La gran historia de la vida (1º parte)

(Por Ignacio Núñez de Castro) Del 22 al 24 de marzo del año  2019 tuvo lugar en la ciudad de Ávila el IX Curso de la Cátedra Josefa Segovia bajo el tema “Nueva Cosmología: conciencia de los sagrado en cada realidad del Universo”. Las conferencias fueron publicadas en el libro: Nueva Cosmología: Conciencia de lo sagrado en cada realidad del Universo. Mª del Carmen Azaústre Serrano (Coord.), CITeS, Universidad de la Mística, Ávila, 2020, pp. 41-82. Dentro de este curso, el sábado 23 de marzo quien esto escribe pronunció una conferencia (“Origen, Vigor y Meta de los sonoros ríos de la Vida. Hacia una visión de la creación”) de la que se ofrece aquí una reelaboración para el blog FronterasCTR. Se puede decir que en el estudio de la vida en el Universo, de su origen, expansión, diversificación y evolución, así como la extinción de la mayor parte de la especies no podemos prescindir de la realidad del Tiempo (con mayúsculas, como solían escribirlo Bergson y Teilhard de Chardin). Al querer captar una imagen instantánea de la realidad, hemos asesinado a la misma vida, ya que su esencia es crecer, fluir como el río. Hasta una sola célula, grano natural de la vida, según Teilhard de Chardin, está siempre en una fase de su ciclo vital. El carácter histórico de la vida pertenece a su esencia. Presentamos la primera parte de esta conferencia.

 

 

Del 22 al 24 de marzo de 2019 tuvo lugar el IX Curso de la Cátedra Jose Segovia bajo el tema “Nueva Cosmología: conciencia de los sagrado en cada realidad del Universo”, publicado en el libro: Nueva Cosmología: Conciencia de lo sagrado en cada realidad del Universo. Mª del Carmen Azaústre Serrano (Coord.),CITeS, Universidad de la Mística, Ávila, 2020, pp. 41-82. Dentro de este curso, el sábado 23 de marzo quien esto escribe pronunció esta conferencia (“Origen, Vigor y Meta de los sonoros ríos de la Vida. Hacia una visión de la creación”) de la que se ofrece una reelaboración para FronterasCTR. Dada su extensión y densidad se ha dividido en dos partes.

 

Vigor, Origen y Meta de los sonoros ríos de la vida

Comenzamos con un texto litúrgico:

De mañana te busco, hecho de luz concreta,
de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, Vigor, Origen, Meta
de los sonoros ríos de la vida.

Este verso del jesuita, poeta y místico José Luis Blanco Vega,  perteneciente a la Liturgia de las Horas, resume en unas pocas palabras esta reflexión sobre el fluir misterioso de la vida dentro de laNueva Cosmología y sus referentes espirituales como conciencia de lo sagrado en cada realidad del Universo.

Quisiera en esta nueva visión del Universo, como la Gran Historia [ver  Udías, Agustín, S.J. , “La Gran Historia (Big History) y el Antropoceno: dos nuevos enfoques del pasado y del presente”,  Razón y Fe, nº 1437, 279 (2019), pp. 71-80] del Cosmos (cosmogénesis), hablar sobre el capítulo de la biogénesis, es decir la Gran Historia de la vida, a la luz de la Bioquímica y la Biología Molecular;  reflexionaremos sobre el origen de la vida, tal como la que conocemos, nacida en el planeta Tierra, igualmente meditaremos sobre el vigorque ella posee, ese impulso y fuerza creadora,  –élan vitalelo llamaría Henri Bergson-, que posibilita la evolución y finalmente nos introduciremos en el sentido, en la metafinal de los sonoros ríos de la vida.

La imagen del río, para referirse al acontecimiento de la aparición y evolución de la vida, mediante la herramienta de la filosofía procesual, es quizá la que mejor nos puede sugerir semejanzas para la comprensión de ese gran enigma, al cual llamamos vida, y de la que  formamos parte privilegiada nosotros los humanos.

