Racionalidad vs Irracionalidad (I)

(Por Adolfo Castilla) El presente artículo es el primero de una serie dedicada a la aparición de la irracionalidad en el pensamiento mundial en los últimos dos siglos. Es muy frecuente hoy que ataquemos la racionalidad tal como la definió la Ilustración y en la que muchos hemos sido educados. Lo del hombre es “un animal racional” está en lo más profundo de las personas de cierta edad y ha dirigido nuestras actividades y actuaciones. Algunos, no obstante, nos percatamos tempranamente de los excesos de dicha racionalidad. Todos hemos leído y visionado en vídeos diversos, expresiones sobre la emocionalidad que yo resumo de la siguiente manera: “en contra de lo que dijo la Ilustración el hombre no es un animal racional, es, más bien, un animal emocional, que algunas veces razona, no siempre, y, desde luego, no todos los hombres”. Hemos vivido además fenómenos generalizados como la difusión de la Inteligencia Emocional de Goleman y muchos otros, entre ellos la euforia irracionalista de los filósofos franceses del siglo XX. Revisar lo ocurrido en nuestras sociedades occidentales en relación con esta cuestión es el objetivo de éste y de los artículos que lo seguirán.

 

Lo irracional como preocupación

Como suelen hacer los anglosajones, comienzo estas breves consideraciones sobre la irracionalidad, que es algo bastante etéreo, mencionando tres hechos reales muy concretos.

Uno se refiere a varios años atrás cuando hablando con un íntimo amigo, gran historiador y gran intelectual, al que apreciaba muchísimo, fallecido recientemente para mi mal, expresé mi opinión negativa sobre el racionalismo. Cuando yo hablé de los excesos del racionalismo y de sus consecuencias concatenadas, tan claras a nivel político, como el mesianismo y el totalitarismo, él me dijo que el racionalismo no era exactamente eso.

Enseguida me di cuenta de que hablábamos de cosas distintas, el tenía en mente el racionalismo como concepción filosófica, existente desde Aristóteles y Platón, formalizada por Descartes (1596-1650), Leibniz (1646-1716) y Spinoza (1632-1677) en el siglo XVII y adoptada y desarrollada con gran vehemencia por la Ilustración en el XVIII, y yo me refería a lo que pensamos hoy del racionalismo extremo tras más de siglo y medio de irracionalismo en términos filosóficos.

El otro tiene que ver con mi exposición a temas muy conocidos de los últimos años como el relativismo al que tanto se refirió el anterior papa Benedicto XVI (Cardenal Joseph Aloisius Ratzinger), la modernidad líquida de Zygmunt Bauman (1925-2017), el pensamiento débil de Gianni Vattimo (nacido en 1936), la condición postmoderna y la postmodernidad de Jean-François Lyotard (1924-1998), la deconstrucción de Jacques Derrida (1930-2004), la post verdad, la pérdida de valores en la sociedad actual y la incertidumbre sobre las ideas, en general, del mundo de nuestros días. Temas corrientes sobre los que no pretendo tener más conocimientos que una generalidad de ciudadanos medianamente preocupados por lo que ocurre a su alrededor.

Un tercero se relaciona con el “V Seminario Interdisciplinar de Ciencia, Tecnología y Religión”, organizado por la Cátedra Francisco José Ayala de la Universidad Pontificia Comillas durante los pasados días 12 y 13 de diciembre de 2019 en Los Negrales. El título del Seminario fue: «¿Universalidad de la razón?».

Antes y después de su celebración leí a fondo y reflexioné todo lo que pude sobre racionalidad e irracionalidad y aprendí, sin duda, de las excelentes ponencias y debates de dicho seminario. Debo mencionar especialmente la conferencia de Jesús Conill (nacido en 1952), “La historia filosófica de la razón”, que dejó claras varias cuestiones, entre ellas el hecho de ser Kant el primer crítico de la racionalidad deducida de la Ilustración.

