(Por Adolfo Castilla) Sabemos que la capacidad intelectual del hombre, su sensibilidad y su racionalidad evolucionan continuamente y llevan a una mayor comprensión de nuestro mundo, así como, eventualmente, y a pesar de las diferencias entre personas, a una mayor autoconsciencia. No hay problema por otra parte en hablar de la consciencia y del psiquismo del hombre a estas alturas de su evolución, pues existe una dinámica muy estudiada del pensamiento del hombre, de su subjetividad, de su comportamiento, de la adquisición de conocimientos, de su imaginación, creatividad e inventiva, de su libre albedrío y de su ética, de su capacidad de organizarse y gobernarse, de su habilidad para crear instituciones y formular leyes y políticas de actuación y de mil temas más. Hay, en resumen, mucho material para trabajar sin necesidad de cuestionarse los fundamentos. ¿Por qué sin embargo nos preguntamos una y otra vez por el aparente dualismo entre materia y espíritu, materia y consciencia, o materia y actividad intelectual?
Para reflexionar sobre la forma cómo el hombre se ha ido haciendo consciente, utilizaré entre otras referencias, los trabajos y enseñanzas de un peso pesado de estos temas que además es un amigo entrañable y un maestro siempre dispuesto a explicar las cosas más complicadas con paciencia y mucho empeño. Se trata de Javier Monserrat, filósofo, teólogo y psicólogo, autor de innumerables y destacadas obras de las que de momento entresacaré el magistral libro, La percepción visual.La arquitectura del psiquismo desde el enfoque de la percepción visual[1]. Un tema, por cierto, en el que trabajó de forma muy destacada el psicólogo norteamericano, Jerome James Gibson (1904 – 1979), al que Monserrat cita ampliamente en su libro. Uno de sus artículos recientes publicado en el último número de la revista “Cuenta y Razón”, de título, “Los paradigmas de la neurociencia actual”, nos servirá de guía para lo que sigue.
EL CONTEXTO TEÓRICO
Antes, me gustaría recordar que Jean Gebser (1905-1973), el autor al que tanta atención hemos prestado en nuestro blog Cognotecnología, es considerado un filósofo dedicado al estudio de la evolución de la consciencia.
Asimismo debo decir que en el libro de Gary Lachman (nacido en 1955)[2], glosado también con amplitud en Cognotecnología, al hablar de dicha evolución se menciona a Erich Neumann (1905–1960), psicólogo israelí, alumno brillante de Gustav Jung (1875-1961) y autor de un libro notable: Los orígenes e historia de la conciencia(en alemán Ursprungsgeschichte des Bewusstseins), obra publicada en 1949[3].
Asimismo, y por último de momento, hemos acudido al filósofo español (más americano e italiano que español, si consideramos los países en los que pasó su vida, aunque nunca quiso perder su nacionalidad), George de Santayana (o Jorge y Giorgio, nombres que también usó) y en concreto a su libro, La vida de la razón o fases del progreso humano[4], una obra sumamente interesante a pesar de proceder de los años 1905 y 1906.
Javier Monserrat en su artículo no se refiere exactamente a la historia de la consciencia sino a las distintas teorías sobre la naturaleza de la consciencia y su origen que han sido formuladas. Habla, de hecho, de los diversos paradigmas, modelos, patrones o conceptualizaciones, de la consciencia, que se han producido, particularmente en el último siglo o poco más. La mayor parte de los autores básicos que menciona han vivido y realizado sus aportaciones a lo largo del siglo XX, como enseguida veremos.
Utiliza el término “psiquismo” para referirse a lo que nosotros llamamos subjetividad, intelectualidad, consciencia y espíritu, lo cual es sin duda más preciso, y considera que las teorías más realistas y probablemente verdaderas, son las que surgen de los avances recientes de la neurociencia.
El resumen final, que es lo que más nos interesa en este trabajo, es que, de acuerdo con el paradigma más actual, el denominado, emergentista-evolutivo-funcional, el psiquismo es producto o está fuertemente relacionado con las redes neuronales o interrelaciones que se crean en el cerebro entre neuronas y sinapsis. Las ideas abstractas y el mundo de la mente — por entendernos de algún modo, aunque hay autores, filósofos y científicos, que no creen en la mente, o que creen que la mente es el mismo cerebro sin más – procede de dichas redes neuronales, las cuales se crean y se destruyen en el cerebro con mucha plasticidad.
En relación con esa cuestión se ha trabajado mucho en los últimos tiempos en los “correlatos neuronales”, sobre todo mediante el uso de la imagen por resonancia magnética funcional, la resonancia magnética nuclear, la electroencefalografía y otras técnicas avanzadas. Con ellas se determinan las partes del cerebro que se activan cuando el cerebro ejecuta algunas de sus tareas habituales.
Hay muchos científicos modernos que han trabajado en dichos correlatos, entre ellos, Francis Crick (1916-2004), descubridor junto con James D. Watson (nacido en 1928) de la estructura molecular del ADN y premio Nobel de Medicina de 1962, también junto a Watson y a Maurice Wilkins; su alumno Christof Koch (nacido en 1956); Giulio Tononi (nacido en Italia en fecha desconocida); y el gran Gerald Edelman (1929-2014), premio Nobel de 1972, y quizás el maestro de todos ellos en estos temas.