El pensamiento procesual comporta una cosmovisión dinámica de toda la realidad. Como el río siempre fluye, todo ser vivo está también siempre fluyendo en una de las fases de su continuo proceso vital. Según Alfred N. Whitehead (página 104):”la descripción newtoniana de la materia abstrae la materia del tiempo. Concibe la materia en un instante. Así lo hace la descripción de Descartes”.

Sin embargo, en el estudio de la vida no podemos prescindir del tiempo, pues al querer captar una imagen instantánea de la realidad, hemos asesinado a la misma vida, ya que su esencia es crecer, fluir como el río. Hasta una sola célula, grano natural de la vida, según Teilhard de Chardin [El fenómeno humano, Taurus, 5ª Edición, Madrid (1971), p. 100;. Núñez de Castro, Ignacio, “La Biofilosofía de Teilhard de Chardin”, Pensamiento, 61 (2005), pp. 231-252] está siempre en una fase de su ciclo vital, conocidas como las fases G1, S, G2, M del ciclo celular [Alberts, B., Bary, Lewis D. L., Raff, M., Keith R., Watson, James, D., Molecular Biology of the cell, 3ª Ed. Garland Publishing Inc, New York, London (1994), pp. 863-910]

El carácter histórico de la vida pertenece a su esencia. [Para una sencilla introducción a la filosofía del proceso puede leerse: Bracken, Joseph, A. S.J.,Cristianity and Process Thought. Spirituality for a changing world, Templenton Foundation Press, Philadelphia (2006)]. La filosofía del proceso introduce el proceso frente al ser como referencia ontológica, lo dinámico frente a lo estático. Así pues, se puede definir  el proceso como el resultado de un conjunto secuencialmente estructurado de sucesivos estadios o fases en el que no existe solución de continuidad. [Núñez de Castro, Ignacio,  De la dignidad del embrión. Reflexiones en torno a la vida humana naciente, Universidad Pontificia de Comillas, Madrid (2008), p. 19].

La temporalidad es inherente al desarrollo de la vida

Al ser la vida un proceso dinámico es inherente a ella la temporalidad. El tiempo se desvela en la conciencia humana, como profunda y bellamente lo describió San Agustín en las Confesiones(Libro XI, 10-26) al poseer el ser humano la capacidad de envolver el pasado por la memoria y de atisbar el futuro por la  esperanza. Solamente podemos ver el instante actual de las cosas y personas presentes; el tiempo fluye como el agua del río entre los dedos de la mano.  A pesar de ello, podemos mentalmente hacer un corte sincrónico en el devenir del tiempo y estudiar la profusión y difusión del espléndido espectáculo de la vida en la actualidad; de la misma manera, podemos hacer el corte diacrónico a lo largo de la historia de nuestro planeta Tierra y ver tanto las huellas como vestigios fósiles que los organismos, llamados vivos, nos han ido dejando.

Si la célula es el grano elemental de la vida, hemos de enfocar la búsqueda hacia el origen de la primera célula, como un organismo, por pequeño que sea, de estructura y funciones integradas en todas sus manifestaciones en continuo intercambio de materia, energía e información con el medio [Núñez de Castro, Ignacio, “Génesis de la vida como dinámica procesual de la materia”, Pensamiento, 64, Serie especial, nº 2, (2008), pp. 741-770; “Categorías del discurso biológico”, En:  A. Dou editor: Evolucionismo y Culturas. Mensajero, Bilbao (1983), pp. 17-55].

En la actualidad encontramos que muchos seres vivos constan de una sola célula y sabemos que todos los organismos pluricelulares en la primera fase de su desarrollo ontogenético estaban constituidos por una sola célula: el cigoto. A lo largo de la historia del pensamiento nos encontramos con distintas cosmogonías míticas y religiosas que han intentado describir la aparición de los primeros organismos vivos. Aristóteles, además de hablar de la generación natural, no tuvo empacho en admitir la  generación espontánea para algunos insectos y los animales testáceos, así como la generación por corrupción; se tenía la experiencia de la aparición de ranas en las aguas estancadas del verano y diferentes tipos de gusanos al pudrirse los alimentos.

