Racionalidad vs Irracionalidad (V)

(Por Adolfo Castilla) Terminamos en esta entrega la referencia hecha a Heidegger, al que hemos catalogado como uno de los verdaderos introductores de la irracionalidad en la filosofía occidental. Tras ello mencionamos por primera vez, la llamada, French Theory, a la que más adelante se prestará cierta atención. Es una simple nota previa a la poderosa influencia de la irracionalidad en el pensamiento francés del siglo XX. Antes, nos detenemos en la filosofía analítica y comenzamos a hablar de Wittgenstein, de forma resumida y esquemática, por supuesto, como hacemos en toda esta serie de contribuciones.

 

Más sobre Heidegger

Decir, adicionalmente, que la obra de Heidegger se apoyó en la Fenomenología transcendental de su maestro Husserl y, por supuesto, en lo aportado por Nietzsche, del que fue un gran lector.

Insistió también, como éste último, en que los filósofos presocráticos fueron los que pusieron el énfasis en el ser, y que Sócrates, Platón y Aristóteles, cambiaron el énfasis poniéndolo en los entes. Entre estos últimos hay que mencionar a: Dios, Naturaleza, Materia, Sustancia, Voluntad…, o, en otras palabras, lo que es, lo que existe o lo que puede existir.

Consideró que, con los tres autores griegos clásicos mencionados, se cambió de un énfasis en lo ontológico a un énfasis en lo óntico. Es decir, se olvidó el SER y se pasó a estudiar los ENTES, lo cual, a su vez, llevó a la metafísica. Por lo que consideró fundamental volver al SER y destruir dicha metafísica.

El siguiente paso fue hacerse la pregunta de, ¿dónde se puede estudiar el SER?, concluyendo que solo en el hombre mismo. Pero, ¿en qué hombre?  No hay duda para Heidegger, en el hombre consciente, en el hombre consciente de su existencia. Es lo que llamó DASEIN, a lo que ya nos hemos referido.

Aunque es un poco repetir lo ya dicho, volvemos a indicar que DASEIN es un ser abierto a su existencia y a la no existencia de fundamento en la misma, con mil posibilidades abiertas, aunque inciertas todas ellas. En los entes, sin embargo, hay una existencia cerrada y completa. Lo que son les viene dado. Su existencia está determinada y completada.

Aboga Heidegger por la “existencia auténtica”, la cual viene a ser lo mimo que el DASEIN y considera que los hombres caen en lo que llama, Das Man, o existencia no auténtica.

Y, finalmente, las posibilidades del hombre están limitadas por la seguridad de su muerte, la cual debe ser aceptada y tenida muy en cuenta. El DASEIN es un “ser para la muerte”.

Y quizás una nota más en relación con la influencia inicial en Heidegger del neokantismo, corriente filosófica muy extendida en Alemania en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX. Wilhelm Dilthey (1833-1911), por ejemplo, un neokantiano y a la vez filósofo destacado de la época, y hermeneuta, dio mucha importancia a los “estudios humanos subjetivos” y trató de crear unas “Ciencias del Espíritu”.

También Kierkegaard y su insistencia en la existencia del hombre como base de toda filosofía, influyó de forma destacada en la primera etapa de Heidegger.

Amor por el arte y la poesía

Heidegger fue testigo, además, del gran éxito de Fiódor Dostoyevski (1821 – 1881) y su nihilismo trágico, que tanto había influido en Nietzsche, así como de las traducciones de otros autores rusos como Iván Turguénev, (1818greg. –  1883greg), o el mismo Léon Tolstoi (1828-1910).

Su lectura y familiarización con los poetas alemanes fue intensa, tanto con el mismo Friedrich Hölderlin (1770-1843), como Novalis (1772-1801) o Heinrich Heine (1797-1856) y Friedrich Schelling (1775 – 1854), lejanos a su época, así como otros más cercanos, Rainer Maria Rilke (1875 – 1926) y Georg Trakl (1887 – 1914).

Era amante del arte y la poesía a los que consideraba cercanos a la filosofía, en línea con el romanticismo alemán.

Era también un crítico profundo de la tecnología y de los avances científicos que alejaran al hombre de su mundo diario y pequeño. Fui muy crítico, por ejemplo, de la NASA cuando puso el primer hombre en la Luna. Se comportó siempre, en resumen, como un aldeano de la Selva Negra.