Dentro de ese paradigma emergentlsta-evolutivo-funcional, Monserrat recoge cinco teorías: 1) la debida al filósofo y sociólogo alemán, Arnold Gehlen (1904 – 1976) de corte biológico; 2) la del neuro-psicólogo y médico ruso Aleksandr Lúriya (1902 – 1977), también conocido como Alexander Luria, que trabajó en la localización en el cerebro de los sistemas funcionales que dan lugar a los procesos psicológicos superiores; 3) la basada en las aportaciones del paleo-antropólogo keniano Louis Leaky (1903-1972) y varios miembros de su familia, del también paleo-antropólogo, este surafricano, Phillip Tobias (1925–2012) y del neuro-fisiólogo australiano, John Eccles (1903-1997), relacionadas todas con la vida en comunidad del hombre y con la aparición de lenguaje: 4) la aportada por el médico y zoólogo austriaco Konrad Lorenz (1903-1989) y su colaborador Rupert Riedl (1925 – 2005), austriaco y zoólogo también, relacionadas con la psicología y epistemología evolutivas y con la etología o estudio del comportamiento de los animales; y 5) la del filósofo español Xavier Zubiri (1898-1983) introductor del concepto de «inteligencia sentiente», en el que se combinan lo intelectual con lo sensorial.
Exponemos seguidamente diversas aproximaciones que ilustrarán la forma en que la consciencia es abordada hoy por la ciencia.
PERFILES DE LA PRESENCIA DE LA CONCIENCIA EN LA ONTOLOGÍA DEL UNIVERSO
1.- Neurociencia y Consciencia. Los eslabones perdidos
Todos esos enfoques o aproximaciones a la aparición de la consciencia, se basan, según lo indicado por Javier Monserrat, en el paradigma más actual sobre la historia y naturaleza de la consciencia: el emergentista-evolutivo-funcional (EEF)[5].
En su excelente artículo, Los Paradigmas de la Neurociencia Actual, publicado en Cuenta y Razón, número 34, 2015, se analizan las distintas teorías formuladas sobre esta cuestión las cuales se cruzan con dos paradigmas o interpretaciones generales sobre el psiquismo humano. Además del paradigma EEF mencionado, más actual y más compartido, explica Monserrat en su artículo el paradigma mecanicista-reduccionista-computacional (MRC), más antiguo, y quizás superado hoy.
Los cinco enfoques (o teorías) sobre la emocionalidad, subjetividad, consciencia y racionalidad del hombre, se adscriben a autores muy conocidos, con obras desarrolladas a lo largo del siglo XX. Como dice Monserrat en su artículo, los enfoques no son excluyentes unos de otros, y más bien, digo yo, se solapan, y todos los autores tienen razón en parte. El mundo espiritual del hombre, su psiquismo, es lógico que dependa de todo lo que el hombre es: de su vida como un animal más, de su dimensión biológica, de la evolución a que está sometido, de su entorno, de los esfuerzos que tiene que realizar para vivir, de su vida en sociedad, del lenguaje y sus necesidades de comunicación, de la ciencia, el arte, la tecnología y del pensamiento formal o filosofía por él generados, y como decimos hoy con más insistencia, del desarrollo de su cerebro y de las nuevas redes neuronales continuamente generadas dentro de él.
Pero más que esas dimensiones de la vida del hombre a estas alturas de la historia, tendría sentido plantearse cuestiones como las siguientes: ¿cómo un primer individuo de nuestra especie comenzó a hacerse preguntas en relación con el mundo en que habitaba y sobre las cosas que veía a diario?; ¿cómo llegó a separarse de ese mundo en el que vivía “como pez en el agua” y empezó a verlo con cierta distancia?; o, ¿cómo el hemisferio izquierdo del cerebro, entrando ya en explicaciones neurológicas, se diferenció del hemisferio derecho?
En cualquier caso, sabemos que la capacidad intelectual del hombre, su sensibilidad y su racionalidad evolucionan continuamente y llevan a una mayor comprensión de nuestro mundo, así como, eventualmente, y a pesar de las diferencias entre personas, a una mayor autoconsciencia. No hay problema por otra parte en hablar de la consciencia y del psiquismo del hombre a estas alturas de su evolución, pues existe una dinámica muy estudiada del pensamiento del hombre, de su subjetividad, de su comportamiento, de la adquisición de conocimientos, de su imaginación, creatividad e inventiva, de su libre albedrío y de su ética, de su capacidad de organizarse y gobernarse, de su habilidad para crear instituciones y formular leyes y políticas de actuación y de mil temas más. Hay, en resumen, mucho material para trabajar sin necesidad de cuestionarse los fundamentos.
¿Por qué sin embargo nos preguntamos una y otra vez por el aparente dualismo entre materia y espíritu, materia y consciencia, o materia y actividad intelectual?
Sin duda porque hay aspectos sin explicar todavía y que resultan verdaderamente extraños. No sabemos cómo de la redes neuronales, de los engramas, surgen los fenómenos mentales conocidos por todos los hombres. Sabemos de la existencia de correlatos entre ellos, pero hay un último paso imposible de explicar todavía. No sabemos qué son, cómo se forman y dónde se alojan las imágenes que vemos cuando soñamos, los recuerdos que somos capaces de traer a nuestra mente, las nuevas ideas surgidas de nuestro interior, los inventos, la ciencia, la tecnología, los poemas escritos por algunos, las obras literarias, musicales, pictóricas o de otro tipo, los sentimientos, las emociones, la subjetividad en general, la racionalidad y la consciencia, entre muchos fenómenos más siempre en movimiento por algún sitio de nuestra mente[6].
Si utilizáramos los ordenadores actuales cómo referencia podríamos indicar que en sus circuitos y microprocesadores se mueven y se almacenan ceros y unos transformados por nuestra habilidad en impulsos y no impulsos eléctricos. Podríamos añadir además que el ordenador puede transformar los trenes digitales, o trenes de ceros y unos, en las imágenes con todo el colorido del mundo que aparecen en una pantalla, en los sonidos que surgen de un altavoz, en los escritos que recogen nuestro pensamiento y en figuras y gráficos de mil formas.
