Usar y tirar: la sociedad de la banalidad
Los sociólogos insisten en que hemos construido y estamos construyendo una sociedad cada vez más banal, más vacía, más consumista de evasiones. Tal vez siempre lo haya sido, pero antes se intentaba disimular, se consideraba un hecho negativo, mientras que ahora no hay ningún empacho en aceptar la banalidad. Es una banalidad que abarca muchos aspectos y que se ha infiltrado en el sistema circulatorio de la vida social, aunque probablemente no tenga ese carácter peyorativo que, a priori, pueda parecer, pues el ser banal no deja de ser una opción más de las muchas que ofrece la existencia humana.
Es un hecho que en las nuevas generaciones de ciudadanos occidentales, en general, aumentan las actividades banales; no hay más que fijarse en la forma en que reciben la información, siempre en exceso, pero de forma muy ligera, procesan cantidad de información en soportes de fácil asimilación: en audio o en pantalla, con mensajes cortos, que apenas requieren esfuerzo intelectual, o a través de las redes sociales, que suelen ser el mayor canto que se ha inventado a la banalidad. Las generaciones emergentes huyen de la prensa escrita y, en particular, de los artículos largos de opinión; les basta, en el mejor de los casos, con leer titulares, aunque, naturalmente y gracias a Dios, hay honrosas excepciones.
Esta banalidad se plasma en el ‘usar y tirar’ que tanto se está instalando en la nueva sociedad: se utiliza ropa de usar y tirar, comida de usar y tirar -léase comida instantánea en abundancia, con cantidad de sobras que acaban en el contenedor de basura-, muebles de usar y tirar… hasta parejas de usar y tirar; la vieja costumbre de parejas bastante estables está dando paso a numerosas y sucesivas parejas de duración efímera y escaso compromiso.
Un amigo, tertuliano en medios de comunicación, me comentaba que la banalidad estaba alcanzando a la institución del matrimonio, justificándolo en la facilidad con que muchos deshacen y rehacen sus vidas familiares. Yo no iría tan lejos en la afirmación de que cambiar de pareja sea un asunto banal pero, al menos, plantearía la duda. Llamaba, a esta forma de entender la vida como una sucesión de banalidades, sin gran apego por casi nada y con una gran dosis de provisionalidad, ‘pensamiento Ikea’ y por extensión, a los afectados por esta corriente ideológica, ‘generación Ikea’. Y daba a entender con este símil mueblístico la preferencia de estas generaciones por lo inmediato, sin planteamientos de futuro ni de permanencia, a lo cual, sin duda, colabora la provisionalidad de buena parte de los trabajos y los sueldos de la actual clase trabajadora, que no permiten proyectos estables de futuro, aunque tampoco me parece suficiente motivo para abrazar esa banalidad generalizada en la que está inmersa la sociedad.
Insisto en que, cuando hablo de banalidad, no lo hago de forma peyorativa -uno ya tiene edad suficiente como para no dar consejos a nadie sobre la manera de conducir su vida- sino como una constatación, mezclada con sorpresa, de que los hábitos, sobre todo intelectuales, están cambiando y que el antiguo valor del esfuerzo y la sólida formación está dando paso a la liviandad, a la ligereza… a la banalidad. Opción, por supuesto, absolutamente respetable, aunque, eso sí, a mí no me gusta.
Zygmunt Bauman y la ceguera moral de la cultura
En un artículo publicado en FronterasCTR en 2017 reflexionaba sobre la banalidad en el artículo La ceguera moral de la Modernidad líquida podría arrinconar a las tradiciones religiosas a propósito del sociólogo Bauman fallecido con 91 años. El 9 de enero de 2017 falleció en su casa de Inglaterra el sociólogo de origen polaco Zygmunt Bauman a los 91 años de edad. Desde su punto de vista, la modernidad líquida –como categoría sociológica– es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados. La metáfora de la liquidez –propuesta por Bauman– intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones y por unos principios éticos inciertos. El amor se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro, y se reduce al vínculo sin rostro que ofrece la realidad virtual. Surfeamos en las olas de una sociedad líquida que puede licuar incluso a las religiones.