 

En busca de la primera célula

La cuestión sobre la generación espontánea fue resuelta por Louis Pasteur al proponer la solución con sus tres célebres experimentos de laboratorio, por lo que le otorgaron el premio ofrecido por la Academia Francesa en 1862, cerrando para siempre el debate sobre el origen espontáneo de la vida en las condiciones ambientales actuales. La generación espontánea dejó de tener vigencia en el pensamiento biológico y se acuñó la expresión: omne vivens ex vivo y su correspondiente “toda célula de otra célula”. La serie de experimentos de Pasteur confirmaban la teoría celular.

Ahora bien, partiendo únicamente de la ciencia experimental, si todo viviente proviene de un viviente anterior o prolongamos la cadena seres vivos in infinitum, o en el origen aconteció la aparición de una o varias primeras células. La unidad bioquímica de todos los vivientes, confirmada por  poseer los mismos veinte amino ácidos proteinogenéticos,  así como por las idénticas cuatro bases de los ácidos ribonucleicos (DNA y RNA), que constituyen el único código genético universal, reclama un solo principio universal para todos los viviente, propuesto como LUCA (acrónimo de Last Universal Common Ancestor). Desde un punto de vista puramente científico no nos es posible acudir a una causa sobrenatural para explicar el origen de todos los vivientes; la afirmación de una actuación de Dios caería fuera del método científico. Por otra parte, el acudir a la panspermia, es decir, atribuir el origen de la vida sobre el planeta Tierra a una semilla extraterrestre es sencillamente trasladar el problema a otro lugar [.Núñez de Castro, Ignacio, S. J., “Yo doy la muerte y la vida (Dt 32, 39). El origen de la vida: diálogo entre la Ciencia y la Teología”, Burguense, 53/1 (2012), pp. 215-242. Albarracín Teulón, Agustín, La teoría celular. Historia de un paradigma, o.c., pp. 33-97]

La intuición de Charles Darwin

Cuando Charles Darwin publicó la primera edición sobre El origen de las especiesen 1859, recordamos su célebre párrafo del final: “hay grandeza en esta opinión de que la vida, con sus diversas facultades, fue infundida en su origen por el Creador en unas pocas formas o en una sola” afirmaba[Darwin, Charles, El origen de las especies, Traducción deEnrique Godínez, Edición especial para El mundo, Ciro Ediciones, Madrid (2011), p. 503]. Y de alguna manera, reconocía un origen sobrenatural de la vida. Es curioso observar que este párrafo no fue corregido en la sexta edición de 1872, la última que se publicó en vida de Darwin y en la que, de hecho, corrigió otros muchos párrafos. Algunos autores creen que Darwin no quiso comprometerse borrando esta alusión al Creador. Mi opinión personal [Núñez de Castro, Ignacio S.J., “Ateísmo o agnosticismo de Charles Darwin”, Proyección,  43 (1996), pp. 251-264] es que Darwin al final de su vida era agnóstico; nunca quiso llamarse o que lo llamaran ateo (unbeliever) y mantuvo su referencia al Creador, como en la primera edición de 1859.

Para Charles Darwin ciertamente el origen y la evolución de la vida eran dos temas distintos. Revisando su amplia correspondencia, puede verse que más de una vez se refirió al problema del primer origen de los organismos vivos. En una carta a Joseph Hooker en 1871, esboza  una hipótesis de un origen abiótico de la vida, es decir su aparición a partir de una materia inanimada por causas únicamente naturales, -como corresponde al método científico-, en un caldo primigenio, en un ambiente de la Tierra completamente diferente al ambiente actual; Darwin, que conocía los experimentos de Pasteur, no era partidario de la generación espontánea en las condiciones ambientales presentes. Sin embargo, había leído un trabajo presentado en el Quartely Journal of Microscopical Science (1870)de William T. Thiselton-Dyers en el que, según la visión del filósofo Herbert Spencer, admitía que era posible la aparición de la vida, en sus primeros estadios, a partir de la materia inanimada. Ciertamente esta noticia conmovió el pensamiento de Darwin.

