En los primeros días de 2016, publicamos en esta revista un artículo con un resumen de las problemáticas que aparecieron en Tendencias21 de las religiones durante el año 2015. Una de las dimensiones de esta tarea que se ofrece desde esta revista hacía referencia al impacto de las ciencias naturales y sociales sobre las tradiciones religiosas y espirituales. En la llamada “Era de la Ciencia”, ¿es posible mantener una experiencia religiosa? ¿Estamos en la era post-regiosa?
Debe ser recordado el Simposio Internacional Naturaleza Humana 2.0 impulsado desde la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Comillas, que ha querido ser una plataforma plural de debate sobre estas cuestiones. Los lectores interesados pueden encontrar en las redes sociales las diversas ponencias de este Simposio. Por otra parte, la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión tiene una videoteca con las conferencias que han tenido lugar bajo su impulso.
Todo esto nos muestra que el problema del futuro de las tradiciones religiosas en un mundo secular impregnado por la cultura científico-técnica es muy complejo.
¿Dios contra la ciencia? ¿La ciencia contra Dios?
Con estas preguntas provocadoras, el suplemento Babelia del diario El País del 18 de marzo de 2016, ya dedica un amplio espacio a mostrar un panorama general (necesariamente incompleto cuando no sesgado) de las últimas publicaciones filosóficas y teológicas sobre las complejas relaciones entre Ciencia y Religión.
Según el titular del artículo, “El nuevo ateísmo trata de arrinconar a las religiones en nombre de la razón. Otras voces buscan conciliar fe y conocimiento”.
Este resumen escueto expresa bastante bien el estado de la cuestión.
Alister McGrath: “El nuevo ateísmo está cayendo en desgracia”
Puede ser ilustrativo para empezar, comentar la entrevista que ofrece El País con el biofísico y teólogo Alister McGrath. Profesor de Teología histórica en la Universidad de Oxford, el irlandés Alister McGrath estudió en las Universidades de Oxford y Cambridge. Su reciente trilogía A Scientific Theology (Eerdmans, 2001-2003) ha sido reconocida como una de las más importantes obras de Teología sistemática de los últimos años.
McGrath tiene un interés especial por el fenómeno del ateísmo, sobre todo desde la publicación en 2013 de su libro Dawkins’ God: Genes, Memes and the Meaning of Life. Sus enseñanzas giran en torno a los ámbitos de la teología sistemática, de las relaciones entre la ciencia y la religión, la espiritualidad y la apologética. Fue elegido miembro de la Royal Society of Arts en 2005. En 2009 pronunció las reconocidas Gifford Lectures en la Universidad de Aberdeen.
En la entrevista que se le hace y que reproduce El País, “considera que el caso Galileo ha sido distorsionado y acusa a Dawkins de “manchar la ciencia”.
McGrath sostiene en uno de sus escasos libros traducidos al castellano, La ciencia desde la fe (Espasa, 2016) que los investigadores se extralimitan cuando tratan de negar a Dios. La fe y la ciencia son compatibles, afirma, mientras ninguna interfiera en la otra.
En su opinión, “la ciencia siempre ha tenido que luchar contra los prejuicios religiosos, políticos y sociales. En unas ocasiones, el cristianismo ha sido una barrera para el progreso científico; en otras, lo promovió. La revolución científica comenzó en un contexto cristiano y fue alentada, sin duda, por la idea cristiana de un universo ordenado y estructurado. El prejuicio y el dogmatismo no se limitan a la fe religiosa. Algunos científicos ateos, como el cosmólogo Fred Hoyle, se opusieron a la teoría del Big Bang porque ¡sonaba religiosa! Mi propuesta trata de respetar los límites y fomentar el diálogo entre ciencia y fe”.
Dado que hace cinco años, en 2016, se recordaba la primera condena a Galileo, el periodista le pregunta sobre esta cuestión, a lo que McGrath responde que el caso Galileo ha sido “distorsionado”, ¿qué es lo que entiende por esto?
Para McGrath, «la representación mediática del caso Galileo como una cuestión de la ciencia contra la religión es una construcción social de finales del siglo XIX. Galileo fue víctima de una lucha de poder dentro del Vaticano, que se enfrentaba al ascenso del protestantismo. Una facción papal apoyó firmemente a Galileo; a otra no le gustaba. Al final, una de esas facciones se impuso”.
