El movimiento de reconciliación entre protestantes y católicos

(Por María Dolores Prieto Santana) Entre los días 16 y 25 de enero se celebra en todo el mundo el octavario de oración por la unidad de los cristianos. El día 16 de enero es la fecha de la supuesta entronización del apóstol San Pedro como obispo de Roma. Y el día 25 del mismo mes es la fecha que tradicionalmente se invoca como el día de la conversión de San Pablo. Estas fechas fueron propuestas en 1908 por Paul Watson para celebrar estos ocho días de oración común entre las diversas confesiones cristianas. Es un signo que marca una tendencia: la reconciliación de las tradiciones cristianas en un proceso común.

En los últimos días de octubre de 2016, el papa Francisco ha viajado a Lund, en Suecia, para mantener un cordial encuentro con los hermanos luteranos concluido con una oración ecuménica en la catedral. Un gesto que ha conmovido no solo a cristianos y luteranos sino a todas las tradiciones religiosas. Ha marcado una tendencia al situarse en las fronteras. Y como todos los años desde hace un siglo, entre los días 18 y 25 de enero se ha tenido en el orbe cristiano el octavario de oración por la Unión de los cristianos.

El ecumenismo es el movimiento internacional de restauración de la unidad, más afectiva y de acción que de doctrina, de todas las iglesias cristianas que se han ido fracturando a lo largo de la historia del cristianismo. La comunidad cristiana ha soportado a lo largo de la historia una serie de separaciones traumáticas, es verdad, pero enriquecedoras en su conjunto, porque esquejes y formas diferentes de entender el cristianismo han subsistido con vida propia.

Cuando se recorre la historia del cristianismo, no se puede eludir la existencia de las segregaciones antiguas de los nestorianos o de los monofisitas. Más tarde, a la escisión de la ortodoxia oriental con el cisma del patriarca Miguel Cerulario frente al Papa León IX.

Las 95 tesis de Lutero

Y simplificando mucho, recordamos también la separación de las iglesias calvinistas, luteranas y anglicanas del siglo XVI. Pero la historia de las rupturas no termina aquí. Es necesario recordar las fracturas que se suscitaron en el Concilio Vaticano primero a finales del XIX, y más modernamente tenemos en cuenta la riqueza de iglesias cristianas nacidas en pleno siglo XX, como las escatológicas (Adventistas del séptimo día, Testigos de Jehová, Amigos del Hombre), los movimientos de acción (como los Cuáqueros, las Iglesias Apostólicas, el Ejército de Salvación, los Movimientos Pentecostales) y las Iglesias curadoras (como los Antonistas y la Ciencia Cristiana).

Todos ellos se reconocen seguidores de Jesús de Nazaret, aunque sus planteamientos teológicos son muy diferentes. Incluso algunos de estos movimientos de raíz cristiana pueden ser considerados como “sectas” con todas las connotaciones negativas que estas tienen.

A principio del siglo XX surge un movimiento espiritual y teológico en el seno de algunas confesiones cristianas que trabaja por la unidad de los cristianos. Son conscientes de que hay detrás muchos siglos de incomprensión e incluso de lucha y muerte. Que junto a los muros teológicos existen prejuicios políticos, emocionales y culturales. Pero el movimiento ecuménico, como veremos más adelante, siguió su camino. Una de las iniciativas es el Octavario (ocho días) de oración por la unidad de los cristianos. En los primeros días de enero de 2017, el Vaticano ha dado a conocer los materiales para uso de los católicos que constituyen estas jornadas y también materiales para todo el año bajo el lema “Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia (cfr. 2Co 5,14-20)”.

Estos materiales han sido preparados conjuntamente por el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias.

En el hemisferio norte de nuestro mundo la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se celebra tradicionalmente del 18 al 25 de enero. Estas fechas fueron propuestas en 1908 por Paul Watson para cubrir el período entre la fiesta de la entronización de San Pedro como obispo de Roma y la de la conversión de San Pablo, que tienen un hondo significado.