Con anterioridad, en un artículo publicado en Tendencias21 de las religiones 13 de junio de 2012 sobre Zygmunt Bauman, (que tuvo 35 amplios comentarios de los lectores) insistíamos sobre la incidencia que la modernidad líquida podría tender a “licuar” a las religiones desposeyéndolas de su capacidad crítica hacia la sociedad.
Tal como han apuntado los comentaristas, la modernidad líquida es un tiempo sin certezas, donde los hombres que lucharon durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición, se encuentran ahora con la obligación de ser libres asumiendo los miedos y angustias existenciales que tal libertad comporta; la cultura laboral de la flexibilidad arruina la previsión de futuro.
Este es el sombrío panorama que nos describe Zygmunt Bauman,un sociólogo, filósofo y ensayista polaco. Bauman es ahora muy conocido por acuñar el término, y desarrollar el concepto, de la llamada «modernidad líquida». Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman es ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010.
El fallecimiento de Bauman el pasado día 9 de enero a los 91 años, ha vuelto a reavivar el fuego de la polémica sobre sus propuestas demoledoras para la sociedad del futuro inmediato. Por nuestra parte, estamos interesados por la tendencia que marca para el futuro de las tradiciones religiosas.
El último de sus libros traducidos al castellano, la ceguera moral, insiste más aún sobre las consecuencias extremas a la que puede llevar la modernidad líquida: a la pérdida del rumbo moral, a la ausencia de unos principios éticos de validez universal y perenne den cierta solidez al edificio de las sociedades occidentales.
Pero ¿qué lugar puede ocupar la experiencia religiosa en este contexto? Si las religiones suelen ofrecer fortaleza y seguridad, ¿qué se puede esperar en la época de la modernidad líquida? ¿Abre Bauman alguna posibilidad? ¿Hay brotes de un posible retorno de lo religioso (como apuntaba José María Mardones) en un mundo deseoso de certezas?
Los rasgos pesimistas de la sociedad occidental según Zygmunt Bauman
El fallecimiento de Bauman ha reactivado el interés por sus ideas. En un ensayo que nos ha parecido iluminador, 5 ideas de Zygmunt Bauman que retratan a la sociedad moderna, y escrito por Mónica Redondo, se apuntan cinco claves para entender lo que está pasando en nuestro mundo.
Quién no ha pensado alguna vez lo diferente que es la forma de pensar de sus padres o abuelos en comparación con la suya. Han estado casi toda la vida con la misma persona, la misma con la que se casaron cuando las fotos eran en blanco y negro. Han tenido el mismo trabajo desde que salieron de la universidad con 23 años. Y conservan el reloj que les regaló su padre cuando cumplieron los 18 años.
La vida líquida de Bauman rompe con las estructuras fijadas en el pasado. La filosofía de vida, los valores y lo que se considera ético y moralha cambiado radicalmente en los últimos años, a causa de los cambios políticos y sociales ocurridos a partir de la segunda mitad del siglo XX.
En el libro Modernidad líquida, Zygmunt Bauman es capaz de explicar los fenómenos sociales de la era modernay qué es lo que nos diferencia de las generaciones anteriores. A partir del año 2000, año de publicación de Modernidad líquida, el filósofo polaco publica una serie de obras que resumen sus conceptos sobre la realidad que nos rodea: Amor líquido (2003), Vida líquida (2005) y Tiempos líquidos: vivir una época de incertidumbre (2007).