La ciencia desde la fe
Pero ¿cuáles son las propuestas de Alister McGrath? Su ensayo Inventing the Universe ha sido traducido al castellano como La ciencia desde la fe (Espasa). Para McGrath, no hay una contradicción inevitable entre lo religioso y lo científico, que son “mapas complementarios” de la identidad humana.
Para el periodista de El País, que nadie espere del libro de McGrath, quien también es pastor anglicano, mística ni beatería alguna. El irlandés replica al nuevo ateísmo desde la comprensión de la ciencia, que le permite manejarse con soltura en asuntos como la teoría de cuerdas, el bosón de Higgs, la evolución o el Big Bang. No trata de convencer de su fe: lo que sostiene es que la ciencia y la creencia no deben interferir entre sí. Y se sitúa en una equidistancia crítica entre el “fundamentalismo religioso”, que niega la ciencia, y el “imperialismo científico”, que niega la fe.
Lo más polémico del libro de McGrath es que considera un “mito” que religión y ciencia hayan estado en conflicto perpetuo. “Sí, la religión y la ciencia pueden entrar en mutuo conflicto. Pero no tienen por qué estar en guerra la una con la otra y generalmente no lo han estado”.
Esa versión de la historia “es una construcción social”, dice, impregnada de ideología. Y se están ignorando, por ejemplo, los “orígenes religiosos de la revolución científica” del Renacimiento. El autor explica cómo los grandes pensadores cristianos —Agustín de Hipona o Tomás de Aquino— apoyaron el conocimiento de la naturaleza por las únicas vías de la razón.
McGrath versus Richard Dawkins
En los ambientes del debate ciencia-religión, es bien conocido que Alister McGrath y Richard Dawkins han mantenido debates muy intensos. En Tendencias21 nos hemos referido a ello en algunas ocasiones. McGrath suele acusar a Dawkins de intolerante. ¿Por qué lo es?
En opinión de McGrath, “Lamentablemente, el nuevo ateísmo es tan dogmático e intolerante como los fundamentalismos religiosos que critica. Esa idea sorprendente de Richard Dawkins de que la creencia religiosa es una ‘especie de enfermedad mental’ es una indicación de su propio prejuicio, en lugar de un análisis fiable de las creencias. Por suerte, el nuevo ateísmo ahora está cayendo en desgracia, y formas más inteligentes y reflexivas de ateísmo están emergiendo. Muchos científicos creen que Dawkins ha manchado la ciencia mediante su uso como arma en su cruzada antirreligiosa. La ciencia no es religiosa o antirreligiosa: es ciencia. Se puede hacer compatible con el ateísmo, igual que con el cristianismo”.
Como profesor de Teología histórica, McGrath admite que tanto la religión como la ciencia son “productos de la civilización humana”. El periodista de El País le pregunta que si la religión es una creación humana, ¿cómo creer en ella?
Para McGrath, “Todas nuestras ideas son creaciones humanas. Aparecen en respuesta a la forma en que tratamos de entender el mundo y darle sentido. El hecho de que sean productos de la mente humana no implica invalidarlas. Sólo significa que tenemos que preguntar cuáles son fiables. Existe mucha literatura científica que muestra que los seres humanos buscan un sentido o una perspectiva de la realidad, que se expresa a menudo en las creencias y prácticas religiosas o espirituales. Eso no las hace ciertas o falsas, pero las hace humanas”.
Teología y Universidad en el debate ciencia y religión
La Teología pretende una reflexión sistemática sobre las experiencias religiosas insistiendo en su racionalidad. En muchos países del mundo, la Teología forma parte del saber universitario. En España, sin embargo, hay resistencias heredadas de un pasado.
En varios artículos del Tendencias21 de las Religiones y deFronterasCTR hemos aludido hace tiempo a la cuestión de si la Teología debería estar en la Universidad como disciplina. Para Richard Dawkins, la teología no es una ciencia y no debería tener espacio en las universidades. Pero la opinión de McGrath es diferente: en su opinión, Dawkins “parece pensar que una ignorancia de las ideas cristianas es una señal de virtud intelectual. Eso ha llevado a los cristianos a descartarlo como un crítico ignorante, que sabe poco acerca de su fe. Para mí, la virtud intelectual está en estudiar, entender y apreciar una visión del mundo, aun cuando crea que está equivocada. Yo era ateo cuando era joven, y rechacé el cristianismo por razones muy similares a las de Dawkins. Ahora veo que simplemente no entendía el cristianismo. Pero nunca ridiculizaría el ateísmo, a pesar de que ya no comparto sus creencias fundamentales”.
