Zygmunt Bauman y la modernidad líquida en la era de la ciencia, la descreencia y la tecnología

(María Dolores Prieto Santana) En otros trabajos anteriores en FronterasCTR hemos desarrollado algunos aspectos de la sociología de Zygmunt Bauman. La fragmentación de la identidad, la inestabilidad laboral, la sobredosis de información sin filtrar, la economía del exceso y los desechos, la falta de credibilidad de los modelos educativos, el fin del compromiso mutuo y las relaciones interpersonales fugaces configuran la sociedad líquida tal y como la definió el sociólogo polaco. En diversos artículos, algunas revistas se han referido al papel de Bauman en una sociedad líquida en la era de la ciencia, de la descreencia y de la tecnología.

 

No es la primera vez que la revista digital FronterasCTR, desde la Cátedra Hana y Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión aborda algunas reflexiones sobre las ideas del sociólogo polaco Zygmunt Bauman.En un artículo publicado en Tendencias21 de las religiones el 13 de junio de 2012 sobre Zygmunt Bauman (que tuvo 35 amplios comentarios de los lectores), insistíamos sobre la incidencia que la modernidad líquida podría tender a “licuar” a las religiones desposeyéndolas de su capacidad crítica hacia la sociedad.

Tal como han apuntado los comentaristas, la modernidad líquida es un tiempo sin certezas, donde los hombres que lucharon durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición, se encuentran ahora con la obligación de ser libres asumiendo los miedos y angustias existenciales que tal libertad comporta; la cultura laboral de la flexibilidad arruina la previsión de futuro.

En el artículo “la ceguera moral de la modernidad líquida” (de 2017), decíamos: El pasado día 9 de enero falleció en su casa de Inglaterra el sociólogo de origen polaco Zygmunt Bauman a los 91 años de edad. Desde su punto de vista, la modernidad líquida –como categoría sociológica– es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados. La metáfora de la liquidez –propuesta por Bauman– intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones y por unos principios éticos inciertos. El amor se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro, y se reduce al vínculo sin rostro que ofrece la realidad virtual. Surfeamos en las olas de una sociedad líquida que puede licuar incluso a las religiones.

 

Tiempo sin certezas

Tal como han apuntado los comentaristas, la modernidad líquida es un tiempo sin certezas, donde los hombres que lucharon durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición, se encuentran ahora con la obligación de ser libres asumiendo los miedos y angustias existenciales que tal libertad comporta; la cultura laboral de la flexibilidad arruina la previsión de futuro.

Este es el sombrío panorama que nos describe Zygmunt Bauman,un sociólogo, filósofo y ensayista polaco. Bauman es ahora muy conocido por acuñar el término, y desarrollar el concepto, de la llamada «modernidad líquida». Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman es ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010.

El fallecimiento de Bauman ha vuelto a reavivar el fuego de la polémica sobre sus propuestas demoledoras para la sociedad del futuro inmediato. Por nuestra parte, estamos interesados por la tendencia que marca para el futuro de las tradiciones religiosas. Quién no ha pensado alguna vez lo diferente que es la forma de pensar de sus padres o abuelos en comparación con la suya. Han estado casi toda la vida con la misma persona, la misma con la que se casaron cuando las fotos eran en blanco y negro. Han tenido el mismo trabajo desde que salieron de la universidad con 23 años. Y conservan el reloj que les regaló su padre cuando cumplieron los 18 años.

En estos tiempos de banalidad cultural, la obra de Bauman es un revulsivo que intenta hacernos volver a la realidad. La vida líquida de Bauman rompe con las estructuras fijadas en el pasado. La filosofía de vida, los valores y lo que se considera ético y moral ha cambiado radicalmente en los últimos años, a causa de los cambios políticos y sociales ocurridos a partir de la segunda mitad del siglo XX.

En el libro Modernidad líquida, Zygmunt Bauman es capaz de explicar los fenómenos sociales de la era modernay qué es lo que nos diferencia de las generaciones anteriores. A partir del año 2000, año de publicación de Modernidad líquida, el filósofo polaco publica una serie de obras que resumen sus conceptos sobre la realidad que nos rodea: Amor líquido (2003), Vida líquida (2005) y Tiempos líquidos: vivir una época de incertidumbre (2007).