En el hemisferio sur donde el mes de enero es tiempo de vacaciones de verano, las Iglesias frecuentemente adoptan otras fechas para celebrar la Semana de Oración, por ejemplo en torno a Pentecostés (sugerido por el Movimiento Fe y Constitución en 1926), que representa también otra fecha significativa para la unidad de la Iglesia. Teniendo presente esta exigencia de flexibilidad, la Iglesia católica invita a utilizar estos materiales a lo largo de todo el año para expresar el grado de comunión que las Iglesias ya han alcanzado y para orar juntos para llegar a la plena unidad querida por Cristo.

Breve historia del movimiento ecuménico

De un modo simplificado, podemos reconocer dos grandes etapas en la historia del movimiento ecuménico, marcadas por la creación del Consejo Ecuménico de las Iglesias:

Primera etapa (1910-1937)

El movimiento ecuménico en esta primera etapa estuvo marcado por diversos hitos. Entre ellos se pueden mencionar los siguientes:

  • En 1908 Spencer Jones y Paul Watson, dos episcopalianos estadounidenses, lanzaron la Church Unity Octave (Octavario por la Unidad de la Iglesia), que tuvo una excelente acogida inicial en el mundo anglicano. Nueve meses después, el pastor Paul Watson se convirtió al catolicismo. El octavario se convirtió pronto en un instrumento de apostolado en manos de la jerarquía católica de aquel tiempo, con el fin de bregar por la conversión de los cristianos no católicos al catolicismo cual si se tratara de un mero «retorno» al seno de la Iglesia católica. La Iglesia anglicana dejó de realizar ese octavario y transcurrió más de una década hasta que, en 1921, el mismo Spencer Jones lo sustituyó por la Church Unity Octave Council, con un sentido de búsqueda de la unión entre la Iglesia anglicana y la católica.
  • En 1910 se realizó la Conferencia Misionera Mundial en Edimburgo, considerada el punto de partida oficial del movimiento ecuménico. En esta Conferencia se creó un Comité de Continuación del que surgiría posteriormente el Consejo Misionero Internacional. Charles Brent propuso la creación del movimiento Fe y Constitución, con Robert Gardiner como secretario, conformando así un Comité de Continuación de esta iniciativa.
  • En 1914, Robert Gardiner envió una carta de invitación en latín al cardenal Pietro Gasparri. El papa Benedicto XV contestó que se consideraba a sí mismo como la fuente y la causa de la unidad de la Iglesia.
  • En 1918, el obispo luterano Nathan Söderblom se acercó a numerosos clérigos católicos para invitarles a hablar de la paz. Se efectuó una reunión de Upsala, en el mes de septiembre. Gasparri no se tomó la cuestión como algo serio.
  • En 1919, una delegación de obispos episcopalianos se acercó a diversas iglesias europeas. Al llegar a Roma, los recibió Benedicto XV, quien les dijo que la única unidad posible se encontraba en su retorno a la Iglesia católica. Por primera vez Nathan Söderblom, en una carta abierta, sugirió la creación de un Consejo ecuménico de las Iglesias (C.OE.E).
  • En 1920, tiene lugar la Conferencia «Vida y Acción» del catolicismo práctico. Acuden delegados de la jerarquía ortodox Se creó un Comité de Continuación de la Conferencia Misionera Mundial en Ginebra, para sentar las bases del movimiento Fe y Constitución.
  • En 1921, se fundó el Consejo Misionero Internacional en Londres: Obispos luteranos suecos y carta del catolicismo práctico. En ese mismo año, iniciaron las Conversaciones de Malinas entre clérigos católicos y anglicanos.
  • En 1925 se realiza la Conferencia del catolicismo práctico en Estocolmo. Se produjo un violento ataque del canónigo católico Charles Journet contra el catolicismo práctico en su libro L’unión des églises et le Chatolicsme pratique. Se reunió en Estocolmo el Comité de Continuación de la Conferencia Misionera Mundial, para programar la primera Conferencia Mundial de Fe y Constitución.
  • En 1927, se efectuó la primera Conferencia Mundial de Fe y Constitución en Lausana.
  • En 1928, el papa Pío XI publicó su encíclica Mortalium Animos, en la que trató con palabras duras las primeras iniciativas del movimiento ecuménico.
  • En 1929, se realizó la primera evaluación seria del trabajo ecuménico por parte de los católicos, con el libro de Max Pribillaj.: Um kirchliche Einheit, Stockholm, Lausanne, Rome.
  • En 1930, Nathan Söderblom recibió el Premio Nobel de la Paz.