En la carta a Hooker,  Darwin afirmaba: “A menudo se dice que todas las condiciones para la primera producción de un organismo vivo se dan ahora, las cuales podrían haber estado aún presentes. Pero si  (¡y cuán gran suposición implica este si!) pudiéramos concebir en algún estanque cálido y pequeño, con toda clase de sales fosfóricas y amónicas, que recibiera luz, calor y electricidad, etcétera, un tal compuesto proteico  formado químicamente,  una vez formado, podría sufrir otros cambios de mayor complejidad, en las condiciones actuales este material sería devorado o absorbido al instante, lo cual no habría sido el caso antes de que las criatura vivas fueron formadas” [www.darwinproyect.ac.uk/letter/DCP-LETT-7471.xml]

Planteamientos bioquímicos sobre el origen de la vida

A pesar del gran influjo posterior de la obra de Darwin, hasta los años treinta del siglo XX no se volvió a plantear el problema bioquímico del origen de la vida. Tres científicos pertenecientes a áreas culturales muy diversas, John  Burdon S. Haldane en Inglaterra, Alexander I. Oparin en la Unión Soviética y Perre Teilhard de Chardin en Pekin (China)  propusieron de nuevo la hipótesis de un origen abiótico de la vida, sugerido ya en la carta de Darwin a Hooker.   La hipótesis de la “sopa o caldo primigenio” fue ganando plausibilidad. Haldane propuso la idea de que una atmósfera reductora, muy diferente a nuestra atmósfera actual oxidante, era necesaria para la evolución de la vida a partir de materia orgánica no viviente y de que la aparición de la vida había sido simultánea con el proceso de planetización.  El bioquímico británico Haldane pertenecía a la esfera de intelectuales ingleses afectos al partido comunista; sus escritos están teñidos de marxismo, al que consideraba el sistema filosófico más científico.

La postura de Pierre Teilhard de Chardin

Por su parte, el jesuita Teilhard de Chardin   estaba a punto de terminar el manuscrito del Fenómeno Humanoy en su obra afirma: “Estas páginas estaban escritas desde hacía mucho tiempo, cuando tuve la sorpresa de descubrir su misma sustancia en algunas líneas magistrales, recientemente redactadas por J. B. S. Haldane: En lo que llamamos Materia no encontramos ninguna huella evidente de pensamiento, ni de vida, -dice el gran bioquímico inglés-. Y por tanto, estudiamos de manera preferente estas propiedades allí donde se manifiestan con mayor evidencia. Más, si las perspectivas modernas de la ciencia son correctas, podremos esperar encontrarlas, por lo menos en su forma rudimentaria, a través de todo el Universo” [Pierre Teilhard de Chardin, El fenómeno humano, o.c., pp. 73 y 74]

Teilhard de Chardin en el Fenómeno humanohabía también propuesto igualmente una evolución química prebiológica. En palabras de Teilhard: “En una perspectiva coherente del mundo, la Vida presupone inevitablemente y en lontananza la Previda” (página 73).

Sobre los años cincuenta el químico descubridor del deuterio, Harold Clayton Urey, presentó su hipótesis sobre el origen de los planetas en su obra:The Planets: their origin and Development(1952). La hipótesis de Urey supone los siguientes pasos para la formación  de los planetas del sistema solar:

  • El sistema solar tuvo lugar a partir de una nube de gas y polvo proveniente de una primitiva supernova.
  • Seguidamente aconteció una concentración del 99% de la masa en el centro: formación el sol.
  • Seguidamente comenzaron a surgir los protoplanetas.
  • Después el sistema solar maduró a una forma próxima a la actual.
  • Sucedió simultáneamente un bombardeo de asteroides y la formación de la luna.
  • Todo ocurrió hace aproximadamente unos 4.600 millones de años.
  • La atmósfera sobre el planeta Tierra era reductora a una temperatura no muy elevada y sometida a fuertes radiaciones.