Aunque debo decir que el Seminario en su conjunto se quedó corto, al menos en relación con mis expectativas de saber más sobre el paso de la racionalidad, en la que todas las personas de cierta edad hemos crecido, a la irracionalidad y pérdida de valores de nuestros días.

Lo que expongo en lo que sigue es el torpe aprendizaje sobre estos temas de un “no filósofo, aficionado a la filosofía”. Impresionado, eso sí, por los errores a los que puede llevar el racionalismo extremo y preocupado por el irracionalismo rampante de nuestros días.

Gran parte de lo que se indica no es otra cosa que resúmenes de textos de autores conocidos y de material encontrado en distintas enciclopedias, incluidas las de Internet. También lo visionado en vídeos diversos existentes en youtube, elementales muchas veces, pero aclaratorios en algunos casos.

No hay “corta y pega”, desde luego, pero las ideas y explicaciones son interpretaciones de lo expuesto por otros. Como habrá muchos errores en ellas, asumo toda la responsabilidad de lo escrito.

Definiciones

Convendría, al principio, hacer algún comentario sobre los términos “racional” e “irracional”. Si acudimos a un diccionario, encontraremos que racional es algo, “De la razón o relacionado con ella”, y algo, “Que obedece a juicios basados en el pensamiento y la razón”. Mientras que sobre “racionalidad” se encuentra la siguiente definición, “Actitud del que actúa de acuerdo con la razón y no se deja llevar por sus impulsos”.

En cuanto a “Irracional” encontramos también dos definiciones, “Que no está dotado de razón (facultad del pensamiento)” y “Que es absurdo o que no obedece a la razón (facultad del pensamiento)“. Mientras que si se busca “irracionalidad” se encuentra, “disparate, locura, absurdo, extravagancia, insensatez, desvarío”.

Pero, “irracional” e “irracionalismo”, se utiliza en la literatura filosófica de una manera algo distinta. En principio, estos términos deben ser entendidos como contraposición a los bien conocidos y utilizados desde muy antiguo: “racional” y “racionalismo”. Y se utilizan para concluir que estos últimos, son antiguos y erróneos para explicar el mundo de las ideas y del pensamiento. El mundo del hombre, incluido el de su mente, su espíritu y su conciencia, no puede ser explicado por el realismo y el racionalismo históricos. Son formas de pensar antiguas, rígidas y deterministas.

Pero, hay un aspecto que produce chirrido al utilizar estos términos, y tiene que ver con que irracional significa también, en el lenguaje corriente, como hemos visto, algo absurdo o hecho por un loco. Y no hay nada de eso en los filósofos que llamamos irracionalistas. Ellos creen estar en la verdad y llegan a ella utilizando el pensamiento, la reflexión y la argumentación, es decir, haciendo lo mismo que hicieron dos filósofos fuertemente racionalistas como Decartes y Leibniz.

Los dos términos son muy utilizados con el sentido específico de encontrar el conocimiento y la verdad, incluyendo el de “irracionalismo”. En relación con este último, en diccionarios más actuales, se encuentran definiciones del tipo siguiente: “tendencias filosóficas, o escuelas, que conceden a la razón un papel secundario en el conocimiento”.

No hay duda de que se mezclan en estas denominaciones las dos acepciones aplicables a la razón: 1) razón, como facultad del ser humano de pensar y reflexionar; y 2) lógica, como la estructura o forma de pensamiento que permite establecer razonamientos o argumentos válidos.

Los “irracionales”, o “irracionalistas”, parecen, más bien, estar en desacuerdo con la lógica empleada por los “racionalistas”, entre otras cosas porque creen que dicha lógica se apoya en supuestos erróneos sobre lo que es el hombre y su espíritu.

