Neurociencias e inteligencia espiritual: caminos científicos para la ética y utopía humanista

(Por Agustín Ortega) Actualmente se ha producido un desarrollo y auge de las conocidas como neurociencias. Diversos autores con diferentes perspectivas que se pueden matizar y complementar entre sí como Damasio (2010), Rubia (2015) o Nogués (2013) nos indican cómo el cerebro y la propia constitución humana tienen una capacidad y apertura a estas emociones o sentimientos, creencias o valores. Cómo la verdad, la belleza (estética) y el bien o ética (Gardner, 2011), la trascendencia y espiritualidad se expresan en las diversas experiencias culturales, espirituales o místicas y religiosas. A diferencia de los animales, el ser humano no se conforma con satisfacer los meros instintos o supervivencia, sino que busca conferir sentido y existencia al ser humano, abrirse a los sentimientos y experiencias de trascendencia, espiritualidad o religiosidad que lo comunican y posibilitan el encuentro con los otros, con el todo y lo (el) Otro, con la apertura a Dios.

EL DESARROLLO DE LAS NEUROCIENCIAS

El ser humano no es una tabula rasa o papel en blanco, ya que posee una base psico-orgánica, es un espíritu encarnado (corpóreo) en el mundo, que le posibilita su vida socio-cultural, le capacita para pensar, razonar, creer, sentir amor y ser responsable moralmente. Y esta base racional-corporal, que constituye al ser humano, da de sí en la relación con los otros, se desarrolla y realiza en la realidad social e historia. Ya que, asimismo, tampoco el ser humano queda determinado por la biología o naturaleza en menoscabo de su libertad y responsabilidad ética, que debe ejercer en el mundo e historia (Fuster, 2014). En la línea de la antropología y filosofía (Sanigeneti, 2014), se nos muestra toda esta capacidad simbólica, moral y espiritual del ser humano que desarrolla sus inherentes relaciones familiares, culturales sociales, políticas, económicas internacionales o universales, trascendentes y espirituales En las que se vaya estableciendo el sentido, principios espirituales y valores morales como la memoria compasiva y justicia con las víctimas, la opción por los pobres y la liberación integral del mal, opresión e injusticia que se estructura en la realidad histórica (Bauer, 2013).

NEUROÉTICA SOLIDARIA

Desde lo anterior, nos podemos abrir a una neuroética y práctica solidaria (Bonete, 2001; Cortina, 2011). Ya que la persona está constituida a nivel físico y psico-cerebral por la cooperación solidaria. Con el altruismo que trata de ir establecido una sociedad-mundo más habitable. Como nos enseñan los premios Nobel B. McClintock, C. Woese o J. Bauer (2008). En este sentido, las conocidas como neuronas espejos nos indican que el ser humano tiene la capacidad de empatía, de sentir con los otros en una conciencia global, con una colaboración para la solidaridad en el mundo, como nos muestra J. Rifkin en su monumental obra (2010).

Esta cooperación solidaria, afecto y amor hacia los otros es lo que realmente nos ha hecho evolucionar y desarrollarnos como humanos, lo que permite la cohesión y superar los obstáculos e inconvenientes o males que nos van surgiendo. Tal como ya intuía lo más valioso de la teoría madura de Darwin y ha estudiado G. Hunther (2015), que expone como el amor y la solidaridad va impregnado la vida de las personas, transformado la realidad en el compartir la existencia y los bienes. Nuestro cerebro y psicología está conformada por la bondad y emociones empáticas (Morgado, 2010) o sentimientos como la amabilidad, compasión y la cooperación con los otros que permiten nuestra salud integral, realización y felicidad. Como ha mostrado en sus actividad e investigación R. Davidson (2012).

Es precisamente la desigualdad e injusticia, que va en contra de la dignidad del ser humano, la que causa el conflicto y violencia ya que desata la agresividad e ira de estas personas que se ven violadas en su dignidad e injusticia. Como ha puesto de manifiesto el propio Bauer en su importante estudio (2013), que muestra como la violencia es fruto de rechazar la ética, la dignidad y justicia por el afán egoísta del tener y del economicismo que ha ido dominando en la realidad social e histórica. Frente a lo anterior, estas neurociencias, y la neuroética, nos muestran que es posible ir adquiriendo el sentido, los principios espirituales y valores morales como la memoria compasiva y justicia con las víctimas. Con la opción por los pobres y la liberación integral del mal, opresión e injusticia que se estructura en la realidad histórica.