En el libro, Locura filosofal (2005), de Nigel Rodgers y Mel Thompson (Editorial Melusina) se lo define como, “mago, depredador, campesino y nazi”. Este libro está dedicado a recrear la vida y la obra de una serie de filósofos contemporáneos, la mayor de ellos citados aquí, para mostrar que sus vidas no eran tan ejemplares como sus obras. Al principio incluyen las siguientes explicaciones: ”Aquellos que acuden a la filosofía para que les guíe en su proyecto vital deben ser advertidos: sin duda el saber filosófico puede iluminar y hacer que la persona mejore, pero también puede desorientar, confundir y, a la postre, aniquilar”. “Lamentablemente, la vida de la razón no necesariamente conduce a una vida razonable…”

Dos citas importantes para terminar con Heidegger

“Solo un Dios puede aún salvarnos” es una famosa frase de Heidegger sobre la que me permito copiar dos conocidas citas:

1) “Heidegger es criticado por no haber desarrollado una ética (o no haberlo hecho de una manera concisa), su filosofía es mucho más fecunda en ofrecer un arte de vida y un modo de presenciar el mundo, es decir, de estar en el mundo y habitar poéticamente. En este sentido Heidegger continúa el acercamiento a la existencia como una obra de arte de Nietzsche, pero sin su vehemencia, de una manera mucho más delicada, cercana al taoísmo o al zen, como han notado algunos críticos, o recuperando la sensibilidad de Hölderlin, quien, junto con los presocráticos, Aristóteles y su maestro Husserl, fuera la más importante influencia en el pensamiento del filósofo de Friburgo”. Tomado de “SÓLO UN DIOS PUEDE SALVARNOS’: LA ÚLTIMA ENTREVISTA DE HEIDEGGER”, Web pijamsurf,

https://pijamasurf.com/2019/06/solo_un_dios_puede_salvarnos_la_ultima_entrevista_de_heidegger/ .

Asimismo, recogemos una pequeña parte de la entrevista a la que el artículo anterior se refiere, realizada por DER SPIEGEL, diez años antes de su muerte, pero publicada tras su fallecimiento, con el título de “Solo un Dios puede aún salvarnos”.

2) “HEIDEGGER: Con esta pregunta volvemos al comienzo de nuestra conversación. Si se me permite contestar de manera breve y tal vez un poco tosca, pero tras una larga reflexión: la filosofía no podrá operar ningún cambio inmediato en el actual estado de cosas del mundo. Esto vale no sólo para la filosofía, sino especialmente para todos los esfuerzos y afanes meramente humanos. Sólo un Dios puede aún salvarnos [Nur noch ein Gott kann uns retten]. La única posibilidad de salvación la veo en que preparemos, con el pensamiento y la poesía, una disposición para la aparición del dios o para su ausencia en el ocaso; dicho toscamente, que no «estiremos la pata», sino que, si desaparecemos, que desaparezcamos ante el rostro del dios ausente.

SPIEGEL: ¿Hay una relación entre su pensamiento y la venida de  ese dios? ¿Hay entre ellos, a su juicio, una relación causal? ¿Cree Ud. que podemos traer al dios con el pensamiento?

HEIDEGGER: No podemos traerlo con el pensamiento, lo más que podemos es preparar la disposición para esperarlo”.  (Misma fuente anterior)

Parece haber llegado al final de sus días sin estar satisfecho de sus aportaciones, sin creer haber resuelto nada y sin respuestas a sus angustiosos interrogantes. Lo mismo que nos pasa a muchos.

 

French Theory, una primera mención, y filosofía analítica

La verdad es que la dosis de “realismo”, dicho en un sentido coloquial, de Nietzsche y Heidegger, o de destrucción de la metafísica o el mundo del espíritu absoluto de Hegel, explica la importancia de estos dos filósofos en lo que siguió a lo largo del siglo XX. Sirve, en particular, para destacar su influencia en la lista de filósofos franceses ya mencionada, a la que nos vamos a referir enseguida. Todos ellos constituyen lo que los americanos llamaron hace unos años, French Theory. Se les considera, a los dos filósofos alemanes, sobre todo al primero, como los introductores de la irracionalidad en el mundo occidental y del irracionalismo, como corriente filosófica. La mayoría de los filósofos franceses a los que nos referiremos, fueron seguidores de ambos.

El irracionalismo en su aspecto más positivo, dice, sencillamente, que el bien y la verdad, no solo se pueden alcanzar con la razón. Hay otras formas por encima de la compresión racional, como, por ejemplo, la voluntad personal, la individualidad y el subjetivismo existencial. Y no es solo el bien y la verdad lo que nos preocupa a los hombres, también nos preocupa el arte, las sensaciones y los sentimientos. Es decir, el hombre tiene que combinar armónicamente, su voluntad, su inteligencia y su sensibilidad.