El último de sus libros traducidos al castellano, la ceguera moral, insiste más aún sobre las consecuencias extremas a la que puede llevar la modernidad líquida: a la pérdida del rumbo moral, a la ausencia de unos principios éticos de validez universal y perenne den cierta solidez al edificio de las sociedades occidentales. En épocas de descreencias (morales y religiosas) la humanidad vaga sin rumbo en mares de penumbra.

Pero ¿qué lugar puede ocupar la experiencia  religiosa en este contexto? Si las religiones suelen ofrecer fortaleza y seguridad, ¿qué se puede esperar en la época de la modernidad líquida? ¿Abre Bauman alguna posibilidad? ¿Hay brotes de un posible retorno de lo religioso (como apuntaba José María Mardones) en un mundo deseoso de certezas?

 

Así es el mundo en la sociedad líquida que define nuestro tiempo    

En un sugerente artículo de David Rubio (30/04/2022) sobre la sociedad líquida tal como la describe Bauman, se ofrece una perspectiva distópica sobre nuestro mundo. “La fragmentación de la identidad, la inestabilidad laboral, la sobredosis de información sin filtrar, la economía del exceso y los desechos, la falta de credibilidad de los modelos educativos, el fin del compromiso mutuo y las relaciones interpersonales fugaces configuran la sociedad líquida tal y como la definió el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925 – 2017), premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010”.

Modernidad e identidad líquida 

Vivir en tiempos de una “fuerte ambigüedad moral” provoca un estado de “incertidumbre permanente y una angustia patológica” tal y como señala el filósofo, poeta y ensayista José Marmol en su tesis sobre Bauman. Zygmunt Bauman y el problema de la identidad en la modernidad líquida y en la globalización.

Podíamos decir que los protagonistas de este nuevo escenario se han convertido en una suerte de ‘turistas de la vida’, muchos de los cuales consideran el compromiso y la responsabilidad como obstáculo para su libertad más que como cimientos de la identidad.

El reverso tenebroso del nomadismo —más o menos digital— supone movimiento inquieto, casi histérico, siempre en permanente cambio, también de ideas y valores, sin ningún elemento sólido que sostenga la conciencia, que prepare para forjar una identidad permanente.

Pero si el ejercicio de la responsabilidad individual sostiene la identidad, en la modernidad líquida la identidad es “tentada por el relativismo y las ambivalencias de las normas éticas actuales, como también por las identidades de quita y pon, efímeras y superficiales con la que la vida de consumo nos seduce, atrapa, explota y deprime”.

Así las cosas, Bauman considera que la modernidad líquida define identidades semejantes a una costra volcánica que se endurece, vuelve a fundirse y cambia constantemente de forma: parecen estables desde un punto de vista externo, pero por dentro sufren la fragilidad y el desgarro constante.

Y el autor del sugerente trabajo se pregunta: Ante el espejo del ¿quién soy yo?, el individuo de la sociedad líquida da respuestas altivas y tajantes que esconden los titubeos e incertidumbres propios de una identidad forjada a base de parches eventuales.

El sentido y el valor del trabajo en la sociedad líquida 

¿Puede ser la Gran Renuncia un cambio de paradigma en la sociedad líquida de Bauman? ¿O es, por el contrario, la constatación de este concepto? Términos como flexibilidad y desvinculación emocional se asocian a esta suerte de movimiento reactivo que parece poner en duda la concepción tradicional de trabajo. Pero, “¿Sabes qué es la Gran Renuncia?” se pregunta David Rubio (22/04/2022) en otro interesante ensayo. El fenómeno de la Gran Renuncia podría desbordar la situación coyuntural derivada de la pandemia de COVID-19 convirtiéndose en el indicativo de un nuevo enfoque del concepto de trabajo: ¿nos hemos cansado de vivir para trabajar?

Es sorprendente que casi 50 millones de trabajadores estadounidenses renunciaron a sus empleos en 2021, una cifra nunca vista en lo que llevamos de siglo XXI. Este fenómeno conocido como la Gran Renuncia podría tratarse de algo más que una situación coyuntural derivada de la pandemia de covid-19 convirtiéndose en el indicativo de un nuevo enfoque del concepto de trabajo: ¿nos hemos cansado de vivir para trabajar?

 

La Gran Renuncia, ¿el fin de la lealtad laboral? 