INTELIGENCIA ESPIRITUAL Y MÍSTICA HUMANISTA

Con lo visto, se va logrando una conciencia e inteligencia espiritual (Torralba, 2010; Vázquez Borau, 2010), una mística asociada a otras realidades como la espiritualidad o la religión (Ávila, 2003). En donde puede darse la ambigüedad con todas sus capacidades y virtudes, pero también sus posibles deformaciones y peligros. No obstante, la mística o espiritualidad pertenece a lo más profundo del ser humano. Ya que hace referencia al carácter trascendente y espiritual de toda persona, por el que la humanidad busca el sentido y la realización de la vida (Ávila, 2013), la acogida del don, dinamismo y significado más hondo de la realidad. La espiritualidad y la mística son, por tanto, la experiencia profunda que tiene el ser humano de la vida y de la existencia o realidad. Con los proyectos vitales, sentimientos y valores o principios para ir buscando y encontrando este sentido de la vida e historia.

Por lo que lejos de evadirnos o alienarnos de la realidad, de encerrarnos en un individualismo y relativismo nihilista, de deshumanizarnos o hacernos infelices, al contrario, la espiritualidad y mística real nos fundamenta e implanta o nos religa en la realidad. Posibilita la religación y con-versión a los (nos vierte con) otro/as. De esta forma, la auténtica espiritualidad y mística es esta experiencia o proyecto de vida que se realiza en la inter-relación dinámica, profunda y trascendente de la realidad y de los otro/as (Martín Velasco, 2007); en los sentimientos y valores o principios antropológicos-éticos. Como son la fraternidad y el amor, la compasión y el perdón, la paz y la justicia, regalada y debida a ese don que es la realidad, nosotros y los otro/as, con los que me encuentro re-religado.

La espiritualidad y mística se ejercita así en la vida y realidad cotidiana, en los acontecimientos, a la vez, habituales y trascendentales de la realidad y de los otros. Tales como la alegría y el dolor o sufrimiento, la opresión o la fraternidad, la injusticia o la solidaridad, la exclusión o la justicia, la vida o la muerte… La experiencia espiritual y mística nos abre y confrontan con todas estas experiencias tan constantes, significativas del mal o el bien, del sufrimiento e injusticia, de la muerte y el sin sentido.

Y lejos del relativismo e individualismo o nihilismo, una correcta mística cree que hay que optar y comprometerse por estas certezas o verdades. Como la compasión y la justicia hacia los otro/as, la paz y fraternidad humana, la confianza y esperanza de que el mal, la injusticia y la muerte no tienen la última palabra. Sino el amor, la vida y la felicidad plena en ese dinamismo trascendente que busca siempre más realización y plenitud en los otro/s y en lo-el Otro; que se opone y hace frente a toda realidad que deshumanice, oprima y excluya a las personas.

En este sentido, la espiritualidad y mística tiene un carácter universal o ético, social y político en cuanto que no hace distinciones entre los están a mi lado o lo de cerca y los de lejos, entre la solidaridad inter-personal o política (internacional-mundial). Ya que se comprende y vivencia religada fraternalmente a toda la realidad, a toda la humanidad. Es una mística compasiva e inteligente, que no busca solo remediar de forma asistencialista o paternalista e individualista el sufrimiento de uno (en uno). Sino que discierne cuales son las raíces del mal y de la injusticia, la cultura y estructuras sociales que están de fondo y causando dicho dolor, deshumanización e injusticia en el mundo, para transformarlas profundamente. Para impulsar el protagonismo, la promoción y liberación integral de todas las personas, en especial, de los empobrecidos, oprimidos y excluidos.

Como se puede observar, la espiritualidad y mística nos proporciona una razón e inteligencia espiritual y crítica-ética, social y política. Por la que nos vamos humanizando, por la que vamos alcanzado el desarrollo, la liberación integral y la felicidad en la medida en que experienciamos y acogemos el amor y el perdón que se nos regala. Y lo llevamos realmente a la practica en el compromiso por la reconciliación y la paz, por la fraternidad y la justicia, desde los marginados y víctimas de la historia (Cucci, 2013). Y es que nada más profundo, humano y espiritual, ni más bello y hermoso, nada que proporcione más realización y felicidad que donde haya mentira se ponga verdad, donde haya sufrimiento justicia, desesperación esperanza…. Que uno se encuentra entregándose por los demás, donándose y comprometiéndose porque haya otro mundo posible, más justo y fraterno.

