La necesidad de salvación en la sociedad contemporánea. Cuatro propuestas

[Jaime Vilaroig Martín y Juan Manuel Monfort Prades] La sociedad contemporánea y nuestra época han sido calificadas de varias maneras: como postmoderna, como postindustrial, como era de la información, etc. Desde hace varias décadas filósofos y sociólogos intentan determinar los rasgos característicos de nuestra sociedad. Nos fijaremos en cuatro pensadores cuyos análisis han encontrado eco en los estudios de este tipo. Lipovetsky caracteriza nuestra era como la era del vacío; Beck la califica como sociedad del riesgo; Bauman como sociedad líquida y Byung-Chul Han como sociedad del cansancio, entre otras. Los análisis pretenden ser eso: meros análisis de la sociedad hodierna. Pero sin pretenderlo quizá apuntan a profundas necesidades humanas que responden al anhelo de salvación.

La sociedad narcisista en una era del vacío. Lipovetsky.

Lipovetsky sugiere en La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo (1986) que en el siglo XX surge un modo de socialización y de individuación inédito que rompe con la modernidad, una nueva fase del individualismo occidental. Esta comprensión del concepto de “personalización” poco o nada tiene que ver con el personalismo, más bien con todo lo contrario, con el vacío de la persona. Personalismo equivale aquí a individualismo y así lo emplearemos.

Según el sociólogo francés vivimos en una época en la que el aumento de elecciones privadas hace que aumente la singularidad individual: El valor de la realización personal se convierte en el principal de los valores sociales y se le da a la autonomía individual una nueva significación.

En esta sociedad postmoderna, se pueden encontrar cuatro rasgos: el narcisismo, la seducción, la indiferencia y el vacío.

El narcisismo es la consecuencia de este gran proceso de individualización al que ha sido sometida la sociedad contemporánea. Así, el narcisismo lleva a vivir el presente olvidándose del pasado y del futuro, sin tener en cuenta el encadenamiento de las generaciones. Pero sin esta comunidad de referencia el ‘yo’ pierde su identidad y se desustancializa.

La individualización contemporánea ha llevado también a una sociedad de la seducción. La sociedad ha sufrido una mutación: de una sociedad centrada en la producción (modernidad) a otra centrada en el consumo, donde se multiplican las elecciones. Ya no se pretende tanto dirigir autoritariamente sino que, a la inversa, se acrecientan las opciones privadas privilegiándose la diversidad. Esta seducción hace que desparezca progresivamente el espacio público y que se potencie la vida privada.

La sociedad contemporánea propicia la indiferencia a través del mismo proceso de individualización. No se trata ni de camaradería ni intolerancia: es simple indiferencia, formando parte de la indefinición en la que se mueve la vida líquida. Lo que otros hagan con su vida, simplemente no importa. Este yo indiferente lo que invita es a la impasibilidad. Esta indiferencia no es pasividad, porque el hombre no puede dejar de afrontar los distintos retos que se plantean en la existencia.

Estas características han hecho que la sociedad postmoderna se consituya en una era del vacío. Sin quererlo, vivir sin ver un sentido claro a todo lo que se hace conlleva de manera no pretendida que el riesgo se convierta en otro de los elementos de nuestro análisis. La hiperestimulación a través de las redes (cosa que no había estallado aún cuando Lipovetsky escribía este ensayo) nos ha llevado a un vacío de sentimientos.

Con este análisis sobre la mesa, es indiscutible que el tono con el que escribe Lipovetsky es abiertamente reivindicativo: las cosas no son como deberían ser. Cada una de sus expresiones y sus análisis apuntan a una realidad que debería ser transmutada, salvada.

La sociedad del riesgo. Beck.

El profesor de Munich Ulrich Beck ganó fama mundial con la publicación en 1986 de La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. Su análisis de la sociedad moderna tuvo una gran aceptación entre los intelectuales y en especial entre los sociólogos, pues este era su principal campo de trabajo. Su descripción de la nueva etapa en la que ha entrado la modernidad gira en torno a los conceptos de riesgo y peligro, y advierte de las consecuencias que pueden verse en el horizonte a causa del progreso científico-técnico de las sociedades avanzadas. La modernidad para Beck ha desembocado en una sociedad en la que el riesgo es el principal protagonista, un riesgo que supera las fronteras de los países y se convierte en un riesgo global, un riesgo que supera las clases sociales y afecta de una forma u otra a toda la población independientemente de su posición social.

El riesgo en esta nueva etapa de la historia tiene tres características: es global (con efectos locales tan reales como devastadores), es continuo y produce un daño tan impredecible como incalculable. Los riesgos son impredecibles porque no se aprecian con claridad: En otro tiempo los riesgos estaban presentes ante los ojos, hoy exigen un ejercicio de confianza.

La investigación científica y los riesgos globales quedan vinculados y ello genera una visión de la investigación que obliga a tener en cuenta tanto sus objetivos como sus repercusiones. Si la ciencia no implica mayor seguridad, la seguridad quedará en manos de propuestas políticas o ideológicas, lo que supone un cambio social relevante en el que puede tener gran impacto la superstición, la ideología o los intereses tanto personales como de grupo.

La necesidad soteriológica a la que apuntan los análisis de Beck es la seguridad, por ello no es extraño que aumente en nuestra sociedad la venta de promesas de seguridad no siempre bien fundadas. Necesidad de seguridad que aprovecha la política profesional para sacar partido, y el riesgo adquiere un gran potencial político. En la sociedad del riesgo lo que hasta el momento se había considerado apolítico se vuelve político.

Sociedad líquida, vida líquida. Bauman.