- La realidad líquida de Bauman consiste en una ruptura con las instituciones y las estructuras fijadas. En el pasado, la vida estaba diseñada específicamente para cada persona, quien tenía que seguir los patrones establecidos para tomar decisiones en su vida. En la modernidad, el filósofo polaco afirma que las personas ya han conseguido desprenderse de los patronesy las estructuras, y que cada uno crea su propio molde para determinar sus decisiones y forma de vida. La sociedad actual se basa en el individualismo y en una forma de vida cambiante y efímera.
- En la vida líquidasegún Bauman, la sociedad se basa en el individualismoy se ha convertido en algo temporal e inestableque carece de aspectos sólidos. Todo lo que tenemos es cambiante y con fecha de caducidad, en comparación con las estructuras fijas del pasado. Muchas de las cosas que explicó Bauman hace 17 años en su obra Modernidad líquida y las que la siguieron se han convertido en una realidad en nuestros días. El sociólogo logró explicar el funcionamiento de la sociedad actual y determinar la relación de las nuevas generaciones con conceptos como el amor, el trabajo o la educación.
- El amor líquido en la red social Tinder. Muy poco tienen que ver las relaciones de nuestros abuelos con la nuestra. Miedo al compromiso, rollos de una noche, desengaños amorosos… Para muchos jóvenes (y no tan jóvenes) este puede ser el pan de cada día. Para Zygmunt Bauman, estas relaciones son las que dan nombre a su concepto de amor líquido. Según su patrón, el miedo al compromiso y a las cosas a las que hay que renunciar, como la libertad, son la razón principal por la cual existe este miedo a comprometersey a darlo todo por una pareja. La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales. Las relaciones amorosas acaban convirtiéndose en breves episodios, en los que priva la búsqueda del beneficio personal. Cuando una pareja deja de ser rentable, se deja de lado y se busca una nueva. Ni más ni menos que la filosofía de Tinder. Historias de amor para siempre han ocurrido gracias a la aplicación de búsqueda de parejas, aunque la mayoría de usuarios desliza rostros en su pantalla hasta encontrar el indicado para pasar la noche.
- Ciudadanos del mundo. Si hay algo que no queremos, son ataduras, ni el en amor ni en nuestra forma de vida. En la era moderna, es bastante común entre los jóvenes hacer un viaje de varios meses por América Latina o el Sudeste Asiático, con el objetivo de romper con las barrerasy ser testigos de realidades distintas a las de su país de origen. La realidad líquida de Bauman describe precisamente este escenario, que invita al movimiento, al flujo y a la búsqueda de nuevas experiencias, pero sin echar raíces en ningún lugar. Son ciudadanos del mundo pero de ningún lugar al mismo tiempo.
- No más trabajos para toda la vida. Esta filosofía basada en la búsqueda de nuevas experiencias y ser ciudadano de mundo también se ve reflejada en el ámbito laboral dentro de las sociedad líquida. Nuestros abuelos y padres entraron a trabajar en una empresa cuando acabaron la universidad, y se jubilaron en el mismo lugar 40 años después. Las personas no quieren ataduras ni en el amor ni en el trabajo, según Bauman. En la actualidad, no existe el llamado trabajo de nuestra vida. Los empleos son cambiantes y el mercado actual necesita renovacionesdentro de las empresas cada poco tiempo. Por otro lado, Bauman identifica en sus obras la necesidad de cambio en los trabajadores, a los que se les reclama cada día más volatilidad y capacidad de trabajo en diferentes áreas. Las empresas buscan a personas volubles, con capacidad de reinventarsey que puedan viajar a otra ciudad cuando sea necesario. Personas que lo den todo en el trabajo aun sabiendo que pueden ser reemplazadas en cualquier momentosi no cumplen con las expectativas.