Pero antes de entrar en el deslumbramiento de los filósofos franceses ante el “realismo” de Nietzsche y Heidegger al tomar al hombre y su ser como único tema de interés filosófico, nos detendremos en el papel jugado por la filosofía analítica, lo aportado por el positivismo lógico y el Círculo de Viena, ligeramente por la Escuela de Fráncfurt, por la obra de Carnap, Popper, Kuhn y otros, y, quizás también, por el pragmatismo americano.

Son movimientos, no exactamente irracionalistas, pero sí críticos con el racionalismo de la modernidad.

El primer paso en esa dirección lo daremos haciendo una breve introducción a la filosofía analítica y a la obra de Bertrand Russell, para muchos, el mejor filósofo del siglo XX. Categoría, esta última, que otros aplican a Wittgenstein o a Heidegger.

Bertrand Russell (1872- 1970), nacido en Gales, en el seno de una familia noble, fue el gran impulsor de la filosofía analítica, de la mano, quizás, de otros muy conocidos autores como, Gottlob Frege (1848 – 1925), su compañero G. E. Moore (1873 – 1958), su alumno aventajado Ludwig Wittgenstein (1889-1951) y su colega y coautor de los tres tomos de su famoso libro, Principia mathematica, Alfred North Whitehead (1861- 1947).

 

El origen de la filosofía analítica

De todos ellos, el verdadero padre de la filosofía analítica, pasa por ser, Frege, un matemático, lógico y filósofo alemán, al que se le considera, en efecto, padre de la lógica matemática y de dicha filosofía analítica, y que se concentró en sus estudios en la filosofía del lenguaje y de las matemáticas. No fue muy conocido en su época, pero Russell y sus colaboradores lo reivindicaron y difundieron sus ideas. A lo que también contribuyó, con anterioridad, el matemático, lógico y filósofo italiano, Giuseppe Peano (1858 – 1932).

Hay quien clasifica la filosofía de principios del XX en tres grandes escuelas: la filosofía ideológica, o idealista, la fenomenología y la filosofía analítica.

La última es una corriente, o escuela, típicamente anglosajona y con raíces en el empirismo inglés. Éste último, como quizás se ha dicho ya, es la reacción anglosajona al racionalismo y tiene como figuras destacadas a Francis Bacon (1561-1626), Thomas Hobbes (1588 – 1679), John Locke (1632-1704) el obispo George Berkeley (1685 – 1753), David Hume (1711- 1776) y el mismo John Stuart Mill (1806-1873). Aunque hunde sus raíces en autores ingleses medievales, como, Juan Duns Escoto (1266- 1308) y Guillermo de Ockham (c. 1280/1288-1349), los dos teólogos y frailes franciscanos británicos, el primero escocés y el segundo inglés, pertenecientes a la escolástica.

Por cierto, que Stuart Mill fue padrino de bautismo de Russell, aunque murió cuando éste todavía era un bebé de meses.

El empirismo, teoría, o enfoque filosófico, con énfasis en la experiencia y en la evidencia como origen del conocimiento, está en clara oposición al racionalismo de las ideas innatas y del espíritu absoluto. Se parte siempre del mundo sensible, de las percepciones y de las sensaciones, para crear las ideas abstractas.

Los conocimientos empíricos eran en la antigüedad griega y romana los que servían a médicos, artesanos y constructores de puentes y calzadas para hacer su función. Los anglosajones lo utilizaron como punto de arranque del pensamiento y la filosofía, creían en la existencia de la realidad y en que accedemos a ella por las sensaciones y la experiencia física.

Hoy, como es lógico, hay poca diferencia entre una forma y otra de enfrentarse a los conocimientos filosóficos y las dos se utilizan complementariamente en el proceso, siempre heurístico, de reflexión y elaboración de teorías explicativas sobre nuestro mundo y nuestra vida.

Pero, sí la había a finales del siglo XIX, cuando Russell inició su vida activa.  Ingresó en 1890 en el Trinity College de Cambridge para estudiar matemáticas, materia a la que se había dedicado desde los trece años con la ayuda de su hermano. En el cuarto año de su estancia en este destacado centro, comenzó a estudiar filosofía, terreno al que atrajo a su amigo George Edward Moore.

En un momento determinado lideró lo que se ha llamado la “rebelión británica contra el idealismo”, de Hegel y sus seguidores, entre ellos algún filósofo inglés de la época.

