(Leandro Sequeiros San Román) En estos años el número de científicos interesados por la dimensión religiosa y teológica de las ciencias y de las técnicas ha aumentado considerablemente. Entre ellos, es destacable el intento del profesor Antonio Fernández-Rañada (fallecido el 19 de mayo de 2022) por ese diálogo y encuentro constructivo de Ciencia y Religión. En el año 2016 ofreció una reimpresión de la segunda edición muy ampliada de su obra Los científicos y Dios (editada en 2008). Presentamos una síntesis de sus aportaciones dentro del contexto del debate interdisciplinar.
Antonio Fernández-Rañada Menéndez de Luarca (nacido en el año 1939 en Oviedo y fallecido el 19 de mayo de 2022) era muy conocido dentro de la comunidad científica por ser un destacado físico español. Selicenció en Física en la Universidad Complutense de Madrid, y se doctoró en la Universidad de París, en 1965, con una tesis sobre partículas elementales titulada Causalidad y Matriz S, bajo la dirección de François Lurçat .
Con una segunda tesis, titulada Propiedades analíticas en la difusión pión-nucleón y dirigida por Alberto Galindo Tixaire , obtuvo también el doctorado en la Complutense en 1967. Trabajó en la antigua Junta de Energía Nuclear , actualmente Centro de Investigaciones Energéticas y Medioambientales, CIEMAT.
Fue profesor agregado de Mecánica Cuántica en la Universidad de Barcelona, y de Física Teórica de la Universidad Complutense de Madrid; después, catedrático de Física Matemática en la Universidad de Zaragoza y catedrático de Mecánica Teórica y de Física Teórica de la Complutense, donde ocupó la cátedra de Electromagnetismo .
Su investigación científica se había centrado en la física de partículas elementales, dinámica no lineal y varios temas de física matemática. Actualmente se dedica a la relación entre topología y cuantificación en electromagnetismo y algunas cuestiones de cosmología . Ha dedicado atención a la relación de la ciencia con otros sistemas sociales. Fue director del Grupo Interuniversitario de Física Teórica (GIFT) y fundador y director durante diez años de Revista Española de Física .
Es premio de Investigación en Física de la Real Academia de Ciencias (1997), así como Medalla de la Real Sociedad Española de Física (1985). Ha recibido el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos (1994) y la Medalla de Plata del Principado de Asturias (1999). Fue presidente del Consejo de las Artes y las Ciencias del Principado de Asturias y de la Real Sociedad Española de Física, y es miembro del Consejo de la European Physical Society . Ha formado parte del jurado del premio Príncesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica.
Ha recibido Premios a su labor investigadora como el Premio de Investigación de la Real Academia de Ciencias (1977), la Medalla de la Real Sociedad Española de Física (1985). Ha sido también premiada su labor divulgadora: Premio Internacional de Ensayo Jovellanos (1995) y Medalla de Plata del Principado de Asturias (1999). Ha sido Presidente de la Real Sociedad Española de Física.
Pero Fernández-Rañada no ha cerrado su inquietud intelectual y comunicadora a las ciencias duras. Rañada ha escrito varias obras de temas humanistas: Los muchos rostros de la Ciencia(1995) (por el que obtuvo en Premio Jovellanos); De la agresión a la guerra nuclear(1996), con J. Martín Martínez; y ha escrito además libros y artículos de investigación en su especialidad universitaria.
“Los científicos y Dios”
Uno de los ensayos de Fernández-Rañada que más éxito ha tenido es su ensayo Los científicos y Dios, La primera edición es del año 2000, pero en 2008 se publicó una segunda edición, muy modificada respecto a la primera. Y eEn el año 2016 salió de las prensas de Trotta una reimpresión de la segunda edición.
Según consta en la información de la editorial Trotta, aunque los fundadores de la Revolución científica fueron un grupo de pensadores sinceramente creyentes, en el siglo XVIII se inició un proceso de alejamiento entre religión y ciencia, interpretado por algunos como un enfrentamiento inevitable en el que aquélla sería superada por el inmenso poder de ésta. Fruto de una exaltación del reduccionismo científico es la honda fractura que sufre la cultura contemporánea entre quienes pretenden rebajar el papel de la razón y quienes aspiran a revivir con exactitud la pureza de los primeros ideales ilustrados. Sin embargo, en contra de un estereotipo muy extendido, muchos científicos siguieron sintiendo la seducción del enigma de Dios, reflexionando sobre él hasta el punto de elaborar sistemas muy personales de creencias, movidos por el asombro que en ellos producían las leyes de la naturaleza.
