Inteligencia cordial

[Alicia Villar Ezcurra y María Serrano Villar] ¿Qué entendemos por inteligencia cordial? ¿Es lo mismo que la inteligencia emocional? Aunque ambos conceptos se centran en la dimensión afectiva del ser humano, no son idénticos. El concepto de “inteligencia emocional” procede del ámbito de la psicología, mientras que la expresión “inteligencia cordial” es propia del ámbito de la filosofía moral.

¿Qué es la inteligencia cordial?

La expresión “inteligencia cordial”, inteligencia del corazón, la encontramos en el ámbito filosófico y ético. Consideraremos dos autores contemporáneos: Adela Cortina y Leonardo Boff, la primera nos habló de la Ética y de la justicia cordial, el segundo de los Derechos del corazón. Ambos coinciden en la necesidad de atender al corazón en la orientación de la conducta humana, una dimensión descuidada por el racionalismo de la modernidad, por una razón instrumental o procedimental que da prioridad a los instrumentos o procedimientos como medios para alcanzar los objetivos, sin tener en cuenta su impacto. Como señala Leonardo Boff, que cita los trabajos de A. Cortina, el objetivo de la inteligencia cordial es armonizar la razón, considerada calculadora y fría, con el corazón, “cálido e irradiante”.  Para Adela Cortina la búsqueda de la justicia requiere una razón cordial, capaz de indignarse ante la injusticia y de conmoverse ante el sufrimiento, dos sentimientos que impulsan nuestros compromisos morales.

Antecedentes filosóficos

Desde una perspectiva filosófica, pueden considerarse antecedentes en la modernidad Blaise Pascal y Jean-Jacques Rousseau, que cuestionaron al racionalismo en su tiempo. Aunque la modernidad se impulsó con el racionalismo extremo de Descartes y notables avances científicos, Blaise Pascal, científico y filósofo, destacó la necesidad de fijar los límites del conocimiento racional y la importancia de los conocimientos del corazón. Su visión resulta crucial para entender la inteligencia cordial, y es reconocida tanto por Adela Cortina como por Leonardo Boff.

Por su parte, Rousseau impulsó un giro en la fundamentación racionalista de la ética moderna, al subrayar la importancia de la compasión y de los sentimientos humanitarios para el desarrollo moral de la persona. La indignación ante la injusticia impulsa la protesta y nos moviliza a la acción, destacó Rousseau. La cuestión es ¿basta con la compasión?  No pueden ignorarse las críticas de los racionalistas y de los maestros de la sospecha a la compasión, pues alertaron de los riesgos de un ciego emotivismo y de la importancia del discernimiento racional para orientar la conducta moral.

Conclusiones

El corazón no solo apela a la empatía y a nuestra sensibilidad, sino también a una voluntad orientada hacia el bien común, a la benevolencia y a la veracidad. Nos recuerda nuestra conexión intrínseca con los demás, con nuestro entorno y con el tiempo en que vivimos, evocando la famosa frase de Ortega: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.

Esta inteligencia cordial, que armoniza la cabeza y el corazón, la razón y el sentimiento, reconoce y respeta tanto la lógica emocional como la racional. De la misma manera, ya veíamos en la introducción cómo desde la psicología también se alude a la mentalización (proceso cognitivo) y a la emoción (emocional) como pilares a partir de los cuales uno va construyendo su manera de relacionarse con uno mismo y con los otros a la vez que va dotando de sentido a las experiencias vividas. Los sentimientos, que reflejan tanto nuestra grandeza como nuestras debilidades, son esenciales para enraizar los objetivos morales que definen nuestra humanidad, como el no dañar y el promover el bien.

Sin embargo, la razón prudencial tiene un papel irrenunciable, actuando como moderadora e iluminadora en la deliberación sobre la justicia y la lucha contra la injusticia. La razón es crucial para deliberar, para actuar sobre las condiciones materiales que propician la injusticia, para diseñar estrategias bien pensadas. La razón nos permite evaluar los daños y adaptar los medios a los fines, mientras que el corazón nos impulsa a asumir responsabilidades más allá de la mera reivindicación de derechos, como señala Adela Cortina. Vemos, pues, cómo se reivindica, tanto desde la perspectiva psicológica como desde la filosófica, la necesidad de integrar tanto la esfera racional/cognitiva como la emocional, en aras de alcanzar el mejor desarrollo inter e intrapersonal del individuo.

La inteligencia cordial se alinea con una filosofía de la alteridad que se opone a la indiferencia que deshumaniza y reduce al otro a un mero instrumento para nuestros fines. Nos enseña a mantener nuestra sensibilidad frente al sufrimiento ajeno, preserva nuestra humanidad incluso en las circunstancias más adversas. Aboga por la honestidad, la responsabilidad y la prudencia en todo momento y lugar. Como bien lo expresa el pasaje de San Pablo, una persona sin corazón, indiferente ante la injusticia o el sufrimiento extremo y que no ama, es como un “bronce que suena o címbalo que retiñe” (1Cor 13,1). No somos entidades aisladas, sino partes de un todo interdependiente que merece nuestra atención y cuidado, especialmente en tiempos de incertidumbre y oscuridad.

En un mundo donde la ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados, las cuestiones éticas y la búsqueda de sentido siguen siendo fundamentales. La inteligencia cordial busca los modos de alcanzar un futuro más humano y equitativo. Nos desafía a todos, con independencia de nuestras disciplinas o creencias, a buscar un conocimiento que no sólo ilumine la mente, sino que también nos permita avanzar a un mundo donde la ciencia, la ética y la religión coexistan en armonía, enriqueciéndose mutuamente en aras al bienestar de la humanidad.

*Este post es un extracto del artículo publicado por las autoras en Razón y Fe que puede consultarse íntegro aquí.