Es oportuno, importante e incluso necesario recuperar la capacidad de reflexión sobre el sentido de la vida
La figura de Bauman y la oportunidad del libro del profesor Manuel Fraijó Semblanzas de grandes pensadores. Conferencias. Editorial Trotta, Madrid, 2020), nos invita a leer para repensar nuestra vida. Una sociedad que tiene el peligro de “encefalograma plano”, que solo piensa en pasarlo bien, evadirse, consumir y usar y tirar, necesita algún tipo de revulsivo como el mismo Fraijó insinúa. Los recientes debates en Europa sobre la necesidad de volver a introducir la formación filosófica en los currículos educativos de secundaria nos abren a la esperanza.
En el largo, fatigoso y a veces estéril camino de la reflexión no estamos solos. Muchos hombres y también mujeres (pero estas apenas aparecen en los libros de texto de filosofía) nos han precedido. No vamos solos sino que avanzamos sobre lo que otros han elaborado antes.
La expresión “caminamos sobre hombros de gigantes” se suele atribuir erróneamente a sir Isaac Newton. El 15 de febrero de 1676 escribía en una carta al físico Robert Hooke: “si he podido ver más lejos es porque me encaramé a hombros de gigantes”. Parece ser que esa expresión no es original de Newton, pues los expertos la atribuyen en el teólogo y filósofo John de Salisbury (1115-1180). Sea o no Newton el autor, merece nuestra atención. La historia social de las ciencias muestra que el desarrollo del pensamiento racional no suele ser obra de una sola persona. Ya Thomas S. Kuhn destaca la importancia de las comunidades científicas como constructoras de los paradigmas que fortalecen, transforman y derrocan las teorías científicas.
De igual modo, las ciencias sociales crecen y se edifican desde determinadas concepciones del mundo y de la realidad. Históricamente, han sido los llamados “pensadores”, las mentes más privilegiadas, las que encaramándose a los hombros de los pensadores anteriores han hecho avanzar la interpretación de los procesos sociales.
FronterasCTR nos invita a retomar el hábito de pensar
FronterasCTR, nacido dentro del ámbito de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión, nos invita a reaprender a pensar. A valorar a los que consideramos “pensadores”.
La cátedra Hana y Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión, dentro de los objetivos de la Universidad Pontificia Comillas, intenta, desde su fundación, ofrecer a un público de cierta formación de nivel universitario unas pistas para reflexionar sobre el mundo que nos rodea desde las categorías culturales de nuestra época y teniendo como trasfondo la reflexión filosófica. En una sociedad multicultural urge la construcción de espacios y plataformas de reflexión interdisciplinar que saquen de la atonía la cultura de masas dominante que solo busca consumir sin que ello transforme los hábitos de vida.
Desde esta perspectiva, la búsqueda del sentido de la vida en una sociedad multicultural es una tarea apasionante. Y para este tipo de lectores la reflexión compartida con los que pueden denominarse “grandes pensadores” abre horizontes de posibilidad de ser creyentes en el siglo XXI. Desde este marco cultural presentamos este comentario al reciente libro del profesor Manuel Fraijó, catedrático emérito de Filosofía de la religión en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). El autor no solo ha desarrollado una intensa labor magisterial en la Universidad sino que sigue siendo un fecundo conferenciante en el ámbito de la Historia de la filosofía, de la Filosofía de la religión, de la Historia de las Religiones y de la Teología. En estas conferencias, tanto en España como en América Latina, confronta con sus oyentes no solo los resultados de sus estudios sino también la reelaboración continua de sus propias vivencias humanas y espirituales enriquecidas por las aportaciones de los que pueden denominarse “grandes pensadores”.
No es fácil delimitar qué es lo que puede entenderse por “grandes pensadores”. En el libro que comentamos se refiere solamente a aquéllos hombres (prácticamente todos) que desde la reflexión racional (filosófica) han elaborado las diversas concepciones del mundo, el lugar del ser humano en el mundo y el sentido de los valores y la vida humana en el contexto de un mundo globalizado.
Por eso, el volumen que aquí comentamos no se incluye entre los manuales de historia de la filosofía como disciplina del desarrollo del pensamiento humano desde la fría postura del observador. Es más que eso. Se encarama en los hombros de los grandes pensadores para ver más lejos las direcciones del porvenir (que diría Pierre Teilhard de Chardin).