Este libro analiza las posturas que mantuvieron ante la idea de Dios y la trascendencia un número de grandes científicos como Faraday, Maxwell, Darwin, Einstein, Planck, Monod, Feynman o Hawking, entre otros. Partiendo de sus testimonios, es posible revisar el problema de las relaciones entre ciencia y religión para conciliar dos necesidades acuciantes: mantener a la razón como un elemento imprescindible para conocer el mundo y resolver sus graves problemas, por un lado, y no olvidarse nunca del sujeto en aras de la objetividad, por el otro.
Los dos primeros capítulos del ensayo Los científicos y Dios están destinados a presentar dos mundos que se comparan entre si. Por una parte, el mundo de la ciencia cuyos defensores se aferran más a su método experimental y al éxito de las predicciones. En cambio, en el mundo de la religión, “las afirmaciones religiosas pertenecen más al ámbito personal que no está basado en ningún tipo de experimento reproducible” (página 22). ¿Cuáles son los contenidos de la ciencia y de la religión? A la primera podemos atribuirle los modelos del Universo que se han ido desvelando a lo largo de los siglos y que describen las ciencias particulares. A la segunda corresponde dibujar con detalle los modelos de Dios que han dado lugar a los diversos tipos de hombres religiosos –teísta, politeísta, panteísta, fideísta, deísta, agnóstico y ateo– y a las diversas clases de religiones, como son las orientales (budismo, hinduismo) y las occidentales (judaísmo, cristianismo, islamismo).
Estas presentan a un Dios creador del mundo y del hombre que se revela a través de Abraham, Jesús o Mahoma. Una razón muy importante para atender a estos dos mundos, ciencia y religión, es el influjo que han tenido sus defensores en el curso de la historia. Según el sociólogo norteamericano M. Hart, (The hundred.Simon and Schuster, Londres, 1993) que ha estudiado las cien personalidades que más han contribuido a la humanidad, entre los 80 primeros personajes que más han influido en la historia, 36 son científicos y 13 religiosos (página 31).
Un nivel de conocimiento más profundo. La reflexión filosófica
El profesor Fernández-Rañada nos hace caer en la cuenta de que en el diálogo ciencia-religión no se limitan los participantes a la mera exposición de datos, sino que aparecen argumentos de carácter filosófico. Por ejemplo, en el apartado “Explicación materialista de las religiones” (paginas 24-30) se refiere a quienes interpretan la religión como un producto de la evolución de las especies, según la opinión de Eric Fromm, Jacques Monod, Michael Ruse y Richard Dawkins. El punto de vista de estos autores es reduccionista, es decir, solo admiten el conocimiento que proviene de la experiencia sensible y reducen todos los fenómenos a las leyes físico-químicas.
Aquí ha habido una irrupción de la filosofía positivista en el campo de la religión, de la misma manera que el positivismo irrumpió en la ciencia, reduciéndola a datos observables y leyes numéricas. Pero también encontramos en el libro de Rañada un párrafo que sorprende por su visión profundamente teísta: “Filosofía griega, teología medieval y revolución científica” (página 61). Aquí se insiste en la influencia de la filosofía griega y la teología medieval en el nacimiento de la ciencia moderna.
La filosofía griega había insistido en la armonía del mundo, y la teología medieval en la existencia de un Dios creador y racional. Estas interpretaciones de la ciencia están iluminadas por una filosofía que admite la existencia de Dios y el hecho de la creación por un ser inteligente que impone leyes universales a sus creaturas. Estas formas de utilizar una determinada filosofía para criticar la ciencia o la religión nos llevan a plantear el problema epistemológico fundamental para el diálogo ciencia-religión.
Sabemos que la ciencia se apoya en la experiencia sensible y en modelos matemáticos para representar el Universo; pero este método no se puede aplicar al hecho religioso, porque éste no es objeto de una experiencia sensible. Las realidades que presenta la religión son objeto de una experiencia interna que no es repetible (aunque es comunicable a otro sujeto por medio del lenguaje). También se ha indicado que la ciencia hace preguntas sobre el cómo y la religión sobre el porqué y para qué. Luego aparentemente los dos mundos son inconmensurables, en el sentido de que no se pueden comparar ni en el método ni en el objetivo.