Segunda etapa (1938- hasta hoy)

Un hito fundamental en la historia del ecumenismo coincide con la creación del «Consejo Mundial de Iglesias» (CMI). Su estatuto, fijado provisionalmente en Utrech en 1938, a causa de la Segunda Guerra Mundial, no fue adoptado hasta la asamblea de Ámsterdam, en 1948. El consejo se definió, no como una «super Iglesia» o como una «Iglesia mundial», sino como una «comunidad de Iglesias que reconocen a Cristo como Dios y Salvador». Desde su fundación se han establecido 7 asambleas generales: Ámsterdam (1948); Evanston (1954); Nueva Delhi (1961); Upsala (1968); Nairobi (1968); Vancouver (1983) y Canberra (1991).

En cuanto a la Iglesia católica, el papa Juan XXIII produjo un cambio de rumbo con la creación del «Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos», una comisión preparatoria al Concilio Vaticano II que más tarde recibiría el nombre de Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. El 6 de junio de 1960, Juan XXIII designó al cardenal Augustin Bea como primer presidente del recién creado Secretariado. El Secretariado participó en 1961 de la conferencia de Nueva Delhi y fue el responsable de la redacción de diferentes borradores de documentos críticos durante el Concilio Vaticano II, entre ellos el del decreto Unitatis redintegratio sobre el ecumenismo.

Las últimas palabras pronunciadas por Juan XXIII en su lecho de muerte exteriorizaron su compromiso ecuménico: “Ofrezco mi vida por la Iglesia, por la continuación del Concilio Ecuménico, por la paz en el mundo y por la unión de los cristianos… Mis días en este mundo han llegado a su fin, pero Cristo vive y la Iglesia debe continuar con su tarea”. (Ut unum sint, ut unum sint)

El papa Juan XXIII encargó al Augustin Bea la confección del documento Unitatis redintegratio, decreto del Concilio Vaticano II sobre el ecumenismo. Además, Bea presidió por vez primera el «Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos» creado por Juan XXIII en 1960.

El Vaticano II y el ecumenismo

La Iglesia católica, a través del Concilio Vaticano II, estableció, entre otros puntos, los siguientes:

  1. El ecumenismo debe ser fomentado por los obispos (Decreto Christus Dominus 16).
  2. Los presbíteros no han de olvidar a los hermanos que no gozan de plena comunión eclesiástica con los católicos (Decreto Presbyterorum ordinis 9).
  3. Se ha de cultivar el espíritu ecuménico entre los neófitos (Decreto Ad gentes divinitus 15).
  4. Se exhorta a los católicos a que, reconociendo los signos de los tiempos, participen diligentemente en la labor ecuménica (Decreto Unitatis redintegratio 4).
  5. Los católicos, en su acción ecuménica, deben, sin duda, preocuparse de los hermanos separados, orando con ellos, tratando con ellos de las cosas de la Iglesia y adelantándose a su encuentro (Decreto Unitatis redintegratio 4).
  6. Es necesario que los católicos reconozcan con gozo y aprecien los bienes verdaderamente cristianos, procedentes del patrimonio común, que se encuentran entre los hermanos separados (Decreto Unitatis redintegratio 4).
  7. La práctica del ecumenismo se ha de basar en:

