(Javier Leach, +2016) El pasado 11 de febrero de 2020 falleció en Siracusa (New York), a los 87 años de edad, el padre George Coyne, astrónomo jesuita y antiguo director del Observatorio Vaticano. Durante muchos años, jugó un importante papel en el marco de las relaciones entre ciencia y religión dentro de dicha institución religiosa. En la siguiente entrevista el astrónomo expresa que él no ve ningún conflicto entre el conocimiento científico y la religión, aunque admite que la Iglesia no siempre ha sido de esa misma opinión. Para Coyne la ciencia es una invitación a explorar el dinámico universo del que dice: “No sabemos del todo hacia dónde va. ¿Limita eso a Dios? ¿Minimiza a Dios? No lo creo. Creo que lo glorifica”.
El padre George V. Coyne, astrónomo y sacerdote jesuita, había nacido en Baltimore (Maryland) el 19 de enero de 1933. Durante casi 30 (1978-2006) fue director del Observatorio Astronómico Vaticano. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1951. Obtuvo sus licenciaturas en matemáticas y filosofía en la Universidad de Fordham, Nueva York en 1958. Se doctoró en astronomía en 1962 en la Universidad de Georgetown y completó la licenciatura en sagrada teología en Woodstock College, Maryland en 1965, donde fue ordenado sacerdote. Después de su trabajo de doctorado, continuó su investigación astronómica de la Universidad de Harvard y en el Laboratorio Lunar y Planetario de la Universidad de Arizona. Fue profesor en la Universidad de Scranton y en el Departamento de Astronomía de la Universidad de Arizona. En la década de 1970 fue director del Observatorio Catalina de la Universidad de Arizona, director asociado del Observatorio Steward y del Laboratorio Lunar y Planetario y director interino del departamento de astronomía de la Universidad de Arizona. Como director del Observatorio Vaticano (1978-2006), fundó la Escuela de Verano del Observatorio Vaticano y el Grupo de Investigación del Observatorio del Vaticano. Actualmente es Presidente de la Fundación Observatorio Vaticano. Intereses de investigación de Coyne han sido los estudios polarimétricos de diversos objetos, entre ellos el medio interestelar, las estrellas con atmósferas extendidas y las galaxias Seyfert. Más recientemente, ha estado estudiando la polarización producida en las estrellas variables cataclísmicas o las estrellas binarias interactuantes que emiten estallidos repentinos de energía intensa.
George V. Coyne y el diálogo interdisciplinar entre ciencia y fe católica
El padre Coyne no era un científico ausente de la realidad. Durante su larga carrera intelectual, participó activamente en la promoción del diálogo interdisciplinar entre ciencia y fe católica, y ha sido pionero en el ciclo de conferencias «Perspectivas científicas sobre la acción divina». También ha estado activo en el continuo debate sobre las implicaciones religiosas de la evolución biológica.
En enero de 2012 el P. Coyne dejó el Observatorio Vaticano para colaborar con una cátedra en Le Moyne College, Siracusa (Nueva York), donde enseñó astronomía y desarrolló una serie de conferencias sobre el diálogo entre ciencia y religión. Cabe destacar que el asteroide (14429) Coyne descubierto el 3 de enero de 1991 fue bautizado en su honor. Falleció a los ochenta y siete años en el Hospital Universitario de Upstate en Siracusa, Nueva York el 11 de febrero de 2020 a consecuencia de un cáncer.
Entre sus galardones están numerosos doctorados honoris causa: Saint Peter’s University, Jersey City; Loyola University Chicago; Universidad de Padua, Italia; Universidad Jaguelónica, Cracovia, Polonia; Marquette University, Milwaukee, Wisconsin; Boston College; Le Moyne College, Syracuse, New York; College of the Holy Cross, Worcester, Massachusetts; Santa Clara University, Santa Clara, California.