De manera análoga podríamos pensar que los impulsos eléctricos de baja frecuencia producidos en las neuronas del cerebro del hombre y transmitidos por las sinapsis, podrían transformarse en las imágenes y en los fenómenos mentales mencionados, pero, y aquí está el problema clave: ¿qué son y dónde están en nuestro cerebro esas “pantallas de plasma» en las que aparecen nuestras imágenes y nuestros fenómenos mentales?, ¿cómo en nuestro cerebro los impulsos eléctricos de las neuronas se transforman en ideas?, ¿quién, o qué, procesa nuestros impulsos neuronales y cómo son procesados?
En relación con el tema «neurociencia y consciencia» nos faltan eslabones para explicar esos procesos y no pueden ser otros, probablemente, hoy por hoy, que los aportados por el mundo cuántico hacia el que vamos y sobre el que daremos algunas explicaciones más adelante en este blog.
A pesar de nuestra ligera crítica a las explicaciones sobre la aparición de la consciencia en el hombre hecha en los párrafos anteriores, pretendemos ahora revisar algunas de dichas explicaciones haciendo referencia a los autores responsables de ellas.
2.- La consciencia explicada por la Antropobiología
La primera indicada por Javier Monserrat, es debida al filósofo y sociólogo alemán, Arnold Gehlen (1904-1976), del que el pasado año se cumplió el centenario de su nacimiento. Con tal motivo aparecieron artículos y publicaciones diversas en su propio país y en otros como el nuestro. De lo más notable entre nosotros fue el número monográfico dedicado a este autor por la revista digital UrKultuR, número 20, “Revista Digital Europea Transnacional”. Uno de los trabajos centrales de este número está escrito por el jesuita, Leandro Sequeiros, otro amigo del que esto escribe y también maestro a distancia en los andurriales del espíritu.
El número en cuestión lleva por título, “La Antropobiología de Arnold Gehlen”, el cual es también el del primer artículo del número especial de dicha revista, firmado por el Catedrático de Antropología Social de la Universidad de Murcia, Luis Álvarez Munárriz.
El segundo artículo es el debido a Leandro Sequeiros y lleva por título, “Biología y conducta humana. Reflexiones desde la antropología filosófica de Arnold Gehlen”.
En estos títulos se concentran gran parte de los aspectos a mencionar de la obra de Gehlen, relacionados con la consciencia, o como él mismo dice, con la esencia del hombre. La propia denominación de Antropobiología es ya muy característica de la obra de este autor. Casi siempre se utiliza este término al hablar de él, a pesar de ser un nombre genérico que se define como: “la parte de la biología que estudia la variación y la diversidad biológica de los seres humanos en el espacio y en el tiempo”. Algunos, por cierto, hablan más bien de Antropología Biológica para referirse a la misma materia.
También la Antropología Filosófica se une al nombre de Gehlen al que se considera uno de sus fundadores. Por tal denominación se conoce en su forma más estricta el estudio filosófico del ser humano, es decir, la reflexión sobre la naturaleza del hombre y sobre su esencia. De una manera más particular, se utiliza para designar la actividad desarrollada en la Alemania en los años 1920 y 1930 por un grupo de filósofos, antropólogos y psicólogos que se interesaron por el fenómeno humano en general y especialmente por aquellas características extrañas del hombre en comparación con otros animales, como son, la consciencia, la subjetividad, la racionalidad científica, los juicios de valor, la ética, la libertad, la comunicación interpersonal y la religión, entre muchas otras.
Fueron críticos del idealismo alemán y del dualismo cartesiano, y consideraron al hombre como una unidad en la que lo biológico tenía tanta importancia como lo psíquico. De ninguna manera tales dimensiones podían separarse. Buscaron las explicaciones sobre el hombre tanto en las ciencias naturales — biología, etología, paleontología, etc…– como en las ciencias humanas. Entre los seguidores de esta forma de pensar se menciona siempre a Arnold Gehlen, además de a Max Scheler (1874-1928), uno de los maestros de nuestro autor, Hans Driesch (1867 – 1941), Helmuth Plessner (1892 – 1985), Gotthard Günther (1900 – 1984), y al más actual Peter Sloterdijk (Nacido en 1947), entre otros.
Tenemos con lo dicho en los párrafos anteriores del planteamiento de Gehlen sobre la inteligencia del hombre en su obra capital, El Hombre. Su naturaleza y su lugar en el mundo (Der Mench. Seine Natur und Seine Stellung in der Welt, en alemán)[7].Un trabajo enciclopédico que intenta estudiar al hombre en todas sus dimensiones y con la ayuda de todas las áreas de conocimiento salvo la metafísica. Gehlen lo dice claramente desde el principio como lo recuerda en su artículo, Juan Ramón Sánchez Carballido, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, “La crítica conservadora de la civilización técnica en Arnold Gehlen”, el tercero de la revista anteriormente mencionada, UrKultuR.
Anuncia desde el principio Gehlen, como digo, que su trabajo buscará, explicaciones en todas las ciencias y en todos los aspectos de estas relacionados con el hombre; lo hará evitando toda tentación metafísica; se declara convencido de encontrar las explicaciones del mundo interior del hombre en su propio cuerpo y en su entorno, es decir, en su propia biología y en su evolución en relación con el mundo en el que vive; y finalmente admite su concepción nietzscheana del hombre, según la cual, el hombre es un ser inacabado y abierto al mundo en el que habita.
De una forma más específica, Leandro Sequeiros, al que también hemos mencionado ya varias veces, resume la posición de Gehlen en cuanto al hombre y en cuanto, a su mundo interior, a la conducta humana, la ética, la moral y la técnica, mencionando tres grupos de ideas o concepciones: 1) el hombre como animal deficiente, sin especialización física, indigente y carencial, que tiene que actuar continuamente sobre su mundo para hacerse un sitio en él; 2) el ser humano como Homo faber, que necesita producir, construir y crear su mundo con particular referencia a la creación de una cultura en la que además la tecnología tiene un papel muy relevante; y 3) el hombre con unas características claves en las que siempre se destaca el concepto de “descarga” (Entlastung), según el cual el hombre transforma en oportunidades todos los estímulos que recibe del mundo externo y se descarga actuando, así como se controla, no actuando, o retrasando la actuación, en cuanto a las pulsiones e impulsos que también recibe de su interior.