De acuerdo con David Rubio, durante una entrevista con Bloomberg en mayo de 2021, Anthony Klotz, Doctor en Filosofía y profesor de la Universidad Texas A&M, acuñó el término ‘Great Resignation’ para designar un fenómeno que estaba empezando a sacudir el mercado laboral estadounidense: millones de personas despidiéndose de sus trabajos en un momento en el que la pandemia de covid-19 parecía cambiar las reglas del juego.

Las estrictas medidas de confinamiento junto con las restricciones a la movilidad obligaron a las empresas a buscar nuevas fórmulas para mantener la productividad sin poner en riesgo la seguridad de los empleados.

Aunque en países como Estados Unidos el teletrabajo ya estaba más consolidado, la pandemia aceleró este modelo laboral lo que provocó un cambio en el enfoque para muchos empleados que comenzaron a recelar de sus ‘anteriores’ trabajos. Tal vez el esfuerzo de pelear diariamente en un empleo poco estimulante no mereciese tanto la pena. ¿Y si renuncio?

Esta pregunta que se hicieron millones de estadounidenses durante 2021 ha cruzado el charco para provocar las dudas de empleados del Reino Unido o de Italia, países que también han observado altas tasas de renuncia entre sus trabajadores hasta el punto de que algunos expertos consideran que estamos ante el fin de esa suerte de lealtad laboral que ata a los empleados a sus empresas durante toda una vida: “la lealtad al trabajo es cosa del pasado”, afirma Victoria Short, CEO de Randstad UK.

 

Ocho  causas para explicar (justificar) la Gran Renuncia 

Casi un año después de que Klotz acuñase el término del que todo el mundo habla en el mercado laboral del mundo occidental, la Gran Renuncia sigue de actualidad y ya tenemos una mejor perspectiva de un fenómeno que, no obstante, sigue despertando cierta incertidumbre antes sus posibles consecuencias a largo plazo. Entender las causas de esta Gran Renuncia ayudará a anticipar soluciones y estrategias para mejorar las condiciones laborales de los empleados.

  1. Conciliación familiar imposible 

Las medidas diseñadas por empresas y organizaciones públicas para facilitar la conciliación entre el empleo y la familia se han mostrado insuficientes generando una creciente frustración entre los empleados, especialmente entre las mujeres trabajadoras que asisten indignadas a un panorama laboral que, en líneas generales, impide que el progreso laboral integre también las responsabilidades familiares.

  1. Flexibilidad insuficiente 

Es una de las palabras de moda en la cultura del trabajo y, pese a ciertos avances como consecuencia de la consolidación del teletrabajo, estos aún se muestran frágiles para numerosos empleados a los que se les cercena su autonomía laboral en pos del mantenimiento de un horario laboral tradicional que, en buena parte de los casos, genera más desafección y abulia que productividad.

  1. Problemas de salud mental 

La pandemia y las feroces restricciones derivadas de ella, algunas de las mismas todavía sin fiscalizar, han sido devastadoras para muchos trabajadores que se han visto en el centro de una tormenta perfecta de ansiedad, incertidumbre, miedo y frustración, además de acelerar cambios en la forma de trabajo para los que muchos de ellos no estaban suficientemente preparados.Una de las consecuencias de esta situación es que un porcentaje cada vez más elevado de trabajadores alegan problemas de salud mental para pedir la baja o renunciar a sus trabajos.

  1. Bajos salarios 

Pocos trabajadores consideran su salario adecuadamente equiparado a su rendimiento, incluso aquellos que pasan buen parte de su horario laboral reflexionando sobre lo poco que ganan.

De cualquier forma, también es un hecho que las consecuencias económicas de la pandemia, a las que hay que sumar los conflictos energéticos y geoestratégicos, junto a la creciente inflación, han provocado que el coste de la vida se aleje cada vez más de los salarios. La Gran Renuncia es, en este caso, un eufemismo de lo que podría suceder a medio plazo si no se diseñan soluciones a este indecente desequilibrio entre salarios y coste de la vida.

  1. Ayudas públicas 

Otra de las razones esgrimidas para explicar la Gran Renuncia está en las ayudas y prestaciones por desempleo que administraciones como las de Estados Unidos inyectaron en el mercado laboral para contener las consecuencias económicas de la pandemia, especialmente entre los empleados más vulnerables que podrían haber facilitado estas renuncias, en este caso temporales, de cara reincorporarse una vez terminadas las ayudas y prestaciones.