Bauman es quizá el autor más conocido de los tratados aquí. Su concepción de la vida líquida, modernidad líquida, sociedad líquida, amor líquido, etc., han impregnado en cierto sentido los análisis del mundo contemporáneo. Tres son las ideas en las que nos vamos a detener para comprobar cómo su análisis apunta a una necesidad de salvación no resuelta en el mundo contemporáneo: la idea de ser líquido, la pérdida de modelos y la mercantilización de la vida.

La sociedad líquida contemporánea es la que ha perdido estabilidad y solidez. Aunque Bauman se esfuerza por mantener un tono neutral y analítico, es imposible no leer sus páginas y percatarse de la nostalgia por una sociedad en la que las relaciones y los elementos de sentido fueran más duraderos y estables.

El cambio en sí no es el elemento constitutivo de nuestras sociedades, habida cuenta de que cambio siempre lo ha habido en la historia de la humanidad. Entonces, ¿cuál es el elemento diferencial? No el cambio, sino su velocidad. Esto es lo que hace de nuestra época una época diferente.

Uno de los elementos que hemos seleccionado para analizar la sociedad líquida contemporánea según Bauman es la pérdida de los personajes ejemplares. La ejemplaridad de alguien es lo que permite proponer modelos de actuación y conducta, de pensamiento o valoración, dispuestos de tal manera que la sociedad sabe a lo que aspira. Pero asistimos en nuestra sociedad a una desaparición de tales modelos. Hubo una primera transición de dichos modelos en Europa cuando se pasó de los santos mártires a los héroes nacionales; la transición contemporánea consiste en pasar de estos héroes nacionales a meras celebridades de moda.

El siguiente elemento en el que nos queríamos detener al analizar la modernidad líquida es la mercantilización de todas las esferas de la vida. Es evidente que siempre ha habido mercado, comercio, etc. ¿Cuál es la diferencia del mercado en el siglo XXI? Que no está orientado a la producción de bienes sino a la incitación del deseo. No se trata de organizar el mercado en torno a la producción, sino en torno al consumo, tal como también apuntaba Beck en sus reflexiones. El mercado está colonizado por la obsolescencia programada y por tanto se invierten los valores de la duración y la fugacidad: si en el pasado lo ideal era adquirir un bien duradero en el presente líquido lo interesante es adquirir un bien lo más fugaz posible. Tan fugaz como los vídeos cada vez más cortos que inundan las redes sociales. En la sociedad líquida se pone en cuestión y desprecia el carácter virtuoso de la dilación, olvidando así al ser humano como asceta de la vida, único animal capaz de decir no, en expresión feliz de Max Scheler.

Evidentemente los análisis de Bauman no están destinados a criticar la institución del mercado en sí, sino la colonización que esta institución ha llevado a cabo en otras instituciones no menos importantes. Primero la mercantilización ha llevado a vaciar de valores la familia, la escuela o el trabajo. A continuación se ha preocupado por ocupar los puestos de estas instituciones que dotaban de solidez y estabilidad la vida del ser humano.

La necesidad de salvación a la que apunta Bauman con sus análisis es indudable: el ser humano ansía una estabilidad y solidez que no le proporcionan la sociedad postmoderna.

Sociedad del cansancio. Byung-Chul Han.

El último y más reciente de los autores que apuntan certeramente a elementos constitutivos de las sociedades contemporáneas es Byung-Chul Han. La sociedad del cansancio que analiza tiene que ver con la autoexplotación a la que estamos sometidos pero también con la soledad en la que vivimos y el control que se ejerce sobre nosotros. Así que estos serán los tres elementos a analizar: cansancio, soledad y control.

El miedo en la sociedad contemporánea ya no se vive tanto por agentes externos patógenos que pudieran atacar al ser humano, sino por una violencia positiva (así le llama) que amenazan al ser humano por exceso de positividad. Tres buenos ejemplos de esto: la obesidad (exceso de alimentación), el trastorno de hiperactividad por déficit de atención o TDH (exceso de actividad) o el temido burn out (exceso de trabajo).

Para Byung-Chul Han el capitalismo ha entrado en una nueva fase, así que ya no vivimos en la sociedad industrial en la que un jefe vigilaba y oprimía al pobre trabajador de la fábrica. El capitalismo se ha refinado de tal manera que ahora es el propio trabajador el que se autoexplota y exige hasta caer rendido.

A esta situación de cansancio contribuyen la fatiga informativa con la que estamos asediados y la distracción continua de la atención por creernos obligados a cumplir varias tareas. Se presenta como un logro civilizatorio el multitasking: ser capaz de hacer varias cosas a la vez; cuando en realidad se trata más bien de un retroceso en la historia de la evolución que no de un progreso.

El segundo elemento a analizar en esta sociedad de cansandos es la soledad en la que vivimos. De nuevo encontramos coincidencia con los análisis de Lipovetsky cuando decía que la sociedad postmoderna era una sociedad individualista. Byung-Chul Han analoga la situación del hombre contemporáneo, hiperconectado con los demás a través del teléfono móvil pero profundamente solo, a un enjambre donde cada individuo está vinculado con los demás y sin embargo profundamente aislado en la soledad de sus celdillas.

El tercer elemento que potencia el cansancio de nuestra sociedad es el control al que vivimos sometidos. Pero Han apunta que ya no se trata de un control externo controlado por un vigilante omnipresente. El poder ha mutado. No es ya una biopolítica al modo de Foucault en la que el control de los cuerpos se realizaba de manera externa por un panópticon ideal en el que el vigilante veía a todos pero no era visto por nadie.

La necesidad soteriológica a la que apunta el filósofo coreano es aquí tan evidente como en los otros. El descanso, la contemplación, el reposo, la vida contemplativa, es una necesidad creciente de la que el ser humano de hoy no siempre es consciente.

 

*Extracto de un artículo publicado en Razón y Fe (abril 2023); el texto completo es accesible en PDF en la web de la revista.