La capacidad intelectual del hombre, su consciencia y su espíritu, en cuya existencia como fenómenos diferentes de los materiales Gehlen cree, por supuesto, ya que entre otras cosas era un buen cristiano, perteneciente a la Iglesia Evangélica, son producto en definitiva de una serie de conceptos clave que el autor formula en su libro y de los que cabe destacar los tres siguientes: acción, cultura y sociedad.
La inteligencia del hombre, su racionalidad, su subjetividad, y su consciencia, en definitiva, surgen y se perfeccionan a través de: a) su orientación hacia la acción y su necesidad de actuar para sobrevivir; b) el proceso de creación de una cultura que realimenta su mundo interior; c) la cultura que genera a su vez una sociedad multiplicadora de la acción, el pensamiento y la reflexión.
Aunque buscó todos esos conceptos e ideas en la propia biología del hombre, tuvo que concluir en revisiones sucesivas de sus posicionamientos, que la cultura no es una mera respuesta a los problemas biológicos del hombre, sino que la racionalidad, la capacidad filosófica y la consciencia surgen de todo lo que ha tenido que hacer para sostenerse biológicamente. Los comportamientos culturales del hombre, como muy bien explica Sequeiros en su artículo siguiendo a Gehlen, “no se reducen y no se explican solamente acudiendo a la biología, sino que la cultura tiene una función biológica”.
3.- La determinación socio-histórica de la psique humana
El segundo enfoque que se ha utilizado para explicar la psique humana y la cultura ha sido el de la socialización, el trabajo y otras actividades colectivas del hombre. No es extraño que estas explicaciones hayan sido dadas por un científico ruso cuya vida y obra se desarrollaron dentro de la extinta Unión Soviética. Esta federación de países fue creada, como se sabe, en 1922, cinco años después de las revoluciones de febrero-marzo de 1917 y octubre-noviembre del mismo año que transformaron totalmente lo que había sido el imperio ruso[8]. Se creó entonces un estado federal marxista-leninista que terminó por desaparecer en 1991.
El autor en cuestión es Aleksandr Románovich Lúriya (1902 – 1977), conocido en occidente como Alexander Luria. Se trata de un destacadísimo psicólogo y médico considerado uno de los fundadores de la Neurociencia Cognitiva y de la Neuropsicología[9]. Su labor científica es sencillamente impresionante según sus descubrimientos y sus aportaciones, sus destacadísimas publicaciones y según la difusión que tuvieron en todo el mundo.
Impresiona que desarrollara su vida y su actividad profesional sin dificultad durante los duros años de la presidencia del consejo de ministros de la Unión Soviética de Iósif Stalin (1878-1953) (José Stalin en español), desde 1941 hasta su muerte. Ocupó además desde muy joven puestos destacados, entre otros en el Instituto de Psicología de Moscú y en la propia Universidad Estatal de esta ciudad, en la que ayudó a crear la Facultad de Psicología y más tarde dirigió los departamentos de Patopsicología y Neuropsicología. Aunque no estuvo exento de degradaciones como cuando fue quitado de su puesto en el Instituto de Psicología durante el florecimiento del antisemitismo ruso de los años 50.
Fue discípulo de otro destacadísimo científico, el Piaget ruso, Lev Semiónovich Vygotski (1896-1934), con el que en unión también de otro notable psicólogo del desarrollo, Aleksei N. Leontiev (1903-1979), lanzó una psicología radicalmente nueva, de acuerdo con la cual la psique humana es producto de la cultura, la historia y las necesidades instrumentales del hombre, entre ellas el trabajo. Poniendo énfasis en el papel de la cultura y, especialmente, del lenguaje en el desarrollo de las funciones mentales superiores del ser humano para lo cual contaban con una teoría del aprendizaje aportada por Vygotski.
En lo que es la propia obra de Luria se han establecido seis grandes áreas de concentración a lo largo de su vida, las cuales según su biografía en Wikipedia son: a) la determinación socio-histórica de la psique humana; b) la determinación biológica de la psique; c) la determinación de las altas funciones psicológicas de la mente humana por la mediación de los signos y los símbolos, entre ellos los aportados por el sistema verbal; d) la sistemática organización de las funciones psicológicas y de la consciencia; e) los mecanismos cerebrales de la mente, es decir la relaciones entre mente y psique o entre psicología y fisiología; y f) las relaciones entre teoría y práctica.
Leyendo su biografía da la impresión de que a esto último es a lo que dedicó más atención ya que aprendió mucho del cuidado y tratamiento de ochocientos pacientes hospitalizados con heridas traumáticas del cerebro recibidas en la guerra. Sus artículos sobre muchos de los casos que trató, así como sobre casos de extrema capacidad de memorización y otros, fueron muy difundidos en su época. La afasia, las disfunciones en el lenguaje, las actividades del lóbulo frontal y la neuropsicología de los niños son citadas como materias en las que hizo grandes aportaciones.
Es muy conocido, por otra parte, incluso en nuestros días, por las tres unidades funcionales del cerebro en toda actividad mental: la de regulación del tono y la vigilia; la del proceso y almacenamiento de toda la información que llega del exterior; y la de programación, regulación y verificación de la actividad mental.
4.- La inteligencia según los paleontólogos
No debemos extendernos mucho más en el tema de la aparición de la consciencia en el hombre. Recordamos que siguiendo a Javier Monserrat y dentro de lo que se llama el paradigma emergentista-evolutivo-funcional (EEF), se ha hecho referencia en los posts inmediatamente anteriores al presente a cinco teorías sobre la consciencia y su evolución. Las dos primeras debidas, respectivamente, a Arnold Gehlen y a Alexander Luria, han sido ya tratadas con cierto detalle en dichos posts. Sobre las otras tres pretendemos ahora hacer un resumen rápido en el presente y en el que sigue.