Ciencia contra religión y religión contra ciencia
Con la firma de Ricardo de Querol, el artículo en Babelia que comentamos insiste en que “En otros tiempos estas diferencias se ventilaban en tribunales inquisitoriales y, a menudo, en la hoguera. Cuatro siglos después de que Galileo tuviera que retractarse, todavía se producen encontronazos entre la ciencia y la religión. Es el caso de los distintos pleitos en torno a la enseñanza de la evolución que han forzado los creacionistas (o su evolución, valga la ironía, como defensores del “diseño inteligente”) en los tribunales de EE UU en pleno siglo XXI. Eso sí, a diferencia de los tiempos de Galileo, ahora la justicia tiende a ponerse del lado de la ciencia, en este caso, de Darwin”.
La formulación es simplista aunque tiene un fondo real. Y alude al famoso juicio de Dover sobre la enseñanza de la evolución en la escuela hace unos años.
“La batalla se libra también en los estantes de las librerías, -prosigue el periodista de El País- donde nuevos ensayos y algunas biografías traen munición para ambos bandos. El detonante es lo que se ha venido en llamar nuevo ateísmo, aunque sus promotores no creen que hagan nada muy distinto que algunos pensadores de la Ilustración: tratar la religión como una superstición enfrentada al conocimiento y el progreso”.
Quince años de reflexión
En los últimos quince años han sido numerosos los libros que se han acercado a estas cuestiones. Entre 2004 y 2007, un grupo de intelectuales publicaron ensayos muy combativos que negaban a Dios en nombre de la ciencia y la razón. Eran los llamados cuatro jinetes del ateísmo: Richard Dawkins (El espejismo de Dios), Sam Harris (El fin de la fe), Daniel Dennett (Romper el hechizo) y Christopher Hitchens (Dios no es bueno).
“Aunque en realidad no era demasiado nuevo, como etiqueta periodística el ‘nuevo ateísmo’ tiene su sitio, porque pienso que, en efecto, algo pasó en nuestra cultura” a partir de esos libros, recuerda Dawkins en su libro de memorias Una luz fugaz en la oscuridad, que edita en español Tusquets. “¿Acaso nuestros libros eran especialmente francos y desinhibidos? Puede que hubiera algo de eso”, se pregunta y responde Richard Dawkins, el etólogo británico (Nairobi, 1941), experto en Darwin, profesor en Oxford y hoy el rostro más conocido del movimiento escéptico.
Según el artículo de El País, los factores para renovar el relato ateo estaban en el ambiente posterior a los acontecimientos del 11-S de 2001: por un lado, el discurso “teocrático” de George W. Bush (quien decía que Dios le pedía invadir Irak) y el auge del fundamentalismo cristiano en EE UU; por el otro, el desafío del terrorismo islamista.
De alguna manera, la literatura que hace ostentación del ateísmo “vende libros”, tal como hemos mostrado en otros artículos. Durante el año 2015, el profesor Javier Monserrat ha publicado números artículos y un libro (“El gran enigma”) sobre el fenómeno de ateísmo mediático, la era de la ciencia y las alternativas de diálogo y encuentro que ofrece el cristianismo.
Onfray y el materialismo
El artículo de El País no puede obviar la figura del francés Michel Onfray, quien en esos mismos años firmó el explícito título Tratado de Ateología (Anagrama, 2005). Más recientemente Onfray publicaría Cosmos. Una ontología materialista (Paidós).
Su punto de partida no es la ciencia, sino la filosofía. Onfray defiende la postura de que “la filosofía restablezca sus lazos con la tradición epicúrea del gusto por la ciencia”.
La idea central de este ensayo es la siguiente: para Onfray, las religiones monoteístas construyeron “una pantalla” entre el hombre y la naturaleza, rompiendo la armonía anterior. “Antes los hombres tenían relaciones directas con el mundo. Los libros asfixian la vida y los seres vivos. Los hombres dejan de mirar el mundo y elevar la mirada para bajarla a libros mágicos”, escribe.