(a) la renovación de la Iglesia como aumento de la fidelidad hacia su vocación, incluyendo movimientos bíblico y litúrgico, la predicación de la Palabra de Dios, la catequesis, el apostolado seglar, la espiritualidad matrimonial, etc. (Decreto Unitatis redintegratio 6),

(b) la conversión interior (op. cit., 7),

(c) la oración unánime por la unidad (op. cit., 8),

(d) el conocimiento mutuo de las distintas Iglesias, con un mejor conocimiento de la doctrina, de la historia, de la vida espiritual y cultural y de la psicología religiosa de las otras Iglesias (op. cit., 9),

(e) la formación ecumenista (op. cit., 10), y

(f) una mejora en cuanto a la profundidad y exactitud en el lenguaje con que se expresa la doctrina de la fe (op. cit., 11), entre otros puntos.

El nuevo rumbo se profundizó con el papa Pablo VI, quien peregrinó a Tierra Santa del 4 al 6 de enero de 1964, en el primer viaje de un papa por el mundo. Como resultado de aquel acercamiento histórico, en una declaración conjunta efectuada el 7 de diciembre de 1965, Pablo VI y Atenágoras I, guías espirituales de los cristianos católicos y ortodoxos del mundo respectivamente, decidieron «[…] cancelar de la memoria de la Iglesia la sentencia de excomunión que había sido pronunciada […]» en ocasión del Cisma de Oriente o Gran Cisma de 1054.

El 25 de mayo de 1995, Juan Pablo II publicó la carta encíclica Ut unum sint (del latín, Que sean uno), en la cual se instó a la unión de las iglesias cristianas mediante la fraternidad y la solidaridad al servicio de la humanidad. Ya el 10 de noviembre de 1994, en su carta apostólica Tertio Millennio Adveniente dirigida al episcopado, al clero y a los fieles con motivo de la preparación del jubileo del año 2000, Juan Pablo II instó a analizar el curso de los últimos diez siglos y señaló la falta de unidad de los cristianos entre «los pecados que exigen mayor compromiso de penitencia y de conversión», al tiempo que lo calificaba como «un problema crucial para el testimonio evangélico en el mundo».

El 31 de octubre de 1999 en Augsburgo, se firmó la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación, por parte del cardenal Edward Cassidy en nombre de la Iglesia católica, y el obispo Christian Krause de la Federación Luterana Mundial. Joseph A. Fitzmyer, quien trabajó durante casi tres décadas en el diálogo ecuménico luterano-católico, proporcionó una contribución esencial para la elaboración de esta declaración. El documento representó un paso importante para zanjar las divisiones entre ambas denominaciones cristianas que llevaban 482 años, desde que el mismo día del año 1517, Martín Lutero clavó sus noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia del castillo en Wittenberg, en Alemania.

En el 2004 se fundó la comunidad religioso-ecuménica de los Misioneros y Misioneras del Amor Sacramentado, basada en la creación de proyectos sociales que promueven el amor y el servicio, en atención a diversas obras solidarias en la comunidad, sumado a la presencia de oratorios que invitan a todos a la oración universal y no el debate religioso.

En febrero del 2016, el papa Francisco y el patriarca de Moscú y de todas las Rusias Cirilo I de Moscú, firman una Declaración conjunta reunidos en Cuba, en este encuentro histórico, dichos líderes se abrazaron después de casi mil años de separación de sus iglesias. .En abril de ese año Francisco junto a los patriarcas Bartolomé I, y Ieronymos II arzobispo de Atenas y Toda Grecia, firmaron una declaración conjunta para manifestar su preocupación por la situación trágica de los numerosos refugiados, emigrantes y demandantes de asilo, que han llegado a Europa huyendo de situaciones de conflicto.

