Una nueva y sorprendente cultura tecnológica

(Por Adolfo Castilla) Desde el punto de vista científico y tecnológico estamos en una época de gran actividad a pesar de las interpretaciones recientes relacionadas con la muerte de la innovación y el fin del crecimiento[1]. Es verdad que una mayoría de las innovaciones actuales están concentradas en la tecnología digital y en todo lo relacionado con la información y el conocimiento, terreno en el que es relativamente fácil inventar pero difícil innovar en el sentido de crear servicios que generen actividad económica y empleo[2]. Ya se sabe que en el próximo futuro el empleo tradicional será escaso y precario y gran parte del existente será individual, autónomo y relacionado con el emprendimiento y la iniciativa personal[3]. Curiosamente, en la actualidad hay millones de personas, en general jóvenes, innovando en el terreno de nuevos servicios de información, educación, aprendizaje, conocimiento, comunicación y otros, con bastante frecuencia en lo que se denominan aplicaciones o APPS, que hoy están todas relacionadas con los terminales móviles de todo tipo.

 

Los start ups son hoy un fenómeno mundial, así como el crow funding, la colaboración y la economía colaborativa, el sharing y otras soluciones, difíciles de entender y manejar por personas de cierta edad, pero muy populares entre los llamados “nativos digitales”.

Existen hoy grandes empresas relacionadas directamente con Internet que generan empleo en todo el mundo, tales como Google, Facebook, Twitter, LikedIn y otras, pero de momento todas pertenecen a un mismo país. Los Estados Unidos, hay que reconocerlo, llevan bastantes años de adelanto en lo digital sobre otros países desarrollados, con particular referencia a la Unión Europea, y es allí, por cierto, en USA, donde se comprueba el distinto modelo productivo generado por la Sociedad de la Información y del Conocimiento.

Estamos en una transición difícil desde una sociedad industrial avanzada a una Era Digital, por decirlo de la forma más general posible, en la que no sabemos muy bien cómo serán las cosas y cómo y de qué viviremos.

LAS GRANDES ETAPAS DEL CRECIMIENTO

Algunos adoptan las mismas perspectivas de las grandes etapas de crecimiento económico y desarrollo social de la humanidad y se refieren a lo ocurrido con la Primera Revolución Industrial, un proceso desarrollado a grandes rasgos desde mediados del siglo XVIII a mediados del siglo XIX fundamentalmente en Inglaterra. También y posteriormente, con lo ocurrido con la Segunda Revolución Industrial, un fenómeno más general desarrollado ya en muchos países a la vez desde finales del siglo XIX a los años 40 del XX.

En el primer caso fue la máquina de vapor el avance tecnológico básico y el carbón mineral la primordial fuente de energía, mientras que en la segunda fue el motor eléctrico, el alternador y la electricidad difundida por todas las sociedades, con fuentes de energía diversas como el flujo de los ríos y saltos hidrográficos, el propio carbón y el petróleo y sus derivados[1]. Ambas revoluciones supusieron cambios radicales en los modelos productivos e impulsaron el crecimiento de manera nunca vista en nuestro mundo, transformando nuestras sociedades de formas cercanas a lo mágico.

Posteriormente, ya en la segunda mitad del siglo pasado, y sobre todo a partir de 1970, se produjo la revolución de las redes de telecomunicación, de los ordenadores personales, del software, de Internet, de las TICs, usando un acrónimo muy popular, y de lo digital, en una palabra, que dio todo lugar a la Sociedad de la Información y el Conocimiento en la que nos encontramos.

Algunos han propuesto llamar a este nuevo proceso de cambio tecnológico, Tercera Revolución Industrial, aunque resulta muy artificial una denominación por decreto sin existencia de una perspectiva histórica, además de que no se debería denominar propiamente industrial a un fenómeno en el que se intercambian bienes intangibles, como la información, el conocimiento, la cultura, el entretenimiento y otros.

Más recientemente, tan cerca de nosotros como primeros de este mismo año de 2016, en la reunión del World Economic Forumen Davos, se ha puesto un inusitado esfuerzo por introducir e impulsar la denominación, “Cuarta Revolución Industrial”, lo cual es mucho más artificial aún. La intención es buena, sin embargo, ya que se trata de conseguir un mayor y más rápido desarrollo de la nueva economía y una verdadera entrada mundial en la Era Digital. Es fundamental, para todos, un periodo de transición corto y que aplicaciones de todo tipo se produzcan masivamente en nuestras sociedades para bien de ellas mismas.