  1. Desmotivación y desvinculación emocional 

Uno de los caballos de batalla de empresas y organizaciones es tratar de vincular emocionalmente a los empleados con sus empresas de forma que consideren que el progreso de la empresa repercute en el progreso de sus carreras.

Esta estrategia que podría, en buena parte de los casos, denominarse como la ‘Gran Mentira’ se ha visto desenmascarada con la pandemia, cuando la mayor parte de las organizaciones se han apresurado a salvar sus negocios desvinculándose emocionalmente de sus empleados y ahondando en la desmotivación de los mismos, así como en el mencionado fin de la lealtad laboral.

Tras la crisis del covid-19, las compañías tendrán que reforzar su estrategia para fidelizar y retener a su capital humano con algo más que buenas intenciones y palabrería, empezando, por ejemplo, con mejoras reales en flexibilidad y conciliación familiar.

  1. Más riesgo, menos conservadurismo 

En países como España aún perdura la cultura del trabajo tradicional según la cual un empleo es para toda la vida, para lo bueno y para lo malo, casi como si te casaras con él.

Las generaciones más jóvenes, no obstante, especialmente la generación Z —actualmente entre 18 y 26 años—, muestran un menor compromiso con sus trabajos de forma que asumen más riesgos a la hora de cambiar de empleo.

  1. Búsqueda de la felicidad 

Aunque el vínculo entre felicidad y trabajo sigue siendo muy frágil o directamente inaccesible, el terremoto producido por el covid-19 ha provocado que muchos empleados se preguntan si el sacrificio laboral merece la pena, si permanecer 8 horas al día pegado a un trabajo poco estimulante y mal pagado no es un obstáculo insalvable para la búsqueda de la felicidad.

En última instancia, la Gran Renuncia sería el primer paso de un definitivo cambio de rumbo: retomar el control de sus vidas empezando por renunciar a aquello que se interpone en la consecución de sus objetivos vitales más elevados.

 

¿Es posible una Gran Renuncia en España? 

El mercado laboral, las condiciones de trabajo y la actitud general de los trabajadores españoles es bien diferente a la de los estadounidenses, siempre hablando en líneas generales. En el país norteamericano existe una tradición más asentada de movilidad y flexibilidad laboral, además de una lealtad laboral menos inquebrantable.

De esta forma, la Gran Renuncia aún no se ha dejado sentir en España del mismo modo que al otro lado del Atlántico. Los expertos consideran que para que un fenómeno así tuviera verdadera relevancia en nuestro país deberíamos empezar por bajar la tasa de paro que, a pesar de los buenos datos de los últimos meses, está muy lejos de la estadounidense.

Por otro lado, el conservadurismo tradicional del trabajador español, la mayor afiliación sindical que capitaliza los conflictos laborales, un menor individualismo, los mayores derechos laborales por antigüedad y la presión hipotecaría de buena parte de los españoles, entre otras razones, dificulta que la Gran Renuncia tenga alguna posibilidad a corto plazo de dinamitar una cultura laboral tradicional que, no obstante, exige cambios drásticos en los próximos años.

De no ser así, tal vez pasaríamos de la Gran Renuncia a una nueva Gran Depresión que, a buen seguro, llevaría a muchos trabajadores a actitudes un poco más contundentes que renunciar civilizadamente a sus trabajos.

 

Y después de la Gran Renuncia, ¿qué? 

Teniendo en cuenta que estamos ante un fenómeno muy reciente, aún no se han establecido consecuencias a medio plazo del mismo. El propio Klotz afirmaba recientemente que su Gran Renuncia iría remitiendo con el paso del tiempo mientras otros fenómenos paralelos cogerían fuerza.

Por un lado, el empoderamiento del trabajador que, poco a poco, asume una posición más robusta ante el empleador. Por otro, una creciente competitividad del teletrabajo que, no cabe duda, cambiará para siempre la forma de trabajar, así como una imparable mejora de la flexibilidad ante el más que justificado clamor de los trabajadores.