Pero la ciencia admite una interpretación y una justificación filosófica que ha dado lugar a una filosofía de la ciencia. De la misma manera, la religión ha sido sometida a un análisis crítico y a una fundamentación filosófica que ha dado lugar a la filosofía teísta y a la teología. Entonces, la filosofía es el puente común que acerca los mundos de la ciencia y de la religión, porque puede responder a preguntas sobre qué es la realidad subyacente a ambos mundos, sobre si existe una relación de causa-efecto entre el Dios de la teología y el mundo de las cosas creadas, y sobre si se puede afirmar que el Creador haya impuesto una finalidad en los seres vivientes. Evidentemente al responder a estas preguntas entra en juego la postura filosófica de cada interlocutor.
Temas para seguir dialogando
En el último capítulo, Fernández-Rañada presenta varios temas que están actualmente en discusión y que son susceptibles de un análisis tanto científico como teológico utilizando la plataforma filosófica común a ambos, pero cuyos resultados son todavía prematuros dada la magnitud de los temas.
Resumamos algunos de ellos:
- a) El cientificismo. Exagera el papel de la ciencia porque todo lo quiere supeditar a ella: conocimiento, sensibilidad, ética. Según Weinberg “los científicos deben estar orgullosos de sus logros transnacionales y transculturales”. Y Monod y Wilson reducen todo lo referente al hombre a la conjunción de su patrimonio genético y a su entorno. Como consecuencia, el concepto de persona no tiene ningún significado. Si queremos analizar las posturas de estos científicos nos encontraríamos que éstos profesan una filosofía reduccionista (materialista).
- b) El hechizo de una sabiduría total. Ya en la antigüedad los griegos intentaron explicar toda la naturaleza a partir de los cuatro elementos. En la edad moderna, Newton y después Laplace creyeron que todos los movimientos del sistema solar se podían predecir a partir de las ecuaciones de Newton. Algunos científicos creen que algún día se llegará a explicar todos los fenómenos del Universo con una sola ecuación. Los defensores de la teoría de supercuerdas la denominan “la teoría del todo” porque confían que logrará explicar todos los fenómenos de la naturaleza. ¿Quién se atreverá a dialogar con estos científicos si no admiten que la ciencia puede tener lagunas?
- c) ¿Es posible explicarlo todo? A algunos les parecerá que se puede responder afirmativamente, pues basta profundizar en los principios para encontrar uno del que se deriva lógicamente la respuesta. Para otros esto no es posible, porque se encuentran preguntas que no tienen respuesta como la pregunta de Leibniz “¿porqué existe algo y más bien la nada?”
- d) El teorema de Gödel, según el cual todo sistema formal de axiomas y reglas de inferencia incluye necesariamente afirmaciones que no se pueden probar ni refutar dentro del sistema. Si se admite que las matemáticas y la física teórica se sustentan en el mismo corpus philosophicumque la teología, este teorema viene a corroborar la idea de un Dios creador que supera nuestros mecanismos de conocimiento finitos.
- e) ¿Llegarán a pensar las máquinas? Cada nuevo avance de la informática pone al rojo vivo la discusión, pero como en otros casos todo depende de la filosofía subyacente, Una filosofía reduccionista intentará probar que el cerebro actúa como una máquina. Otra postura vitalista defenderá que los actos de la libertad y de la adaptación a una situación determinada y oscilante nunca podrán ser realizados por una máquina.
Después de tan largo camino, la amistad necesaria parece la mejor solución en la que todas las partes saldrán beneficiadas: las ciencias, la filosofía y las religiones.
El contexto intelectual de Antonio Fernández-Rañada
Para valorar el ensayo Los científicos y Dios (Trotta, 2016) conviene acudir al escenario de la obra y al contexto intelectual de Fernández-Rañada. Cuando se publicó la segunda edición de Los científicos y Dios, en otoño de 2008 se cumplieron 60 años del famoso debate transmitido por la BBC entre el jesuita F. C. Copleston y el matemático y filósofo Bertrand Russell.
El auge del positivismo lógico en los inicios del siglo XX propició un conflicto insalvable entre Ciencia y Religión. Pero en los últimos años del siglo XX, daba la impresión de que se había distendido la tensión. Por una parte, el positivismo lógico dejaba espacio a otras epistemologías, y por otra, los científicos eran menos dogmáticos en sus afirmaciones sobre las posibilidades de acceder a la verdad sobre la naturaleza mediante el método científico.
Incluso en muchos casos, tendían una mano hacia otras fuentes de acceso al conocimiento del mundo y prestaban atención a la filosofía y a las religiones. La palabra “diálogo” e “interdis-ciplinariedad” parecían talismanes anunciadores de una nueva era de entendimiento.
Otro elemento colabora a la construcción del contexto del ensayo Los Científicos y Dios: los últimos años del pontificado de Juan Pablo II, si bien acentuaron el conservadurismo moral, fueron años fecundos para el diálogo con los científicos.Juan Pablo II impulsó a través de la Academia de Ciencias Vaticana el diálogo entre ciencia y religión.