Hay, desde luego, fenómenos tecnológicos que pueden servir como cauces de grandes revoluciones en relación con, la creación de actividad económica, valor añadido y empleo, entre ellos los siguientes: a) IoE o Internet de las Cosas, los Servicios y la Personas; b) Smart Cities; c) Industria 4.0; d) I Cloud; e) Big Data; f) Blockchain.

Hay una pregunta básica relativa al nuevo mundo hacia el que vamos y tiene que ver con cómo viviremos en la nueva sociedad que se avecina. ¿Será posible que muchas personas puedan vivir del intercambio de bienes intangibles como los mencionados? ¿Será posible crear valor añadido para que nuestras sociedades sigan creciendo y evolucionando? ¿Será posible vivir de otra forma en la que lo intangible, lo cultural, lo intelectual, lo reflexivo, tenga más importancia entre nosotros y vivamos todos de forma más simple en relación con los bienes materiales y de forma más compleja en relación con los psíquicos y los morales?

Si nos fijamos en los acontecimientos históricos, también en paralelo con la Primera Revolución Industrial, a finales del siglo XVIII, algunos economistas pensaron que sólo la naturaleza posibilitaba la creación de valor y la eficiencia, es decir, sólo la agricultura permitía que la producción fuera superior a la materia prima utilizada. Los “fisiócratas”, como fueron llamados, creían que la industria y la manufactura serían actividades estériles en términos de creación de valor y rendimiento económico.

No hay nada más parecido a lo que muchos creen de la Sociedad de la Información en relación con las etapas industriales vividas. No se cree que Internet, la Sociedad de la Información y el Conocimiento y la Digitalización permitan vivir a grandes porcentajes de población de nuestras sociedades.

EL TIEMPO TECNOLÓGICO Y LA UNIDAD DEL UNIVERSO EN LA CONCIENCIA

Lo indicado, relacionado con la tecnología actual y con la nueva economía, el nuevo trabajo, y la nueva sociedad a la que tal tecnología dará lugar, es una línea de reflexión sobre el mundo actual, pero hay otra más entroncada con lo que queremos decir en este trabajo.  Esta segunda línea tiene que ver, como indicaremos, con una mayor atención a la mente, al cerebro y a las actividades intelectuales del hombre, incluida la consciencia y el espíritu.

1.- Internet, Inteligencia Artificial Fuerte y Consciencia

Pretendemos explicar que los desarrollos tecnológicos y científicos actuales nos llevan a una mayor atención del hombre hacia el componente psíquico de su naturaleza y a una mayor utilización de su inteligencia y de sus habilidades intelectuales.

El hombre se equivocará como ha hecho siempre, pero hay en mi opinión, una posibilidad nueva para ocuparnos de cosas más intelectuales y psíquicas. Puede que tengamos que vivir del intercambio de bienes de información, conocimiento y cultura, como venimos indicando, aunque todavía es prematuro aventurar que muchos hombres y mujeres podamos vivir de dicho intercambio. Ocurren, de hecho, paradojas como los altos porcentajes de la población excluidos de la nueva sociedad, y la convivencia del alto desempleo existente hoy en el mundo, y en nuestro país en particular, con la escasez de profesionales y ofertas de trabajo sin cubrir en el mundo digital, además de presentar este sector un crecimiento acelerado del empleo.

Muchos dirán que el empleo digital puede ser tan alienante como el de quitar y poner piezas en una máquina herramienta en una planta automovilista, pero hay que reconocer, por lo que vemos hoy, que es más intelectual, más creativo y más individual. No es la fuerza bruta o la habilidad de sus manos las que tendrá que utilizar el hombre en la nueva etapa de evolución de nuestras sociedades y nuestras economías, sino su capacidad intelectual.

Internet se nos aparece a muchos como un gran cerebro en el que redes de todo tipo se crean a diario y en el que existen puntos neurálgicos constituidos por páginas y plataformas web. La “inteligencia artificial” está presente en la Red más que en ningún otro sitio y es en donde más posibilidades tiene la aparición de una “inteligencia artificial fuerte”, es decir, una inteligencia cercana al psiquismo del hombre.