Una es la deducida de los trabajos de los paleontólogos, especialmente los de los distintos miembros de la familia Leaky y del bien conocido paleo-antropólogo surafricano Phillip Vallentine Tobias (1925 – 2012), así como de aportaciones un poco más especiales del neurocientífico australiano John Carew Eccles (1903-1997).
Los dos primeros y sus seguidores, incluyendo familiares diversos de Louis Leaky (1903-1972), dedicaron su vida al estudio de la evolución humana tal como se deduce de los restos fósiles de los homínidos encontrados en muchos lugares de África, desde Kenia a Zambia, Tanzania, Zimbabue, y lugares muy variados de Suráfrica. Sugirieron, inicialmente el mencionado Louis Leaky y su mujer Mary, que el Homo Habilisfue el primer homínido que vivió en África hace entre 1,5 y 2,5 millones de años atrás. Posteriormente, se mencionaría el Homo Rudolfensiscomo más antiguo, pero en ambos casos se trataba de los primeros homos, u homínidos, descubiertos y estudiados a través de restos fósiles.
La capacidad de fabricar herramientas fue identificada como fundamental en lo que puede ser la aparición de ciertas ideas abstractas y cierta inteligencia en el cerebro de nuestros antepasados. Las dimensiones del cerebro humano que en esos primeros tiempos oscilaba entre 650 y 800 centímetros cúbicos y la forma del mismo a través del tiempo han contribuido también a identificar ciertas tendencias en la evolución humana. En términos científicos se utiliza el término de Homo habilispero en otros términos se ha utilizado la denominación equivalente de Homo faber, u homínido fabricante de herramientas, algo que a lo largo de la historia se ha aplicado al hombre en general.
Tobias es muy conocido en ese sentido por sus estudios diversos no sólo en África sino en Indonesia, Israel y muchos otros lugares, así como por el estudio de muchos pueblos surafricanos, y por sus estudios y aportaciones sobre la evolución de los homínidos más allá de lo que dice la paleontología. Es muy conocido en esa dirección su trabajo de 1970 en el que cuestiona las relaciones entre el tamaño del cerebro y la inteligencia o la raza.
John Eccles, como digo, se ha incluido en este grupo de investigadores, pero da la impresión de haber sido por sus trabajos iniciales como neurocientífico en los que trabajó en el mecanismo iónico de excitación e inhibición de las sinapsis cerebrales, trabajos por los que obtuvo el Premio Nobel en 1963.
Posteriormente se dedicó a cuestiones más filosóficas y se decantó por la defensa del dualismo tradicional de Descartes y otros, al que se refirió como “dualismo interaccionista”, y que, como sabemos, se refiere a la admisión de la existencia de dos naturalezas en nuestro mundo, la física y la mental.
5.- La contribución de los etólogos y el concepto de «formalización»
Hay dos últimas interpretaciones sobre la naturaleza del psiquismo humano y su evolución a las que debemos prestar alguna atención. Se trata de la debida a los etólogos, o estudiosos del comportamiento animal, la cual es fácil de resumir aquí, y la de la teoría de la hiperformalización del filósofo español Xavier Zubiri (1898-1983), a la que tanta atención ha prestado nuestro autor de cabecera en los últimos posts, Javier Monserrat.
En cuanto a la evolución del cerebro de los animales y su comportamiento, es lógico que sea un terreno válido para la comprensión de la aparición de la consciencia en el hombre. Al fin y al cabo, lo que los paleontólogos estudian a través de fósiles es la evolución de los homínidos, es decir, la evolución de animales que todavía no eran hombres en el sentido actual. Dichos homínidos estaban cerca de los animales de los que procedemos y tales animales, incluidos los más cercanos en nuestra filogenia, están todavía con nosotros. El cerebro de los animales, por otro lado, y en términos de evolución, es lógico que tenga una cierta similitud con el del hombre si creemos en la evolución darwiniana de las especies. El comportamiento de un animal tiene relación, a su vez, con su cerebro, aunque sólo sea en lo relativo a los comportamientos automáticos procedentes de sus sistemas cerebrales, equivalentes a los sistemas reptiliano y límbico del hombre. Los expertos en comportamiento animal, o etólogos, en consecuencia, tienen algo que decir sobre la aparición de la racionalidad y la consciencia del hombre, o al menos, así lo han decidido los científicos y los psicólogos.
La etología se define como “la rama de la biología y la psicología experimental que estudia el comportamiento de los animales”, pareciéndonos a los no expertos que es un área de conocimientos ligada, casi exclusivamente, a la obra de Konrad Lorenz (1903-1989) y sus colegas Karl R. von Frisch (1886-1982) y Niko Tinbergen (1907-1988). Los tres recibieron conjuntamente el Premio Nobel de Medicina o Fisiología de 1973, lo cual constituyó una sorpresa mundial ya que los tres eran zoólogos y trabajaban sobre el comportamiento animal. Los miembros del Instituto Karolinska, institución encargada de otorgar tal premio, dieron como explicación que los trabajos de estos científicos contribuían a un mejor conocimiento del algunos aspectos de la Psiquiatría.
Cercana a la etología es la psicología comparada, dos disciplinas que se consideran hoy integradas. Para algunos la psicología comparada tiene como objeto el estudio de la actividad mental y la conductual de los animales no humanos, pero para otros no hay tal separación entre humano y animal y esta disciplina se debe aplicar a la comparación del comportamiento de las distintas especies, incluyendo a los humanos.