Cosmos ha sido concebido por su autor como el primer volumen de una trilogía que llevará por lema Breve enciclopedia del mundo. Uno de los ejes de partida del libro es la muerte del padre de Onfray que, según sus palabras, le hizo «el mejor regalo» al morir entre sus brazos. El autor ha reconocido que necesitaría «500 páginas más» para explicar los sentimientos experimentados al vivir en primera persona esta experiencia, ya que iban caminando por un cementerio cuando su progenitor, de 84 años de edad, falleció de pie.
«Lo tumbé en el suelo y sentí una especie de transmisión. En ese momento pensé que heredaba algo. No era dinero, ni nada relacionado con la cantidad, sino con la calidad. Él siempre me hablaba de la estrella polar y decía que hay que ser como ella: levantarse pronto, acostarse tarde y no perder el norte. Ésa es la auténtica sabiduría, la auténtica filosofía, algo práctico, no palabras», ha relatado, al tiempo que ha subrayado el valor de este tipo de sabiduría, basada en la oralidad, y ha lamentado la pérdida del pensamiento empírico.
En Cosmos, el escritor francés quiso ir en busca de esa filosofía popular. Onfray defiende que tiene que haber «un espíritu del tiempo» así como la existencia de «un origen de los orígenes y un sentido del cosmos» y lamentó el hecho de que nos estamos separando del mundo y hemos perdido el sentido del cosmos. Hubo un tiempo en que los seres humanos fueron capaces de entender su lugar en el mundo, la existencia de ciclos, no como ahora».
La obra es una reivindicación del paganismo, para el que el cosmos es un todo, y que “no tiene necesidad de un dios único, celoso y combativo”, frente a un cristianismo que “nos priva del cosmos real y nos instala en un mundo de signos”. “Los paganos buscaban lecciones de sabiduría en el cielo realmente existente. El cristianismo lo vacía de sus verdades”, es su rotundo dictamen.
Onfray destaca que la ciencia nunca ha validado una sola de las hipótesis del cristianismo: Newton formuló las leyes de la física como las más poderosas; Copérnico y Galileo sacaron a la Tierra del centro del universo; Darwin hizo del hombre un animal más, otro producto de la evolución. “La ciencia digna de tal nombre socava la religión entendida como superstición, es decir, como creencia en falsos dioses. Los únicos dioses son materiales”, afirma.
Algunas aportaciones desde la postura del diálogo
Desde el lado de los teólogos cristianos existe un movimiento de búsqueda de nuevas formulaciones. Una aportación interesante al debate sobre el ateísmo es Dios sin Dios. Una confrontación (Fragmenta), del antropólogo y teólogo Javier Melloni y el filósofo José Cobo. Un diálogo entre los dos pensadores, vinculados a los jesuitas, no en torno a Dios sino al “silencio de Dios”, en las que brotan ideas sugerentes sobre transconfesionalidad, las fronteras entre creencia y agnosticismo, el porqué del mal (Auschwitz, Ruanda) y cómo interpretar hoy los mitos bíblicos (incluido el de la virginidad de María).
Un volumen recién editado escrito por el profesor Eduardo García Peregrín (Baza, Granada, 1942) sistematiza el estado de la cuestión y abre espacios de diálogo entre creyentes y no creyentes. Su título es una propuesta digna de ser tenida en cuenta: La investigación como colaboración con Dios en la creación (Bubok, 2016). Como veremos, sus contenidos pueden aportar razones y propuestas para tender puentes entre científicos ateos y cristianos.
García Peregrín (ya fallecido) fue desde 1981 Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Granada, y ha escrito numerosos ensayos de tipo humanístico y sobre el diálogo entre ciencia y religión. El volumen que comentamos recapitula sus opciones fundamentales en el campo del necesario encuentro entre ciencia y religión.
El punto de partida se sitúa en el año 2010, cuando John Craig Venter y su grupo de trabajo consiguió por vez primera el DNA de una bacteria, creando lo que ellos llamaron “la primera célula sintética” que creó inquietud en el Vaticano por sus implicaciones éticas. Para algunos medios sensacionalistas, la ciencia había suplantado a Dios creador.