Pertenecía a muchas Academias y sociedades científicas: American Astronomical Society; American Physical Society; Astronomical Society of the Pacific; Unión Astronómica Internacional; Optical Society of America; Pontificia Academia de las Ciencias.
Coyne publicó más de 100 artículos en revistas científicas revisadas y ha sido el editor de varios libros:
- George V. Coyne, Michał Heller(2008). A Comprehensible Universe: The Interplay of Science and Theology. Springer.
- Edoardo Boncinelli, George V. Coyne (2008). L’universo e il senso della vita. Un ateo e un credente: due uomini di scienza a confronto. San Paolo Edizioni.
- George V. Coyne (2007). Faith and Knowledge: Towards a New Meeting of Science and Theology. Libreria Editrice Vaticana.
- George V. Coyne, Alessandro Omizzolo (2002). Wayfarers in the Cosmos: The Human Quest for Meaning.
- George V. Coyne (1988). Polarized radiation of circumstellar origin. Vatican Observatory.
Entrevista en 2012 a George Coyne
En el año 2012 la revista digital Tendencias21 de la Religiones publicó la traducción de una entrevista que el también jesuita científico Javier Leach Albert hizo a Coyne: George Coyne: El acercamiento entre ciencia y religión es un reto, no un conflicto. Las respuestas cobran ahora plena actualidad.
Denos algunos datos sorprendentes sobre el universo que puedan enriquecer la comprensión de la fe católica.
El universo entendido científicamente es un desafío increíble, tanto para la ciencia como para la fe religiosa. Los hechos científicos sobre el universo están muy bien establecidos. En primer lugar, el universo tiene 13,7 mil millones de años. Mil millones es un uno con nueve ceros detrás, así que eso es un montón de años. En segundo lugar, contiene 10.000 millones de millones de estrellas. Eso es un uno con 22 ceros detrás.
Conocemos la edad del universo por su expansión: Las galaxias se están alejando de nosotros. Hay una relación muy estrecha entre su distancia de nosotros y su velocidad. Es decir, cuanto más lejos está un objeto, más rápido se leja. Si usted está dos veces más lejos de mí, va a alejarse cuatro veces más rápido. Si usted está cuatro veces más lejos de mí, se alejará 16 veces más rápido. Esto es válido para todas las galaxias en el universo.
Cuando medimos la edad del universo por su expansión, descubrimos que el universo comenzó a expandirse hace 13.7 mil millones de años. Es una medida asombrosa.
¿Cómo podemos contar todas esas estrellas?
Cuando el telescopio Hubble toma una fotografía de la parte más distante del universo que podemos ver produce una imagen llamada el Campo Profundo del Hubble. La imagen cuenta con millones de puntos de luz, y cada uno de esos puntos de luz es una galaxia.
Hubble se concentró en una parte muy pequeña del cielo, una vigésima parte del grosor de mi dedo índice a la distancia del brazo. Así descubrió un millón de galaxias en este pequeño trozo del cielo. ¿Qué pasa si medimos todo el cielo? Multiplicando por el conjunto de todas las partes se obtienen 100 mil millones de galaxias, cada una de las cuales contiene, en promedio, 200 mil millones de estrellas.
¿Y por qué es esto tan importante?
Ahora entramos en las implicaciones religiosas. ¿Cómo hemos llegado nosotros a ser lo que somos en este universo? La pregunta clásica es: ¿Sucedió esto por casualidad, o fue necesario que ocurriera así?
La pregunta es en primera instancia una pregunta científica. ¿Fue por casualidad o por necesidad? Conocemos los procesos. La respuesta, según la ciencia moderna, es que es ambas cosas a la vez: somos el resultado del azar y de la necesidad en un universo fértil.
¿Qué quiere decir con un «universo fértil»?
Una estrella vive, por así decirlo, porque tiene un horno termonuclear en su interior, que está creado por el colapso de un gas que eleva la temperatura a millones de grados. El horno convierte el hidrógeno en helio. Si la estrella tiene suficiente masa, colapsará de nuevo, se elevará a una temperatura aún mayor, y convertirá el helio en carbono, el carbono en nitrógeno, y así sucesivamente.
