Humildad y ciencia

[Sara Lumbreras, Lluís Oviedo, Laura Gismera] La aceptación de la ciencia tiene que ver con su capacidad de cumplir una determinada función social, que podríamos resumir en dos puntos principales: ayudarnos a comprender el mundo que nos rodea y el hecho de tener un impacto positivo en nuestras vidas. Cuando la ciencia no se desarrolla adecuadamente, puede ocasionar perjuicios en vez de mejoras, y provocar visiones incorrectas en vez de avanzar en el camino hacia la verdad. La humildad es esencial para el buen funcionamiento de cualquier sistema social, incluida la ciencia. En este artículo, exploramos cómo integrar la humildad en la práctica científica para servir mejor a los objetivos de la ciencia.

 

Ciencia e incertidumbre

En general, en nuestras sociedades, asumimos que la ciencia es una fuente fiable de información (probablemente, la más fiable), ya que trata de proporcionar una representación precisa del mundo. Sin embargo, su función y desempeño social también dependen de su capacidad para convencer a la mayoría de que hace más bien que mal y que no afectará o invadirá  otras áreas vitales. Por lo tanto, el éxito de la ciencia está vinculado a sus contribuciones y su capacidad para evitar la arrogancia y las pretensiones excesivas. La ciencia se basa en buena medida en la asunción de falibilidad, que le hace asumir sus errores y estar abierta a la corrección, lo que hace que se encamine al progreso. La ciencia, bien entendida, está abierta a la posibilidad de error y corrección, y esa es una condición de posibilidad para su propio éxito. Sin embargo, aunque la conciencia de falibilidad nos lleve a la prudencia, hay que apostar a favor de la propuesta que acumula mayor evidencia a su favor. Por ejemplo, no sería admisible que un médico dejara de tratar a un paciente sólo por no estar completamente seguro de que el tratamiento escogido será satisfactorio. De la misma manera, no resulta éticamente válido posponer cualquier esfuerzo por detener el calentamiento global simplemente por no tener evidencia dicho análisis sea unánimemente aceptado. Una certeza razonable es suficiente para la acción, aunque la ciencia deba esforzarse por reducir las incertidumbres y aumentar progresivamente el ámbito de lo conocido frente a lo desconocido.

Este punto es especialmente importante. La ciencia se considera un modelo de objetividad en nuestras sociedades y se recurre a ella para informar las decisiones técnicas y políticas. Sin embargo, existe un creciente escepticismo sobre la ciencia en sí misma y su objetividad, lo que lleva a movimientos como la negación del cambio climático y la resistencia a la vacunación. Se cuestiona la relación entre ciencia y poder, objetividad e intereses. Algunos creen que la ciencia se basa únicamente en la evidencia, mientras que otros creen que los factores sociales desempeñan un papel en la formación de creencias. Esta última perspectiva se refleja en los trabajos de Michel Foucault, entre otros, quien destacó la importancia de las estructuras sociales en la formación del conocimiento y la relación entre ciencia y poder. Otros, como Bruno Latour, argumentan que la ciencia es subjetiva e implica una toma de decisiones subjetivas, como por ejemplo, al decidir qué problemas son dignos de resolverse y qué tipo de soluciones son válidas. En otro orden de cuestiones los epistemólogos de la virtud ven la ciencia como una actividad humana con fortalezas y debilidades y esa objetividad debe buscarse a través de un esfuerzo consciente por parte de los individuos que trabajan en ella, orientando a la ciencia hacia proyectos y descubrimientos concretos. Por ello consideramos que para acercarnos lo más posible a la ciencia objetiva, es necesaria la humildad de sus operadores.

 

La ciencia y sus limitaciones

La ciencia ha conseguido desarrollar de manera formidable campos como la economía, la salud, la educación, la nutrición o el armamento. Sin embargo, estos éxitos pasados han fomentado formas de «cientificismo», la noción de que la ciencia puede abordar y resolver todos los problemas humanos o sociales con capacidad ilimitada. Esta creencia fue desalentada por Max Weber y otros pensadores que argumentaron que la ciencia debe siempre operar dentro de sus límites. La ciencia no puede abordar cuestiones no científicas como todas las que pertenecen al ámbito político (a nivel social) o emocional y espiritual (a nivel individual). La ciencia no debe considerarse como algo que lo abarca todo, pues hay aspectos de la existencia que trascienden sus límites. Se debe enfatizar la distinción entre el conocimiento científico y su aplicación práctica. El primero debe estar abierto a la humildad y la evidencia, mientras que la aplicación práctica debe limitarse a los mejores tratamientos posibles. Los negacionistas del cambio climático que aplican esta distinción como excusa para la inacción no respetan unos mínimos éticos, ya que renuncian al mejor conocimiento disponible. En última instancia, la ciencia no abarca todos los asuntos humanos y las posiciones que afirman lo contrario no son científicas.

Las limitaciones de la ciencia y las capacidades cognitivas de la mente humana se han discutido extensamente. Nuestra comprensión de la realidad está limitada por la capacidad de nuestra mente y algunos aspectos de la realidad escapan a la explicación científica. La ciencia tiene limitaciones, como muestran el teorema de incompletitud, el principio de incertidumbre y los misterios de las dimensiones cuánticas. La ciencia no debe verse como la respuesta definitiva a todas las preguntas, ya que solo proporciona una comprensión parcial. El cientificismo puede conducir a una perspectiva y comprensión distorsionada de lo real.

