Descubrir el «espíritu» en tiempos de COVID-19

(Por María Dolores Prieto Santana) En castellano la palabra “espíritu” se puede escribir con mayúscula y con minúscula. Cuando se escribe con letra mayúscula, nos estamos refiriendo en sentido teológico al Espíritu de Dios, al Espíritu Santo, la fuerza de la divinidad que impulsa el cosmos desde dentro. Cuando se usa la letra minúscula, “espíritu” puede significar muchas cosas. El Diccionario de la Real Academia española inserta once significados de “espíritu” y una docena de expresiones con la palabra “espíritu”. La pandemia de COVID-19 nos puede ayudar, desde las fronteras, a descubrir el espíritu en el Cosmos, en los seres humanos y en Dios. Desde la fe, este “espíritu” (fuerza, esperanza, impulso) nos señala la presencia misteriosa del “Espíritu” de Dios en el corazón de la Materia.

La palabra “espíritu”, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua española, tiene muy diversos significado. Derivada de la raíz latina “spiritus”, puede significar muchas cosas:

  1. m. Ser inmaterial y dotado de razón.
  2. m. Alma racional.
  3. m. Principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo. El espíritu de una ley, de unacorporación, de un siglo, de la literatura de una época.
  4. m. Vigor natural y virtud que alienta y fortifica el cuerpo para obrar. Los espíritus vitales.
  5. m. Ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo.
  6. m. Vivacidad, ingenio.
  7. m. diablo(‖ ángel rebelado). U. m. en pl.
  8. m. Vapor sutilísimo que exhalan el vino y los licores.
  9. m. Parte o porción más pura y sutil que se extrae de algunos cuerpos sólidos y fluidos por medio deoperaciones químicas.
  10. m. Signo ortográfico con que en la lengua griega se indica la aspiración o falta de ella.
  11. m. Rel. Don sobrenatural y gracia particular que Dios suele dar a algunas criaturas. Espíritu de profecía.

espíritu áspero

  1. m. Signo ortográfico de la lengua griega que indica la aspiración de una vocal inicial.

espíritu de contradicción

  1. m. Genio inclinado a contradecir siempre.

espíritu de la golosina

  1. m. coloq. Persona falta de nutrición o muy flaca y extenuada.

espíritu de sal

  1. m. ácido clorhídrico.

espíritu de vino

  1. m. Alcohol mezclado con menos de la mitad de su peso de agua.

espíritu inmundo

  1. m. En la Sagrada Escritura, diablo(‖ ángel rebelado).

espíritu maligno

  1. m. diablo(‖ príncipe de los ángeles rebelados).

espíritu rudo

  1. m. espíritu áspero.

Espíritu Santo

  1. m. Rel. En el cristianismo, tercera persona de la Santísima Trinidad.

espíritu suave

  1. m. Signo ortográfico de la lengua griega que indica la falta de aspiración de una vocal inicial.

espíritu vital

  1. m. Sustancia sutil y ligerísima que se consideraba necesaria para la vida del animal.

espíritus animales

  1. m. pl. Fluidos muy tenues y sutiles que se suponía que servían para determinar los movimientos de losmiembros del cuerpo humano.

espíritus elementales

  1. m. pl. Según ciertas creencias, espíritusque habitan en diversos elementos naturales; p. ej., losgnomos en la tierra, las ondinas en las aguas, los elfos y las sílfides en el aire, etc.

beber alguien el espíritu a otra persona

  1. loc. verb. beber la doctrina.

dar, despedir, o exhalar, el espíritu

  1. locs. verbs. Expirar, morir.

levantar el espíritu

  1. loc. verb. Cobrar ánimo y vigor para ejecutar algo.

pobre de espíritu

  1. loc. adj. Dicho de una persona: Desprendida de los bienes y honores mundanos.