Unido a ello está la creación de la filosofía analítica, de la que se considera uno de los fundadores, como hemos adelantado ya.

 

Algunos elementos de la filosofía analítica

Para decir algo de esa filosofía conviene recordar lo que es la lógica en sí y lo que es la lógica matemática. Sobre lo primero hay dos definiciones en cualquier diccionario que consultemos:

— Parte de la filosofía que estudia las formas y principios generales que rigen el conocimiento y el pensamiento humano, considerado puramente en sí mismo, sin referencia a los objetos.

— Método o razonamiento en el que las ideas o la sucesión de los hechos se manifiestan o se desarrollan de forma coherente y sin que haya contradicciones entre ellas.

Es la parte de la filosofía que, de una manera formal, analiza la estructura o formas de pensamiento (tales como conceptos, proposiciones, razonamientos) con el objeto de establecer razonamientos o argumentos válidos o correctos.

“Además de estudiar las estructuras que conforman el pensamiento, a la lógica le interesa descubrir las leyes y los principios que permiten conducirnos con rigor, precisión y verdad hacia el conocimiento”.

La lógica matemática o lógica simbólica, por otra parte, es el estudio formal de la lógica y su expresión, cuando se puede, en forma de símbolos y fórmulas.

Trata de utilizar la lógica formal en el desarrollo de las matemáticas y en sus explicaciones, así como, en sentido inverso, la aplicación del bagaje matemático de símbolos y ecuaciones a la lógica formal filosófica.

Las dos materias se han enriquecido en ese proceso, y Russell, junto con su maestro Whitehead, en los tres tomos de Principia mathematica, publicados entre 1910 y 1913, trataron de deducir la mayor parte de los conocimientos matemáticos de la época a partir de unos cuantos principios y axiomas. Sus esfuerzos resultaron bastante inútiles, años después, en 1931, cuando Kurt Gödel formuló su principio de incompletitud, según el cual es imposible demostrar la inconsistencia de ningún sistema matemático.

Los Principia siguieron teniendo importancia y, de hecho, cuando a partir del verano de 1956 se acuñó el nombre de Inteligencia Artificial y se presentaron por parte de Allen Newell (1927-1992) y Herbert Simon (1919- 2001) los programas Logic Theory Machine (1956) y General Problem Solver (GPS) (1957), las primeras cosas que se programaron fueron las demostraciones lógicas recogidas en dicho libro.

La filosofía analítica que se extendió por todos los países anglosajones, surge en gran manera de la lógica matemática y se construye en contra del idealismo alemán, buscando cosas concretas en las que apoyarse para reflexionar y encontrar la verdad. Sus impulsores pusieron énfasis en el análisis conceptual y en la clarificación máxima de conceptos para poder entenderse. Se supone que son máximos defensores de la claridad, rigor y solidez de las argumentaciones. Muy pronto, en ese sentido, entraron en el análisis del lenguaje.

 

Aspectos formales de la filosofía analítica

Al final la filosofía analítica es una forma de aproximarse a los problemas filosóficos, caracterizada, según se puede ver en Internet, por:

“Un especial interés en el estudio del lenguaje y el análisis lógico de los conceptos, considerando tanto la lógica formal, como el lenguaje ordinario”.

“Una posición más bien escéptica respecto de la tradición metafísica”.

“Una conexión con la tradición empirista, tanto en espíritu, estilo, foco y análisis filosófico”.

“Una autoproclamada afinidad con la investigación científica

“Una contraposición respecto a otras tradiciones filosóficas. Principalmente en relación a la llamada Filosofía Continental, aunque también a las diferentes formas de Filosofía Oriental”.

Frente a los sistemas conceptuales sólidos y cerrados de la filosofía continental, la filosofía analítica parece más bien un método, aunque sus seguidores la han aplicado a multitud de áreas filosóficas. Dichos seguidores son muchos y destacados, tales como, aparte de los ya mencionados:  Ludwig Wittgenstein (1889-1951), Karl Popper (1902-1994), Isaiah Berlin (1909- 1997) y los integrantes del Círculo de Viena, y más adelante Willard Van Orman Quine (1908 – 2000), Saul Kripke (Nacido en 1940), John Searle (Nacido en 1932), Donald Davidson (1917 – 2003) y Richard Rorty (1931- 2007), entre muchos otros.

Y, finalmente, y en cuanto al papel de los filósofos y la utilidad de la filosofía, cuestión que tanto nos preocupa en estas notas, solo decir que Bertrand Russell, en su larga vida (97años), fue un personaje muy influyente en, las matemáticas, lógica, teoría de conjuntos, filosofía del lenguaje, epistemología, metafísica, ética y política. Fue, además, un destacado activista social pacifista contra la guerra y consiguió el Premio Nobel de Literatura de 1950.