Así, frente a la actual cultura y estructura social del neoliberalismo/capitalismo global. En donde prima la razón individualista, economicista y mercantilista (el mercado, el beneficio y la competitividad convertidos en ídolos), que empobrece y excluye a la mayoría de la humanidad, la inteligencia mística-política pretende una razón o sabiduría cordial, compasiva y solidaria. Para ir promoviendo y comprometiéndonos por unas sociedades y pueblos con inteligencia, por unas inter-relaciones, culturas y estructuras sociales que sean inteligentes. Esto es, humanizadas, fraternas y justas, donde se erradique el sufrimiento injusto y la violencia, la pobreza y exclusión social.

Por lo que toda autentica educación y formación deberá promover esta inteligencia mística y política que busca la verdad, la belleza y el bien en la vida y praxis moral del compromiso solidario por la justicia y la paz en el mundo; en la defensa de la vida y dignidad de las personas o colectivos más excluidos y empobrecidos, que más sufren la injusticia y el mal. Para terminar este apartado, como reconocen hoy diversos y reconocidos pensadores, diremos que una fuente y caudal inagotable de esta mística son las diversas tradiciones espirituales y religiosas que han ido manifestándose desde los principios de los tiempos hasta la actualidad. En nuestro contexto, es de reseñar que junto a sus fallos o deformaciones, lo mejor de la tradición del humanismo judeo-cristiano, como por ejemplo el conocido contemporáneamente como personalismo comunitario, tiene mucho y bueno que aportarnos (Burgos & Cañas & Domínguez, 2013).

FILOSOFÍA DE LA UTOPÍA Y ESPIRITUALIDAD

Esta carácter espiritual y místico del ser humano, como estamos estudiando, se abre a la utopía, esperanza y trascendencia que anhela el ser humano. Decía Hegel que la historia es el dinamismo de la conciencia de la libertad, ya que el mismo pensamiento o filosofía se confronta con esa nada o absurdo que es la negación de toda razón, vida y libertad. El Por qué existe el ser y no la nada que indica Heidegger, o la nada y no el ser, la muerte e injusticia de los pobres, con la historización de Ellacuría. La historia de la humanidad, con su razón o pensamiento y cultura, se caracteriza por esta búsqueda e inquietud de un mundo mejor, más libre, con más ser y alma, más vida, justicia y bien. Así lo presenta la Biblia que, como señaló el también filosofo E. Bloch, es un libro que contiene una colección de utopías, un hilo rojo con “el principio-esperanza” que orienta en el horizonte utópico y liberador. La experiencia humana y espiritual nos mueve, el alma de la persona que expresa la trascendencia y el espíritu nos guía. «Pensar es trascenderse. La razón no puede florecer sin esperanza; la esperanza no puede hablar sin razón», tal como nos seguía enseñando ese filosofo de la utopía y de la esperanza que es Bloch (Alvarenga, 2014).

Como nos mostró el viejo Kant, la misma razón, con su vertiente más práctica-ética, no se resigna que la desdicha, injusticia e infelicidad tenga la última palabra; que el mal y la opresión se impongan sobre la justicia, que la muerte derrote a la misma vida moral y honrada. Como nos enseña Adorno, Kant no se conforma con lo establecido, tiene el anhelo de la salvación, el secreto de la filosofía kantiana “es la imposibilidad de pensar la desesperación”. En esta línea, el mismo Adorno afirma que “el pensamiento que no se decapita desemboca en la trascendencia, la luz del conocimiento es la redención”. Y Unamuno señalaba que el “hombre Kant no se resigna a morir del todo”, que la razón crítica kantiana desemboca en la afirmación de la vida sobre la muerte, postulando así la misma existencia de Dios. Esa trascendencia del otro que atisbó Kant, que es fin y no medio ya que tiene dignidad porque no es un precio, es radicalizada (profundizada) en Levinas. Con el encuentro y responsabilidad ante el rostro de ese otro, como es el del huérfano o la viuda (el pobre-excluido), que es apertura y encuentro con el Rostro del Otro Trascendente, con Dios mismo.