 

Como puede fácilmente deducirse es una palabra con una gran cantidad de significados. En este trabajo, basado en un reciente texto (agosto de 2020) del teólogo Leonardo Boff  [mailto:boffsemanal-bounces@servicioskoinonia.org] con el título “Covid-19 nos hace descubrir espíritu en el cosmos, en el ser humano y en Dios”, encontramos algunas claves que invitan a una espiritualidad más enraizada en la realidad desde la experiencia dolorosa y esperanzadora de la pandemia del COVID-19.

 

El COVID-19 desde una mirada contemplativa de la realidad

Para Leonardo Boff, toda actitud contemplativa de Dios parte de la experiencia interna de la mirada a la realidad de nuestro mundo. Coincide en este punto con la experiencia que propone Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales.

Para San Ignacio, Contemplar es enfocar la realidad tal como es -¡con los cinco sentidos! -en expresión de Ignacio- pero para poder descubrir a través de ella el misterio que la envuelve. Sin esta mirada profunda, desaparece el misterio y aparecen con frecuencia las miradas superficiales, pasajeras, “intrascendentes”…

La contemplación es una palabra en torno a la cual  concentran su atención  las grandes espiritualidades–teresiana, carmelitana, ignaciana- etc.- que acuden a ella no sólo como método de oración –aunque se necesita un buen entrenamiento- sino como la mejor manera de colocarse externa e internamente ante el misterio -encerrado en Cristo Jesús- que se convierte en la mediación absoluta para –conociéndole, siguiéndole y amándole-  conocer al Dios-Padre que se manifiesta en todos sus dichos y hechos. La humanidad de Jesús, -con gran acierto- pasa a ser el medio y la finalidad de la contemplación cristiana en general  y de las espiritualidades concretas en particular.

La contemplación es, por tanto, más una actitud fundamental –salir de sí para dejarse empapar de los misterios de Cristo nuestro Señor- más que una técnica –por importante que ella sea- donde la meta es más llegar al vacío existencial  y al silencio absoluto, que la de sentirse, en el fondo de uno mismo -en “quietud” y “trasparencia”- habitado por otro que sostiene y alimenta nuestra existencia. Y es en ese encuentro profundo donde surge un aspecto fundamental de la contemplación: el tono afectivo y amistoso en que se desenvuelve, consiguiendo así la amistad en estado puro –“como un amigo habla a otro amigo”- (S. Ignacio) o “… tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Santa Teresa).

Si somos, en definitiva, lo que contemplamos y, sobre todo cómo contemplamos, la mirada se entrena sin duda en la oración pero hay que ejercitarla también en la vida para así, en expresión de Ignacio: “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”, o en lenguaje teresiano, la contemplación (o consolación) no hay que guardarla para uno mismo sino que “es para las flores” (la fe, la esperanza y la caridad) es decir, no solo para regar el campo de nuestro interior sino el jardín existencial  del amor y la gracia de Dios.

Conocer a fondo, a los grandes maestros de oración, es un regalo que nunca agradeceremos suficientemente. Desde San Ignacio, la experiencia del mes de Ejercicios sería una auténtica escuela y un auténtico camino –método y contenido incluidos- para familiarizarse en la contemplación, así como en el modo como Santa Teresa formula y describe su experiencia  sirve “de ejemplo” para ayudar y enseñar a otros.

 

Vivir el espíritu en tiempos de incertidumbre por el COVID-19

Nuestro planeta Tierra atraviesa una de las crisis globales más imprevisibles y de consecuencias más inciertas del antropoceno. Agustín Udías, ha desarrollado este concepto en el marco de lo que se empieza a denominar la “Gran Historia” con sus repercusiones educativas y espirituales en el Proyecto Gran Historia (Big History Project).

El PGH (BHP en inglés), desde el punto de vista educativo, introduce a los alumnos al campo multidisciplinar de la Gran Historia que comienza con el origen del universo en el Big-Bang, continúa con lo que hoy las ciencias nos dicen de sucesos y procesos que han sucedido en la formación de las galaxias, las estrellas, la Tierra y la evolución de la vida sobre ella, la emergencia del hombre y las varias formas de sociedades humanas y su historia hasta nuestros días.