Este volumen contiene la elaboración personal de profesor Manuel Fraijó del proceso de búsqueda racional del sentido de la vida de 22 grandes maestros del pensamiento, desde Confucio hasta Karl Rahner pasando por figuras tan diferentes entre sí como Martín Lutero, Voltaire, Feuerbach, Nietzsche o Kant. En todos ellos ve el autor elementos positivos que pueden ayudar al lector abierto de mente a su propia reelaboración cognitiva y axiológica. No queramos ver en este volumen una selección de los que podrían ser los “mejores” pensadores de todos los tiempos.
Todos los que lo hemos leído coincidimos de que es una selección muy personal del autor y que – desde el punto de vista de cada cual – ni están todos los que son, ni son todos los que están. El autor no ha pretendido en absoluto imponer lo que podrían ser los más profundos, ni los más exóticos, ni los más originales, ni los más provocadores, ni los más influyentes. Esta es una selección muy subjetiva porque en filosofía la subjetividad es un elemento epistemológico fundamental. Valoramos especialmente aquellos pensadores que más se acomodan a las propias estructuras mentales, a las propias preguntas esenciales no respondidas, a los sistemas de valores que construyen el propio sentido de la vida.
Como el mismo Fraijó reconoce al inicio del prólogo “las conferencias que recoge este libro fueron pronunciadas, casi en su totalidad, en la Fundación Politeia, en Madrid. Solo las conferencias dedicadas a Confucio y a Lutero tienen otro origen: la Fundación Juan March, también en Madrid. (…) La conferencia sobre Karl Rahner, con la que se cierra el libro, fue pronunciada en la Cátedra de Teología Contemporánea del Colegio Mayor Universitario Chaminade, patrocinada por la Fundación Santa María” (página 9).
En el contexto intelectual de la Fundación Politeia en los años ochenta del pasado siglo surgieron unas conferencias de divulgación sobre grandes figuras del pensamiento. La fundadora y directora de la Fundación Politeia, Jorgina Gil-Delgado de Satrústegui (1921-2013) “grababa las conferencias en magnetófono (- los jóvenes ya no saben que es este aparato- ) y posteriormente, sometiéndose a un trabajo ímprobo, las transcribía y las repartía a los oyentes”.
Manuel Fraijó conservó estos textos “y no pocas veces me pregunté si no sería oportuno reelaborar algunos de ellos para su publicación en forma de libro”. Tras su jubilación académica, el autor retomó estos materiales y comprobó que el estilo oral es muy diferente del estilo escrito. “La lectura de las amarillentas páginas de las conferencias de antaño – prosigue – solo dejaba abiertas dos posibilidades: la papelera o una profunda y laboriosa reelaboración. Opté por la segunda, y este libro es el resultado” (página 10).