A pesar de la visión positiva y constructiva de algunos expertos como Klotz, aún faltan estudios que demuestren que la Gran Renuncia, además de ser algo más que un fenómeno coyuntural, pueda objetivamente cambiar las reglas del juego laboral estableciendo un equilibrio — en estos momentos muy lejos de concretarse — entre el beneficio empresarial y las condiciones laborales de los empleados.

En última instancia, también cabe preguntarse qué han hechos esos casi 50 millones de estadounidenses que renunciaron a sus trabajos. Porque tras el ‘subidón’ inicial de dar un cambio radical al rumbo de una vida que se considera equivocado —casi como si rompieras con una pareja— llega la realidad. “Vale, he renunciado a mi trabajo mal pagado, alienante y desmotivador. Y ahora, ¿qué hago?”.

Con el tiempo comprobaremos si esta supuesta Gran Renuncia pasa de fenoméno reactivo aislado a un hábito constructivo en el que participen todos los agentes laborales con el objetivo de establecer un mercado laboral más justo para todas las partes implicadas… no solo para los de siempre.

Tal y como indica Javier Pérez Weber en su estudio sobre Bauman, “el trabajo ha dejado ser una actividad colectiva para convertirse en una actividad individual en la que se espera que cada persona use, individualmente, sus propias fuerzas, recursos e industria para elevarse a sí mismo a una condición más satisfactoria y dejar atrás cualquier aspecto de su presente condición que puedan resentir”. “El trabajo: la transición de la modernidad sólida a la líquida. Una aproximación al pensamiento sociológico de Zygmunt Bauman”.

Asímismo, Bauman apunta que el trabajo pasa a ser un “medio antes que un valor en sí mismo, una forma de vida o una vocación: el medio para hacerse rico y, de este modo, más independiente”, una derivación del ‘sueño americano’ que conlleva “trabajar cuanto sea y donde sea, con tal de acumular suficiente dinero para no depender de nadie”, lo que ahora los gurús de la economía doméstica llaman ‘independencia económica’.

Esta transición conlleva que el prestigio de un trabajo ya no sea el tipo de trabajo sino lo que se gana con ese trabajo. ¿Por qué? Porque lo que importa es lo que se puede comprar y consumir.

 

Vida de consumo en la sociedad líquida 

La obra de Zygmunt Bauman exalta el consumismo como la principal característica de la sociedad líquida hasta el punto de que el propio sujeto se convierte en objeto, en producto de consumo que debe venderse —y venderse bien— para seguir en el juego. Si no lo logra, se convierte en basura, en excedente.

“No hay modernización ni forma de vida moderna, sino una masiva y constante producción de basura, entre ella, los individuos basura definidos como excedentes.”

Así pues, el consumismo no consiste en satisfacer deseos o en hacernos la vida más fácil —ese recurrente lema tecnológico— sino en provocar deseos, generando nuevas necesidades que serán cubiertas por un producto… hasta que surja un nuevo producto, un nuevo deseo, una nueva necesidad… y no al revés.

Es la paradoja del consumismo, el producto surge antes que el deseo y la necesidad, modelados estos últimos en los departamentos de marketing de grandes (y pequeñas) compañías: “iPhone 13: ahora en verde”. Parece una broma de un episodio de Dilbert, pero no, es un anuncio real.

 

Redes sociales e información líquida 

Si las redes sociales “son una trampa”, tal y como afirma Bauman, la sociedad líquida está más que entrampada. Pese a la innegable oportunidad para la comunicación e información que ofrecen a la humanidad las nuevas tecnologías y las redes sociales, Bauman alerta también sobre indiscutibles peligros.

Y es que el sociólogo polaco diferenció la comunidad en su sentido tradicional, la “que tienes o no tienes” —de la que formas parte, o no formas parte— de la red que “te pertenece a ti”, porque la red, en opinión de Bauman, no fomenta las habilidades sociales que solo se enriquecen en contacto directo.

“Es estéril y peligroso creer que uno domina el mundo entero gracias a Internet cuando no se tiene la cultura suficiente que permite filtrar la información”.

¿Qué podemos esperar, entonces, del futuro de este “activismo de sofá”, de esta revolución digital de los nanocontenidos? Para ir abriendo boca, el hombre más rico del mundo compra la “mayor maquinaria de construcción de opinión pública del mundo digital”. ¿Qué podría salir mal?