Las hipótesis de Stanley Miller y experimentos del español Juan Oró

Enseguida (1953) un joven estudiante, Stanley Miller, llevó al laboratorio la hipótesis de la síntesis de los componentes de los organismos vivos, de forma simultánea al proceso de planetización descrito por Harold Urey. Stanley Miller diseñó un experimento tan sencillo como famoso: construyó un aparato cerrado de circulación continua en el que introdujo los siguientes gases: H2, NH3, CH4, CO2 (hidrógeno, amoniaco, metano, anhídrido carbónico) y vapor de agua sometiendo la  mezcla a descargas eléctricas obscuras durante 48 horas. El resultado del experimento fue la síntesis de  una serie de compuestos orgánicos entre los que se encuentran varios de los veinte aminoácidos proteinogenéticos constituyentes de las proteínas de todos los seres vivos que conocemos.  El análisis de los componentes orgánicos, contenidos en el interior del meteorito carbonáceo, que en el año 1969 cayó en Murchison (Australia), dio prácticamente los mismos resultados  que se habían hallado en el experimento de Miller: casi los mismos componentes orgánicos, los mismos amino ácidos  y en las mismas proporciones.

Experimentos posteriores,  análogos al experimento de Miller, sobre todo los llevados a cabo por el bioquímico español Juan Oró Florensa (1923-2004),demostraron la posibilidad de pseudo-polimerización del ácido cianhídrico (CNH) para dar la base adenina (que responde a la fórmula elemental: C5N5H5). La adenina es una de las cuatro bases que se encuentran en los ácidos nucleicos, DNA y RNA, de todos los vivientes. También pudo demostrarse en simulaciones de la atmósfera primigenia la síntesis abiótica de azúcares a partir de  aldehído fórmico. Por otra parte, la  formación espontánea de micelas, dotadas de una membrana, semejante a las membranas de los organismos vivos, es una característica de los lípidos complejos, formados por cabezas polares hidrofilicas  y colas apolares hidrofóbicas, lo que nos explicaría la aparición de membranas biológicas, supuesto muy importante, ya que las membranas biológicas son un componente esencial y abundante en todas las células.

El mundo del RNA

La secuencia bioquímica de la reproducción, tal como la conocemos ahora, supone la duplicaciónde la información contenida en el DNA (ácido desoxiribonucleico), la transcripciónde esa información a los mRNA (ácidos ribonucleicos mensajeros) y la traduccióna proteínas; pero para todos estos procesos, comenzando por la síntesis del DNA, se necesitan proteínas enzimáticas que presidan las complejas reacciones bioquímicas. Este bucle, semejante al famoso bucle del huevo y la gallina, parece ser insalvable.

Sin embargo, en la década de los setenta del siglo pasado tres investigadores: Leslie E. Orgel, Carl Woese y Francis Crick llegaron independientemente a la misma conclusión: la vida primigenia ha de buscarse  no en las moléculas del DNA, sino en las moléculas de RNA, que tienen capacidad de autoduplicarse y ser catalíticas. Así los primeros organismos vivientes pertenecerían a ese mundo hipotético y extraño del RNA, en el que se pueden considerar tres fases: la primera sería la formación y encapsulación de los RNA catalíticos, la segunda vendría ocupada por el desarrollo del proceso de traducción a proteínasy la tercera correspondería a la aparición de la primera célula ancestral  LUCAcon la información contenida ya en el DNA.

En la actualidad muchos investigadores han vuelto de nuevo su mirada hacia el “estanque cálido” del que habló Darwin y enfocan sus esfuerzos hacia la explicación del nacimiento de la vida, en sus primeros estadios, en los surgimientos de las aguas termales. En las formaciones de Dresser en Australia aparecen unas rocas muy antiguas, en las que se encuentran microfósiles, que podrían reforzar la intuición de Darwin de que la vida comenzó en un pequeño y cálido estanque y no en los océanos.