La vida de la estrella, dependiendo de su masa, convierte elementos más ligeros en elementos más pesados. Cuando muere la estrella lanza estos elementos al universo.
Cuando una generación de estrellas muere, una nueva generación se forma a partir del gas, que ya no es sólo hidrógeno, pues se enriquece con helio, carbono, silicio, nitrógeno, incluso hierro. Nuestro Sol es una estrella de tercera generación. Si no lo fuera, no estaríamos aquí.
Necesitamos tres generaciones de estrellas para conseguir una estrella, capaz de proveer los elementos necesarios para la vida. Eso es lo que quiero decir con la fertilidad del universo. Que a través de procesos físicos en el universo, estamos construyendo la química hasta obtener la química necesaria para la vida.
¿Qué hay del azar y la necesidad?
En más de 14 mil millones años, con todas estas estrellas derramando toda esta química, imagina lo que ha ocurrido.
El universo tiene una estructura para ello. Cuenta con las leyes de la naturaleza. Cuando dos átomos de hidrógeno se encuentran, se puede formar una molécula de hidrógeno. Pero a veces no, porque las condiciones de temperatura y presión no son correctas.
Así vagan por todo el universo y se encuentran miles de millones de veces. Hay miles de millones de átomos de hidrógeno que hacen esto. No debe sorprendernos si, por casualidad, dos átomos se encuentran en un momento en el que las condiciones de temperatura y presión son correctas, y forman una molécula de hidrógeno.
Eso es «azar», pero también es algo más que azar. Los dos átomos de hidrógeno forman una molécula de hidrógeno si cumplen con las condiciones adecuadas. Podemos determinar una probabilidad de que ocurra eso. Junto a algunas estrellas es más probable que ocurra debido a que las condiciones de temperatura son diferentes. En algunas galaxias, es más probable. Es una combinación de azar y necesidad, pero en un universo fértil, hay muchas posibilidades de que esto ocurra.
Con toda esta química a disposición durante más de 14 mil millones de años, el azar y la necesidad han trabajado juntos para construir moléculas cada vez más complejas. Así obtenemos proteínas, aminoácidos y azúcares, ADN, hígados, corazones y, finalmente, el cerebro humano a través de la evolución biológica.
¿Cómo encaja Dios en eso?
Conocemos el proceso científico que nos llevó a ser como somos. Sin embargo, un creyente religioso se pregunta: «¿Hizo esto Dios, pues parece que hay una evolución estructurada que nos lleva hacia un ser humano?».
¿Hizo Dios esto? Hablando como científico, mi respuesta es: No lo sé. No hay manera de que pueda saber científicamente si Dios lo hizo. Puedo quedarme sorprendido de la existencia de este movimiento hacia algo cada vez más complejo, hacia organismos más preparados, incluidos los seres humanos. Para mí, como científico, el ser humano es un organismo biológico complejo. Como científico, no puedo hablar sobre el carácter espiritual del ser humano.
Puedo obtener evidencia de ello. Pero como científico no puedo hablar de ello, y tampoco puedo hablar de Dios como científico. Si lo intento, no estoy haciendo ciencia. Creo que es muy importante en la sociedad moderna, sobre todo en la América moderna, no confundir lo que sabemos por la ciencia con lo que sabemos por la filosofía, la teología, la literatura y la música.
La cultura humana es enorme, y la ciencia es una parte importante de la cultura humana. Pero no lo es todo.
Yo creo que Dios creó el universo, y porque creo que Dios creó el universo, creo que es válido para mí como científico decir: «Yo sé cómo es el universo. ¿Qué clase de Dios haría un universo como este? »
¿Cómo responder a esa pregunta?
Es un Dios maravilloso para mi mente. En la creación del universo, Dios no hizo una lavadora o un coche. Dios hizo algo dinámico.