El autor hace desde el comienzo una llamada a la prudencia. “A medida que van avanzando los conocimientos científicos y de todo tipo, se va haciendo más necesaria una reflexión personal que intente ponerlos al servicio del hombre” (página 5). La reflexión ética es necesaria, pero no puede separarse de una reflexión más a fondo sobre el sentido de la investigación no solo en un aspecto ético sino también en un aspecto religioso.
Por eso, el volumen se abre con un extenso y documentado capítulo titulado “Sobre la creación de vida artificial”, en el que sintetiza los jalones más significativos de la llamada biología sintética. En su opinión, durante los últimos años se han producido grandes avances en el campo de la llamada biología sintética, los cuales han dado lugar a múltiples opiniones, muchas de las cuales pretenden frenar la investigación de este tipo señalando que el hombre está jugando a ser Dios, está tratando de suplantar a Dios en la creación.
Pero ¿qué se entiende hoy por “creación”? El autor tiende puentes con los no creyentes y con la teología para ofrecer una concepción religiosa y abierta de la creación que pueda ser asumida desde posturas no creyentes. A ello dedica un capítulo en el que expone, siguiendo las reflexiones de Andrés Torres Queiruga (Recuperar la creación), Schmitz-Moormann (Teología de la Creación en un mundo en evolución) y otros autores, una perspectiva más amplia del concepto de creación.
Pero, ¿cómo articular creación teológica e investigación científica? “Sin embargo, -prosigue García Peregrín – un estudio detallado del concepto de investigación en relación a la creación y de la función que Dios y el hombre juegan en esta última puede llevar a proclamar que la investigación, entendida como la realización de la misión co-creadora del hombre, no representa ninguna idea peligrosa sino que se convierte en el cumplimiento de la vocación que el hombre tiene encomendada en su vida. Esa es la grandeza de la investigación. Pero llevada a cabo con una profunda ética de la responsabilidad no sólo presente sino también futura”.
Violencia e islam
No solo desde el terreno científico está agitado el debate sobre la religión. Un ensayo cuando menos valiente es el del poeta sirio Adonis, seudónimo de Ali Ahmad Said Esber. En Violencia e islam (Ariel), Adonis dialoga con Houria Abdelouahed sobre la necesidad de “repensar los fundamentos” de la religión mahometana. Frente a otros pensadores (como Karen Armstrong en Campos de sangre) que subrayan el carácter pacífico del auténtico islam, Adonis afirma que la violencia “es un fenómeno común a los tres monoteísmos” y que está presente en su forma más extrema en el Corán. El islam, dice, “no es una religión de conocimiento, de investigación, de cuestionamiento, de realización del individuo. Es una religión de poder”. Aún más, niega que la gran cultura árabe emane de la religión. “Los místicos y los filósofos utilizaron el islam como velo o como medio para escapar a las persecuciones”, afirma.
Conclusión
¿Dios contra la ciencia? ¿La ciencia contra Dios? Tal vez nos encontremos en un momento privilegiado de la historia. Existen científicos que muestran su interés por temas religiosos y teológicos. El hecho de que escriban libros críticos para la religión indica que existe un interés por acercarse a este fenómeno. En este artículo nos hemos referido a Dawkins y Onfray, dos de los escritores más radicales y mediáticos. Existen muchos más y posiblemente más profundos en sus planteamientos.
Y por parte de algunos teólogos, pensadores e incluso científicos que se confiesan creyentes (como Alister McGrath, Xavier Melloni o Eduardo García Peregrín), existe un positivo interés por tender puentes. Parece que la antigua apologética va dejando paso al diálogo y al encuentro. Tal vez sea esta una postura que podría extenderse a otras tradiciones religiosas en un mundo de fundamentalismos.
Desde la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión (y antes desde Tendencias21 de las Religiones) y ahora desde FronterasCTR, intentamos recoger los esfuerzos que desde diversos campos del saber se realizan para tender los necesarios puentes entre las diversas concepciones del mundo. Creemos atisbar nuevos horizontes de posibilidad, abrir espacios de diálogo para avanzar -sin apologética y sin dogmatismos– en un encuentro más reposado y maduro que abra a la nueva sociedad del siglo XXI.
María Dolores Prieto Santana, antropóloga y educadora, colaboradora de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.
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