Otras épocas

Debemos dar un paso atrás y comentar que la Edad Media fue un periodo relativamente oscuro en ideas, pero en el que hubo mentes brillantes como, Agustín de Hipona (San Agustín) (354-430), perteneciente a la escuela llamada Patrística, así como Ambrosio de Milán (San Ambrosio) (340-397) o, mucho después, San Anselmo de Canterbury (1034-1109), Tomás de Aquino (1224/1225-1274), Roger Bacon (1214-1294), Juan Duns Scoto (1266-1308), Guillermo de Ockam (1280/1288- 1349), y otros. Los últimos citados pertenecientes al movimiento llamado Escolástica, aunque en su etapa más tardía y, sobre todo Ockam, decantado hacia el nominalismo.

De dicho periodo, supuestamente oscuro, salimos gracias al grito de libertad, cultura y ciencia que fue el Renacimiento. Fenómeno social y sobre todo cultural, ocurrido en Europa (inicialmente en Italia) en los siglos XIII, XIV y XV que reivindicó el humanismo y las concepciones de las culturas clásicas griega y romana. La Escolástica también trató de utilizar la cultura y el pensamiento grecorromano para comprender y explicar las verdades reveladas del cristianismo.

Más adelante, en los siglos XVI y XVII y comienzos del XVIII, se desarrolló, también en Europa, lo que se ha llamado la Revolución Científica. En ella brillaron personalidades como, Copérnico, Kepler, Tycho Brahe, Galileo, Newton y otros. Cambió entonces nuestra concepción del mundo y el hombre europeo culminó el proceso comenzado con el Renacimiento y se liberó de su dependencia rígida de las sagradas escrituras y de la autoridad de la Iglesia. La fe en Dios comenzó a languidecer en esa época.

Proceso en el que se sufrió inmensamente como muestra la vigencia del poder de la Inquisición, con la muerte en la hoguera, por ejemplo, de un insigne científico como fue Giordano Bruno. Hecho que tuvo lugar en Roma el 17 de febrero de 1600, hace 420 años, por orden de la Santa Inquisición.

Galileo, como se sabe, estuvo también condenado a muerte, de la que se salvó con una condena a vivir recluido en su casa toda su vida. Los dos, además, por defender que la Tierra giraba alrededor del Sol.

Por no mencionar algo posterior a esa época como los problemas que tuvo Darwin con la Iglesia Anglicana.

Así como múltiples sufrimientos y muertes sin fin, con la Reforma y la Contrarreforma, la guerra de los 30 años y decenas de guerras y masacres más.

Todo para admitir finalmente lo que decían todos, Bruno, Copérnico, Galileo y el resto de los primeros científicos de nuestro mundo, sobre todo a partir de la muerte de Newton en 1727.

Hasta entonces, a todos los que se dedicaban a explicar la naturaleza y sus leyes, se les llamaba “filósofos naturales”, lo cual muestra que se seguía pensando en la Filosofía como actividad única del pensamiento humano. Todo debía pasar por el tamiz de nuestra mente. Lo cual, en mi opinión, sigue siendo así, aunque los conocimientos filosóficos se hayan estereotipado y se hayan transformado, como ocurre en gran parte de los conocimientos con el tiempo, en un conjunto de principios y explicaciones rutinarios y cerrados.

La Erudición es también un problema, especialmente en nuestro país. El conocimiento de nombres, fechas y obras domina sobre el propio pensamiento y verdadero conocimiento. Es decir, muchos filósofos consideran que su papel es repetir lo que otros filósofos dijeron y conocer muy bien sus vidas y sus obras.

El pensamiento científico, por otra parte, se ha ido haciendo con el tiempo, más sólido, más rico y más autónomo e independiente. Existiendo, además, una vastedad inabarcable de áreas y de conocimientos.

La ciencia, en resumen, comenzó a tener cada vez más autonomía y sus resultados fueron asombrosos a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX. A lo que contribuyó también el impresionante éxito de la Tecnología y las dos grandes revoluciones industriales que surgieron en esos siglos.