Los alumnos que siguen estos cursos aprenden también a descubrir las distintas teorías científicas y su historia, detrás de nuestro conocimiento del universo y la evolución de la vida sobre la Tierra de la cual somos parte, y a analizar los acontecimientos más relevantes de la historia de la humanidad y su proyección hacia el futuro. Se piensa que esto ayudará a desarrollar una visión unitaria del hombre en el universo, como parte de un proceso cósmico y cultural, por encima de particularismos nacionalistas, a veces presentes en los cursos de historia tradicionales.

BHP es más que un simple programa académico consistente en establecer unos determinados cursos, tanto a nivel de educación secundaria como universitaria, sino que trata de crear una nueva visión multidisciplinar de la historia, que incluya toda la evolución del universo del que somos parte. Esta visión ayudaría a integrar en el alumno en una unidad las distintas asignaturas de ciencias y humanidades. Además, se piensa que los colegios y universidades en las que se imparte este tipo de enseñanzas llegarán a formar una verdadera red mundial de instituciones que promueven este tipo de enseñanza.

 

La GH y la visión de Teilhard de Chardin 

Aunque con el nombre de GH, esta visión del universo, de la vida y del hombre se remonta solo a hace un par de décadas, tiene muchos precedentes, como, por ejemplo, a mediados del siglo XIX con las obras de Alexander von Humbold y Robert Chambers.

En especial, podemos encontrar mucha semejanza con la visión del paleontólogo jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin, presentada sobre todo en su obra El fenómeno humanocompuesta entre 1938 y 1940, pero no publicada hasta 1955, después de su muerte. La visión de Teilhard tiene muchos puntos de contacto con la presentada por la GH.

Teilhard empieza su obra con un primer capítulo sobre la materia del universo diciendo: “Desplazar un objeto hacia atrás en el pasado equivale a reducirle en sus elementos más simples”. De esta forma, empieza con los elementos más simples de materia y energía. La teoría del Big-Bang publicada por Georges Lemaître en 1927, y conocida por Teilhard, no era todavía generalmente aceptada. Teilhard identifica el proceso en el tiempo de la evolución del universo con el del incremento en complejidad, que formula como la ley de consciencia y complejidad.

De esta forma, el punto de partida cósmico de la visión de Teilhard coincide con la propuesta de la GH.  La siguiente parte trata de la aparición de la vida y su evolución sobre la Tierra, para la que Teilhard usa el término de la biosfera (como en la GH) como una nueva envoltura terrestre.

A ella sigue el nacimiento del pensamiento con el hombre, con su extensión sobre la Tierra, formando una nueva envoltura, la noosfera (término también usado en la GH). Teilhard fue, en realidad, de los primeros en utilizar este término. Teilhard continúa su pensamiento con el proceso de incremento de la socialización de la noosfera, que hoy llamamos globalización, en el que juega un papel importante el progreso científico.

Este proceso, según él, debe ser convergente hacia lo que él llama el Punto Omega, donde se llevará a cabo su definitiva unidad (esta convergencia no está contemplada en la GH). Teilhard añade que para el creyente el Punto Omega se identifica con Dios, uniendo de este modo la visión científica con la fe religiosa.

Es difícil no ver los muchos puntos de contacto del pensamiento teilhardiano y las propuestas de la GH. Llama la atención, por lo tanto, que Teilhard no aparezca citado en la última obra de Christian sobre la GH, teniendo en cuenta que El fenómeno humano se publicó por primera vez en inglés en 1959 y su pensamiento está muy extendido en países de lengua inglesa. Sí es utilizado, sin embargo, por otros autores de la Gran Ciencia como Cynthia Stokes Brown, quien ha publicado dentro del BHP una biografía corta de Teilhard.

 

Una época anémica… de espíritu

Según Leonardo Boff, “Vivimos en una época particularmente anémica de espíritu. La falta de políticas gubernamentales por parte del actual Presidente de Brasil para atacar la Covid-19, muestra algo más que falta de empatía y de solidaridad con los más de cien mil muertos causados ya en el país. Muestra –lo que es más grave– falta de espíritu. Parece que el Presidente vive aún en el estadio pre-humano de los primates. No cuida ni ama la vida, la vida de su pueblo”.

