Svante Pääbo recibe el Nobel de Medicina 2022 (parte II)

[Ignacio Núñez de Castro y Leandro Sequeiros] Parte segunda de este artículo sobre Pääbo. En nuestra revista FronterasCTR (13 junio 2018), con el título “Las nuevas fronteras de la paleogenómica: Svante Pääbo recibe el premio Princesa de Asturias 2018” publicamos un extenso artículo sobre el genetista sueco Svante Pääbo.

            La prensa anunciaba hace unas semanas que el comité de los Premios Nobel otorga el galardón en medicina al genetista sueco Svante Pääbo por sus descubrimientos sobre los genomas de los homínidos extintos y la evolución humana en los que trabajó con fósiles de Atapuerca / Recibió el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2018  a propuesta del rector de la Universidad de Burgos.

            “Los descubrimientos referidos a los  genomas de homininos extintos y la evolución humana” realizados por el científico sueco Svante Pääbo le han valido la designación como Premio Nobel de Medicina, distinción que suma al Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica que recibió en 2018  a propuesta del rector de la Universidad de Burgos

Pääbo y el estudio comparado del genoma neanderthal: los denisovianos 

            La tercera línea de investigación (en la que encontramos a Pääbo y a su equipo) es la del estudio comparado del genoma neanderthal. Los neandertales aparecieron en Eurasia hace unos 300.000 años y se extinguieron hace aproximadamente unos 30.000 años; los últimos vestigios  se han encontrado al sur de la Península Ibérica: Gibraltar, Zafarraya, Complejo Humo (La Cala del Moral, Málaga)[1]. En un estudio muy amplio sobre homínidos antecesores de neandertales, realizado a partir de 17 cráneos del Pleistoceno medio encontrados en la Sima de los Huesos de Atapuerca, se les asigna una antigüedad de 430.000 años y muestran una semejanza de rasgos con los neandertales en la cara y la parte anterior de la bóveda craneal, lo que sugiere que la modificación facial fue el primer paso en la evolución de los neandertales[2].

            El genoma del neandertal es el genoma humano más arcaico. En enero de 2014 se ha publicado la secuencia completa del genoma neandertal a partir de una mujer de las montañas de Altai en Siberia[3]. Muestra un alto grado de consanguinidad, frecuente entre los neandertales; sus padres eran parientes, probablemente medio hermanos; se confirma un flujo genético entre neandertales, denisovanos y humanos actuales. Las excavaciones en la cueva de Denisova en las montañas de Altai han permitido, a partir del hueso de la falange distal de un dedo del pie, secuenciar el genoma completo de los denosivanos, quienes compartieron un origen común con los neandertales, aunque tienen una historia evolutiva distinta a los neandertales y humanos actuales[4].

            El análisis de los datos sugiere que los denosivanos han contribuido con un 4-6% de material genético al genoma de los melanesios actuales.  El análisis de las diferencias genéticas de los exomas[5] de los neandertales al comparar las secuencias de los neandertales de España y Croacia, con los de Siberia, indica que las diferencias son mucho menores entre sí, que las de los exomas de los humanos actuales[6]. Vivían, pues, en pequeñas poblaciones separadas con un alto grado de endogamia. Tal vez la genómica comparada de Pääbo pueda aportar mucha luz.

            ¿Qué aconteció con los neandertales? Hace unos 30.000 años desaparecen de Europa y ocupó su lugar de inmediato con gran éxito reproductivo el Homo sapiens. Las dos especies del género Homoconvivieron durante 10 milenios. Puesto que el registro fósil desaparece repentinamente, varias hipótesis han sido propuestas: ¿hubo una auténtica competición? ¿Fue mayormente un cambio en las condiciones del medio ambiente? ¿Fueron los humanos más hábiles en el confeccionar ropas para defenderse frente al frío? ¿Aumentaron los Homo sapiens las técnicas de caza? ¿Estaban los sapiens más organizado socialmente? ¿Fue un factor puramente demográfico? Muy posiblemente la última glaciación influyó en la extinción de los neandertales y los sapiens ocuparon un ‘nicho ecológico’ que estaba libre: ‘el nicho cognitivo’. Tal vez aquí la genómica comparada de Pääbo pueda aportar respuestas.