Al leer las páginas de este volumen, desde la óptica siempre afectuosa y benevolente de un amigo del autor a quien conoce desde hace 60 años, y del que ha aprendido muchas cosas, me ha parecido –y así se lo he dicho- que el texto tiene mucho de autobiográfico. Evidentemente, Fraijó no pretendía en sus conferencias (y en los textos escritos) transmitir a sus oyentes (y ahora lectores) un resumen del sistema filosófico de algunos de los grandes pensadores de la historia. El autor se acerca a cada uno de los 22 autores que fueron objeto de una conferencia (o dos) desde la perspectiva de un viajero curioso que desea que cada uno de ellos responda a algunas de las muchas preguntas que una mente y un corazón inquietos desea saber. Los textos de las conferencias abren una ventanita en la mente del conferenciante y permiten penetrar de puntillas en las grandes preguntas sobre el sentido de la vida humana. Este texto del prólogo (página 12) puede iluminar el camino de la aventura de Fraijó, este viajero en búsqueda del saber, perplejo unas veces y dubitativo otras: “Solo me resta añadir una breve información sobre el contenido del libro. Dejó escrito J.-P. Sartre: “Todo ha sido descubierto, salvo cómo vivir”. La filosofía ha sido siempre una invitación a la vida buena y, tal vez, una ayuda para lograrla. No ha ofrecido – no las tiene- recetas para instalarse en ella. Solo algunos pensadores, como Tierno Galván, aspiraban a “instalarse perfectamente en la finitud”, en la vida; es la tarea que el “viejo profesor” asignó a los “agnósticos” de nuestros días. Sin ayuda alguna de arriba, de la Trascendencia, el agnóstico debía instalarse abajo, en la inmanencia. Se trata de una opción legítima a la que, probablemente, casi todos aspiramos. También Dilthey, presente en las páginas de este libro, partió de abajo, de la inmanencia, y en ella se quedó; pero mostró sobradamente que la opción por la finitud no tiene que ser necesariamente chata ni lisa. Más bien puede ser expresión de una aceptación humilde de lo que hay. Creo que era Goethe quien aconsejaba a los buscadores del Infinito que corrieran tras lo finito en todas direcciones” (página 12).
Y prosigue: “Pero por lo general, los filósofos que toman la palabra en las páginas siguientes supieron que no existe instalación perfecta para todos, que existen los desinstalados, los sin sitio, los errantes y los náufragos”.
En un mundo como el nuestro en el que parece triunfar la cultura de la evasión y de la banalidad, el reconocimiento de que han existido y existen personas que tienen como preocupación existencial básica la reflexión, puede ser un revulsivo para la construcción de una sociedad de hombres y mujeres libres y dueños de sus propios destinos.
Posiblemente, en un mundo en el que las comunidades científicas perciben la urgencia, posibilidad y necesidad de fomentar el pensamiento interdisciplinar, la integración de científicos naturales, ingenieros, filósofos y humanistas, teólogos, economistas y cultivadores de las ciencias del espíritu (que postulaba Dilthey) no es una distracción sino una exigencia de la tarea de buscar y construir juntos sistemas interpretativos de la realidad que den sentido global y respuesta a la gran pregunta que ya se hacía en su tiempo Inmanuel Kant: ¿qué es el hombre?
Este texto del prólogo a este volumen es un manifiesto a favor de la convergencia de pensamientos hacia respuestas a las grandes preguntas: “En lo que coinciden todos los pensadores de este libro es en su rechazo de la obviedad y en su entrega a la reflexión. Desde sus inicios, la filosofía [y aquí podríamos integrar todos los esfuerzos racionales del pensamiento humano] partió de que nada es obvio, de que en todo lo que nos circunda habitan la extrañeza y la perplejidad. Bien lo sabía Schopenhauer cuando escribió: “La vida es algo penoso; he decidido pasarla reflexionandosobre ella”. Algo parecido nos legó Husserl, uno de los filósofos del siglo XX que más han valorado la reflexión filosófica: “Tuve necesariamente que filosofar; de lo contrario no habría podido vivir en este mundo”. Solo cabe esperar que no sea cierta la sentencia de Fichte: “Si uno filosofa, no vive; y si vive, no filosofa”. Siempre será posible, pienso, unir vida y filosofía, pensamiento y experiencia” (página 13).
La perspectiva multipoliédrica de los pensadores que nos presenta Manuel Fraijó, junto a otros muchos hombres y mujeres que elaboraron, elaboran y elaborarán respuestas multidisciplinares a las grandes preguntas de la humanidad siempre es necesaria.