Hay que añadir, además, que la cultura del capital, que se basa en el consumo, ahogó el espíritu en la materialidad opaca. Y sin espíritu perdemos lo que hay de mejor en nosotros: la comunicación libre, la cooperación solidaria, la compasión amorosa, el amor sensible y la sensibilidad cordial por el otro lado de todas las cosas, de donde nos vienen mensajes de belleza, de grandeza, de admiración, de respeto, de veneración y de trascendencia.

En una de las más importantes fiestas de la tradición cristiana, Pentecostés, los cristianos celebran la irrupción del Espíritu sobre los atemorizados seguidores de Jesús. Los transformó en valientes mensajeros de su mensaje liberador, alcanzándonos hasta el día de hoy. En este momento trágico en que se ahoga el espíritu, que es lo mismo que el asesinato de la vida, abandonada a causa de un virus, que el actual Presidente negacionista considera como una simple gripe, cabe una reflexión sobre el espíritu con minúscula, y el Espíritu con mayúscula.

El espíritu: primero lo experimentamos en el Universo, después en nosotros

Somos singularmente portadores de gran energía. Es el espíritu en nosotros. El espíritu, en la perspectiva de la nueva cosmología (la ciencia que estudia el surgimiento del universo, su expansión y evolución, hacia dónde se dirige, cuál es su sentido y cuál nuestro lugar dentro de este proceso), es tan ancestral como el cosmos. Espíritu es la capacidad que los seres tienen –incluso los más originarios, como los hadrones, los topquarks, los protones y los átomos– de relacionarse, intercambiar informaciones y de crear redes de inter-retro-conexiones, responsables de la unidad compleja del todo. Es propio del espíritu crear unidades cada vez más altas y elegantes.

El espíritu, en primer lugar está en el mundo; sólo después está en nosotros. Entre el espíritu de un árbol y el nuestro, la diferencia no es de principio. Ambos son portadores de espíritu. La diferencia radica en el modo de realización. En nosotros, los seres humanos, el espíritu aparece como autoconciencia y libertad. En el árbol, por su vitalidad y relaciones con el suelo, con los rayos solares, las energías de la Tierra y del cosmos, él se siente, se relaciona, se nutre y nutre la propia naturaleza, captando CO2y dándonos oxígeno, sin el cual no podemos vivir.

El espíritu humano es ese momento de la conciencia en que ella se siente parte de un todo mayor, capta la totalidad y la unidad y se da cuenta de que un hilo une y reúne todas las cosas, haciendo que sean un cosmos y no un caos. Por relacionarse con el Todo, el espíritu en nosotros nos hace ser un proyecto infinito, una apertura total a los demás, al mundo y a Dios.

La vida, la conciencia y el espíritu pertenecen por lo tanto al cuadro general de las cosas, al universo, más concretamente a nuestra galaxia, la Vía Láctea, al sistema solar y al planeta Tierra, el lugar donde vivimos. Para que surgieran fue necesario un ajuste refinadísimo de todos los elementos, especialmente de las llamadas constantes de la naturaleza (la velocidad de la luz, las cuatro energías fundamentales, la carga del electrón, la radiación atómica, la curvatura del espacio-tiempo, entre otras). De no haber sido así, no estaríamos aquí escribiendo/leyendo sobre esto.

Refiero sólo un dato tomado del clásico libro del astrofísico y matemático Stephen Hawking, Una Breve Historia del Tiempo (2005): «Si la carga eléctrica del electrón hubiera sido ligeramente diferente, habría roto el equilibrio de la fuerza gravitatoria y electromagnética de las estrellas, y, o habrían sido incapaces de quemar el hidrógeno y el helio, o habrían explotado. De una u otra forma la Vida no habría podido existir» (p. 117). La Vida pertenece al cuadro general de todas las cosas y es vida poseída por el espíritu.

