del texto son frecuentes también las alusiones a Teilhard. Nos parece discutible incluir al jesuita científico Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) entre los teólogos ecologistas, aunque haya sido citado por el Papa en la Laudato Si´. Diversas publicaciones muestran que las ideas de Teilhard fueron criticadas por dos representantes de la teología ecologista, como son Thomas Berry y Brian Swimme. Por otra parte, algunos representantes de la New Age han querido ver en Teilhard un impulsor de un larvado panteísmo cósmico difuso. Algunos defendemos que, aunque Teilhard se manifiesta evolucionista y holístico, no debe considerarse seguidor de una corriente científica, sociológica y espiritual que entonces no existía apenas.
El capítulo primero (“Complejidad y ecosofía”, pp. 9-30) muestra cómo la Realidad (que el autor la escribe siempre con mayúsculas) puede compararse con un tejido sin costuras frente a una perspectiva fragmentaria. Me ha parecido el capítulo más original, más elaborado y más sólido intelectualmente. Los conceptos de “el todo”, la realidad como tejido sin costuras (frente a la suma de partes), de la complejidad (frente a la suma de partes), de la emergencia de la novedad dentro de un sistema (frente al fisicalismo), la interrelacionalidad (frente al reduccionismo) son la urdimbre de una ecofilosofía que vertebra la ecoteología y construye la ecoespiritualidad.
El segundo capítulo (“Ciencia y filosofía de la complejidad”, pp. 31-118) es muy extenso y fundamentalmente es una reelaboración meditada y enriquecida de un texto del autor sobre Panikkar publicado en 2012. En estos años han aparecido dos concepciones ecológicas que pugnan por ocupar el espacio de una nueva espiritualidad: la ecología profunda (impulsada sobre todo por el filósofo Arne Naess, al que se cita de pasada en la p. 110) que tiene como objetivo la defensa de la vida y de los ecosistemas, siendo los humanos uno entre otros elementos, e insiste en el lugar epistemológico clave del ecocentrismo o el biocentrismo; y por otra parte, la ecología integral (cuyo exponente es la Encíclica Laudato Si´ del Papa Francisco) que tiene el antropocentrismo como eje fundamental. Modernamente, algunos filósofos (como Carlos Beorlegui, Juan José Tamayo y otros) se inclinan por defender en la Laudato Si´ un antropocentrismo renovado que rebaja el carácter de dominador despótico del ser humano con respecto a la naturaleza, y que estaría más cercano a lo que podíamos llamar aporo-antropo-teo-eco-centrismo del Papa Francisco.
El tercer capítulo (“Ecologismo e interrelacionalidad en la Biblia y en otras religiones y culturas”, pp. 119-170) recopila desde enfoques diversos una serie de trabajos publicados por el autor desde 1997. Los debates entre ecocentristas (biocentristas) y antropocentristas no está demasiado explicitado en el ensayo que comentamos, dejando – muchas veces borrosa – la postula del autor, más cercana a la ambigua de Panikkar.
El cuarto capítulo (“La fe cristiana verde traicionada” (pp. 171-223) tiene un subtítulo clarificador: “La teología y las iglesias ante el desafío ecológico. El Papa Francisco y la Encíclica Laudato Si´”. Sale al paso de la acusación que se ha hecho a los cristianos de ser depredadores del medio natural por una desafortunada interpretación antropocéntrica del texto del Génesis de “Creced, multiplicaos y dominad la tierra” que parece invitar a considerar al ser humano rey y tirano de la creación. Frente a esta actitud, la Encíclica Laudato Si´ afirma que “nuestra casa común es una hermana con la que compartimos la existencia”. Desde mi punto de vista, es el capítulo más débil de todo el libro y merecía un tratamiento más documentado y profundo.
El quinto y último capítulo (“Hacia una ecoteología y una ecoespiritualidad”, pp. 225-283) es en parte deudor de otros trabajos publicados con anterioridad desde 1997 y reseñados en la bibliografía. Para el autor de este ensayo, “Pienso y creo que en el quehacer teológico del siglo XXI la ecoteología deberá ocupar un lugar primordial en la teología y en el pensamiento. Más aún, la ecología no puede ser simplemente un elemento más de esa teología, sino un elemento vertebrador de toda ella, como dimensión constitutiva de la fe y la vida. Debe ser una perspectiva que acabe con siglos de visión antropocéntrica y eurocéntrica, despectiva de ‘los otros’ y de la vida no humana, para alumbrar una nueva imagen de Dios y la Realidad. Una imagen de la Divinidad marcada por la relacionalidad radical de todo lo que es” (p. 227).
Para entender mejor la línea argumental de esta propuesta de Victorino Pérez Prieto es muy conveniente tener conocimiento de otros dos ensayos publicados en esta misma colección: el de Raimon Panikkar (Ecosofía. La sabiduría de la Tierra. Edición e introducción de Jordi Pigem, Colección Fragmentos, número 71, 2021); y el de Jordi Pigem (Ángeles o robots. La interioridad humana en la sociedad hipertecnológica. Colección Fragmentos, número 46, 2018).
Un ensayo iluminador que abre ventanas a nuevas perspectivas en la teología y en la espiritualidad. Una extensa bibliografía completa este trabajo.
*Recensión publicada en Razón y Fe del libro de Victorino Pérez Prieto: Hacia una ecoteología (Fragmenta, Barcelona 2023).