La creación tiene un carácter evolutivo en sí misma. Esto implica azar. Dios no crea algo predeterminado. No sabemos por completo hacia dónde va, incluso científicamente. No podemos predecirlo todo. ¿Es Dios omnipotente? ¿Es Dios omnisciente tal como me enseñaron? ¿Podría Dios ser capaz de saber en el comienzo del universo qué iba a dar lugar?
Para respetar la ciencia, tengo que decir que no, porque Dios no puede saber lo que no es cognoscible. Debido a que hay procesos aleatorios implicados, no es cognoscible por completo de acuerdo con la ciencia. ¿Limita esto a Dios? ¿Es eso minimizar a Dios? No lo creo. Más bien glorifica a Dios: Dios no quiere crear algo que esté predeterminado por completo.
Este modo de entender a Dios suena diferente a otros muchos modos comunes
Siempre que hablamos de Dios estamos balbuceando. Lo hacemos lo mejor que sabemos. Dios no es un simple objeto sobre el que hablamos y pensamos y oramos. Dios es la fuente de todo, de todo conocimiento. Pero insisto en que nuestro conocimiento de Dios debe respetar nuestro conocimiento del universo y de nuestra misma presencia en el universo. Eso es un reto, pero es un reto dichoso.
Yo creo que Dios es omnisciente y omnipotente. Pero luego tengo que pensar en lo que estoy diciendo y preguntarme: «¿Qué quiero decir con eso?» Seguramente significa que Dios es todopoderoso, y que Dios puede hacer cualquier cosa que Dios quiere hacer? El universo me parece que no permite eso, pero esto será porque Dios quería un universo tal como es en realidad.
¿Por qué algunos creyentes quieren ignorar o rechazar el conocimiento científico?
No es tanto que sean ignorantes desde el punto de vista de lo que la ciencia sabe o ignorantes desde el punto de vista de lo que es la fe religiosa. Ellos no quieren hacer frente al desafío de poner ambos juntos. Pero no hay conflicto, lo que hay es un reto. Yo no veo que alguna vez pueda haber conflicto entre la verdadera fe religiosa y la verdadera ciencia.
¿Entonces por qué la fe y la ciencia parecen estar en desacuerdo?
¡Debido a ustedes los periodistas! Sólo estoy bromeando, pero algunos periodistas realmente parece que quieren revolver la olla.
Un problema son los científicos que afirman que están practicando la ciencia ya sea para afirmar o para negar la presencia de Dios. En realidad están caminando fuera de la ciencia.
Me meto en problemas cuando lo digo, pero el mismo ateísmo ya es él mismo una práctica de la fe. Un ateo no puede demostrarme a mí que no hay Dios. Tenemos evidencia a través de todos los documentos de la historia humana del arraigo en la gente de la creencia en Dios.
Algunos científicos dicen que todos estamos engañados, pero eso no es razonable. La ciencia es un proceso racional. Ella trata de utilizar nuestra inteligencia para tratar de entender el universo, como también lo hace la filosofía y también la teología. Es un intento de entender.
La fe va más allá de la razón, pero no está en contradicción con la razón. Estoy totalmente convencido de esto, no sólo en mi propia vida, pero en la realidad de lo que la fe religiosa es y lo que la razón humana puede lograr.
La mayoría de los científicos ateos que conozco son profundamente respetuosos de la fe humana. Los que no lo son no los acabo de entender. El biólogo evolucionista Richard Dawkins, autor de El espejismo de Dios (Houghton Mifflin Harcourt), y el físico teórico Stephen Hawking, quien escribió A Brief History of Time (Bantam) (Una breve historia del Tiempo), son dos eminentes científicos. Pero ellos no entienden lo que es la fe religiosa. He tenido conversaciones con ambos, y se lo he dicho a ellos. Ellos me respetan porque se dan cuenta de que soy un trabajador científico objetivo, simplemente como ellos.
¿Qué es lo que les falta?