Si uno revisa las obras de Copérnico, Galileo, Kepler, Brahe o Newton, entre otros, comprueba que eran filósofos interesados en conocer la verdad sobre la naturaleza, sobre el sol, los planetas y el Universo, a la vez que, sobre el movimiento y la caída de los cuerpos sólidos en nuestro mundo y sus características, incluyendo, la masa, la velocidad y la aceleración.

Solo más adelante, cuando la ciencia avanzó considerablemente, se desarrolló el método científico y se produjeron grandes descubrimientos, la filosofía y la ciencia se separaron hasta un cierto punto.

En mi opinión, no puede haber una separación total entre ellas ni ambas materias pueden avanzar por separado. De hecho, hoy, hay una cierta reacción negativa ante el totalitarismo y la dictadura de la ciencia de los últimos años, a la que además se tacha de ser una Ideología.

El racionalismo

Los filósofos puros, o pensadores, como es lógico, se vieron afectados por esos fenómenos y muy pronto surgieron los que se ha dado en llamar, “racionalistas”, fundamentalmente, Descartes (1596-1650), Spinoza (1632-1677) y Leibniz (1646-1715). También se podría mencionar al férreo seguidor de ellos, sobre todo de Leibniz, y muy influyente en Alemania, Christian Wolff (1679-1754). Y quizás también al francés Blaise Pascal (1623-1662), matemático, teólogo, filósofo y escritor, con una gran obra a pesar de haber fallecido a los 39 años. Distanciado en parte de los otros racionalistas por ser católico y haber tenido una experiencia religiosa profunda.

Los racionalistas eran más bien materialistas y afectados por los avances de la ciencia, aunque Descartes había estudiado con los Jesuitas y permaneció siendo creyente toda su vida. Lo mismo se podría decir de todos los demás. Ninguno renunció a la idea de Dios ni negó su existencia, aunque Spinoza se inventó un Dios ligado a todo le existente. Fue lo que se llama panteísmo, es decir, que la totalidad del Universo es el único y verdadero Dios.

Lo que Descartes, en particular, hizo, fue crear lo que hoy llamamos “dualismo”, es decir, concebir la existencia en el hombre de dos naturalezas, la material o física y la mental, psíquica o espiritual. Utilizó además el subterfugio, según algunos, de decir: “como no podemos indicar nada objetivamente de la segunda naturaleza, mejor es que la dejemos en paz o la pongamos en manos de la fe, y nosotros nos dediquemos a la primera”. Se le achaca a él la idea de que todas las cosas no son sino materia y se mueven por leyes matemáticas.

Spinoza utilizó la idea del “panteísmo”, como hemos dicho, es decir, todo lo material es en realidad Dios, y si nos dedicamos a estudiar y encontrar las leyes de la naturaleza física de nuestro mundo estamos haciendo lo correcto: entendiendo a Dios.

Leibniz, por otra parte, fue un gran matemático, contemporáneo de Newton con el que tuvo polémicas, diríamos, de carácter científico. Creó, o más bien recreó, el concepto de “mónada”, ya que el origen de este término y su concepto, está en los pitagóricos. Leibniz escribió un libro al que llamó, Monadología. La mónada es como la unidad primigenia de todo y según este autor, algo así como los átomos espirituales de la realidad. La mónada perfecta es, por supuesto, Dios.

Los racionalistas solo creían en la razón para la explicación del mundo en el que habitamos. Las ideas innatas, la intuición, la argumentación y otras capacidades de la mente humana eran la mejor forma de conocer, pero siempre manejadas por la razón. Las sensaciones recibidas a través de nuestros sentidos nos engañan y desvirtúan el verdadero conocimiento, el cual debe ser siempre pensamiento deductivo. Lo primero son las ideas y las concepciones y yendo hacia abajo podremos explicar la realidad.