Se dan varias formas de limitación en la ciencia. La primera emerge cuando existen, dentro de una disciplina, dificultades para lograr el consenso, por ejemplo porque coexisten múltiples interpretaciones válidas de los datos. Además, a la ciencia la influyen estructuras e intereses sociales y culturales, que afectan a los programas de investigación, los métodos y las interpretaciones de los datos. El libro de Angela Potochnik «La idealización de los objetivos de la ciencia» demuestra cómo los valores e intereses dan forma a los programas y modelos científicos. El pluralismo científico, destacado por el Grupo de Minnesota en «El pluralismo científico», proporciona argumentos en contra de la explicación integral única del mundo natural. La complejidad irreductible de la realidad a nivel físico, vital, mental y social hace que sea imposible crear un modelo único e integral. El pluralismo resulta de múltiples métodos e interpretaciones que pueden aplicarse a la misma realidad.

 

Ciencia y seres humanos

Además, como comentábamos, la falta de objetividad en la ciencia es heredera de la falta de objetividad en los individuos que la conforman. Nuestro pensamiento está sujeto a sesgos cognitivos, como el sesgo de confirmación y el sesgo de selección. Psicólogos del comportamiento como Kahneman han propuesto un modelo cognitivo basado en dos sistemas: un sistema rápido, intuitivo, emocional e inconsciente y un sistema lento, consciente y deliberativo. Este modelo destaca cómo el primer sistema nos hace susceptibles a sesgos cognitivos que pueden influir negativamente en la práctica científica. Otros sesgos incluyen el efecto bandwagon (tender a apoyar lo que dice la mayoría de la comunidad), el sesgo de autoridad (tender a aceptar de manera inconsciente lo que sostienen los miembros de mayor autoridad), el sesgo de exceso de confianza, el sesgo de deformación profesional o el sesgo de datos. De este último, que consiste en asumir que la realidad responde a los datos – siempre parciales – que de ella tenemos, ha recibido una considerable atención recientemente. Está relacionado, por ejemplo, con asumir la visión de la raza caucásica y el sesgo masculino como la principal experiencia humana, dado que existen más datos sobre ellas. El libro de Caroline Criado “La mujer invisible”, por ejemplo, destaca cómo la construcción de las bases de datos que después se emplean en el proceso científico puede distorsionar la representación que la ciencia hace de un sector de la población. Educar a los científicos en estos sesgos, que afectan a todos los seres humanos, y fomentar la humildad intelectual puede ayudar a mitigar sus efectos.

 

Ciencia y ética

La crisis de la replicación en la ciencia ha hecho patente una incapacidad de reproducir los resultados de muchos estudios científicos, lo que revela problemas profundos que a veces se relacionan con los estándares morales y los supuestos de la investigación científica. Esta crisis ha demostrado que la ciencia no solo es falible sino también defectuosa. Algunos de los problemas evidenciados responden a manipulaciones deliberadas para servir a intereses personales o de financiación. La crisis probablemente conducirá a estándares más estrictos y la mitigación de estos problemas en el futuro. Este ejemplo evidencia que la ciencia es un sistema que se autocorrige, pero un enfoque más humilde de la investigación y un entorno académico menos competitivo podría acelerar esta autocorrección.

El uso y aplicación de la investigación científica está limitado por consideraciones éticas. Algunos afirman que la ética debería desempeñar un papel mínimo en los sistemas sociales como la economía y la política, mientras que otros creen que las consideraciones éticas deberían estar al margen de la ciencia. Sin embargo, abundan los ejemplos pasados de “mala” ciencia. Podríamos citar, por ejemplo, el uso de estadísticas dudosas para apoyar la desigualdad racial y la marginación, como en el denostado libro “La campana de Bell”, de Murray y Hernstein, que justificaba la pobreza de los afroamericanos en una supuesta menor inteligencia. La buena ciencia debe servir a buenos objetivos, guiada por causas como la sostenibilidad, los derechos humanos y la justicia social. Los sesgos cognitivos, como el sesgo de datos, también pueden desempeñar un papel en los resultados científicos que es colindante con la moralidad. Por ejemplo, la diversidad étnica a menudo no se tiene en cuenta en la práctica clínica, dando lugar a un trato y unos resultados diferenciados. Es conocido que las mujeres mueren más por infarto que los hombres, al conocerse peor los síntomas que en ellas ocasiona, y como muestra Caroline Criado, tener en cuenta únicamente la anatomía masculina en el diseño de automóviles lleva a que ellas sean las que sufran en mayor medida las consecuencias de los accidentes. Las consideraciones éticas juegan así un papel crucial en la configuración de la dirección de la investigación científica y deben tenerse en cuenta para asegurar una mejora de la sociedad.

En definitiva, la humildad es una virtud clave que puede ayudarnos a edificar una ciencia más objetiva, responsable y que sirva a su función social de manera más eficiente.

Puedes acceder al artículo original, publicado en abierto en la revista Religions: «How a Humbler Science Becomes a Better Science«