La idea que tiene de Dios Stephen Hawking es que Dios es algo que necesitamos para explicar las partes del universo que no comprendemos. Yo le digo: “Stephen, lo siento, pero Dios es un Dios de amor. Él no es un ser que yo proyecto para explicar las cosas que no me puedo explicar».
Una vez le dije a Richard Dawkins, «Richard, ¿por qué te casaste con la mujer que escogiste? ¿Debido a que ella tiene los ojos azules, pinturas rojas en las uñas de los pies o el pelo rizado?
Cuando se ponen juntos todos los hechos en la experiencia humana en general, no sólo en el caso de la experiencia religiosa, no se puede explicar todo racionalmente. La experiencia humana tiene un carácter no racional. Eso no significa que sea irracional. Usted no está loco, usted puede tener una locura de amor, pero eso significa que usted no puede explicarlo todo.
Cuando usted ora, ¿tiene alguna importancia que el universo tenga 10.000 millones de millones de estrellas?
Por supuesto. Cuando ahora rezo a Dios, es un Dios totalmente diferente de aquel al que rezaba como un niño. El Dios al que oro ahora es un Dios que no sólo me hizo, sino me hizo llegar a ser en un universo que es dinámico y creativo. El universo no es en sí mismo un ser vivo, pero es un universo que hasta ahora ha dado a luz a los seres humanos que pueden orar a Dios.
Ruego a Dios que, desde mi conocimiento científico, ha hecho un universo en el que la gente ha llegado a ser lo que es y sigue llegando a serlo, precisamente desde una perspectiva científica. El universo continúa expandiéndose. Sólo en los últimos 50 años, mira lo que el ser humano ha llegado a ser. Estoy hablando de la tecnología.
Cuando yo era niño no teníamos televisión. Ahora usted tiene una en su bolsillo. Esta es una evolución del ser humano. La tecnología es una extensión de nosotros mismos.
¿Hay algo especial acerca de nosotros en este enorme universo?
Nosotros somos muy especiales para Dios, no tengo ninguna duda al respecto. Con esto quiero decir que Dios nos envió a su Hijo único. Ser especial, como una pieza de material en el universo es una cosa, ser especial al conocer la historia religiosa y vivir una vida llena de fe es otra. Pero sigue siendo un desafío.
Como objetos materiales en el universo, sería difícil para mí, como científico defender que somos especiales. Nuestra historia como la civilización humana sin duda nos hace especiales. Pero ¿que ocurriría si hubiera otra civilización inteligente y espiritual fuera del mundo, que tuviera una relación especial con Dios? ¿Qué haría eso de nosotros?
Voy a dejar esto a los teólogos. Sin embargo, ¿es posible que Dios enviara a su Hijo unigénito, verdadero Dios y verdadero hombre, para convertirse en verdadero Dios y verdadero marciano, o lo que sea? Bueno, me parece muy difícil de aceptar. Pero no se puede excluir. No sé lo suficiente como para excluir, y yo no puedo limitar a Dios.
Estamos llegando a la ciencia ficción, pero al final si Dios trató a otra civilización espiritual de una manera muy especial, ¿disminuye su tratamiento muy especial con nosotros, el hecho de que también se ocupara de ellos en el concreto?
Tengo 10 hermanos. Si mi madre decidía comprarme un nuevo par de pantalones, ¿hacía eso que mi hermano fuera menos especial para mi madre? No me puedo imaginar que el descubrimiento de una civilización inteligente, espiritual, que Dios ama a su manera, fuera en detrimento del amor que Dios nos tiene a nosotros.
Artículo aparecido originalmente en la edición de febrero de 2012 de la revista US Catholic (Vol. 77, No. 2, páginas 18-21).
Artículo elaborado por Javier Leach, matemático jesuita fallecido en 2016, fue profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y director de la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia Comillas.
La adaptación del texto es de Leandro Sequeiros, Doctor en Ciencias, Colaborador de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.
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