 

El vigor de la vida

Desde el punto de vista científico podemos concluir que toda la Bioesfera procede de aquellas moléculas sencillas que, organizadas jerárquicamente en unidades individuales, dieron lugar a los primeros organismos hace unos 3.500 millones de años. Decíamos que todo ser vivo debe ser considerado como un proceso, ya que vivir es duración o la dilatación del ser en el tiempo. No es posible concebir la vida sin la dimensión temporal; el mismo Aristóteles definía la vida recurriendo a la experiencia humana temporal de nacer, reproducirse y morir. El principio de evolución, que Darwin tomó del filósofo Herbert Spencer y lo aplicó a la aparición de las especies biológicas, es la idea de que toda la realidad pasa gradualmente de un estado a otro a través del tiempo emergiendo siempre la novedad;  este principio constituye la raíz del pensamiento moderno. Desde el punto de vista etimológico el término evolución proviene de la raíz latina “evolvere” que significa la acción o efecto de desenvolverse, desarrollarse, desplegarse algo en el tiempo. La palabra evolución implica la idea de un proceso gradual y ordenado a diferencia de revoluciónque sería un proceso de despliegue súbito y posiblemente violento.

Charles Darwin y el vigor de la vida

Es interesante hacer notar que fue el cambio de escala temporal el que hizo cambiar a Charles Darwin viendo progresivamente el mundo desde los ojos de un biólogo con una escala de tiempo correspondiente a una o varias generaciones, al tiempo geológico o tiempo filogenético, medido en millones de años. Consideradas las poblaciones de individuos a escalas de tiempo generacional es muy difícil asistir al maravilloso espectáculo de la evolución. Hemos de tomar la distancia de las grandes escalas temporales, con la ayuda sobre todo de la Paleontología, para poder atisbar el proceso evolutivo, tanto la anagénesis(o evolución dentro de la misma especie), como la cladogénesis(o aparición de una nueva especie).

La idea del evolucionismo se hallaba, de alguna manera, muy en germen en la clasificación general de los seres vivos llevada a cabo por los naturalistas clásico. El naturalista aproxima entre sí los organismos que se asemejan y luego divide el grupo en subgrupos, (en el interior de los cuales es mayor aún la semejanza), pero a los naturalistas taxonomistas, desde Aristóteles a Linneo, les faltó mirar el universo con la dilatada escala temporal de millones de años con que la ven los geólogos. (No podemos olvidar que hasta bien entrado el siglo XIX se calculaba que habían pasado, ¡unos seis mil años desde la creación del mundo!; consecuentemente el Universo parecía estático, no había ninguna perspectiva temporal). Debemos al geólogoCharles Lyell y su principio de actualismoel habernos  ampliado la ventana de observación del tiempo y, por consiguiente, utilizar una escala temporal, -medida ya en centenares y  miles de millones de años-, para la explicación del troquelado actual de la corteza terrestre a consecuencia de la sedimentación, plegamientos, erupciones volcánicas, y erosión.

La evolución biológica: un concepto discutido

En el estudio de la evolución hemos de distinguir dos facetas: por una parte el hecho evolutivo en sí mismo y, en segundo lugar, las diferentes teorías que se han ido proponiendo en las dos últimas centurias para explicar este hecho  de la Historia natural. Como todo hecho histórico, los procesos evolutivos son únicos y por tanto irrepetibles en su totalidad.

El mismo vivir es dilatarse en el tiempo y consecuentemente “nada tiene sentido en Biología si no es a la luz de la evolución” decía el gran genetista Theodosius Dobzhansky. La evolución se ha convertido, pues, en un principio general de explicación en Biología. Quisiera aclarar un punto: el concepto evolución de los seres vivos se opone únicamente al fijismo, no a la creación de los mismos; la creación está siempre referida a la radical fundamentación del ser y su estudio, como tal, no puede entrar bajo el paradigma de las ciencias experimentales. Para la reflexión sobre la creación hemos de acudir a la Filosofía y a la Teología.