El llamado “principio antrópico” débil y fuerte

Para facilitar la comprensión de esta refinada combinación de factores, se acuñó el término «principio antrópico»(que tiene que ver con el ser humano, anthopos). Por él se trata de responder a esta pregunta que se plantea naturalmente: ¿por qué las cosas son como son? La respuesta sólo puede ser: porque si hubieran sido diferentes, nosotros no estaríamos aquí. Respondiendo así, ¿no caeríamos en el famoso antropocentrismo que afirma que todas las cosas sólo tienen sentido cuando se ordenan al ser humano, considerado el centro de todo, el rey y la reina del universo?

Existe ese riesgo. Por eso los cosmólogos distinguen el principio antrópico fuertey el débil. El fuertedice: las condiciones iniciales y las constantes cosmológicas se organizaron de tal manera que, en un momento dado de la evolución, la vida y la inteligencia debíansurgir necesariamente. Esta comprensión favorecería la centralidad del ser humano. El principio antrópico débiles más cauteloso y afirma: las precondiciones iniciales y cosmológicas fueron articuladas de tal manera que la vida y la inteligencia podríansurgir. Esta formulación deja abierto el camino de la evolución, que se rige cada vez más por el principio de indeterminación de Heisenberg, y por la autopoiesis de Maturana-Varela.

Pero mirando hacia atrás, a los miles de millones de años transcurridos, constatamos que en realidad ocurrió así: hace 3.800 millones años surgió la vida y hace unos cuatro millones de años, la inteligencia. En esto no hay una defensa del «diseño inteligente» o de la mano de la Divina Providencia. Sólo que el universo no es absurdo. Viene cargado de propósito. Hay una flecha del tiempo que apunta hacia adelante.

Como dijo el astrofísico y cosmólogo Freeman Dyson: «Parece que el universo de alguna manera sabía que algún día íbamos a llegar», y preparaba todo para que pudiéramos ser acogidos y hacer nuestro camino de ascensión en el proceso evolutivo» (Breuer, Das anthropologische Prinzip).Curiosamente, cuando en el proceso evolutivo aparecieron las flores (antes era todo verde), en ese momento surgió nuestro antepasado. Parece que el universo y Dios le prepararon una cuna de flores para resaltar la alta calidad de este ser que estaba iniciando su jornada por los siglos hasta llegar a nosotros.

¿Es el universo autoconsciente y portador de espíritu?

Es esta una cuestión debatida en el mundo de la reflexión en las fronteras de los saberes.

El gran matemático y físico cuántico Amit Goswami apoya la tesis de que el universo es autoconsciente (El universo autoconsciente, 2002).

Para algunos, como Leonardo Boff, en el ser humano se encuentra una manifestación singular, por la cual, el propio universo, a través de nosotros, se ve a sí mismo, contempla su majestuosa grandeza y alcanza cierta culminación. Cabe también considerar que el cosmos está en génesis, autoconstruyéndose. Cada ser muestra una propensión a irrumpir, crecer y brillar. El ser humano también. Apareció en escena cuando ya estaba el 99,96% de todo lo demás. Él es expresión del impulso cósmico hacia formas más complejas y altas de existencia.

Algunos lanzan la siguiente idea: ¿pero no será todo pura casualidad? El azar no se puede excluir, como lo muestra Jacques Monod en su libro El azar y la necesidad, que le valió el Premio Nobel de biología. Pero el azar o el acaso no lo explican todo. Los bioquímicos han demostrado que para que los aminoácidos y las dos mil enzimas subyacentes a la vida pudieran aproximarse, constituir una cadena ordenada y formar una célula viva serían necesarios billones y billones de años. Más tiempo, por lo tanto, que el que tienen el universo y la Tierra. Tal vez el recurso al azar podría mostrar nuestra ignorancia. Es mejor decir que no sabemos.

En este sentido, la visión del universo, de Pierre Teilhard de Chardin,según la cual se vuelve cada vez más complejo y así permite la aparición de la conciencia y la percepción de un punto Omega de la evolución hacia el que nos estamos dirigiendo, tal vez sea la más apropiada para expresar la dinámica misma del universo.