En un texto de Juan Pablo II de 1987, con ocasión del centenario de la publicación en 1687 de los Principia Matemathica Philosophiae Naturalis del gran físico y teólogo heterodoxo, Isaac Newton (1687), leemos: “la ciencia puede purificar a la religión del error y de la superstición; la religión puede purificar a la ciencia de idolatría y falsos absolutos. Cada una puede atraer a la otra hacia un mundo más amplio, en el que ambas puedan florecer”.
El interés del Papa por este diálogo fecundo dio lugar al desarrollo de un proyecto que llevó a cabo el Observatorio Vaticano junto al Center for Theology and Natural Sciences (CTNS) de Berkeley. Como resultado de este proyecto, se celebraron en Roma importantes reuniones de científicos (creyentes o no), filósofos y teólogos. Estos encuentros dieron lugar a cinco interesantes volúmenes de 400 páginas cada uno: Cosmología cuántica y leyes de la naturaleza(1993), Caos y complejidad (1995), Biología evolutiva y molecular(1995), Neurociencia y la persona(1999), Mecánica cuántica (2001).
Estos diálogos interdisciplinares, muy abiertos en sus planteamientos, dieron lugar a que el 3 de mayo de 2003, se anuncia la creación del Proyecto STOQ (Science, Theology and Ontological Quest),bajo el patrocinio del Consejo Pontificio para la Cultura, en el que participa la Santa Sede, tres universidades pontificias (Lateranense, Gregoriana, Ateneo Pontificio) y la Fundación Templeton.
Para muchos científicos, filósofos y teólogos parecía que se avecinaba una época de encuentro. En los Estados Unidos, se creaba el Instituto METANEXUS para el diálogo entre las ciencias y las religiones (www.metanexus.net) que desparramaba por los cinco continentes grupos de reflexión, investigación, estudio y difusión de las posibilidades reales de un diálogo fecundo. Los trabajos de Ian G. Barbour, Arthur Peacocke o John Polkinghorne[1]llegaban a un público reducido pero influyente. Sus obras están siendo traducidas al castellano en estos años. Incluso, publicaciones de divulgación, como Muy Interesante, que ha dedicado un número monográfico a esta cuestión que ha pasado al gran público en España[2].
Por otra parte, grupos de científicos y teólogos ha publicado síntesis muy completas al alcance de lectores más expertos[3]. Dentro del ámbito de la Universidad Pontificia Comillas se fundó oficialmente el 30 de junio de 2003 la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión, integrada en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería (ICAI) de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, teniendo en el profesor Javier Leach S.J. su primer director.
El objetivo fundamental era convertirse en un foro de reflexión y discusión sobre aquellos temas que se encuentran en debate entre el conocimiento científico y el religioso, en un ámbito abierto a la diversidad de opiniones y enfoques, a la participación tanto de creyentes (de las distintas religiones y confesiones) como de no creyentes y la de todos cuantos en nuestra sociedad se presten al diálogo desde un pensamiento riguroso.
Desde 1974, en España, un grupo de científicos, filósofos, humanistas y teólogos se reúnen anualmente para el diálogo interdisciplinar. Es laAsociación Interdisciplinar José de Acosta (ASINJA), patrocinada por la Universidad Comillas. Como fruto de sus debates se han publicado hasta el momento 41 volúmenes con las actas de sus reuniones.
Por otra parte, la revista Pensamiento. Revista de Investigación e Información filosófica ha publicado volúmenes especiales sobre “Ciencia, Filosofía y Religión”. Y la veterana revista de los jesuitas, Razón y Fe, es ahora el órgano en papel de la Cátedra CTR. ¿Nos encontramos en los umbrales de una nueva era de entendimiento? Parece que nunca como ahora ha habido tanto interés por este diálogo entre dos interlocutores que tradicionalmente han estado enemistados y enfrentados.
Nuevos problemas, nuevos conflictos
Pero las cosas no parecen discurrir por este camino. En estos primeros años del siglo XXI, parece que renacen los enfrentamientos entre la Ciencia y la Religión. Y no solo a través de publicaciones especializadas, sino también a través de medios de comunicación más directos. Como muestra, la campaña de promoción del ateísmo en los autobuses urbanos primero en Londres y luego en otras ciudades europeas y españolas. Esta campaña ha estado impulsada inicialmente por la Asociación Humanista Británica y después importada a España por la Unión de Ateos y Librepensadores de España. El lema: “Probablemente Dios no existe. Disfruta de la vida”, fue concebido como una respuesta a la provocación del fundamentalismo religioso y ha generado ríos de tinta en la prensa.