Nos referimos aquí al magnate Elon Musk y  a sus intentos de una “revolución” a golpe de talonario.

 

Elon Musk, Twitter y los monopolios de la atención

En un breve pero denso ensayo, Guillermo Zapata se refiere a Musk y a sus intentos de toma de poder. (26/04/2022, Elon Musk. EFE/EPA/Alexander Becher).

Para el autor, durante las revueltas de la Primavera Árabe, en 2011, hubo una reunión de los máximos responsables de Twitter para debatir qué mejoras o cambios debían implementar en su invento/ empresa. De esa reunión salió una interesante conclusión: no sabían muy bien qué tocar porque no sabían muy bien para qué servía Twitter.

La compra de Elon Musk de este invento/empresa no ha aclarado aún para qué va a servir la máquina/empresa, pero sí nos devuelve algunos elementos a tener en cuenta sobre lo que está pasando en el mundo que atraviesa economía, tecnología, atención, información, reputación y política.

El valor de compra de Twitter (44.000 millones de dólares) nos dice que es posible que eso que estábamos haciendo allá dentro podría ser algo parecido a trabajar. Al menos nos dice que algo de lo que producimos en Twitter tiene un valor muy importante, más todavía si tenemos en cuenta que es con muchísima diferencia la red con menos usuarios del mundo (322 millones), nada ver con Facebook (2900), Instagram (1000) o Tik Tok (800). La importancia de Twitter tiene que ver, fundamentalmente, con su capacidad para construir opinión pública internacional.

Elon Musk ya ha usado Twitter para intervenir directamente en el mercado. Eso quiere decir que valor, mercado y opinión son elementos interrelacionados y plantea la pregunta de si es razonable que la maquinaria digital de construcción de opinión pública más importante del mundo esté en manos de una única persona y que dicha persona sea un multimillonario con intereses económicos en muy diversos charcos en los que podrá intervenir gracias a aquello que acaba de adquirir.

Cory Doctorow, escritor, hacker y miembro de la Electronic Frountier Foundation publicó en agosto de 2020 un ensayo llamado ¿Cómo acabar con el capitalismo de la vigilancia? donde plantea una respuesta sencilla a una pregunta aparentemente difícil de resolver. Lo que está sucediendo con las redes y sus herramientas no es un problema nuevo, hipercomplejo e inabordable para los estados sino básicamente un problema de monopolios. Luchar contra los monopolios de la atención a través de la democratización de internet es la forma de abordar este problema general del que esta adquisición parece ser el último gran episodio.

Una forma de abordar dicha democratización pasa por recordar el papel que los estados tienen en la actual configuración de la red o la forma de abordar la libertad de expresión, etc. Cuando el dedo apunta a la Unión Europea, los idiotas miramos a Elon Musk. Por otro lado, ¿cómo no mirarle? Precisamente su condición de personaje tiene que ver con esas mismas formas de ir configurando la atención como monopolio. Hemos pasados de unas redes horizontales y anónimas a unas redes verticales y personalistas, donde atención equivale a valor y las mismas lógicas del lenguaje que invitan a ser disruptivo en los negocios invitan a serlo en la comunicación pública.

Pero, ¿qué querría decir democratizar internet? Voy a poner un ejemplo que creo puede resultar ilustrativo. Imagina que desde tu cuenta de Whatsapp mandas un mensaje a la cuenta de otro persona en Telegram y le llega. Imagina que una tercera amiga tiene Signal y que puede escribir a cualquiera de los dos anteriores, imagina que una cuarta persona tiene una pequeña empresa que dispone de un servicio de mensajería instantánea y también podría mandar mensajes sin hacer nada especial al resto.

 

Amar en tiempos líquidos 

La enmarañada relación del individuo con la presión que ejerce el mundo digital sobre su identidad crea un escenario más incierto también en las relaciones interpersonales, una suerte de individualismo extraviado en la nebulosa de las comunidades digitales. ¿Se siente el individuo más solo que nunca a pesar de tener más ‘amigos’ que nunca?

“Dicen que su deseo es relacionarse, pero, en realidad, ¿no están más bien preocupados por impedir que sus relaciones se cristalicen y se cuajen?”.