El ecumenismo hoy

El papa Francisco en Lund (Suecia)

Un panorama general, basado en las apreciaciones de René Berthier [Berthier, René (1977). 101 Reponses a un chretien. Librairie Hachette. p. 33-3], permite señalar los puntos siguientes referidos al estado de situación del ecumenismo hoy. Actualmente, el valor del bautismo es reconocido por las Iglesias cristianas históricas, independientemente de cual lo administre.

  • La cuestión del bautismo quedó definitivamente resuelta: todos los cristianos, sean católicos, ortodoxos, anglicanos o protestantes, reconocen el valor del bautismo administrado por las demás Iglesias que no sean la suya propia. Si un cristiano desea pasar a pertenecer a otra de estas confesiones cristianas, no requiere ser «bautizado de nuevo».
  • También se produjeron avances en el reconocimiento de la validez de los matrimonios celebrados entre contrayentes de distintos credos cristianos. Un católico que quisiera contraer matrimonio con una persona cristiana no católica solo debe cumplimentar ciertos requisitos que no afectan su concepción del sacramento.
  • La participación en la eucaristía por partes de cristianos miembros de Iglesias diferentes de la católica es deseada y pedida por muchos como signo que preludie la esperada unidad final. Si bien la práctica no fue autorizada todavía por las Iglesias cristianas, algunos teólogos han descubierto zonas de acuerdo doctrinal entre la «fracción del pan» y la eucaristía como presencia real de Cristo. Algunos hechos, como la prédica del primado de la Comunión Anglicana Rowan Williams en la Eucaristía Internacional en el Santuario de Lourdes, junto con las medidas que siguieron, son considerados altamente positivos en orden al ecumenismo.
  • También progresan, aunque sin dudas con dificultades, las investigaciones teológicas emprendidas en común sobre los problemas de la autoridad papal y de la llamada infalibilidad pontificia. En particular, las Iglesias católica, ortodoxa y la Comunión Anglicana se sienten menos alejadas entre sí a nivel doctrinal.
  • Sobre problemas de índole moral, como los del divorcio o del aborto, las divergencias no son tan extremas como para excluir un posible acuerdo. En cuanto a problemas de formulación más moderna, como los de la justicia social, la vida internacional y las libertades cívicas (entre ellas, la libertad de culto, la libertad de enseñanza, la libertad de expresión, etc.), los puntos de vista son similares hasta el extremo de que las distintas Iglesias han llegado a pronunciarse a través de declaraciones comunes.
  • Las relaciones entabladas a nivel jerárquico son muy buenas, impensables un siglo atrás. El «Consejo Mundial de Iglesias», que representa al conjunto de Iglesias de la Comunión Anglicana, protestantes y ortodoxas, goza de un alto prestigio moral. La Iglesia católica no es miembro del Consejo, pero ha participado de algunas comisiones, como la de «Fe y Constitución». No se excluye que en el futuro se integre en el Consejo como miembro de pleno derecho.
  • Parecería que la unidad entre las distintas confesiones cristianas fuese una idea más afín entre los cristianos jóvenes, a quienes el sentido de la vida, la promoción de la sociedad, el significado de la figura de Jesucristo y la ayuda solidaria en común les importan mayormente. Quizá sea por eso que los jóvenes sigan sintiéndose tan atraídos por experiencias como la que presenta la ecuménica Comunidad de Taizé, o más nuevas como la comunidad religiosa-ecuménica de los Misioneros y Misioneras del Amor Sacramentado.

El octavario 2017: la oración común por la unión de los cristianos

            Los materiales de oración por la unión de los cristianos de este año 2017 no solo incluyen los que pueden ser útiles durante los ocho días del octavario, sino que están abiertos a todo el año. El lema de este año es: Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia (cf. 2 Co 5, 14-20)

Será necesario presentar una introducción al tema:

En 1517 Martín Lutero levantó preocupaciones acerca de lo que él consideraba abusos en la Iglesia de su tiempo haciendo públicas sus 95 tesis. 2017 es el 500 aniversario de este acontecimiento crucial en el movimiento de la Reforma que ha marcado la vida de la Iglesia occidental a lo largo de muchos siglos.