¿No sería aconsejable callar, reverentes y respetuosos, ante el Misterio de la existencia y el sentido del universo?

Después de estas reflexiones ya estamos preparados para poder abordar la dimensión teológica del espíritu como Espíritu Creador siguiendo el hilo del discurso intelectual de Leonardo Boff.

El Espíritu Creador y la cosmogénesis

Y por excelencia. Está presente en la primera página de la Biblia cuando se narra la creación del cielo y de la tierra. Se dice que sobre tohuwabohu, sobre el caos, más bien, sobre las aguas primordiales “soplaba una ruah” (un viento, una energía) impetuosa (Gn 1,2). Sacó todo de aquel caos, los seres inanimados, los animados y el ser humano. A éste, sacado del polvo como todos los demás, Dios le “insufló en sus narices ruahde vida, el espíritu, y se convirtió en un ser vivo” (Gn 2,7). En el capítulo 37 de Ezequiel irrumpe de forma incomparablemente plástica la fuerza vital del espíritu. Cuando éste viene, los huesos resecos se cubren de carne y se transforman en vida.

También las expresiones más nobles del ser humano se atribuyen a la presencia del espíritu en él, como la sabiduría y la fortaleza (Is 11,2), la riqueza de ideas (Jo 32,28), el sentido artístico (Ex 28,3), el ardiente deseo de ver a Dios, el sentimiento de culpa y la consiguiente penitencia (Ex 35,21; Jr 51,1; Esd 1,1; Sal 34,19; Ez 11,19; 18,31).

Dios “tiene” espíritu

Esta fuerza creadora y vivificante es poseída eminentemente por Dios. Las Escrituras hablan a menudo del espíritu de Dios (ruah Elohim). Se le da a Sansón para tener fuerza portentosa (Jue 14,6; 19,15), a los profetas para tener el valor de denunciar en nombre de los pobres de la tierra las injusticias que padecen, para hacer frente al rey y a los poderosos, y anunciarles el juicio de Dios.

Especialmente en el judaísmo inter-testamentario se esperaba para el fin de los tiempos la efusión del espíritu sobre toda criatura (Jl 2,28-32; Hch 2,17-21). El Mesías será “fuerte en espíritu” y vendrá dotado de todos los dones del espíritu (Is 11,1).

En este contexto de judaísmo tardío surge la tendencia a personificar el espíritu. Sigue siendo una cualidad de la naturaleza, del ser humano y de Dios, pero su acción en la historia es tan densa que comienza a ganar autonomía. Así se dice, por ejemplo, que “el espíritu exhorta, se aflige, grita, se alegra, consuela, reposa sobre alguien, purifica y santifica y llena el universo”. Nunca se piensa en él como una criatura, sino como algo de la dimensión divina que, cuando se manifiesta en la vida y la historia, las transforma.

El Espíritu es Dios, Dios es Espíritu

Esta comprensión empezó a cambiar cuando se acuñó una expresión decisiva: espíritu de santidado “espíritu santo”. Esta formulación tiene una cierta ambigüedad, pues se puede decir espíritu santo para evitar decir el nombre de Dios, cosa que los judíos evitan hasta hoy, como para designar al mismo Dios. “Santo”, para la mentalidad hebraica, es el nombre de Dios por excelencia, lo que equivale a decir en la comprensión griega: Dios como trascendente, es decir, distinto de todo y de cualquier ser de la creación.

En resumen, podemos afirmar: con la palabra espíritu (ruah) aplicada a Dios (Dios “tiene” espíritu, Dios envía a su espíritu, el espíritu de Dios) los judíos expresaban la siguiente experiencia: Dios no está atado a nada, irrumpe donde quiere, confunde los planes humanos, muestra una fuerza que nadie puede resistir, revela una sabiduría que vuelve estulticia todo nuestro saber. Así Dios se mostró a los dirigentes políticos, a los profetas, a los sabios, al pueblo, especialmente en tiempos de crisis nacional (Jue 6,33; 11,29; 1Sm 11,6).