Frente a ellos, los empiristas anglosajones, con John Locke (1632-1704) a la cabeza, consideraban que no había ideas innatas. La mente es una tabula rasa en blanco cuando nacemos y todo lo que va apareciendo en ella es consecuencia de nuestra sensibilidad o percepción sensorial y, andando el tiempo, de nuestra experiencia. Es el pensamiento inductivo. Lo primero es la realidad que vemos y tocamos y yendo hacia arriba podremos establecer las ideas abstractas sobre ella y formular las leyes que rigen la realidad del mundo.

Se produjo entonces, segunda mitad del siglo XVIII si se hace referencia a Francia, pero en realidad todo el siglo y quizás desde últimos del siglo XVII, si nos referimos a Inglaterra y Escocia, lo que se llamó, La Ilustración. Con un papel central de Francia, especialmente con la publicación de la Enciclopedia (Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers), obra debida a Denis Diderot (1713-1784) y Jean-Baptiste le Rond d’Alembert (1717-1783), pero en la que publicaron muchos otros grandes autores, como el barón D’Holbach (1723-1789), Louis Jean Marie Daubenton, Louis de Jaucourt, el mismo .Jean-Jacques Rousseau, Anne Robert Jacques Turgot, barón de Laune, Voltaire, Montesquieu, o François Quesnay.

Al siglo XVIII se le ha llamado siglo de las luces, aunque, para muchos, la Ilustración comenzó en realidad a finales del siglo XVII, como decimos, al cual se le conoce a veces como la Era de la Razón. Se produjo entonces en Europa un cambio en la interpretación del mundo basado en un racionalismo total, un materialismo riguroso, un cientificismo absoluto, y un humanismo moderno similar al de los griegos procedente del Renacimiento, pero remozado por los principios de la Revolución Francesa de 1789.

El espíritu de la Ilustración

El espíritu de la Ilustración se extendió a Alemania, donde Kant (1724-1804) fue un gran ilustrado, a Inglaterra y Escocia y, con el tiempo, a toda Europa. Con personajes anteriores en el caso del Reino Unido de la talla de John Locke (1632-1704), David Hume (1711-1776) y el obispo George Berkeley (1685-1753). Estos últimos fueron en realidad anteriores a la Ilustración francesa y podrían considerarse como precursores, y es que los ingleses habían tenido tempranamente sus propios avances en la Revolución Científica con grandes personajes además de Newton, como: Robert Hooke (1635 – 1703), Robert Boyle (1627-1691), Edmund Halley (1656-1742), entre otros. Además de un tempranísimo filósofo de la ciencia como Francis Bacon (1561-1626), autor de la conocida obra Novum organum, en la que describió por primera vez el método científico.

El racionalismo y materialismo duro de la Ilustración se hizo fuerte en Europa. De él viene la afirmación y creencia de que el hombre es una “animal racional” en la que muchos hemos crecido y se mantiene en nuestros días, junto a otras interpretaciones.

No faltaron críticas ni correcciones a ese racionalismo extremo, Kant, aunque considerado como un gran ilustrado, es señalado como crítico e introductor de lo que se llama “idealismo transcendente”, o más propiamente de lo que él mismo llamó, “método transcendental”.

Frente a la idea de Descartes, padre del racionalismo deductivo, es decir, de arriba abajo, y al empirismo inductivo de Locke, de abajo arriba, indicó que el pensamiento y el conocimiento se produce como mezcla de los dos. Hay ideas innatas y la mente es libre de especular, pero la realidad es importante y las sensaciones que llegan a nuestro cerebro del mundo exterior deben unirse al marco conceptual de nuestra mente. La verdad surge de la intersección o el encuentro de los dos procesos.

Kant sigue siendo uno de los grandes filósofos de todas las épocas. Fue crítico con el racionalismo y el empirismo y después de criticarlos los unió en su propio sistema de explicar el mundo, superando de hecho a ambas escuelas. Creía en la función autónoma de la mente y del pensamiento y también en el mundo real como representación obtenida a través de nuestras sensaciones. El pensamiento es consecuencia de la unión de ambos procesos. A lo que recibimos como sensación, nuestra mente da forma y añade significado.