            La aproximación genómica nos ha llevado hasta el final de proceso de hominización, tal como podemos conocerlo en el momento actual. Habrá que seguir investigando, buscando la aguja en pajares diferentes, como son los genomas de los simios y de los homínidos, pero siempre quedará la gran pregunta: Adán ¿Dónde estás? ¿Cuándo en verdad nos encontramos con el primer ser humano? Es decir, hemos de bucear también en el proceso de humanización, para ello debemos reflexionar en aquellas características de lo que nos hace ser propiamente humanos.

El proceso de humanización: las preguntas de frontera

            Decíamos al comienzo que el proceso de humanización, enfocado fundamentalmente hacia la aparición de la conciencia, está íntimamente entrelazado con el proceso de hominización, entendiendo éste como la aparición del sistema nervioso central, punto de emergencia de la conciencia[7].

            Llegados a este punto, para reflexionar sobre la humanización es necesaria la colaboración y el diálogo conjunto de arqueólogos, paleontólogos, biólogos moleculares, psicólogos, filósofos, antropólogos y teólogos. Y un lugar importante puede ocuparlo la genómica comparada ¿Es el Homo sapiens una especie biológica más?  Afirmativamente responderán algunos investigadores; otros, en cambio dirán: el hombre es una nueva especie de vida, una nueva fórmula de vida hasta él inédita[8].

            Entonces, ¿cuándo comienza lo propiamente humano? ¿Dónde está Adán? No podemos olvidar que estamos ante un proceso y todo proceso es el resultado de un conjunto secuencialmente estructurado de sucesivos estadios o fases en el que no existe solución de continuidad. Nos dirá Alfred N. Whitehead: si interpretamos la realidad como proceso, las actualidades del presente están derivándose de sus características precedentes y confiriendo sus características al futuro, “la inmediatez es la realización de las potencialidades del pasado y es el almacén de las potencialidades del futuro”[9].  La respuesta, afirma Emiliano Aguirre, se nos escapa y baila como una gota de azogue en un amplio periodo de tiempo de tal manera que “la cronología de este instante con relación a la cronología morfológica —e incluso arqueológica— es difícil, por no decir imposible, de establecer” [10].

            Para aproximarnos, pues, al momento imperceptible, y subrayamos lo de imperceptible, de humanización hemos de conjugar la morfología, la genómica, la arqueología que nos muestra las huellas culturales, las manifestaciones de la conducta, la filosofía y la teología, relacionando las características consideradas humanas, las que conforman la humanitas, con una forma humana fósil. Entre estas características humanas están: la inteligencia, la comprensión, el conocimiento, la autoconciencia del yo, el lenguaje simbólico, la capacidad emocional y estética, la sociabilidad, la cultura considerada como el marco referencial de valores y símbolos en los que se representan esos valores, las representaciones artísticas, los valores morales que definen una ética, y la religión. La profundización en el proceso de humanización cae fuera de los límites de esta reflexión sobre la hominización a partir de la genómica comparada.

En las fronteras de las tradiciones religiosas

            ¿Podría la genómica comparada aportar alguna luz a la dimensión espiritual —o incluso religiosa— del ser humano? En la segunda parte del artículo de Ignacio Núñez de Castro publicado en la revista Razón y Fe (2016),  Adán, ¿Dónde estás? II, Reflexión sobre el proceso de humanización se aportan algunas reflexiones de frontera sobre la humanización.

            Llamamos humanización al proceso evolutivo que supone la maduración de las capacidades cognitivas y emocionales de la conciencia reflexiva humana por una auto-transcendencia activa (K. Rahner) de la materia hacia el espíritu.

            El momento de su aparición se nos escapa de las manos como la corriente del río, ya que “no podemos desenterrar el espíritu con una pala” (J. Ratzinger). Esta auto-transcendencia activa supone la dinámica creadora de Dios. Aún queda la pregunta retórica: “Adán ¿dónde estás?”.

La emergencia de la dimensión espiritual y de la mente

            Tanto en la historia del Universo, como en la evolución de la vida, surgen propiedades no resultantes, sino emergentes: el inicio de la vida y la aparición de la conciencia, son dos momentos procesuales, en los que la solución reduccionista monista, que ha dominado la ciencia positiva desde mediados del siglo XIX, no satisface el problema.