Estamos lejos todavía de algo de ese tipo, porque no lo olvidemos, el hombre es lo que es porque ha desarrollado la conciencia y la responsabilidad, la capacidad de aprender, la autoconsciencia, el mimetismo y la empatía y la habilidad de imaginar el futuro, entre otras características, además, claro está, de haber creado la tecnología, el arte, el lenguaje, el pensamiento y la ciencia. Habilidades muy lejanas de las de las máquinas.

Estamos, por tanto, lejos de que las máquinas repliquen esas capacidades, pero los hombres, en masa, comenzamos a estar activos en la incipiente aparición en Internet de una Inteligencia Artificial Fuerte.

2.- La convergencia NBIC

En los últimos apartados hemos insinuado que la revolución digital actual, con el fuerte desarrollo de Internet y muchos otros avances relacionados con la información, la comunicación, el conocimiento y la inteligencia, están permitiendo una nueva atención de los hombres a la componente intelectual, psíquica o espiritual de su naturaleza. Existe, en efecto, la posibilidad de que porcentajes altos de nuestras sociedades vivan del desarrollo e intercambio de productos y servicios relacionados con esas dimensiones y capacidades del hombre.

Eso puede significar que todos nos hagamos más sabios, más intelectuales, más cultos y más inteligentes. Puede también, como hemos dicho en el apartado anterior, que tenga lugar la aparición en la Red de una inteligencia colectiva superior a la inteligencia individual de los hombres.

Y eso a pesar de las críticas profundas al mundo de Internet que algunas publicaciones están haciendo y difundiendo en la actualidad.  Una de las últimas es el reciente libro del periodista Andrew Keen, Internet no es la respuesta[2]. Tema que exigiría cierta reflexión, la cual aplazamos de momento.

Preferimos seguir ahora con el hilo conductor de nuestras consideraciones últimas relacionadas con el resurgir del mundo intelectual y su posible combinación con el mundo científico. Es por lo que venimos abogando: la reconciliación del mundo de la ciencia y el de la filosofía, o, lo que es lo mismo, la unión en una misma reflexión humana de, materia y espíritu, física y consciencia, e, incluso, naturaleza y fe[3].

Hemos sugerido también que a esa reconciliación contribuyen los avances recientes en los terrenos científico y tecnológico, en los cuales se abren cada vez más posibilidades para esas dos dimensiones de la humanidad y para su práctica conjunta.

Después de haber sugerido que Internet abre ciertas posibilidades a tal reconciliación, entramos en otra de las revoluciones actuales, a la cual se ha dado en llamar Convergencia NBIC, o Convergencia Nano-Bio-Info-Cogno (Nanotecnología-Biotecnología-Infotecnología-Cognotecnología).

Se trata de cuatro áreas de actividad científica, y sobre todo tecnológica, relacionadas con el interior profundo de la materia que convergen todas en gran manera en el conocimiento del cerebro, del pensamiento y de la inteligencia.

Diremos algo sobre dicha convergencia en lo que sigue, pero lo importante para la línea de argumentación que estamos siguiendo es que también la ciencia y la tecnología actuales parecen tener necesidad de unir a sus explicaciones el mundo sutil del psiquismo. Un mudo a veces dejado al margen y casi acorralado en los últimos tiempos por el avance espectacular de la ciencia.

3.- Cognotecnología

La Convergencia NBIC a la que se ha hecho referencia en el apartado anterior y sobre la que se ha escrito ampliamente en el blog Cognotecnología publicado desde hace años por el autor, parece orientarse hacia el cerebro y la mente[4]. Las cuatro áreas tienen vida propia y científicos y tecnólogos especializados en ellas que poseen sus propias agendas de trabajo.

La convergencia, sin embargo, parece dirigirse, como decimos, hacia el cerebro y la mente, o dicho de otra forma, la actuación del hombre a nivel nanométrico (10-9), tanto en la materia inorgánica como en la orgánica y su incursión con fuerza en el mundo celular (10 µm o 10×10-6) e incluso en el molecular (10-9) del ADN y otras moléculas. Combinando todo con la digitalización y su replicación en ordenadores y máquinas diversas (incluida Internet), el hombre se prepara para entrar en una de las últimas fronteras del conocimiento humano: el desconocido mundo del cerebro del hombre y, sobre todo, de su mente.