Otro aspecto muy diferente son las distintas explicaciones, que nos proporcionan las ciencias, para explicar el hecho histórico de la evolución. La pura explicación adaptativa y consecuente transmisión genética de los nuevos caracteres adquiridos de Jean Baptiste Monet Chavalier de Lamarck, de principios del siglo XIX, ha sido refutada experimentalmente y no puede dar razón de la historia evolutiva. Por otra parte,  Charles Darwin y Alfred Wallace publicaron juntamente en los Proceedings de la Sociedad Linneana de Londres en 1958,un año antes de la aparición de El origen de las especies de Darwin, un artículo en el que  acudían a la selección naturalcomo principio explicativo del origen de las especies. Con respecto a la selección natural, Darwin enfatizó la lucha por la supervivencia dentro de la misma especie, mientras que Wallace hizo hincapié en la presión  selectiva del medio.

El darwinismo en sus diferentes versiones [Núñez de castro, Ignacio “Charles Darwin y los darwinismos”, Paradigma, Revista Universitaria de Cultura, 8 (2009), pp. 26-31] ha tenido más éxito que la teoría de Wallace, aunque para su versión actual ha  sufrido varios retoques profundos a lo largo del siglo XX. El neodarwinismo conservó la afirmación gradualista y puso de manifiesto la actuación de la selección natural sobre las mutaciones genéticas aleatorias. Sobre la década de los setenta Stephen Gould modificó el neodarwinismo con la teoría de los equilibrios intermitentes. En la actualidad, la denostada epigénesis de los antiguos preformistas vuelve a tomar carta de ciudadanía, como una rama de la Biología, que estudia las interacciones durante el desarrollo entre los genes y el medio ambiente. La epigénesis representa el proceso mediante el cual el organismo en desarrollo se va adaptando a su entorno a partir de sus propias capacidades. La unión del neodarwinismo y la genética del desarrollo han constituido un nuevo paradigma conocido comoEVO-DEVO (evolution and development) para el estudio de la evolución.

¿Existe progreso evolutivo?

Prescindiendo de la vana discusión de si verdaderamente se da un progreso evolutivo o no, lo que ciertamente no se puede negar es que a lo largo de la historia natural del proceso evolutivo, desde el hipotético LUCA hasta elHomo sapiens, ha habido un incremento de la complejidad, hecho manifestado principalmente en las interacciones del sistema nervioso central en los primates.

 

Implicaciones filosóficas de la perspectiva evolucionista

Sin embargo, la evolución no parece orientada a la aparición de nuevas especies, podemos preguntarnos: ¿qué fuerzas han impulsado a la vida al ir conquistando nuevos modelos de adaptación a diferentes nichos ecológicos y esa biodiversidad que tanto nos maravilla? Para Darwin y los neo-darwinistas ortodoxos la única respuesta es la selección natural operante sobre las mutaciones aleatorias. Así se manifiesta Jacques Monod: “una sola fuente de ruido ha podido, ella sola, producir todas las músicas de la biosfera. La selección opera en efecto sobre los productos del azar, y no se puede alimentar de otros; pero en un dominio de exigencias rigurosas dentro de las cuales el azar está prohibido. De estas exigencias y no del azar la evolución ha sacado sus orientaciones generalmente ascendentes” (pág. 155).

Al llegar a la explicación de hombre, para Monod su aparición en el proceso evolutivo sería la de un raro ganador de una selección ciega y de esta manera “el hombre sabe en fin, que está solo en la inmensa indiferencia del Universo, donde él ha emergido por azar. Ni su destino, ni su deber están escritos en ninguna parte” (pág 224-225). Si cada mutación es un error de la transmisión de la información, el ser humano sería el error de los errores, su vida y su destino no tienen ningún sentido.

Richard Dawkins (página 7) como “consecuencia lógica del neo-darwinismo ortodoxo”, al que fielmente representa, encuentra en la ingente e imparable tendencia a la replicación de la molécula del ácido desoxirribonucleico, DNA, la única fuerza impulsora de la deriva evolucionista. Escribe: “Todos somos máquinas de supervivencia para el mismo tipo de replicador, las moléculas denominadas DNA. Hay muchas máquinas de prosperar en el mundo y los replicadores han construido una vasta gama de máquinas para prosperar explotándolas. Un mono es una máquina que preserva a los genes en la copa de los árboles, un pez es una máquina que preserva a los genes en el agua, incluso existe un pequeño gusano que preserva a los genes en la cerveza. El DNA opera de manera misteriosas” (ibid. Pág. 30).