Esta campaña ha sido financiada y apoyada con gran derroche de medios por el biólogo evolucionista británico y ateo militante Richard Dawkins (tiene 2.780.000 entradas en internety una página webmuy bien montada: http://richarddawkins.net/). Al menos ha logrado reabrir dentro del campo del encuentro entre Ciencia y Religión el debate sobre una cuestión que nunca en la historia del pensamiento humano ha dejado de ser vital: ¿existe Dios? ¿Qué pruebas se pueden aducir a favor de su existencia? ¿Qué argumentos existen en contra?
Un largo debate en la historia de las ideas
Siempre existió este debate. Pero fue con la revolución científica, a partir del siglo XVI, cuando se plantea la aparente oposición entre los avances del conocimiento científico y las convicciones teológicas de las religiones.
El 22 de junio de 1633, el filósofo natural Galileo Galilei, fue sometido por la Inquisición al segundo proceso por el que fue obligado a abjurar de sus ideas sobre el Universo por ser contrarias a las de la Sagrada Escritura.
El llamado «caso Galileo» es uno de los más conocidos y dio lugar a la obra Galileo Galileide Bertold Brech y luego a la película Galileode Liliana Cavani.
Siempre se ha esgrimido como uno de los casos de enfrentamiento y de incomprensión entre la Ciencia y la Religión. Pero no es el único caso.
Quién no recuerda el caso de Charles Darwin en la segunda mitad del siglo XIX o el del paleontólogo Pierre Teilhard de Chardin en los años 40-50 del siglo XX.
El bicentenario del nacimiento en 1809 del controvertido naturalista británico Charles Darwin, y la celebración de los 150 años de la publicación de su obra El Origen de las Especies por la Selección Natural, así como la publicación en septiembre de 2010 del libro El Gran Diseño de Stephen Hawking, han hecho renacer en el mundo el interés por las relaciones entre Ciencia y Religión, entre el conocimiento racional del mundo basado en la observación y la experimentación, y la legitimidad social y racional de otros tipos de conocimiento del mundo asentados sobre convicciones religiosas no verificables.
La existencia de Dios, qué queremos decir por Dios, las pruebas de la falsedad de las religiones, el mundo del espíritu, el ateísmo, el materialismo, el diseño inteligente, el alma… son temas de moda.
Los llamados “cuatro jinetes del ateísmo” son figuras públicas que debaten en las televisiones.
Buscar las raíces del conflicto en el siglo XIX
En los últimos años del siglo XIX,John William Draper (1811-1882) [autor de la famosa History of the Conflict Between Religion and Science.New York: D. Appleton, 1874] y Andrew Dickson White(1832-1918) [autor de A History of the Warfare of Science with Theology in Christendom, 2 vols. (1896)] defendieron la tesis del conflicto irresoluble entre la ciencia y la religión, entre el pensamiento racional sobre el mundo natural y el pensamiento teológico de las religiones.
La revista de Difusión de la Investigación de la Universidad de Valencia, Mètode[4], ha publicado en su Anuario-2008 diversas aportaciones a los aparentes conflictos entre las ciencias y las religiones. Por lo general, los enfrentamientos han girado históricamente alrededor de cuatro grandes problemas: el origen del universo, el origen y la historia del planeta Tierra, el origen y evolución de los seres vivos, y la emergencia y evolución de la condición humana.
En esta primera década del siglo XXI, el debate entre la ciencia y la religión se recrudece. Si hace 30 años, el llamado creacionismo científico parecía dominar en este panorama intentando demostrar que la Creación era un dato científico, en el siglo XXI ha surgido el llamado diseño inteligente (ID) como supuesta alternativa al evolucionismo materialista.
Para los profesores Johnson, Behe y Dembski, defensores a ultranza de la necesidad científica de un Diseñador de la “complejidad irreductible” del universo, la mayor parte de la comunidad científica apuesta por una interpretación no religiosa de los procesos naturales. Dios queda, en frase de Dawkins, cada vez más arrinconado en el campo de las ciencias. Y un Dios innecesario es un no-Dios.
Fernández-Rañada y los conflictos hoy entre Ciencia y Religión
Presentado el contexto general de las relaciones entre las Ciencias y Dios, presentamos la situación en el momento actual.