En la Cognotecnología, o uso de tecnologías diversas en relación con el cerebro, el pensamiento y la inteligencia, se está avanzando enormemente en los tiempos actuales. Como se sabe, la última década del siglo pasado, 1990-2000, fue declarada por la Biblioteca del Congreso (LC) y por el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) de los Estados Unidos, como Década del Cerebro y un gran proyecto de investigación se generó alrededor de ello.

Hay actividades muy diversas, científicas, tecnológicas, médicas, psicológicas y, por supuesto, filosóficas  en relación con el cerebro y la mente, y de forma un poco general se podría hablar de seis áreas clave: 1) tecnologías no invasivas; 2) tecnologías de estimulación del cerebro; 3) cognición aumentada; 4) inteligencia artificial; 5) neurociencia y neuromedicina; y 6) mente y psiquismo.

En el blog Cognotecnología, dedicado desde su comienzo hace varios años ya a este tema, se han revisado muchas de esas áreas y se tiene previsto identificar con más precisión las tendencias actuales en todas ellas. Hay tecnología muy variada utilizada en el cerebro, desde la electroencefalografía, relacionada con los fenómenos bioeléctricos del cerebro y los ritmos alfa (8-13 Hz) , delta (0-4 HZ), beta (14-60 HZ) y theta (4-7 HZ), que es una de las más antiguas, hasta las más actuales como la Imagen por Resonancia Magnética Funcional (iRMf) o la Resonancia Magnética Nuclear (RMN), los interfaces cerebrales de comunicación o los Interfaces Cerebro-Ordenador (BCI), las neuroprótesis, y, en fin, la ingeniería inversa del cerebro y la Inteligencia Artificial.

Es curioso, pero cuando más se profundiza en todo lo relacionado con el cerebro más se acerca uno al mundo de la mente y la consciencia, o dicho de una forma más general, al psiquismo o actividad intelectual del hombre. El salto de lo material a lo psíquico en el ámbito del cerebro y la entrada en la gran cuestión de la conciencia, o consciencia, es un tema de actualidad, hasta el punto de que algunos autores han propuesto declarar ya una Década de la Consciencia como continuación de la Década del Cerebro.

Para el razonamiento que venimos haciendo en favor con la integración ciencia- filosofía, materia-consciencia y física-espíritu, nuestra conclusión es que también la Convergencia NBIC nos lleva a ello.

4.- La ciencia profunda actual. Relatividad y Mecánica Cuántica

 Otra de las áreas científicas bajo cuya influencia nos encontramos en el mundo en la actualidad, es la conformada por las aportaciones decisivas en cuanto a lo que es nuestro universo deducidas de las teorías de Max Planck (1858-1947), Albert Einstein (1879-1955), Louis De Broglie (1892-1987), Max Born (1882-1970), Neils Bohr (1885-1962), Werner Heisenberg (1901-1976), Wolfgang Pauli (1900-1958), Erwin Schrödinger (1887-1961), Paul Dirac (1902-1984), John von Neumann (1903-1957) y otros. Todos ellos hicieron sus aportaciones en la primera mitad del Siglo XX y desde entonces muchos otros investigadores se han dedicado a estudiar la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica, que son los nombres con los se describen las partes de la Física en la que los mencionados científicos trabajaron.

Desde entonces, en efecto, muchos otros científicos en todo el mundo se han concentrado en estas materias y los avances, aunque no muchos, han sido importantes al menos en términos de hipótesis sobre la naturaleza de nuestro mundo a niveles subatómicos. Una idea gráfica sobre ese espacio habla de que si se agrandara el tamaño del núcleo de un átomo hasta alcanzar el de un grano de arroz, el tamaño de todo el átomo sería como un estadio de futbol con algunos electrones de tamaño inferior (de hecho sin tamaño, ya que los electrones son ondas o perturbaciones) al núcleo girando a su alrededor. Dicho espacio debe estar lleno de algo que no conocemos, ya sea energía de algún tipo, información, o fenómenos mucho más sutiles difíciles de imaginar.