Bergson y la Evolución creadora

Al igual que Monod, para Dawkins la evolución es una simple acumulación de errores. Por otra parte Henri Bergson, el autor de L’Évolution creatrice,encontró en la misma naturaleza y en todos los organismos un impulso, una fuerza o principio inmanente, l’élan vitale, responsable de la evolución., “que desde su originaria unidad se desdobla y se multiplica, se ramifica y se diversifica, pues el impulso vital es la gran fuente de la vida”.Para Bergson la misma vida es como una causa especial que se sobrepone a la materia que es, a su vez, un  instrumento necesario para su desarrollo y un obstáculo.

La lectura de Henri Bergson en sus años de Teología en Hasting (Reíno Unido) impresionó al joven jesuita Pierre Teilhard de Chardin. Según nos cuenta él mismo al final de su vida: “En el curso de mis años de Teología en Hasting (…) fue cuando, poco a poco, -mucho menos que como una noción abstracta como una presencia-, fue creciendo en mí, hasta invadir por entero todo mi cielo interior, la conciencia de una Deriva profunda, ontológica y total del Universo en torno a mí. ¿Bajo qué influencias o qué impacto, siguiendo qué proceso y a través de qué etapas apareció ese sentimiento y echó unas raíces tan profundas en mí? …No sabría decirlo”. [teilhard de Chardin, Pierre, El corazón de la materia, Sal Terrae, Santander(2002), p. 26-27].

Sin embargo la lectura de Henri Bergson, al que Teilhard confiesa que no le llegó a comprender totalmente, -había leído L’Évolution creatrice-, no fue una conversión entusiasta al bergsonismo, “sino en atizar en el momento querido, y durante un breve instante, un fuego que devoraba ya mi corazón y mi espíritu”; Bergson ayudó más bien al joven estudiante jesuita a una toma de conciencia personal, según Claude Cuénot, al “encuentro de una evidencia interior y la simple necesidad de comprender los datos de la ciencia, que solo el evolucionismo hace inteligibles. La evolución (…) se convierte en un centro de polimerización para el espíritu humano” (página 68). Podemos preguntarnos: ¿cuál era para Teilhard de Chardin la fuerza impulsora de la deriva universal  de la evolución?

La respuesta teilhardiana es la llamada “ley de complejidad conciencia”.A los dos infinitos pascalianos: al abismo de lo muy grande y al abismo de lo muy pequeño, el jesuita añadió el tercer abismo de la complejidad [Teilhard de Chardin, Pierre, El grupo zoológico humano, Taurus, Madrid (1957), pp. 35-36].  Según Teilhard de Chardin hay “una relación secreta, tal vez, entre la gravedad newtoniana de condensación (engendradora de los astros) y la ‘gravedad’ de complejificación (engendradora de la vida). En todo caso ambas no funcionan sino solidariamente” (ibidem, pág. 47)

 

Conclusión

A lo largo de las páginas anteriores hemos presentado una perspectiva interdisciplinar sobre el origen de la vida y sobre la expansión, desarrollo y evolución de la vida en el planeta Tierra. No se trata solo de una cuestión de los científicos. Si nuestra mente es abierta detectamos enseguida las evidentes implicaciones filosóficas que pueden llevar a trascender nuestros pensamientos y encontrarnos con experiencias interiores numinosas. Es lo que tratamos en la segunda parte de este artículo. El epígrafe  III.- La meta de los sonoros ríos de la vida   nos llevará a descubrir nuevos horizontes. Recurrimos al comienzo para referirnos a la historia de la vida a la imagen evocadora del río, cuya esencia es el fluir. ¿Hacia dónde fluye la corriente de la vida desde que apareció, tal como la conocemos, hace unos 3.500 millones de años sobre el planeta Tierra?

 

Ignacio Núñez de Castro. Catedrático de Bioquímica y Biología molecular. Colaborador de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

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