Este acontecimiento ha sido un tema controvertido en la historia de las relaciones intereclesiales en Alemania también en los últimos años. La Iglesia Evangélica de Alemania (EKD) ha estado preparando este aniversario desde 2008, centrándose cada año en un aspecto concreto de la Reforma, por ejemplo: la Reforma y la política o la Reforma y la educación. La EKD también ha invitado a sus interlocutores ecuménicos en varios niveles a que ayuden a conmemorar los acontecimientos de 1517.

Después de extensos y a veces difíciles debates, las Iglesias de Alemania han alcanzado el acuerdo de que la forma de conmemorar ecuménicamente la Reforma debía ser con una Christusfest, una celebración de Cristo. Si se pone el énfasis en Jesucristo y en su obra reconciliadora como centro de la fe cristiana, los interlocutores ecuménicos de la EKD (católicos romanos, ortodoxos, baptistas, metodistas, menonitas y otros) podrían participar en las celebraciones del aniversario.

Si se tiene en cuenta que la historia de la Reforma se ha caracterizado por una dolorosa división, este es un logro muy considerable. La Comisión Luterano-Católico Romana sobre la Unidad ha trabajado mucho para llegar a un entendimiento compartido de la conmemoración. Su importante informe Del conflicto a la comunión reconoce que las dos tradiciones se acercan a este aniversario en una época ecuménica, con los logros de 50 años de diálogo a sus espaldas y con una comprensión nueva de su propia historia y de la teología. Separando lo que es polémico de las cosas buenas de la Reforma, los católicos ahora son capaces de prestar sus oídos a los desafíos de Lutero para la Iglesia de hoy, reconociéndole como un «testigo del evangelio» (Del conflicto a la comunión, 29). Y así, después de siglos de mutuas condenas y vilipendios, los católicos y los luteranos en 2017 conmemorarán por primera vez juntos el comienzo de la Reforma.

De este acuerdo y del más amplio contexto ecuménico surge el potente tema de este año de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos: «Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia (2 Cor 5, 14)».

El tema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2017

Cuando el comité nacional alemán de planificación se reunió en otoño de 2014, enseguida se vio con claridad que los materiales para esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos tendrían que poner dos énfasis: por un lado, debería haber una celebración de la gracia y el amor de Dios, la «justificación de la humanidad a través de la sola gracia», reflejando la preocupación principal de las Iglesias marcadas por la Reforma de Martín Lutero. Por otro lado, también se debería reconocer el dolor por las profundas divisiones subsiguientes que afligieron a la Iglesia, hablar claramente de culpa y ofrecer una oportunidad para dar pasos hacia la reconciliación.

Finalmente, fue la Exhortación Apostólica del papa Francisco de 2013 Evangelii Gaudium («La alegría del Evangelio») la que aportó el tema de este año, al utilizar la cita: «El amor de Cristo nos apremia» (número 9). Con este texto de la Escritura (2 Co 5, 14), tomado en el contexto de todo el quinto capítulo de la segunda Carta a los Corintios, el comité alemán formuló el tema para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2017.

El texto bíblico: de la segunda carta de San Pablo a los Corintios (5, 14-20)

El texto bíblico subraya que la reconciliación es un don de Dios destinado a toda la creación: «Porque sin tomar en cuenta los pecados de la humanidad, Dios hizo la paz con el mundo (kosmos) por medio de Cristo y a nosotros nos ha confiado ese mensaje de paz» (v.19).

Como consecuencia de la acción de Dios, la persona que ha sido reconciliada en Cristo está llamada a su vez a proclamar esta reconciliación con palabras y obras: «El amor de Cristo nos apremia» (v.14). «Somos, pues, embajadores de Cristo y es como si Dios mismo os exhortara sirviéndose de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que hagáis las paces con Dios» (v.20). El texto pone de relieve que esta reconciliación no se da sin sacrificio: Jesús entregó su vida, murió por todos. Los embajadores de la reconciliación están llamados, en su nombre, a dar su vida de forma parecida. Ya no viven para sí mismos; viven para aquel que por ellos murió.