Y es que estas alturas, el amor platónico parece una nota a pie de página de un libro polvoriento en una biblioteca del extrarradio, mientras lo fugaz define “esas relaciones virtuales que, provistas de las teclas suprimir y spam, protegen de las pesadas consecuencias (sobre todo, la pérdida de tiempo) de la interacción en profundidad”.

 

Críticas a la ‘liquidez baumaniana’ 

Estas y otras controvertidas reflexiones sobre el amor líquido que aparecen recogidas esencialmente en Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos han abierto la puerta a una revisión crítica del pensamiento global de Zygmunt Bauman poniendo el énfasis en su estilo y retórica pesimista, tal vez nostálgica, o su “pensamiento derrotista” en palabras de Gilson Dantas, siempre poniendo el foco en los aspectos negativos de nuestra sociedad y los peligros subyacentes a la misma.

En este sentido, también se critica con contundencia el “ensayismo líquido” de Bauman desde una perspectiva de género en relación a sus reflexiones sobre las relaciones interpersonales que responderían al “sistema patriarcal”, según el cual el hombre siempre habría amado líquido, por lo que la pregunta a hacernos sería, siguiendo este enfoque: ¿por qué ahora es también la mujer la que ama líquido?

Así mismo, de nuevo Dantas acusa a Bauman de que su propia doctrina es líquida, como “colgada del aire”, adoleciendo de una suerte de psicologismo indeterminado que no se pregunta por qué el mundo es como es, sino que se entretiene criticando aquí y allá. Incluso se censura la “fobia al poder del Estado” de Bauman que lo posiciona, según Dantas, cercano a las teorías liberales, a pesar de descripciones como esta:

“Vivimos en una sociedad capitalista y accionada por el mercado, uno de cuyos atributos es el ir dando trompicones de una depresión/recesión a otra. Como es una sociedad de clases, reparte los costes de la recesión y los beneficios de la recuperación de forma desigual, aprovechando cualquier ocasión para dotar de mayor firmeza a su columna vertebral: la jerarquía de clases”.

Desde el punto de vista digital, también existen diversos críticos que ponen en la picota de nuevo ese “activismo de sofá” del que hablaba Bauman negando que las redes sociales nos hayan cambiado, sino que siempre hemos sido así, tal y como afirma el vaso medio lleno del célebre sociólogo Manuel Castells: “Las élites y las estructuras dominantes se verán sobrepasadas por los nuevos movimientos sociales, que basan su legitimidad en la autenticidad y la transparencia”.

Por último, Bauman es objeto de crítica por su capacidad para reciclar teorías ajenas con objetivo comercial. No cabe duda, en este sentido, de que Bauman exprimió hasta el extremo su teoría de la modernidad y la sociedad líquida en las últimas dos décadas de su producción ensayística publicando numerosos libros reiterando las mismas ideas aplicadas a diferentes ámbitos: trabajo, consumo, amor, cultura, educación, etc.

 

Conclusión: ¿de la sociedad líquida a la sociedad gaseosa? 

Partiendo de las ideas pero también del enfoque crítico de las reflexiones baumanianas acerca de la sociedad líquida, según el autor de este ensayo, van surgiendo nuevos modelos que tratan de definir de forma más precisa el mundo de incertidumbres, angustias y revoluciones sociales (y de sofá) que vivimos en las últimas décadas.

Entre ellos, el catedrático de Teoría y Análisis de la Comunicación Digital de la Pompeu Fabra Carlos A. Scolari, propone el término gaseoso para definir esta “cultura del snack” en la que el flujo líquido parecía indicar “ir hacia un lugar” mientras que la sociedad gaseosa se expande en todas direcciones sin ningún patrón, modelo ni control: “los nanocontenidos (y nosotros con ellos) salen disparados como moléculas en estado gaseoso y chocan entre sí formando una interminable carambola textual”.

Y es que, como decía Bauman, este “culto a la satisfacción inmediata” con la que “hemos perdido la capacidad de esperar”, también absorbe nuestro entendimiento, olvidando que la reflexión sobre los cambios sociales requieren perspectiva, perspectiva cada vez más difícil de adoptar en una sociedad que cambia permanentemente… para seguir igual. Al fin y al cabo, “la verdad que nos libera suele ser, en su mayor parte, la verdad que preferimos no escuchar”.

 

María Dolores Prieto Santana, Antropóloga y Educadora, colaboradora de la Cátedra Hana y Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.