¿Cuáles son los grandes temas de conflicto hoy entre Ciencia y Religión? Este asunto es objeto de un proyecto actual que llevan a cabo el Observatorio Vaticano y el Center for Theology and Natural Sciences (CTNS) de Berkeley. En 1987 tuvieron un Congreso Internacional con ocasión de los Principiade Newton. El proyecto que llevan a cabo ha dado lugar a cinco volúmenes de 400 páginas cada uno: Cosmología cuántica y leyes de la naturaleza(1993), Caos y complejidad(1995), Biología evolutiva y molecular(1995), Neurociencia y la persona(1999), Mecánica cuántica (2001).
Estos temas tienen implicaciones muy radicales para el creyente. Pero mi opinión es que la fragilidad de la creencia no suele llegar hoy por estas cuestiones intelectuales sino por dos caminos: a) el impacto de unas determinadas pautas culturales (emanadas de la cultura dominante del consumo y del bienestar individualista) y b) las repercusiones éticas de muchas intervenciones del magisterio de la Iglesia (la píldora, el aborto, la homosexualidad, las relaciones sexuales, el divorcio,… ) Precisamente, en los primeros días de abril de 2003, una comisión Vaticana ha publicado un grueso diccionario en el que se contienen estos tópicos en un lenguaje poco dialogante.
La tesis del conflicto entre racionalidad científica y religiosa es la visión más extendida entre los historiadores y los científicos del siglo XIX. Así lo defendieron John William Drapery Andrew Dickson White, ya citados. Los partidarios de la tesis de la independencia de las relaciones entre Ciencia y Religión reflejan su postura en libros como God and Nature. Historical Essays on the Encounter between Christianity and Science,publicado en 1986, editado por David C. Lindbergy Ronald L. Numbers, profesores de Historia de la Ciencia y de la Medicina de la Universidad de Wisconsin, que rechazan las tesis extremistas de Draper y White.
Pero también son críticos con la obra de Reijer Hooykaas(1906-1994), Natural Law and Divine Miracle. The Principle of Uniformity in Geology, Biology and Theology(1959), donde defiende la compatibilidad del concepto bíblico de la naturaleza con la biología y la geología del siglo XIX. De alguna manera, la comunidad científica se encuentra comprometida en un proyecto apasionante: explorar las posibilidades de acercamiento entre Ciencia y Religión, como visiones del mundo que aparentaban incompatibilidad.
Richard Dawkins: la lucha entre Ciencia y Religión
Tal vez, el caso más paradigmático en la actualidad está representado por Richard Dawkins (nacido en 1941). Éste se ha convertido en un fenómeno mediático, como lo fue Carl Sagan en los años ochenta del siglo XX. Su beligerancia antirreligiosa le hace, con frecuencia, no poder ver la realidad. Pero las reacciones ante sus ideas han desencadenado toda una serie de reflexiones entre los científicos, los filósofos y los teólogos.
Su aportación fundamental a las ciencias de la vida ha consistido en contribuir a interpretar teóricamente el papel de los genes en la selección evolutiva, procediendo a una lectura, digamos, “genética” del darwinismo tradicional. Estas ideas pueden seguirse a través de dos libros de referencia: The Selfish Gene(1976) [El gen egoísta] y The Extended Phenotype (1982) [El fenotipo extendido].
Para Dawkins, el mecanismo genético-evolutivo es interactivo con el medio, ya que el mismo medio son “genes” (éstos son respuestas biológicas a las constricciones del medio). Entre otras cosas introdujo por primera vez el concepto de “meme” y, por tanto, lo que hoy se entiende por “memética”, el estudio de los patrones de conducta enraizados en la información genética. Aparte de sus contribuciones a la biología teórica, Dawkins ha alcanzado sobre todo notoriedad por su trabajo como divulgador científico del darwinismo y, todavía más, como crítico de la religión[5]. Aunque su crítica a lo religioso está omnipresente, podemos destacar obras divulgativas como El relojero ciego, Escalando el monte improbable, Destejiendo el arco irisy El capellán del Diablo.
Y en estos últimos años la postura de Dawkins se ha radicalizado. La polémica surgió tras haber sido publicada ya en español (a comienzos de 2007)[6], un año después de su aparición en inglés (The God Delusion, 2006), la última versión de la crítica a la religión de Richard Dawkins. Con el título El espejismo de Dios, Dawkins argumenta que la probabilidad del ateísmo es casi absoluta desde la objetividad y la evidencia científica.Sugiere que desde un punto de vista científico la probabilidad de que Dios exista es menor del 5%. Y por ello, los que dicen creer se están engañando. Incluso, se ha dicho, que no fue Dios quien creó al hombre, sino el hombre quien ha creado a Dios. Y Nietzsche pudo gritar: «Dio ha muerto».