Del mismo modo que se le da al rey para que gobierne con sabiduría y prudencia, en el caso del rey David (1Sm 16,13). Así también se le dará al siervo sufriente, carente de toda pompa y grandilocuencia (Is 42,1). En Isaías 61,1 se dice explícitamente: “El espíritu de Yavé está sobre mí, porque Yavé me ha ungido… para anunciar la liberación a los cautivos y la buena noticia a los pobres”, texto que Jesús se aplica a sí mismo en su primera aparición en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,17-21). Finalmente, el espíritu de Dios no sólo señala su acción innovadora en el mundo, sino que apunta al propio ser de Dios. El espíritu es Dios. Y Dios es Espíritu. Como Dios es santo, el Espíritu será el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo penetra todo, abarca todo, está más allá de cualquier limitación. “¿A dónde podré ir lejos de tu espíritu?, ¿a dónde escaparé de tu mirada? Si subo hasta los cielos, allí estás tú; si bajo al abismo, allí también te encuentro” (Sal 139,7). Incluso el mal no está fuera de su alcance. Todo lo que tiene que ver con cambio, ruptura, vida y novedad tiene que ver con el espíritu. El Espíritu Santo está tan unido a la historia que ella se transforma de profana en historia santa y sagrada.

El Espíritu en un mundo sin espíritu y en degradación

Según la Teología clásica, seguida por Leonardo Boff, hoy sentimos la urgencia de la irrupción del Espíritu Santo como en la primera mañana de la creación. La «Carta de la Tierra», ante una crisis mundial ecológica con energías negativas que nos pueden arrastrar al abismo, afirma: «Como nunca antes en la historia, el destino común nos invita a buscar un nuevo comienzo… Esto requiere un cambio de la mente y del corazón. Requiere un nuevo sentido de interdependencia global y de responsabilidad universal… Todavía tenemos mucho que aprender de todos los que participan en la búsqueda de la verdad y la sabiduría (final)».

El Papa Francisco dice igualmente en su encíclica sobre el cuidado de la Casa Común: “Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra Casa Común como en los dos últimos siglos” (nº 53). «Si no cambiamos nuestro actual estilo de vida insostenible sólo puede terminar en catástrofe» (nº 161).

 

Conclusión

Según Leonardo Boff, cabe al Espíritu iluminar nuestra mente y transformar nuestro corazón. Si no hacemos esa conversión, difícilmente escaparemos de las amenazas que pesan sobre el sistema-vida y el sistema-Tierra. Cabe al Espíritu la capacidad de transformar el caos destructivo en caos creativo, como obró en el primer momento del Big Bang. Él puede transformar la tragedia, como la actual de Covid-19, en una crisis acrisoladora que nos permita dar un salto cualitativo hacia un nuevo orden, más alto, más humano, más cordial, más amoroso y más espíritual. El universo, la Tierra y cada uno de nosotros somos templos del Espíritu. Él no permitirá que sea desmantelado y destruido. Esta es una petición urgente en la actual situación, cuando la Tierra como un todo es atacada por un virus letal que está diezmando muchos miles de vidas.

Es importante suplicar al Espíritu: ¡Ven, Espíritu Creador! “Ven a renovar la faz de la Tierra”, “Ven pronto y con urgencia”, calienta nuestros corazones, y abre un horizonte de sentido y de esperanza a nuestra realidad humana deshumanizada y ahora en peligro, porque están desapareciendo miles y miles de personas víctimas de la Covid-19. La ciencia, la técnica y la vacuna son fundamentales; pero sólo con ellas no está garantizado que evitemos volver a lo que era antes. Para eso necesitamos otro espíritu, que dé centralidad a lo que importa: la vida, la cooperación, la interdependencia, la generosidad y el cuidado de la naturaleza y de unos a otros. Si no hacemos este giro paradigmático, este cambio de paradigmas, podemos ser atacados nuevamente y de forma aún más letal.

 

María Dolores Prieto Santana, educadora y antropóloga, colaboradora de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

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