Las leyes de ese mundo, de acuerdo con las explicaciones dadas, son muy distintas a las de la física clásica newtoniana, en la cual existen siempre relaciones causa-efecto. La realidad es determinista, la materia es continua y las leyes, como la de la gravedad, son robustas y se cumplen siempre. Los electrones y otras partículas subatómicas, como ha dicho un autor español, se comportan de forma surrealista, es decir, de forma muy distinta al funcionamiento del mundo, diríamos que, a “escala natural”. Son comportamientos extraños, fantasmales y contraintutivos para nuestros esquemas conceptuales actuales.

Hay todo un conjunto de fenómenos y conceptos nuevos que se relacionan con ese mundo, entre ellos, la dualidad onda/corpúsculo, la superposición, la función de onda y el colapso de la función de onda, la decoherencia, el entrelazamiento, y varios otros.

Para lo que tiene que ver con nuestras últimas argumentaciones, y de acuerdo con científicos como Roger Penrose (nacido en 1931), Antonio Damasio (nacido en 1944), Henry P. Stapp (nacido en 1928), Francis Crick (1916-2004), Christof Koch (nacido en 1956) y varios otros, y filósofos como Dave Chalmers (nacido en 1966) o el español Juan Arana (nacido en 1950), la mecánica cuántica podría ser relevante para ahondar en la conexión mente-cerebro o en la interrelación entre los procesos neuronales y la consciencia. Este último es el gran problema de investigación y reflexión actual y el punto en el que las relaciones materia y espíritu se concentran. El propio Chalmers lo denominó en 1995 el ‘Hard Problem of Consciousness’, consistente en la dificultad de explicar los procesos fenoménicos de la mente o los qualia.

Para nuestros razonamientos recientes en este trabajo lo importante es que también las revoluciones científicas actuales parecen restaurar una convergencia deseable entre ciencia y filosofía, física y psiquismo y materia y espíritu.

5.- Consciencia Cósmica

Hay una cuarta actividad científica actual relacionada con el Universo en su conjunto y con su naturaleza, en la que también se están descubriendo dimensiones nuevas difíciles de entender. Tiene en gran manera que ver con la sugerencia hecha por varios científicos, entre ellos, Robert Kirshner (nacido en 1949), astrónomo de la Universidad de Harvard, y Adam Riess (nacido en 1969), astrofísico de la Johns Hopkins University, quienes en diciembre de 1997 comenzaron a encontrar signos de un cambio de velocidad en la expansión cósmica asumida por todos desde que se propuso y difundió la teoría del Big Bang.

Lo sorprendente fue que dichos cambios indicaban que el Universo se expande cada vez a más velocidad en contra de la idea anterior que asumía una desaceleración en dicha expansión causada por la fuerza de la gravedad de la materia conocida de nuestro Universo. La conclusión deducida de dicho fenómeno es que debe existir algo misterioso a lo que tentativamente se ha llamado “energía oscura”, causante de la expansión acelerada del Universo. Es una fuerza ”antigravitacional” y más fuerte que la gravedad misma cuyo origen y características se desconocen totalmente.

Sobre dicho fenómeno se están haciendo consideraciones diversas, de las que se pueden entresacar las que lo relacionan con las “fluctuaciones cuánticas” del interior de los átomos y con el Principio de Incertidumbre (o Indeterminación) de Heisenberg. Dichas fluctuaciones se refieren a cambios temporales de la energía en ciertos puntos del espacio subatómico que ahora parece que también se pueden producir a escala sideral.

Einstein y su “constante cosmológica”, introducida en su Teoría de la Relatividad General para conseguir que el Universo fuera estático, tiene mucho que ver con todo esto. Tal constante fue algo de lo que siempre se arrepintió Einstein, muy especialmente cuando el físico y astrónomo holandés Willem de Sitter (nacido en 1931), demostró que la Relatividad General permitía un Universo en expansión y, sobre todo, cuando el matemático y meteorólogo ruso Alexander Friedmann (o Aleksandr Fridman en ruso) (1888-1925), sugirió que dicha teoría hacía posible la existencia de múltiples universos, muchos de los cuales no sería ni estáticos ni invariables.