Elogio del uso del pensamiento y de la interdisciplinariedad
Uno de los conceptos que más solemos repetir desde la Cátedra CTR es el de “interdisciplinariedad”. Pero ¿qué es la interdisciplinariedad? No cabe duda de que hay multitud de sinónimos y sentidos muy diferentes:transdisciplinariedad, perspectivismo, pensamiento alternativo, pluralismo intelectual, dialogicidad, diálogo, pluriracionalidad, polimorfismo del conocimiento, racionalidad múltiple, tolerancia, Multidisciplinariedad, Interdisciplinariedad y Transdisciplinariedad; Edgar Morin, “Sobre la Interdisciplinariedad”, trabajo publicado en el Boletín No. 2 del Centre International de Rechercehes et Études Transdisciplinaires (CIRET) (http://definicion.de/interdisciplinariedad/Basarab Nicolescu, “La Transdisciplinarité”.- Éd. Du Rocher, Mónaco 1996).
Desde luego se puede encontrar una enorme diversidad en la interpretación y definición de lo que es esta palabra. En primer lugar, es una tarea. Y además, un proyecto intelectual, una opción epistemológica.
El término interdisciplinariedad surge por primera vez en 1937 y le atribuyen su invención al sociólogo Louis Wirtz.
Este texto de Carl Hempel puede ser iluminador:
«Tal vez la palabra clave sea ‘integración’: diversos saberes, epistemológicamente distintos, se pueden integrar sistémicamente en una unidad superior de conocimiento que supone mayor unidad. Progresivamente, el esfuerzo de muchos investigadores se dirige hacia la construcción de puentes conceptuales, metodológicos y epistemológicos que sitúan determinados aspectos del conocimiento de la realidad en niveles superiores del saber.La sistematización científica requiere el conocimiento de diversas conexiones, mediante leyes o principios teóricos, entre diferentes aspectos del mundo empírico que se caracterizan mediante conceptos científicos. Así los conceptos de la ciencia son nudos en una red de interrelaciones sistemáticas en la que las leyes y los principios teoréticos constituyen los hilos… Cuantos más hilos converjan o partan de un nudo conceptual, tanto más importante será su papel sistematizado o su alcance sistemático».
Carl Hempel, Philosophy of natural science, Prentice-Hall, 1966. |
Aunque la palabra interdisciplinariedad aparece por primera vez en 1937, y su inventor es el sociólogo Louis Wirtz, la Academia Nacional de Ciencia de los Estados Unidos había empleado la expresión «cruce de disciplinas», y el Instituto de Relaciones Humanas de la Universidad de Yale había propuesto el término «demolición de las fronteras disciplinarias».
Un autor que ha contribuido intelectualmente a la construcción del paradigma interdisciplinar es Nicolescu, autor, entre otros, del libro “La transdisciplinariedad. Manifiesto”, publicado en 1996 en castellano bajo los auspicios de Edgar Morin.
Hoy en día nadie puede conocer más de una sola disciplina en su totalidad. La ambición de dominar dos o más disciplinas completas es poco realista y utópica. A partir del supuesto de que es posible conocer y combinar disciplinas completas, la noción de interdisciplinariedad induce a engaño.
El enfoque multidisciplinario es engañoso porque propugna la división de la realidad en diversos fragmentos. En algunos trabajos se procede por divisiones: enfoque filológico, antropológico, histórico, etnológico, psicológico y sociológico. Este desfile de disciplinas, que no coinciden casi nunca, permite en el mejor de los casos un paralelismo útil, pero no una síntesis. Esto es lo que hizo el historiador de las religiones Mircea Eliade que, en su búsqueda de los dioses, movilizó a ocho disciplinas: la etnología, la filología, la lingüística, la antropología, la psicología, la historia, la sociología y la filosofía, que no convergen nunca. El autor procede a un erudito paralelismo disciplinario, pero no a una conjugación de los factores (Eliade).
En realidad, cuando se emprenden investigaciones relativas a varias disciplinas, lo que se hace es combinar segmentos de disciplinas y de especialidades, no disciplinas completas. Por ello yo prefiero la noción de hibridación, que denota la recombinación de fragmentos de ciencias.