Los etólogos, no obstante, que han estudiado fenómenos animales como la agresividad, el apareamiento, la vida social y el comportamiento de los animales en relación con muchos otros componentes de su vida, establecen ciertas diferencias entre su disciplina y la psicología comparada. Niko Tinbergen en su libro de 1951, The study of instinct, estableció cuatro preguntas o cuestiones que caracterizan a la etología: 1) Causas, relativa a la averiguación de las causas del comportamiento; 2) Desarrollo o evolución del comportamiento; 3) Evolutivo o identificación de las ventajas obtenidas por un animal de un determinado comportamiento a través de tiempo; y 4) Filogenético, o la aparición del comportamiento en la historia de la especie.
Hoy se ha avanzado mucho en la unión de estas y otras ciencias, o áreas de conocimiento, y lo biológico y, en particular lo neurológico, ha cobrado importancia en los últimos tiempos. El cerebro evoluciona en los animales, y por supuesto en el hombre, a través de procesos de complejificación neuronal destinados, como dice Javier Monserrat en su artículo, “La conexión fundamental de Zubiri con las ciencias humanas” (The Xavier Zubiri Review, Vol. 7, 2005, pp. 57-65), “a hacerles sentir y percibir atentamente bajo el control de una subjetualidad psíquica la estructura física real de ese complejo mundo exterior en que se debe sobrevivir”.
Es decir, los animales para adaptarse a su mundo y sobrevivir tienen que reproducir en su interior las estructuras complejas del mundo exterior, las cuales “perciben” por los sentidos y llegan a “sentir”, o hacer suyas. A eso es a lo que se ha llamado “formalización”. Un término al que con seguridad han contribuido los trabajos de Piaget, y su constructivismo, la Psicología del Gelstat y por supuesto los avances diversos en materias como la física, la óptica, las ciencias de la computación y otras. La inteligencia, la subjetividad y la consciencia, que son dimensiones del pensamiento humano, comienzan, según lo dicho, por la “formalización” en el cerebro de los animales superiores, y del hombre, de su entorno, estructurado, diverso y complejo.
6.- La teoría de la hiperformalización
La quinta teoría indicada por Javier Monserrat en cuanto a la aparición de la consciencia y el psiquismo en el hombre es la denominada por él, en su artículo, “Los paradigmas de la neurociencia actual”, ya mencionado, como “teoría de la hiperformalización neurológica”. Es una teoría en gran parte debida al filósofo español Xavier Zubiri (1898 – 1983), del que Monserrat es un gran especialista. El artículo procede del trabajo seminal de años publicado por Monserrat en su notable libro, La percepción visual, también citado ya en posts anteriores[10].
Una vez explicado el concepto de “formalización”, del cual se dijo que era una especie de reproducción en el cerebro del animal superior del mundo complejo y estructurado exterior, es decir el mundo en el que habita y al que se tiene que adaptar para sobrevivir, el animal llega a un punto máximo de evolución. En su cerebro, sobre todo en el de los animales superiores y más cercanos al hombre, hay una cierta inteligencia y un cierto nivel de ideas abstractas.
Sin embargo, dichos animales superiores, que no son homínidos, ni lo serán por lo que vemos hoy en el mundo animal, llegan a una capacidad límite en el desarrollo de su cerebro que no les permite adaptarse adicionalmente a su entorno ni modificarlo a su favor. Es sólo en los homínidos y de una forma total en el hombre, y no se sabe muy por qué, en el que el cerebro se sigue desarrollando y haciéndose complejo al objeto de conseguir un conocimiento más profundo de su entorno. En mi opinión, el hombre necesita conocer el significado y la semántica de las imágenes de todo tipo que le aportan sus sentidos, y para conseguirlo su cerebro evoluciona adicionalmente, y tampoco sabemos cómo.
Zubiri denomina a ese proceso adicional de complejificación del cerebro que surge en el hombre para entender verdaderamente su mundo y hacerle frente, “hiperformalización”. Es una evolución neurológica que hoy podríamos explicar a través de la aparición de redes neuronales más complejas o de creación de nuevos engramas. Es un proceso todavía biológico-neuronal que se conecta con lo físico y su estructura a través de un proceso al que Monserrat llama, me imagino que, siguiendo los conocimientos formales existentes sobre estos temas, proceso de “sensación-percepción-atención”.
La hiperformalización no es todavía la inteligencia ni la consciencia, subjetividad o psiquismo, pero va ser lo que lo hace posible, aunque sigue faltando la explicación final. Zubiri añade al concepto de hiperformalización una de sus ideas más fructíferas y más conocidas, la de la “inteligencia sentiente”, una combinación de lo que el hombre asimila por las sensaciones y lo que es capaz de añadir en términos de mejor conocimiento de la realidad por la evolución de su cerebro o hiperformalización. Para ello utiliza la idea de “aprehensión” que Monserrat recoge directamente en su artículo, “La conexión fundamental de Zubiri con las ciencias humanas”, y que yo reproduzco aquí: el cerebro hiperformalizado es capaz de “aprehender primordialmente la realidad como realidad»[11].
No podemos extendernos más en estas cuestiones tan importantes, pero sí dejaré caer que podría añadirse una explicación adicional sobre ese paso de la “aprehensión de la realidad”. Diríamos, utilizando nuestras propias ideas, en parte expuestas en los apartados anteriores, que lo que el cerebro “aprehende” es la semántica que hay en las cosas y estructuras del mundo exterior y que para explicar cómo el cerebro lo consigue hace hace falta introducir conceptos de la mecánica cuántica como el “entanglement” o causalidad no local, además, claro está, de contar con que el cerebro del hombre tiene un funcionamiento cuántico y es capaz de crear imágenes en el vacío a través de fenómenos como la coherencia cuántica y la superposición de estados. Son sólo hipótesis pero ahí quedan para cuando se pueda investigar sobre ellas.