El espejismo de Dawkins
Los ecos a las opiniones de Dawkins han sido clamorosos. El profesor Javier Monserrat, en un interesante trabajo, ha sistematizado y situado en su contexto el ensayo de Dawkins, El espejismo de Dios.
Para Dawkins, el teísmo apenas tiene probabilidad de ser cierto. La ingenuidad de Dawkins es considerable al fundarse en sus propios análisis para convertirse en tribunal de apelación y sentenciar dogmáticamente a favor del ateísmo.
Richard Dawkins, en su ensayo El espejismo de Dios, funda su crítica de lo religioso en la consideración de que el darwinismo elimina toda racionalidad de la creencia en Dios. Como declaraba recientemente a el diario El Mundo[7], “después de Darwin, ha dejado de sostenerse que un ser superior haya diseñado el mundo”.
Dawkins pretende hacer “ciencia”, pero sólo hace en realidad “filosofía” mezclada con todo un muestrario de valoraciones sociales subjetivas y un anecdotario pintoresco. El conocimiento que Dawkins tiene de las religiones, y del cristianismo en particular, parece excesivamente sesgado. Es verdad que podemos hablar, por tanto, de un “cristianismo antiguo” cuyos razonamientos mantienen todavía hoy grupos conservadores.
Pero, junto a éste, hay hoy un “cristianismo crítico” que está formado por pensadores católicos, evangélicos, anglicanos, etc., que tratan de replantearse con seriedad el sentido de las creencias religiosas desde la imagen del universo, de la vida y del hombre en la ciencia. Pues bien, Dawkins sólo se refiere a ese “cristianismo antiguo”, e incluso presenta una caricatura de sus enfoques.
En otras palabras, – como escribe el profesor Monserrat- ignora completamente (no expone, no pondera, no discute) los argumentos de ese “cristianismo crítico” al que debería referirse si realmente intenta discutir la religiosidad desde la actualidad. Aunque cita algunos autores de ese “cristianismo crítico”, de forma más bien “retórica” (quizá para que no se diga que no se citan), la impresión que produce es que ignora casi enteramente su mundo de argumentos y reflexiones.
Para los autores de ese cristianismo crítico es hoy común admitir que el universo es, en último término, un enigma que no ha sido descifrado todavía de forma final y segura. No se niega que una respuesta pueda ser el ateísmo. Se respetan sus argumentos, su honestidad personal y, obviamente, su derecho a exponer sus opiniones e intentar convencer a otros en el marco del diálogo abierto en una sociedad libre. El ateísmo es una opción libre racionalmente posible; esto no se discute.
Pero el cristianismo crítico piensa que ese universo enigmático podría también entenderse por referencia a la hipótesis de una Divinidad, fundamento del ser y creadora. Y para ello presenta sus argumentos, consciente de que son “filosofía” y de que deben ser entendidos en el marco de restricciones de la epistemología moderna, popperiana y postpperiana. Lo que el cristianismo crítico pide al ateísmo es tan simple como esto: que el ateísmo respete la valoración racional libre del teísmo (ante un universo enigmático) de la misma manera que el teísmo respeta racional y moralmente al ateísmo (y por ende al agnosticismo).
Probablemente no existe Dios
El capítulo cuarto de El espejismo de Dios se titula: “Por qué es casi seguro que no hay Dios”. El primer argumento que ofrece Dawkins parte de la biología. El supuesto de Dawkins es éste: los teístas consideran que su “gran argumento” a favor de Dios es la complejidad del mundo biológico. Esta complejidad no se puede explicar sin un diseñador creador. El símil que usa es el Boeing 747: su enorme complejidad hace imposible explicarlo al azar y de ahí que el teísta postule un diseñador constructor.
Frente a esto, Dawkins expone cómo el darwinismo ha propuesto una teoría que explica perfectamente cómo ha podido surgir la complejidad: un gran número de eventos, pequeños cambios, o mutaciones genéticas, avance y nuevos pequeños pasos. El monte de la complejidad se sube poco a poco, de una forma progresiva y plausible. Por tanto, si la complejidad se explica por el darwinismo, entonces no es necesario recurrir a Dios. Dios no existe, es una hipótesis explicativa innecesaria. El mundo biológico está ahí y se explica por sí mismo.