Como se observa, todos estos pensadores modernos y contemporáneos como el ya mencionado Adorno, Horkheimer, Benjamin con su escuela de Frankfurt o el mismo Laín Entralgo han pensado la espera y la antropología de la esperanza. La compasión y esperanza ante el sufrimiento e injusticia que padecen las víctimas de la historia, condición de verdad según Adorno, que se abre al anhelo de justicia plena y de sentido. Con la chispa-temporalidad mesiánica, el kairos/tiempo en el que, por las grietas de la historia, se introduce el Mesías que eche el freno de emergencia a esta historia, descarrilada por un supuesto progreso que se hace sobre las ruinas y víctimas. Es la interrupción de la historia por este tiempo mesiánico de esperanza y liberación. Como nos sigue mostrando todo ello Benjamin que, en este sentido, indica que la tradición de los oprimidos nos enseña que ellos siempre viven en un estado de excepción, donde es negado permanentemente un orden justo, se rechaza la justicia y dignidad con las víctimas que nos traen la esperanza. “Sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza» (Benjamin).

Todo este caudal de la razón e historia de la esperanza, en diálogo con estos autores como Bloch o la escuela de Frankfurt u otros, lo recogen y profundizan pensadores y teólogos tan significativos como Rahner, Chenu y Congar, Moltmann o Metz. Con una teología trascendental, histórica y política de la esperanza o escatológica, la historia de la salvación y la salvación en la historia con sus liberaciones, la fe en la inteligencia y el Evangelio en el tiempo con una teología del trabajo. La «memoria passionis» y subversiva del Dios Crucificado-Resucitado que transforma la sociedad e historia, en anticipación y apertura a ese futuro pleno que rechaza toda idolatría y absolutización de cualquier sistema e injusticia.

Ya en América Latina, prolongando a su maestro Zubiri, Ellacuría nos mostró que la realidad e historia de salvación y liberación integral nos vienen por los pueblos crucificados por el mal e injusticia, en el sentido o medida que se asocian al mismo Jesús Crucificado-Resucitado y Salvador. Tal como ya nos había mostrado, cada uno a su manera, E. Wiesel o D. Bonhoeffer que indicaban a este Dios crucificado y presente en los crucificados y víctimas de la historia. Con Ellacuría, G. Gutiérrez ha articulado muy bien todo este dinamismo y unidad de la historia de la salvación que, en el Don de la Gracia, se va realización en la liberación histórica e integral de todo mal, pecado e injusticia (Sols Lucia, 1999). Una salvación y liberación a nivel espiritual, personal, socio-histórico, político y escatológico-trascendente en el amor, caridad política y justicia con la opción por los pobres.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Alvarenga, L. (dir., 2014). Ignacio Ellacuría. Utopía y crítica. Valencia: Tirant Humanidades.
Ávila, A (2003). Para conocer la psicología de la religión. Navarra: Verbo Divino.
Ávila, A. (2013). Madurez, sentido y cristianismo. Madrid:  PPC.
Bauer, J. (2008). Das kooperative Gen, Hoffman und Campe Verlag.
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Bonete, E (2001). Neuroética práctica. Bilbao: Desclee
Burgos, J. M.; Cañas, J. L.; Domínguez, X M; (2013). Introducción a la Psicología personalista. Madrid: Dyckinson.
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Cucci, G. (2013). La fuerza que nace de la debilidad. Aspectos psicológicos de la vida espiritual. Santander: Sal Terrae.
Damasio, A. (2010). Y el cerebro creó al hombre. Barcelona: Destino.
Davidson, R. (2012). El perfil emocional de tu cerebro. Destino: Barcelona
Fuster, J. M. (2014). Cerebro y libertad. Barcelona: Ariel.
Gardner, H. (2.011), Verdad, belleza y bondad reformuladas. Barcelona: Paidos.
Huther, G. (2015). La evolución del amor. Barcelona: Plataforma.
Martín Velasco, J. (2.007). Mística y humanismo. Madrid: PPC.
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Nogues, R. M. (2013). Cerebro y trascendencia. Barcelona: Fragmenta.
Rifkin J., (2010). La civilización empática. Paidos: Barcelona
Rubia, F. J. (2007). El cerebro y espiritual. Barcelona: Fragmenta.
Sanigeneti, J. J. (2014). Neurociencias y filosofía del hombre. Madrid: Palabra.
Sols Lucia, J. (1999). La teología histórica de Ignacio Ellacuría. Madrid: Trotta.
Torralba, F. (2010). Inteligencia espiritual. Barcelona: Plataforma.
Vázquez Borau, J.L. (2010). La inteligencia espiritual. Bilbao: Desclee.

 

Artículo elaborado por el Dr. Agustín Ortega Cabrera, Profesor e Investigador en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador Ibarra y colaborador de FronterasCTR.

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