7.- El salto cuántico
La “mecánica cuántica” es para mí el eslabón que faltaba entre la ciencia y la consciencia y a explicar el porqué de ello dedicaré algunos comentarios en este apartado. Antes me permito indicar que la historia reciente de la ciencia, a pesar de lo que algunos dicen, está repleta de autores que han hablado de encontrar otras capacidades del cerebro distintas de las neurológicas. El conocido Paul Davies (nacido en 1946), físico inglés, autor entre muchos otros del libro, Superfuerza, es conocido por sus posiciones en defensa de la fe[12].
El bioquímico y teólogo inglés, Ernest Lucas (nacido en 1945) que recientemente presentó su último libro, Relevancia del Génesis para la ciencia actual, en la Universidad Pontificia Comillas, lo menciona ampliamente a la vez que a muchos otros científicos sensibles al psiquismo. Davies en concreto en un artículo publicado en el New York Times en el 2007, indicó que “tanto la religión como la ciencia están basadas en la fe» de un absoluto, y sugirió que la búsqueda científica es comparable con la teología de Newton sobre la certeza de que hay leyes eternas impuestas por una «divina providencia»[13].
Pero hay muchos más autores que han entrado en la complejidad de la mente humana y han buscado explicaciones nuevas, o disruptivas, como con frecuencia se dice hoy. David Bohm (1917-1992) fue uno de ellos. Considerado como uno de los mejores físicos cuánticos de todos los tiempos, indicó, por ejemplo, que del orden del mundo nosotros podemos conocer a través de nuestros sentidos e instrumentos el orden que él llama Explicado. Sin embargo, subyacente a este orden existe otro orden que él llama orden Implicado. Lo llama así porque considera que esta plegado sobre si y mientras no se despliegue no podemos conocerlo. La suma de los dos formaría la Totalidad.
Entre muchas otras frases célebres, que han sido recopiladas y se pueden encontrar en Wikiquote, dijo que, “La capacidad de percibir o pensar de manera diferente es más importante que el conocimiento adquirido”.
Haciendo uso de esa recomendación, después de escribir en 1951 su primer libro con el título de Mecánica Cuántica, bien acogido por Einstein y otros científicos, se adentró en una formulación nueva de esa materia, llamada “Interpretación de Bohm”. Es un nuevo enfoque que dio lugar al desarrollo por parte del físico irlandés, John Bell (1928-1990), de la llamada “desigualdad de Bell”, cuya expresión esquemática es: “Ninguna teoría física de variables ocultas locales puede reproducir todas las predicciones de la mecánica cuántica”. Sus implicaciones están siendo estudiadas todavía, pero ya resultó muy adecuada para desmontar el “experimento» EPR (Einstein, Podolsky, Rosen), el cual sugería la existencia de variables ocultas en los procesos cuánticos.
Junto al Doctor en Medicina, nacido en Viena pero que pasó toda su vida en los Estados Unidos, Karl H. Pribram (1919-2015), desarrolló “el modelo holonómico del funcionamiento cerebral”, de acuerdo con el cual el cerebro funciona de manera similar a un holograma.
Dijeron que nuestros cerebros construyen matemáticamente la realidad “concreta” al interpretar frecuencias de otra dimensión, una esfera de realidad primaria significativa, pautada, que trasciende el espacio y el tiempo. El cerebro es un holograma que interpreta un universo holográfico. Los dos llegaron a decir que los nuevos avances sugieren que la tan esperada teoría sobre lo que somos: 1) Se deduciría de las matemáticas teóricas; y 2) Establecería lo “sobrenatural” como parte de la naturaleza.
Se relacionó y tuvo amistad con Jiddu Krishnamurti (1895-1986), el gran escritor y orador indio sobre temas filosóficos y espirituales.
Autores actuales como el físico austriaco Fritjof Capra (nacido en 1939) se han preocupado por las interrelaciones entre los descubrimientos de la física moderna y el misticismo antiguo, especialmente el oriental. También la científica planetaria de la NASA, Renée Weber, y otros, se apoyan en sus teorías y explicaciones.
8.- Neurología cuántica
Hay otra área de investigación donde el mundo de la consciencia se da la mano con el de la ciencia. Se trata de la búsqueda de las leyes cuánticas en el cerebro del hombre. Roger Penrose y Stuart Hameroff son los autores de referencia en este terreno. Creen que mente y cerebro son dos entidades distintas y separables y postulan, sobre todo el primero, que debe haber algo en la naturaleza no computable con las leyes físicas. SE apoya para ello en el conocido “teorema de la incompletitud de Gödel”, el cual señala que ninguna teoría matemática formal capaz de describir los números naturales y la aritmética con suficiente expresividad, es a la vez consistente y completa.
Hameroff, que es médico anestesista, plantea su visión cuántica de la mente a través de sus estudios sobre los microtúbulos y el citoesqueleto celular, especialmente en las neuronas, en los cuales sugiere que se produce el fenómeno cuántico del colapso de la función de onda. O, mejor dicho, la función de onda cuántica se colapsa por sí misma en lo que estos dos autores llaman una “reducción objetiva orquestada”.
De nuevo Javier Monserrat, cuando trata de estos temas, hace sugerencias de primera magnitud tales como:
“El objetivo de Roger Penrose es precisamente hipotetizar dónde podrían hallarse en el sistema neuronal esos lugares privilegiados donde la materia apareciera en estados cuánticos; por tanto, en estados con una libertad e indeterminación cuántica que pudiera relacionarse con la correspondiente libertad e indeterminación de la conciencia”.
Y en otro lugar:
“No obstante, hemos observado también cómo hoy comienzan a aparecer nuevas hipótesis y vías heurísticas de investigación, recordemos a Penrose, que quizá podrían encontrar en las redes neuronales reductos de estados cuánticos, donde regiría todavía una indeterminación que pudiera ser el soporte de la actividad libre y espontánea, indeterminada, de la mente humana”.