La unión de los cristianos en el compromiso por un mundo reconciliado y justo

Como leemos en el texto de introducción al octavario de unión por la unión de los cristianos, el amor de Cristo nos apremia a orar, pero también a ir más allá de nuestras oraciones por la unidad entre los cristianos. Las Iglesias y las congregaciones necesitan el don de la reconciliación con Dios como fuente de vida. Pero aún más, lo necesitan para su testimonio común ante el mundo: «Te pido que todos vivan unidos. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros. De este modo el mundo creerá que tú me has enviado» (Juan 17, 21).

El mundo necesita embajadores de reconciliación que rompan barreras, construyan puentes, hagan la paz, abran puertas a nuevas formas de vida en el nombre de aquel que nos reconcilió con Dios, Jesucristo. Su Espíritu Santo nos conduce por el camino de la reconciliación en su nombre.

Mientras se escribía este texto en 2015, muchas personas e Iglesias en Alemania practicaban la reconciliación ofreciendo hospitalidad a los numerosos refugiados que llegaban de Siria, Afganistán, Eritrea y de países de los Balcanes occidentales, buscando protección y una nueva vida. La ayuda concreta y las importantes acciones que se llevaron a cabo contra el odio al extranjero fueron un claro testimonio de reconciliación para la población alemana. Como embajadores de reconciliación, las Iglesias ayudaron activamente a los refugiados a encontrar nuevas viviendas y, al mismo tiempo, intentaban mejorar las condiciones de vida en sus países de origen. Actos concretos de ayuda son tan necesarios como orar juntos por la reconciliación y la paz si queremos que aquellos que están escapando de situaciones terribles puedan tener algo de esperanza y de consuelo.

El Consejo de las Iglesias de Alemania impulsora de un giro ecuménico

Posible han sido las Iglesias cristianas de Alemania las que han dado en estos años un giro más radical para avanzar en el ecumenismo. EL Consejo de las Iglesias de Alemania (Arbeitsgemeinschaft Christlicher Kirchen, ACK) se fundó el 10 de marzo de 1942, es decir, pocos meses antes de que se estableciera el Consejo Mundial de las Iglesias. Los miembros fundadores fueron la EKD, los menonitas, los baptistas, los metodistas y la Iglesia Católica Antigua. En 1974, 10 años después de que se promulgara el Decreto sobre el Ecumenismo del Concilio Vaticano II, la Conferencia de los obispos católicos de Alemania se unió al Consejo de las Iglesias. La Iglesia ortodoxa también se hizo miembro en 1974.

Después de la reunificación de Alemania los consejos de las Iglesias del Este y del Oeste se unieron. Los dos consejos tenían una estructura y membresía diferentes, por lo que fue necesario crear un nuevo órgano ecuménico con nuevos estatutos. Hoy en día, el Consejo de las Iglesias de Alemania tiene 17 Iglesias miembros. Además, hay seis Iglesias que son miembros invitados y cuatro organizaciones ecuménicas que están presentes en calidad de observadores.

En 2003, durante la primera Kirchentag ecuménica en Berlín, representantes de todas las Iglesias miembros del ACK celebraron una oración ecuménica y firmaron la Charta Oecumenica elaborada por la Conferencia de las Iglesias Europeas y el Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas de la Iglesia Católica Romana. El ACK también publicó su propio documento que reflexionaba sobre la Charta Oecumenica en el contexto alemán y sobre el modo en que la Charta podía ponerse en práctica en Alemania.