Lo que dice, en definitiva, resulta ser un ejemplo claro de hacer filosofía, que hunde sus raíces, de nuevo, en Platón y en Aristóteles.

Kant, como muchos filósofos, estudió y escribió sobre cuestiones muy variadas. Se interesó, por ejemplo, por los debates, que hoy incluiríamos en la Física, sobre el movimiento, la aceleración y la fuerza. Asuntos que hoy nos parecen increíbles como objeto de reflexión de un filósofo, pero que a principios del siglo XVIII eran algo cuya relación (masa, fuerza, aceleración) no se había expresado matemáticamente y fenómenos que no se habían explicado suficientemente.

Se interesó, asimismo, por el movimiento en la naturaleza, por el origen del sistema planetario, por la existencia de Dios, por el número π, por las teorías de Laplace sobre el origen del Universo y por mil cuestiones más, sociales y políticas.

Y, por supuesto, en su metodología para conocer y saber incluyó muchas cosas más. Por ejemplo, él también utilizo categorías, la cuales redujo a cinco:

de la cantidad: unidad, pluralidad, totalidad.

de la cualidad: realidad, negación, limitación.

de la relación: de la inherencia y subsistencia (sustancia y accidente), de la causalidad y dependencia (causa y efecto), de la comunidad (interacción entre el agente y el paciente).

de la modalidad: posibilidad-imposibilidad, existencia-inexistencia, necesidad-contingencia.

Previamente había defendido con fuerza la autonomía de la razón y la importancia de atreverse a pensar, en relación con lo cual utilizó la expresión latina, “sapere aude”. Se detuvo, además, en afirmar que hasta entonces los filósofos se habían preocupado por el objeto de conocimiento, o los objetos, sobre los que reflexionar, mientras que lo importante para él era el sujeto y cómo éste aprende y sabe. Se pregunta por lo que necesita el sujeto para saber, y extiende esta pregunta a por lo menos tres saberes, el de la sensibilidad, el de la ciencia y el de la razón, o espíritu.

Escribió tres libros básicos, Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio. En ellos criticó fuertemente los excesos del racionalismo, por un lado, indicando que, dichos excesos, llevan al dogmatismo, y, por otro, que los del empirismo de Hume, llevan al escepticismo. Es lo que se ha llamado la “teoría crítica”.

Kant había sido educado en un fuerte racionalismo, pero fue leyendo a Hume cuando cayó en la cuenta de que ambos, racionalismo y empirismo, eran incompletos y erróneos en ciertos aspectos. Para superar al racionalismo y al empirismo propuso el “criticismo” y para superar sus consecuencias, el dogmatismo y el escepticismo, propuso la “apriorística”.

Su planteamiento general sobre el conocimiento se centra en tres cuestiones: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar?

Al buscar respuestas a la primera pregunta tuvo que entrar en la forma que tenían los hombres de saber, y resume que el conocimiento se basa en juicios, y establece cuatro tipos de juicios: los juicios a priori o universales, los juicios a posteriori o basados en la experiencia, los juicios analíticos y los juicios sintéticos. Concluye que lo que cabe utilizar para sus explicaciones de lo que necesita el hombre para conocer, es un nuevo tipo de juicio que define como “a priori y sintético”. Es decir, la combinación de ideas previas existentes en la mente con la representación surgida de las sensaciones obtenidas de la realidad[1].

Dicho de otro modo, en cuanto a los extremos del racionalismo y el empirismo, propuso el criticismo y en relación con sus consecuencias, también extremas, dogmatismo y escepticismo, propuso la apriorística, como hemos dicho anteriormente. Los juicios, según él, debían ser apriorísticos y sintéticos.