            Los diferentes dualismos que ha habido a lo largo de la historia: el aristotélico- tomista, el cartesiano, el interaccionista de K. Popper y J. Eccles, clarifican en parte y nos hacen comprensible el ser humano, —el mismo J. Monod afirmaba el valor operacional del dualismo—[11], pero ninguno de los dualismos satisface plenamente la solución del problema: el misterio del hombre. El emergentismo fuerte no fisicalista, que supone un punto de inflexión, por una autotranscendecia activa de la materia hacia el espíritu se presenta como alternativa plausible entre los diversos monismos materialistas fisicalistas y los diferentes dualismos[12].

            ¿Cómo explicar cuándo aparece en el doble proceso de hominizaciónhumanización la emergencia del espíritu? ¿En otras palabras, cómo encontrar a Adán? La lectura de Pierre Teilhard de Chardin hizo reflexionar al teólogo K. Rahner sobre el manifiesto parentesco materia-espíritu en relación con la creación del mundo. En efecto, la materia, según todo su ser, procede del Espíritu creador y adquiere una profunda relación óntica con el Creador; para K. Rahner, desde su creación, la materia es un momento del espíritu[13] y en otro lugar llamará a la materia “espíritu entumecido”[14]. Así pues, la auto-transcendencia activa de la materia hacia el espíritu la explica Rahner como un producirse “algo realmente ‘nuevo’ que, sin embargo, procede de una causa intramundana (…); causa que se supera a sí misma, pone una realidad mayor que la suya. Según el principio metafísico de causalidad, este superarse a sí misma, solo es posible en virtud de la dinámica del ser absoluto, que es al mismo tiempo lo ‘más íntimo’ de la causa intramundana y lo más distinto del ser finito que ejerce la causalidad”[15].

            Ciertamente, estas reflexiones de Rahner suponen una nueva visión de la creación y expresan una nueva manera de concebir la acción transcendente  de Dios en la dinámica del proceso evolutivo. Devenir, nos dirá Rahner, “ha de ser entendido como auto-transcendencia real, autosuperación, puesto que este concepto de auto-transcendencia incluye también la transcendencia en lo substancialmente nuevo, el salto a lo esencialmente más alto”[16].

Conclusión: todos somos Adán

            Afirmábamos anteriormente que no podemos hablar del momento preciso de la humanización; se nos escapa de entre los dedos de las manos como la corriente del río, ya que la maduración de la conciencia  vista desde nuestra limitada escala temporal fue un evento tremendamente lento, que sólo se puede percibir ampliando grandemente la escala.

Ya el Papa Pío XII en la Encíclica Humani generis nos advertía que “el magisterio de la Iglesia no prohíbe que la doctrina de la ‘evolución’ en la medida que busca el origen del cuerpo humano a partir de una materia ya existente y viva…sea objeto de investigación”. Cincuenta años después, Juan Pablo II en el Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias (1996) matizaba: ”La encíclica Humani Generis consideraba la doctrina del ‘evolucionismo’ como una hipótesis seria, digna de una investigación y de una reflexión profundas, del mismo modo que la hipótesis opuesta. Hoy, casi medio siglo después de la aparición de la encíclica, nuevos conocimientos llevan a reconocer en la teoría de la evolución más que una hipótesis”[17].

            Joseph Ratzinger, a mi juicio, soluciona el problema del salto ontológico, con la afirmación de que “una creación especial supone una dependencia especial”; ahora bien, esa creación especial  debe ser entendida no sólo en la aparición del primer hombre Adán, sino también en la aparición de cada uno de todos los seres humanos que es llamado por Dios a la vida, puesto que, como afirma el mismo Ratzinger en otro lugar, “el nombre de Adán alude a cada uno de nosotros: todo ser humano se encuentra directamente ante Dios. La fe no afirma del primer hombre nada que no afirme de nosotros y, a la inversa, tampoco afirma de nosotros menos de lo que afirma del primer hombre”[18].

            Si todos somos Adán, la acción inmanente y a la vez transcendente de Dios en la creación del espíritu humano acontece por igual siempre que un ser humano es concebido. Si todos somos Adán y el Adán bíblico es el epónimo de la humanidad, no tenemos que seguir preguntando: “Adán, ¿Dónde estás?”. Buscábamos a Adán y lo hemos encontrado en cada uno de nosotros. Ciertamente, como diría Charles Darwin en el párrafo final de El origen de las especies —párrafo que no modificó en ninguna de las seis ediciones que se imprimieron en su vida—, “hay una grandeza, en esta concepción de que la vida, con sus diferentes facultades, fue originalmente alentada por el Creador en un corto número de formas o en una sola, y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un principio tan sencillo, infinidad de formas las más bellas y portentosas”.