Algo más adelante, en 1927, vinieron las ideas y argumentaciones teóricas del sacerdote y cosmólogo belga Georges Lemaitre y los trabajos de Edwin Hubble en el Mt. Wilson Observatory (California) que dejaron bien establecidos el mencionado Big Bang y la idea de un Universo en expansión.

Posteriormente, ya en 1948, vino la aportación del físico holandés Hendrik Casimir (1909-2000) indicando que las fluctuaciones cuánticas no sólo tenían lugar a nivel subatómico. Y todavía más, en 1978 el entonces joven físico teórico estadounidense, Alan Guth (nacido en 1947), unió las explicaciones procedentes de su especialidad, la física de partículas, con la enorme fuerza cósmica surgida del Big Bang aportando la idea de la “inflación cósmica”.

Los dos mundos, el subatómico y el cósmico, quedaron unidos por los mismos fenómenos y leyes, desconocidos hoy en gran manera. Cosa no en absoluto extraña si se piensa que antes del Big Bang todo lo que conocemos anivel universal se albergaba en un punto de dimensiones mínimas, o sin dimensión.

Estos temas han llevado, de nuevo, a muchos autores a buscar explicaciones no materiales ni físicas para estos fenómenos. La existencia de un Universo Consciente es una de ellas. Amit Goswami (nacido en 1936), físico hindú que ha realizado su carrera científica en los Estados Unidos, ha escrito ampliamente sobre la existencia de una Consciencia Cósmica que impregna todo nuestro Universo.

El propio Henry P. Stapp (nacido en 1928), físico matemático estadounidense que se relacionó con Wolfgang Pauli (1900-1958), Werner Heisenberg (1901-1976) y J.A. Wheeler (1911-2008), ha escrito sobre un Universo Inteligente y hay un amplio grupo de físicos como Paul Davies (nacido en 1946), médicos genetistas como Francis S. Collins (nacido en 1950), y teólogos muy relacionados con la ciencia y la tecnología, como John F. Haught (nacido en 1942) o Ernest Lucas (1945), que trabajan directamente en unir la ciencia y la religión.

En paralelo con las obras de autores como Richard Dawkins (nacido 1941), Sam Harris (nacido en 1950), Christopher Hitchens (1949-201) o el propio Steven Weinberg (nacido en 1933), que son algo así como activistas actuales del ateísmo, hay tendencias en la ciencia misma que reclaman explicaciones más complejas y más completas de las que la ciencia reduccionista actual puede ofrecer.

Notas
[1]La segunda estuvo además complementada por el automóvil, el transporte aéreo, las telecomunicaciones y el fuerte desarrollo de la industria química y otras industrias,. Fue una época gloriosa en términos de crecimiento, explotada con fuerza después de la Segunda Guerra Mundial, que será difícil que se repita. Hubo una superposición impresionante de innovaciones tecnológicas
[2]Andrew Keen, Internet no es la respuesta, Casa Catedral, Barcelona, 2016
[3]Hay muchas referencias actuales sobre esta cuestión, pero una de las más destacadas es la obra ¿Cómo habla Dios?. La evidencia científica de la fe. de Francis S. Collins, publicada en español en 2007 por la editorial, Temas de hoy.
[4]Adolfo Castilla, Economía y Futuro, acandas.es
[1]Robert J. Gordon, The Rise and Fall of American Growth: The U.S. Standard of Living Since the Civil War. Princeton University Press. 2016. ISBN 978-0691147727.
[2]En sentido técnico se llama “innovar” a la labor posterior a la I+D consistente en introducir un nuevo producto en el mercado y conseguir que tenga éxito y eche raíces económicas.
[3]Sabemos que esto puede ocurrir, pero debemos prestar mucha atención a sus consecuencias. El trabajo ha sido históricamente la mejor manera de distribuir los ingresos y la riqueza de un país y si no existe trabajo, fijo, seguro y estable, deberemos entre todos asegurar de que existe actividad económica y actividades remunerables. La gente tiene que ganarse la vida de alguna manera.

 

Artículo elaborado por Adolfo Castilla, doctor ingeniero del ICAI, Universidad P. Comillas, catedrático en la UAM y, en la actualidad, en la Universidad Antonio de Nebrija. Es miembro colaborador de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión y de FronterasCTR.

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