Con frecuencia sucede, como demuestra la historia de las ciencias, que algunos de estos puntos chocan entre sí haciendo saltar chispas. En este momento, previsto o fortuito, es que se produce el descubrimiento, programado o inesperado. Estos puntos pueden situarse en sectores distintos, a veces alejados entre sí. Se habla entonces de un descubrimiento interdisciplinario. Pero, como en realidad son especialidades y no disciplinas completas las que coinciden, la noción de interdisciplinariedad debería sustituirse por la noción, más adecuada, de transespecialidad o poliespecialidad.
Conclusiones: de la Multidisciplinariedad a la interdisciplinariedad
Un trabajo muy completo sobre esta cuestión es de Carlos Miranda Levy (2009). Postula que la multidisciplinariedad es un elemento clave para la creatividad y la innovación, así como un requisito para la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad. Si bien puede sonar a un rebuscamiento innecesario, prefiero usar los tres términos para definir tres procesos o fenómenos distintos pero relacionados sobre el aprendizaje y la práctica holística del saber y las habilidades:
- Podemos iniciar por referirnos con el término «multidisciplinariedad» a la búsqueda del conocimiento, interés o desarrollo de habilidades en múltiples campos. La multidisciplinariedad es algo natural, común y que ocurre con cierta frecuencia. Por ejemplo, es común para los estudiantes: practicar deportes, tomar clases de matemática y ciencias naturales en la educación primaria, o clases de física, química y literatura en la educación secundaria, y de ética, filosofía, matemáticas y lengua en los ciclos propedéuticos o generales de a educación superior. Pero esta multidisciplinariedad no nos servirá de mucha ventaja, a menos que logremos conectar los saberes y valores de dichos campos.
- Interdisciplinariedad: Podemos llamar «interdisciplinariedad» a la habilidad y práctica de combinar e integrar actores, elementos y valores de múltiples áreas del saber, el conocimiento y la técnica práctica. A identificar sinergias, analogías, paradojas y enfoques desde múltiples puntos de vista y enfocados en distintos aspectos de los fenómenos y procesos que trabajamos. Esta interdisciplinariedad, requiere de estímulo, estructura y exploración de los campos envueltos, con experticios (palabra colombiana que alude a peritación) o expertos específicos de cada uno aportando valor al objeto de estudio o trabajo. En el caso de la creatividad e innovación en la educación, la interdisciplinariedad debe ser estimulada por los docentes y facilitadores, para que los estudiantes puedan identificar dichas oportunidades y ser capaces de asociar los conocimientos y habilidades adquiridos en cada campo y combinarlos para un mejor desempeño. En esta línea, sería recomendable que los docentes coordinaran sus programas de clase, lecciones y actividades prácticas para propiciar oportunidades de interdisciplinariedad y aprendizaje combinado entre múltiples áreas del saber. Es relativamente fácil su puesta en marcha y estímulo a través de la combinación puntual de disciplinas para fenómenos o áreas específicas, por ejemplo: música y matemáticas, astronomía y filosofía, física y anatomía, psicología y conducta animal, ingeniería mecánica y biología, literatura, historia y geografía, etc.
- Transdisciplinariedad: Podemos referirnos a la «transdisciplinariedad» como a la práctica de un aprendizaje y quehacer holístico, que trasciende las divisiones tradicionales del saber y el conocimiento, pero no necesariamente las ignora. Bajo un enfoque transdisciplinario, no compartimentalizamos un objeto de estudio o actividad dentro de una rama u otra del saber o la ciencia, sino que asumimos su naturaleza plural que trasciende áreas y emprendemos su exploración y descubrimiento abiertos a todas las ramas que nos lleve.
Leandro Sequeiros. Doctor en Ciencias y ha sido Catedrático de Paleontología y profesor de Filosofía de la Facultad de Teología de Granada. Colaborador de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión.
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