Dentro de su método transcendental, hace referencia a la estética transcendental, a la analítica transcendental y a la dialéctica transcendental. La primera se relaciona con el mundo de las sensaciones y puede ser perfectamente manejada por los juicios a priori y sintéticos. La segunda tiene que ver con el entendimiento, digamos que científico, y el enfoque apriorístico sintético tiene toda la validez del mundo. En cuanto a la tercera, relacionada con el mundo de la metafísica, tal método no es válido, ya que en tal mundo no hay categorías (causalidad, sustancia y otras) sino ideas, digamos absolutas, como el Alma, Dios o el Mundo.

Hay un papel para las ideas, sin embargo, y no es otro que el de actuar de reguladoras del conocimiento y de ser instrumentos para que el hombre pueda seguir haciéndose preguntas. No son en ningún caso constitutivas del conocimiento y por eso la metafísica no puede considerarse una ciencia, pero sirven para establecer los límites del conocimiento.

La ética en Kant

Pero, para ver con algo más detalle el papel de las ideas hay que entrar en sus explicaciones sobre la ética. Kant quiere encontrar un referente racional para la ética, quiere hacer, de hecho, una ética universal. Para ello acude de nuevo a las grandes ideas y las establece como postulados previos, los cuales son, fundamentalmente, el alma inmortal, Dios y la libertad personal. Sin ellos, con especial referencia a la última, no puede haber ética.

Habla de dos tipos de éticas, las autónomas y las heterónomas, las primeras que son libres y sin condicionantes y se relacionan con el “deber” de acuerdo con la ley moral, y la segundas que están condicionadas por algo externo a conseguir como el bien o la felicidad, y se hacen “conforme al deber”. La verdadera ética es siempre la primera y es la que se hace siempre por lo que llama “imperativos categóricos”.

Todo esto confirma que los filósofos son algo así como pensadores profesionales que pueden usar su habilidad y su conocimiento para reflexionar, o especular, sobre cualquier cosa. Aunque la cuestión de la utilidad de la Filosofía se complica cuando el filósofo solo quiere hablar del Ser y su Esencia, cuando especula sin límite ni control o cuando solo habla de lo que han dicho otros filósofos en la historia de la Filosofía.

La ciencia tiene al método científico como límite y necesita demostrar las cosas para aceptar una verdad y la Filosofía tiene a la racionalidad, la argumentación y la lógica, como elementos justificativos de su labor.

Kant no estaba obsesionado por las grandes verdades y por las ideas innatas, sino por saber que es el conocimiento y cómo el hombre lo adquiere. Estaba al tanto de los avances científicos de su época e incluía en su reflexión los conocimientos en este terreno, así como en el terreno del arte y en el de la razón misma. Ese enfoque de Kant no puede desaparecer nunca, en contra de lo dicho por el bueno de Stephen Hawking, fallecido en marzo de 2018, hace exactamente dos años, y a quien Dios tenga en su gloria, que habló en su libro, El gran diseño, de que la “Filosofía había muerto”. Hablando de irracionalidad, adelanto que yo no veo alternativa a que la razón filosófica anteceda siempre a la ciencia y a la ética.

[1] Para esta y otras partes de lo escrito he revisado muchas fuentes. En lo que se refiere a Kant hay un video excelente en youtube debido a la profesora de filosofía en Barcelona Lluna Pineda, que he utilizado aquí. https://www.youtube.com/watch?v=HK6bbWxXUQQ Como es lógico, contrastando con otras fuentes. No hay que olvidar que no es Kant y su filosofía lo que me interesa en este trabajo, sino la entrada de la irracionalidad en el mundo de los pensadores, y su paso a la población en general. También hay buenos vídeos de otros filósofos, como el argentino, Darío Sztajnszrajber. Hay muchos más, pero al menos estos dos profesores de filosofía, desarrollan una labor continuada y amplia. Tienen, de hecho, escuelas de filosofía en youtube. Fernando Savater, por ejemplo, tiene un programa de divulgación filosófica, también en youtube.

Artículo elaborado por Adolfo Castilla, doctor en Ingeniería, catedrático de economía aplicada, y colaborador de la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

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