 

Wittgenstein  

Por pensar muy originalmente se considera a Ludwing Wittgenstein (1889-1951) uno de los grandes filósofos del siglo XX. Muy joven y en medio del fragor de la primera guerra mundial, siendo teniente del ejército austro-húngaro, escribió su primer y gran libro, Tractatus logico-philosophicus. Estaba terminado en 1918, año en el que volvió a Viena, para marchar poco después al frente sur, en donde fue hecho prisionero por los italianos y no liberado hasta 1919. La primera edición de su libro es de 1922 (bilingüe alemán-inglés), aunque antes había aparecido en una conocida revista alemana. No publicó nada más en vida, aunque póstumamente se publicaron varias obras suyas, de entre las que hay que mencionar, Investigaciones filosóficas y Los cuadernos azul y marrón.

Se interesó inicialmente por la ingeniería aeronáutica, marchando a estudiar, primero a Berlín y luego a Manchester. Parece que en 1911 inventó y patentó un motor a reacción. Pero en Inglaterra se interesó pronto por la filosofía y entró en contacto con Bertrand Russell, George Moore y el propio John Maynard Keynes.

Se alistó en el ejército en la primera guerra mundial, y es curioso que a lo largo de 1914-1916, es decir, en plena guerra, escribiera su libro apoyándose en contactos por correspondencia con Russell y sus amigos ingleses.

Después de publicar su libro consideró que ya no había nada más que hacer y decir en filosofía e hizo cosas inauditas. Renunció a una herencia impresionante (su padre había pasado por ser la persona más rica del mundo en su época) en favor de sus dos hermanas, incluyendo en el contrato de cesión, que no le devolverían el dinero y las propiedades, aunque se lo pidiera él mismo. Se hizo maestro de escuela y vivió de ello y de la jardinería durante casi diez años. Durante ese tiempo mantuvo su relación con el mundo de la filosofía, asistió a congresos y se vio con sus antiguos colegas de Cambridge, en particular con Russell.

Finalmente, en 1928, tras la asistencia a un congreso en Viena, regresó al mundo de la filosofía y en 1929 se incorporó de nuevo a Cambridge. Con sus 40 años hizo un doctorado, para lo cual utilizó su obra () y contó con la ayuda especial de sus amigos en dicha universidad que lo consideraban un genio. Le resolvieron todo, en primer lugar, el tema de su subsistencia, ya que para entonces era pobre de solemnidad.

En 1938 se nacionalizó británico y al año siguiente sustituyó a G E Moore en su catedra de Cambridge, y aunque trabajó mucho, pronto decidió estudiar medicina, cosa que hizo, sin llegar a terminar los estudios. Volvió a su cátedra en 1944, pero la abandonó definitivamente en 1947. Siguió con sus trabajos, pero también con su extraña vida. En 1948 pasó un largo periodo de tiempo viviendo solo en una playa. En el verano de 1949 estuvo en los Estados Unidos y a continuación regresó a Cambridge donde al final de ese año le diagnosticaron una grave enfermedad (cáncer de próstata) de la que murió en 1951, sin haber dejado que se la trataran médicamente.

En los años finales de su vida trabajó mucho en Investigaciones filosóficas y en su última obra, Sobre la certeza, la cual terminó justo antes de morir

Se suelen establecer dos etapas en la obra de Wittgenstein, una la relacionada con el Tractatus y su labor posterior en Cambridge, y otra la relacionada con su segundo libro más importante en términos de importancia: Investigaciones.

En la primera es fundamental su libro y la forma compleja de escribirlo, en la que no hay argumentaciones, sino aforismos. Está todo relacionado con los siete grandes aforismos que lo constituyen:

  1. El mundo es todo lo que acaece.
  2. Lo que acaece, los hechos, es la existencia de estados de cosas.
  3. Una representación lógica de hechos es un pensamiento.
  4. Un pensamiento es una proposición con significado.
  5. Una proposición es una función de verdad de las proposiciones elementales (una proposición elemental es una función de verdad de sí misma).
  6. La forma general de una función de verdad es: [p, ξ, N(ξ)]. Esta es la forma general de una proposición.
  7. Sobre lo que no podemos hablar debemos guardar silencio.

 

Artículo elaborado por Adolfo Castilla, doctor en Ingeniería, catedrático de economía aplicada, y colaborador de la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

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