En 2010, durante el segundo Kirchentag ecuménico en Múnich, el ACK estableció un «Día Ecuménico de la Creación», poniendo en práctica así una de las recomendaciones de la Charta Oecumenica. El Día Ecuménico de la Creación quiere ser al mismo tiempo un testimonio común de nuestra fe en Dios creador y un recordatorio de nuestra común tarea de preservar la creación de Dios. El Día de la Creación se celebra todos los años el primer viernes de septiembre. La primera celebración del Día Ecuménico de la Creación la llevó a cabo el ACK en una iglesia ortodoxa de Brühl. Actualmente, el Día de la Creación se celebra en varias ciudades de toda Alemania. El ACK anima a todos los cristianos alemanes a que celebren este día y publica sugerencias para celebraciones litúrgicas y otros recursos con mucha antelación respecto al mes de septiembre para que las personas los puedan utilizar para planificar sus propias celebraciones.

Conclusión: todavía hay desafíos ecuménicos

Esta narración puede dar una impresión falsa. Estamos aún muy lejos de una reunificación de las iglesias cristianas en Alemania y en el resto del mundo. Existen desafíos que habrá que abordar en estos años y que necesitan el apoyo de hombres y mujeres de tradición religiosa cristiana.

Uno de los desafíos principales para el ecumenismo, y que está presente en Alemania es mantener una plataforma en la que las Iglesias que son más pequeñas en número de miembros puedan encontrarse cara a cara con las dos grandes Iglesias. La Iglesia Católica Romana y la EKD tienen más o menos el mismo tamaño y disponen de recursos parecidos. De ahí que la colaboración entre ambas se dé automáticamente y abarque un gran número de asuntos: desde todo lo relacionado con los matrimonios mixtos a cuestiones acerca de las relaciones Iglesia-Estado. Sin embargo, muchas veces trabajan juntas en un plano estrictamente bilateral, con lo que las otras Iglesias e incluso el mismo ACK no tienen palabra en temas ecuménicos. Hacer justicia al hecho de que hay más de dos Iglesias en Alemania y favorecer el debate y la cooperación multilateral son algunos de los objetivos principales del ACK.

Otro desafío es la frustración que sienten muchas personas, -no solo en Alemania sino también en Europa y por ello en España-, (especialmente las que han trabajado mucho tiempo a nivel de base), cuando perciben que no logran ver ningún progreso en asuntos ecuménicos. Aunque ya no estemos en la época de ¡quema de herejes” ni en las intransigencias ultracatólicas de antes del Concilio Vaticano II, la frustración se siente con más fuerza cuando se trata de compartir la Cena del Señor más allá de las barreras confesionales, lo que se conoce como el compartir eucarístico. En España y en Europa hay un gran número de parejas constituidas por personas que pertenecen a diferentes Iglesias. No solo anhelan poder comulgar juntas, sino que también sienten profundamente que el movimiento ecuménico debería estar dando más frutos de los que da y están insatisfechas cuando perciben estancamiento en vez de claros pasos hacia adelante.

Muchas personas hoy en Europa no tienen un conocimiento verdadero de la fe cristiana y tampoco parecen estar interesadas en conocerla y menos aún abrazarla. Si las Iglesias se tomasen en serio su misión de «haced discípulos a los habitantes de todas las naciones» (Mt 28, 19), debería ser una prioridad para ellas entablar con estas personas un diálogo. En vez de enfrentar este desafío cada una por su cuenta, las Iglesias deberían enfrentarse a él conjuntamente, aprendiendo de la experiencia de las otras y animándose mutuamente. Poner el centro de atención en su fe común solo puede fortalecer la unión entre las Iglesias. Además, intentar comunicar juntas la fe cristiana en un modo comprensible les puede llevar a las mismas Iglesias a un entendimiento más profundo de su propia fe. Se puede ver el 500 aniversario de la Reforma como una oportunidad para recordar al público –tanto a los cristianos como a los no creyentes− lo que verdaderamente es la fe cristiana: el amor de Dios en Cristo para todos los seres humanos y para toda la creación.

Artículo elaborado por María Dolores Prieto Santana, Antropóloga y educadora, colaboradora de la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión.

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