            Parafraseando a Darwin, podríamos decir: hay una grandeza en esta concepción de que todo ser humano es Adán o Eva y que toda su vida, alentada por el Creador, está enraizada en el devenir de todo el proceso evolutivo del Universo. Tal vez la paleogenómica pueda ser una pieza que aporte luz para responder a estas cuestiones.

Ignacio Núñez de Castro, SJ, Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular Universidad de Málaga. Leandro Sequeiros San Román, SJ, Catedrático de Paleontología, Universidad de Sevilla. Colaboradores de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

[1] Jeffrey D. Wall et al., “Higher levels of Neanderthal ancestry in East Asians than in Eurpeans”, Genetics, 194(1), 2013, pp. 199-209. Vernot B. and Akey J.M., “Complex history of admixture between modern humans and neanderthals”, American Journal of Human Genetics, February 2015

[2] J. L. Arsuaga, et al., “Neanderthal roots: cranial and chronological evidence from Sima de los Huesos”, Science, 344, 2014, pp. 1358-1363.

[3] Kay Prüfer et al., “The complete genome of a Neanderthal from the Altai Mountains”, Nature, 505, 2014, pp. 43-49.  

[4] David Reich et al.  “Genetic history of an archaic hominid group from Denisova Cave in Siberia”, Nature, 468, 2010, pp. 1053-1060

[5]

[6] Sergi Castellano et al.,“Patterns of coding variation in the complete exomes of three Neanderthals”, Proceedings of the National Academic of Sciences, 111(18), 2014, pp. 6666-6671.

[7] Ignacio Núñez de Castro S.J., “Emergencia, Vida y Autotranscendencia activa: reflexionando sobre la realidad evolutiva” en Pensar después de Darwin. Ciencia, filosofía y teología en diálogo.  Sal Terrae, Universidad Comillas, Santander, 2014, pp. 169-212.

[8] Juan Comas, “El hombre como especie politípica y polimórfica” en la Evolución, Op. cit.

[9] Alfred N. Whitehaed, Modos de pensamiento, Taller de ediciones Josefina Betancor, Madrid, 1973, p. 115

[10] Emiliano A. Aguirre, Las primeras huellas de lo humano en La Evolución, Op. cit. pp. 616-675.

[11] J. Monod, Le hasard et la nécesité. Essai su la philosophie naturelle de la biologie moderne. Éditions du Seuil, Paris, 1964, p. 198. Existe una frontera casi infranqueable, todavía para nosotros, tal como era para Descartes. En tanto que la frontera no sea franqueada, el dualismo conserva en suma su verdad operacional”.

[12] Ignacio Núñez de Castro, “Emergencia, vida y autotranscendencia activa” en Pensar después de Darwin,  Op. cit.

[13]Karl Rhaner y Paul Overhage, El problema de la Hominización. Sobre el origen biológico del hombre, Cristiandad, Madrid, 1961.

[14] KarlRahner, “La unidad de espíritu y materia en la comprensión cristiana” en Teología y ciencias naturales, Traducción de Jesús Aguirre, Taurus, Madrid, 1967, p. 122.

[15] Karl Rahner, “Evolución” en Sacramentum mundi. Enciclopedia teológica, Herder, Barcelona, 1972, Tomo 3, p. 20

[16] Karl Rahner,  “La Cristología dentro de una concepción evolutiva del mundo”, en Teología y ciencias naturales, Traducción de Jesús Aguirre, Taurus, Madrid, 1967, p. 156.

[17] Juan Pablo II,  Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias de 22 de Octubre de 1996. La traducción correcta de este discurso ha sido llevada a cabo por el P. George Coyne S.J. en “Evolution and the human person: The Pope in dialogue”, en Evolution and Molecular Biology. Scientific Perspective on divine action, Robert J. Russell et al. Editors, Vatican Observatory and Center for Theology and Natural Sciences, Berkeley, 1998, pp. 11-17.

[18] Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), “La fe en la creación y la teoría de la evolución”, en Fe y Ciencia. Un diálogo necesario, Editado por Umberto Casale, Sal Terrae, Santander, 2011, p. 159