[Agustín Udías Vallina, SJ] La ciencia y la técnica tienen hoy una gran influencia en la vida humana, proporcionando la ciencia la visión del universo y condicionando la técnica el progreso de las condiciones de vida en un mundo globalizado.
Teilhard de Chardin reconoce estas funciones de la ciencia y la técnica y trata de dar una visión cristiana de ellas. Propone que la visión del mundo de la ciencia no solo es compatible con la fe, sino que debe ayudarnos a conocer mejor a Dios creador. Por otro lado, es en este mundo conocido por la ciencia que Dios se ha encarnado en Cristo y, de esta forma, la investigación científica se convierte en una forma de adoración.
Para Teilhard la visión evolutiva del mundo que nos da la ciencia encuentra en Cristo su último fin, de forma que la cosmogénesis se convierte en una Cristogénesis. La técnica se ha de ver dentro de este proceso evolutivo del mundo como elemento importante de la evolución humana. Esta evolución llevará a la llegada del ultra-humano y finalmente a la unión del mundo con Cristo-Omega. Para Teilhard ciencia y técnica tienen de esta forma finalmente una dimensión cristológica.
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Introducción
No se puede dudar hoy de la creciente influencia de la ciencia y la técnica en la vida humana marcando en gran parte su progreso. Aunque esto ha sido verdad a lo largo de toda la historia, se ha incrementado notablemente en los últimos cien años.
En nuestro tiempo, más que nunca, es la ciencia la que proporciona la visión del universo y el lugar y papel del hombre en él. La ciencia nos presenta la naturaleza y la estructura de la materia y del universo y en especial de los seres vivos, entre ellos el hombre. Nos presenta una visión de un enorme aunque finito universo formado por miles de millones de galaxias, cada una con millones de estrellas, alrededor de algunas de las cuales giran planetas.
Uno de ellos es nuestra Tierra. Este universo ha evolucionados desde hace unos 14 mil millones de años, a partir de lo que llamamos el “big-bang” , cuando solo existían al principio partículas elementales, a desarrollarse en él con el tiempo, átomos, moléculas cada vez con mayor complejidad, agrupándose la materia en estrellas y planetas en los que se han podido desarrollar seres vivos y, al menos en la Tierra, vida inteligente.
Por otro lado, la ciencia se ha convertido hoy en un fenómeno global. Hoy se calcula que el número de científicos en el mundo es de unos 9 millones, repartidos por todos los países. Naturalmente, los países más ricos tienen una proporción mayoritaria de ellos. En concreto, los países más desarrollados que se conocen como del G20 tienen el 89% de los investigadores y producen el 91% de las publicaciones científicas, pero los países en vía de desarrollo van incrementando su participación.
Además, la aplicación práctica de la ciencia en la tecnología ha hecho posibles niveles de bienestar antes insospechados que se van extendiendo a toda la población mundial. Basta reconocer los avances de la medicina, del transporte terrestre, marítimo, aéreo y espacial, los nuevos avances de la informática, el desarrollo de las redes sociales, la inteligencia artificial y la ingeniería genética, por solo mencionar unos pocos. Ciencia y técnica se consideran por muchos como un solo fenómeno bajo el nombre de la ‘tecnociencia’.
Ciencia y técnica, aunque en distinta proporción, se han ido extendiendo por todos los países, no solo los más desarrollados, contribuyendo al proceso de la globalización que une los diversos pueblos, naciones y etnias en lo que se ha llamado una sola “aldea global” como ya lo afirmó Marshall McLuhan en 1962.
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Conclusión
Ante el creciente influjo de la ciencia y la técnica en el mundo moderno, que muchas veces es visto con cierto recelo y temor y con visiones negativas de ellas desde consideraciones religiosas y cristianas, Teilhard de Chardin nos enseña una visión positiva cristiana de ellas.
La ciencia nos ha descubierto la naturaleza de un enorme universo en evolución en el que se han desarrollado la vida y la inteligencia y la técnica ha ido avanzando el desarrollo humano aumentando y mejorando la calidad de vida y extendiéndola a toda la población humana. Desde el punto de vista cristiano, este es el universo creado por Dios y en el que se ha encarnado en Cristo haciéndose presente en él.
Según Teilhard, la evolución continúa siguiendo la dirección de la materia al espíritu, y progresa a nivel humano, a través en gran parte de la ciencia y la técnica, para converger finalmente en un Punto Omega que es Cristo mismo. De esta forma, la cosmogénesis se convierte en una Cristogénesis. Ciencia y técnica son, por lo tanto, elementos importantes en el proceso que Teilhard llama de ‘cristificar’ el mundo hacia su final convergencia en Cristo al final de los tiempos.
*Extracto de un artículo publicado en Razón y fe (2023). El texto completo es accesible en PDF en la web de la revista.