[Jesús Sánchez-Camacho] En el blog de la Cátedra Hana y Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión, FronterasCTR, con el título “The Flag and the Cross” publicamos un extenso artículo sobre Philip S. Gorski y Samuel L. Perry.
Hay investigadores que estudian las erupciones volcánicas para comprender el aspecto del paisaje, descubrir cómo se ha formado, explicar las causas por las que entra en erupción y prever futuras catástrofes naturales. Philip S. Gorski y Samuel L. Perry siguen la senda de los geólogos para dibujar el mapa del paisaje del nacionalismo cristiano contemporáneo. Estos sociólogos, que desde hace algunos años vienen buceando en las cuestiones contemporáneas del fenómeno religioso, no solo observan la superficie del problema de las relaciones íntimas entre la religión y el estado, sino que profundizan en cómo se ha ido construyendo el nacionalismo de índole religiosa y qué rol está jugando en el escenario político estadounidense de los últimos años. Asimismo, se atreven a augurar un futuro en el que, según ellos, estaría en peligro la democracia.
El capítulo primero del trabajo atiende a las cuestiones “qué” y “quién” del nacionalismo cristiano, definiendo, midiendo y evaluando sus efectos a partir de datos obtenidos en diferentes encuestas. El segundo capítulo depara en el “cuándo” y “por qué”, para observar cómo este fenómeno se ha originado y evolucionado históricamente. El tercer capítulo se preocupa por el “cómo”, para profundizar por el influjo del nacionalismo cristiano en la política y la sociedad estadounidense. Por último, el capítulo cuarto augura el futuro de este tipo de presencia religiosa en la vida pública, expone hacia dónde se dirige y advierte de lo que podría ocurrir si el impacto del nacionalismo cristiano aumentara en los años venideros.
La obra pretende ser un manual sobre el “nacionalismo cristiano blanco”, señalando su origen, causas y futuro. Los autores afirman que esta realidad, invisible para la mayoría de los estadounidenses, se ha manifestado a partir del asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, en el que convivió la violencia de los manifestantes con la simbología cristiana.
Para ellos, aquella fue una erupción volcánica cuya presión se había estado acumulando años atrás, y cuyos gases se emitieron violentamente en el Congreso de los Estados Unidos. Los cambios demográficos y culturales, la revolución de las redes sociales, la progresiva polarización social, la injerencia extranjera en las elecciones, la disminución de la influencia numérica de los protestantes blancos conservadores, la secularización de la sociedad, el crecimiento de la desigualdad, la elección de Barack Obama y, sobre todo, la victoria de Donald Trump, son algunas causas del fenómeno señaladas por los autores.
Philip S. Gorski y Samuel L. Perry mantienen que los nacionalistas cristianos perciben la multiculturalidad como una seria amenaza para una nación que ha de regresar a sus raíces: los valores cristianos. De esa forma, la nación estadounidense, escogida por Dios, tendría una misión fundamental: el establecimiento de ese plan divino. Un camino en el que se encuentran tantas contradicciones como ideas rígidas sobre asuntos relacionados con la interculturalidad y la globalización, las supuestas limitaciones de la libertad religiosa, las competencias del gobierno, la amenaza del socialismo, los procesos de migración humana, la crisis del estado del bienestar y la resistencia a las restricciones del Covid-19 por motivos sanitarios.
Ciertamente, el cristianismo puede ser instrumentalizado para influir en las decisiones de carácter político; lo podemos comprobar a través de uno de los casos más recientes como el asalto al Capitolio de los Estados Unidos, o con ejemplos más remotos como el experimentado en la España franquista, donde la religión estableció vínculos estrechos con el poder durante una dictadura autoproclamada religiosa. Asimismo, en los últimos años, a un lado y al otro del Atlántico, se revela una reacción extrema de ciertos grupos cristianos que perciben su libertad religiosa amenazada ante el reconocimiento de los derechos de otros colectivos.
Un ejemplo de ello es el inapelable rechazo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible para el 2030. No obstante, muchos otros cristianos no se mueven en este tipo de coordenadas, ya que no solo se oponen a la polarización y al lenguaje hostil, sino que consideran prioritaria la unidad por encima de las barreras de las diferencias. Por ello, se echa de menos un capítulo en el libro que dibuje el perfil de aquellos cristianos que promueven el diálogo y la cooperación con otras instituciones como único camino para conseguir una sociedad más justa, y un mayor entendimiento entre creyentes y no creyentes.
Asimismo, la obra tampoco profundiza sobre aquellos que abanderan una actitud irritante hacia la manifestación pública del fenómeno religioso y creen que la voz religiosa solo tiene cabida en el espacio privado. Un asunto que no solo menoscaba los derechos de los creyentes y la pluralidad religiosa, sino también los cimientos de la libertad y de la democracia.
¿Nacionalismo cristiano en erupción? Los autores de esta obra creen que Estados Unidos es un experimento y que el éxito de este fenómeno pende de la decisión que tomen los ciudadanos en las urnas. En los últimos años, el auge de la ultraizquierda y la ultraderecha está representando una amenaza para la convivencia democrática.
Y, en efecto, en distintos puntos del planeta se han aliado partidos de extrema derecha con algunos cristianos de corte fundamentalista. Sin embargo, pensar que estas reliquias nacionalcatólicas vayan a convencer a la opinión pública y acabar con el pluralismo contemporáneo sería llegar a conclusiones, cuando menos, precipitadas.
Esta recensión fue publicada en Razón y fe.