Para finalmente indicar:
“Esta sería la vía de una neurología cuántica que quizá nos acercara más a la explicación del cómo y por qué de la emergencia de la conciencia”.
9.- Las ventajas de aceptar la Mecánica Cuántica
El último autor que mencionaremos en el sentido de relacionar la ciencia a la consciencia vía la mecánica cuántica, es el físico matemático norteamericano, Henry P. Stapp (nacido en 1928). En su libro, Mindful Universe, recomienda utilizar la mecánica cuántica para entendernos mejor[14].
Dice que si se adoptaran las interpretaciones de la mecánica cuántica de una forma generalizada se tendrían ventajas como las siguientes:
- Las explicaciones que se den serán compatibles con las leyes básicas de la física y se podrá investigar sin solución de continuidad en el mundo de complejidad creciente hacia el que vamos y en el terreno subatómico y subcelular en el que nos adentramos.
- Las especificaciones sobre cómo una persona adopta conscientemente decisiones con intención y propósito quedan recogidas en las definiciones físicas de la teoría cuántica.
- Dicha teoría elimina la incoherencia de los elementos ontológicos, que sabemos que son reales, contenidos en los datos empíricos, y su conexión con el terreno abstracto de las ideas que residen en mundo no basado en las leyes
- Dicha teoría proporciona también fundamento para entender la evolución conjunta del cerebro y de la mente.
- Asimismo, proporciona explicación lógica del libre albedrío y del necesario entramado de las teorías de la ética.
- Y la mecánica cuántica proporciona, finalmente, una idea de nosotros mismos basada en la ciencia, no como algo monstruoso ocurrido accidentalmente – con la conciencia interpretada como una espuma que flota en el océano de la vida—sino como un activo componente de un proceso de evolución del hombre y de su mundo íntimamente conectado que es responsable de los juicios del hombre basados en valores humanos.
LA CONCIENCIA PRESENTE EN ALGUNA MANERA EN LA ONTOLOGÍA PROFUNDA DEL UNIVERSO
Este resumen es un apunte de la existencia de evidencias múltiples para relacionar ciencia y consciencia. Muchas de ellas se encuentran en las concepciones de la mecánica cuántica. Cabe plantearse preguntas del tipo, ¿Cómo es posible que algo tan inmaterial como la consciencia surja de algo tan inconsciente como la materia?
Mucho más cuando se comprueba que la realidad no está compuesta de materia y cuando se descubre que un mundo no determinista, sometido a la evolución y en el que han aparecido la inteligencia y la consciencia, necesita ser indeterminado o, lo que es lo mismo, necesita ser cuántico. Entre las propiedades del mundo psíquico (unidad de la conciencia, indeterminación/libertad, experiencia holística o campal) y las propiedades del mundo cuántico (coherencia cuántica, indeterminación y acción a distancia no-local en sistemas campales) permite establecer la hipótesis de que el soporte físico real del mundo psíquico sean los estados cuánticos imbricados en las estructuras biológicas u, ante todo, pero no sólo, neuronales.
Notas
[1]Javier Monserrat, La percepción visual. La arquitectura del psiquismo desde el enfoque de la percepción visual,Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2008 (2ª Edición)
[2]Gary Lachman (2013), Una historia secreta de la conciencia, Atalanta, Madrid.
[3]Erich Neumann, The Origins and History of Conciousness, Princeton University Press, Princeton, 1970
[4]George Santayana, La vida de la razón o fases del progreso humano, tecnos, Madrid, 2005
[5]Dicho muy brevemente, la consciencia es algo que emerge de la complejidad del cerebro, es producto de la evolución del hombre y resultado de las funciones a las que tiene que enfrentarse
[6]Algunos dirían que “se mueven por nuestro cerebro”, ya que consideran que lo único verdaderamente existente es esto último. La mente según ellos es una entelequia.
[7]A. GEHLEN, El Hombre. Su naturaleza y su lugar en el mundo. Salamanca, Sígueme, 1980
[8]Los dos meses mencionados en ambos casos no se refieren a duración sino al hecho de que en esas fechas se utilizaba en Rusia el calendario Juliano que se diferencia del Gregoriano en sólo unos días. En la revolución de febrero, por ejemplo, se habla siempre de dos fechas para datar lo acontecimientos: 17 de febrero/ 2 de marzo para el comienzo de la huelga en la fábrica Putilov, o 22 de febrero/7 de marzo, para la fecha del cierre de dicha fábrica. Asimismo, en la revolución de octubre, se menciona que Lenin llegó al sóviet de Petrogrado cerca de la medianoche del 25 de octubre/7 de noviembre. las dos fechas se refieren siempre al mismo día.
[9]Debe ser, no obstante, mucho más utilizado en otros países que en España, ya que en el voluminoso libro de reciente publicación, Neurociencia Cognitiva, de un número muy elevado de autores y con la actuación de Editor de Diego Redolar Ripoll, se menciona muy de pasada a este autor en dos mínimas notas perdidas en su larguísimo texto.
[10]Javier Monserrat, La percepción visual. La arquitectura del psiquismo desde el enfoque de la percepción visual, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2008 (2ª Edición): véase el capítulo XIV y la amplia bibliografía de este libro.
[11]Javier Monserrat, “La conexión fundamental de Zubiri con las ciencias humanas”, The Xavier Zubiri Review, Vol. 7, 2005, pp. 57-65
[12]Paul Davies, Superfuerza, Salvat Editores, Barcelona, 1994.
[13]Esta cita está tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Davies
[14]Henry P. Stapp, Mindful Universe. Quatum Mechanics and the Participating Observer, Springer, Berlín, 2011.
Artículo elaborado por Adolfo Castilla, doctor ingeniero del ICAI, Universidad P. Comillas, catedrático en la UAM y, en la actualidad, en la Universidad Antonio de Nebrija. Es miembro de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión, y colaborador de FronterasCTR.
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