Este argumento se lee con perplejidad por el teísmo crítico moderno, ya que éste asume enteramente el darwinismo y la autonomía funcional del proceso evolutivo. Dawkins, en cambio, ignorándolo, sólo parece pensar en lo que le interesa: crear un enemigo ficticio (el “Dios-tapa-agujeros”, el cristianismo antiguo, el creacionismo fundamentalista, quizá Behe y Dembski) y dedicarse a combatirlo. La perplejidad surge de la seguridad, aplomo y triunfalismo con que Dawkins es capaz de exponer esta argumentación tan ignorante del cristianismo crítico actual.
Darwinismo cosmológico
Dawkins advierte, evidentemente, que para “demostrar” que no hay Dios no basta con la biología (Dawkins conoce los argumentos de los defensores del “principio antrópico”). Hay que fundar la biología en el universo, cuya evolución y propiedades deben explicarse también de forma natural sin Dios. Para ello, amplía su pensamiento hacia un, digamos, darwinismo cosmológico.
De la misma manera que hay multitud de eventos biológicos, también hay multitud de planetas e infinitos universos: por azar estamos dentro del planeta y del universo que nos ha hecho posibles. Así, Dawkins se refiere a billones de planetas dentro de nuestro universo y a “infinitos” multiuniversos, apoyándose en las ideas de Martin Rees y el modelo darwiniano de multiuniversos de Lee Smolin. No menciona, sin embargo, en todo el libro, la teoría de cuerdas que le podría haber ayudado en su intento de hacer verosímiles los multiversos.
La consecuencia es evidente para Dawkins: también el darwinismo cosmológico hace innecesaria la hipótesis de Dios, por tanto no hay Dios. Sin embargo, Dawkins pasa por alto el hecho decisivo de que la teoría de multiversos, y la misma teoría de cuerdas, son una pura especulación teórica, sin ninguna evidencia empírica o experimental a su favor.
Conclusión
La idea del universo fundada en los hechos empíricos es lo que se conoce hoy como “modelo cosmológico estándar” (MCE) que describe un universo nacido en un Big bang singular que probablemente acabará muriendo térmicamente en un lejano futuro de expansión indefinida (el MCE es admitido por la casi totalidad de los científicos, pero es discutido por minorías que siguen el universo estacionario de Hoyle, los quasars de Arp, o el universo de plasma).
Además, autores relevantes del teísmo crítico cristiano, como George Ellis y William Stoeger, defienden la teoría de los multiversos (lo mismo que otros muchos defienden la teoría de cuerdas). Para ellos, que Dios hubiera querido crear a través de los multiversos formaría parte del diseño creador de un cosmos “co-creador” de sí mismo, de un proceso autónomo orientado al ocultamiento de Dios y a la libertad. Todo esto también lo ignora Richard Dawkins.
En este sentido, las aportaciones del profesor Antonio Fernández-Rañada en su ensayo Los Científicos y Dios (Trotta, 2016) aporta datos muy importantes para un diálogo interdisciplinar entre científicos, filósofos, y teólogos.
[1]Para una visión global del pensamiento de estos autores, ver los estudios del profesor Javier Monserrat, “Ciencia, Filosofía del Proceso y Dios en Ian G. Barbour”. Pensamiento, 60, 226 (2004) 33-66; “Ciencia, bioquímica y panenteísmo en Arthur Peacocke”. Pensamiento, 61, 229 (2005) 59-76; “John Polkinghorne, ciencia y religión desde la física teórica”. Pensamiento,61, 231 (2005), 363-293; “Kenosis: toward a new Theology of Science”. Pensamiento, 63 (238) 637-658.
[2] “Ciencia contra religión. ¿son incompatibles?”Muy Interesante, 311, abril de 2007, 67-80.
[3]Por ejemplo, la completa obra editada por Philip Clayton y Zachary Simpson, The Oxford Handbook of Religion and Science.Oxford University Press, 2008, 1023 páginas.
[4] Mètode. Revista de difusión científica. Universidad de Valencia, Anuario, 2008. Monográfico “La mirada de la ciencia” con un amplio capítulo (“La Especie Mística”) dedicado a las relaciones entre las ciencias y las religiones (páginas 103-150). Ha sido coordinado por el profesor Francisco Pelayo, Científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid.
[5]E.Font, Dios no existe (P< 0.05). Reflexiones en torno al libro “El espejismo de Dios” de Richard Dawkins. Anuario 2008 MÈTHODE,135-139.
[6]Dawkins, Richard, El espejismo de Dios. (Espasa, Pozuelo de Alarcón, 2007), 450 pág, 24-18 cm
[7]“El mundo que viene: Richard Dawkins”. El Mundo, 7 febrero 2009, pág. 18.
Leandro Sequeiros, Presidente de ASINJA (Asociación Interdisciplinar José de Acosta), Asesor de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.
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