Tres preguntas sobre la Inteligencia Artificial

[José Fernando Juan] Se suceden actualmente publicaciones y encuentros de diversa índole sobre la Inteligencia Artificial y sus derivadas. Es normal, por tanto, que más de uno descubra el nacimiento de una nueva burbuja en medio de la incertidumbre. Lo que nadie cuestiona es su impacto general y el salto histórico al que asistimos, cuyas consecuencias desconocemos a priori.

 

La primera pregunta es de comprensión y definición. Lo que hoy llamamos “IAG” son procesos diversos de mecanización y automatización. En la búsqueda de la famosa “conciencia digital”, como una especie de revuelta del sistema sobre sí mismo, se ha producido un efecto interesantísimo de autonomía y autogestión: el algoritmo comienza a diseñar e incrementar su propio algoritmo, es decir, a darse forma e implementar procesos en los que desarrolla respuestas y acciones para las que no ha estado preparado manualmente, sino en respuesta a las circunstancias e interacciones, de las que va aprendiendo. ChatGPT es la herramienta que tenemos a disposición. Aquí podemos conocer un poco más de su arquitectura, aunque cambia a gran velocidad.

En esta primera aproximación descubrimos que el modelo IAG es todavía muy precario para los sueños que se vuelcan sobre él, con impulsos económicos y estratégicos de todo tipo. Conocemos una pequeña parte. Aquí hay una entrevista interesante a Sam Altman que enmarca este asunto.

La cuestión es si continuar incidiendo en su carácter autónomo, es decir, independiente del ser humano en el momento de realizar determinadas tareas, será para nosotros un beneficio o no. Soy partidario, como tantos otros, de seguir considerando como medio todo progreso tecnológico, y en tal medida no emanciparlo de los objetivos y fines que seamos capaces de marcarnos socialmente como humanidad. Y digo humanidad porque en cada uno de estos saltos hay hoy por hoy una apelación a la globalidad del género humano y su responsabilidad histórica.

Dicho muy crasamente, queda por esclarecer el estatuto ontológico de la Inteligencia Artificial. Qué es, qué tipo de producto y relación tiene con el ser humano, qué responsabilidad social cederemos y de qué se encargará. Evidentemente, como aliado del ser humano en el ámbito sanitario, incluso ahí, habrá que analizar bien hacia dónde y cómo decide, o cuáles son los factores que intervienen en sus decisiones. No basta con decir que está al “servicio de la salud” porque sabemos que, en sí misma, esa expresión es compleja.

 

La segunda pregunta que haría necesita un pequeño marco. La dignidad, recientemente expuesta en un documento de Doctrina de la Fe, se ve humanamente mermada al ser dividida, fragmentada y separada en el ser humano y del ser humano. No hay espacio ahora para entretenernos, pero baste con decir que en no pocas ocasiones a lo largo de la historia inventos humanos han devenido en esclavitudes y mermas de esta dignidad, proyecto de Dios para nosotros, que llega a plenitud en nuestra salvación. Estas divisiones, cadenas y restas en el sentido reciben distintos nombres, pero uno relevante es alienación, es decir, división y cosificación. Algo muy propio nuestro, separado de nosotros, se vuelve contra nuestra propia humanidad como si tuviera vida propia.

En este marco se comprende fácilmente gran parte de los miedos y reservas que se expresan respecto de la IA en cualquiera de sus formas, desde la más simple a la más compleja ahora imaginada. ¿Será motivo de alienación o colaborará en el proyecto de Dios para nuestra salvación? ¿Seremos capaces de orientar sus fines con altura ética y política, o quedará a merced de intereses y causas de unos frente a otros? ¿Dónde pondremos el acento y qué podemos hacer en estos momentos?

Se percibe cierta dificultad actualmente para afrontar, por ejemplo, en el mundo del trabajo, una perspectiva en la que no haya cambios profundos en las formas de vida actual, tanto personal como socialmente. Nos exige una flexibilidad y transformación para la que no nos encontramos preparados y sus consecuencias no son leves ni evitables. Impactarán de lleno en la forma de vida alterando sus condiciones, sus desarrollos y sus consecuencias. ¿Nos ayudará la IA también encontrar otros modos de producción o en la distribución de riqueza?

 

La última pregunta que plantearía en este artículo es doble. Por un lado, qué preguntas nos estamos haciendo respecto a la IA. Y también qué preguntas estamos haciendo a la IA, es decir, qué lugar ocupa en nuestras respuestas.

Respecto a las preguntas que nos estamos haciendo, desde la barrera y las trincheras, me parece que no estamos siendo suficientemente ambiciosos, no estamos colocando el interrogante a la altura de una humanidad que vislumbramos como posible. Por ejemplo, ¿en qué medida la IA será más eficaz que nosotros tomando decisiones o analizando factores oscuros o invisibles para nosotros? ¿Hasta qué punto llegará como un nuevo revulsivo en la lucha contra el hambre o enfermedades? ¿Qué lugar ocupará en la educación y cómo intervendrá activamente en las propuestas, la personalización, la dinamización de escenarios, el enriquecimiento de actividades, el diálogo con el alumno y sus aprendizajes más regulares? ¿Cuál será su sitio en la gestión de recursos domésticos para una mayor eficiencia energética o ambiental? ¿Cuál será su impacto en la alimentación, en el transporte, en el ocio? ¿De cuánto tiempo dispondremos a medida que se vaya implementando su uso en determinados campos de la vida cotidiana? ¿Qué vínculo podemos establecer entre teología e IA? ¿Qué puede decir la teología de la IA?

La Pontificia Academia para la Vida tiene en su web, a disposición de todos, mucho contenido de carácter moral con interrogantes profundos. No todo son claridades, ni siquiera desde el inicio. Contamos de partida con innumerables problemas y límites morales que pueden ser borrados o directamente transgredidos. Especialmente en lo que tiene que ver con personas más vulnerables, marginadas o empobrecidas. La brecha en la disponibilidad es directamente proporcional al daño que sufrirán en sus condiciones de vida o en el control de la misma en formas de pseudoesclavitud y control, como ya ocurre en algún país donde el régimen dictatorial dispone de pleno acceso y uso de recursos sin control internacional alguno.

La segunda cuestión es qué preguntas estamos haciendo ahora mismo, en ese tan citado entrenamiento, a la IA para que genere su propio universo de referencias y campos semánticos. Qué términos, conceptos, imágenes, cultura y sabiduría estamos depositando en la IA. Evidentemente, hay elementos que todavía es incapaz de percibir o adquirir, que para nosotros como humanos forman parte de lo común instintivo o del sentido común más general, pero ¿estamos haciendo las mejores preguntas en esta partida? Dicho de otro modo, de qué manera estamos aprendiendo a relacionarnos con esta tecnología tan profunda, cuya capacidad para analizar, clasificar y anticipar es mayor y más efectiva que la nuestra.