Ecología integral y ciencias en diálogo con una espiritualidad liberadora

(Por Agustín Ortega) En la actualidad se está renovando la formación ética y social con la actualización o profundización de realidades como la ecología, las nuevas ciencias y los horizontes de la antropología. Tal como está mostrando muy bien el Papa Francisco, por ejemplo, con su relevante encíclica “Laudato Si’ (LS) sobre el cuidado de la casa común”. Y se está estudiando e investigando, con diversas publicaciones o seminarios, en el ámbito de la sociedad  y de la Iglesia. He tenido la posibilidad de presentar algunas de estas cuestiones y claves en la Universidad Politécnica Salesiana (Cuenca, Ecuador), con la ponencia de apertura que he impartido en las IIIª Jornadas de Reflexión Salesiana. Lo que agradezco en el alma a la querida familia salesiana y organización de dichas Jornadas, a la Pastoral Universitaria a través del Área Razón y Fe. A continuación quiero presentar dichas reflexiones personales sobre estas cuestiones.

 

Ciencias y ecología

En los últimos tiempos, y de manera especial durante el siglo XX, han surgido nuevos paradigmas de pensamiento a nivel filosófico, teológico y científico. Algo que podemos ver, por ejemplo, en la física, la mecánica o en la aparición de nuevas disciplinas como las ecológicas o las neurociencias, que nos van mostrando unas renovadas cosmovisiones. Y nos posibilitan conocer, comprender y transformar la realidad de un modo inédito hasta ahora. Asimismo, esas nuevas disciplinas nos permiten visibilizar la interrelación e interacción cooperativa, solidaria de todas las dimensiones de la realidad (cf. Laudato Si’, 138-155). Cada vez somos más conscientes de que la realidad personal, social, histórica y ecológica se co-relacionan en la colaboración, solidaridad y comunión fraterna, posibilitando así que podamos hablar de un desarrollo y de una ecología solidaria e integral.

Las personas contemplan la realidad de forma sentiente y afectiva, con el pathos (pasión) y afectos del corazón. Es la razón y la ética cordial por la que se asume la realidad, el bien o el sufrimiento, el mal o la injusticia, y se ejerce una praxis transformadora sobre lo real. En la línea de Einstein, Ortega o Zubiri, el espacio y el tiempo se encuentras en respectividad con las cosas o realidades. Las cosas y lo real cualifican a esta temporalidad o dinamismo. Es la realidad que da de sí en todas sus capacidades y posibilidades. Lo real muestra su diversidad de dimensiones en su co-respectividad y unidad estructural.

Antropología para una ética ecológica

En este sentido, podemos hablar de una antropología integral que abarca e inter-relaciona las diversas y constitutivas dimensiones de la realidad humana. Tales como la personal, moral, cultural, comunitaria, social, política, económica, histórica, ecológica y espiritual. Tenemos así una ética del cuidado y del desarrollo personal. La ecología mental que busca establecer unos pensamientos, emociones y sentimientos positivos, humanizadores y liberadores de toda patología, mal e injusticia; con una conciencia crítica, humana y moral que busca la verdad, el bien y la justicia. Algo que se relaciona, asimismo, con el cuidado, desarrollo y ecología espiritual que se abre a la trascendencia, a la mística. En la experiencia y comunión con el todo, con los otros y el Otro, con Dios mismo. Por tanto, esta ecología mental y espiritual se va realizando en la ética del cuidado, del desarrollo humano con la ecología social. Las relaciones y la justicia social-global con los otros, con los pobres de la tierra. Y en la justicia y ecología ambiental, que cuida el desarrollo sostenible del hábitat natural con el respeto a la naturaleza, a esa casa común que es nuestro planeta Tierra.

Es la ecología y bioética global, con el cuidado de toda la vida del planeta y de todas las personas en todas sus fases (cf. LS 91, 119-120), desde el inicio en la concepción-fecundación hasta la muerte. Una ética del cuidado en todos sus aspectos y dimensiones inherentes: la biología, el cuerpo, la economía, la política, lo social, la cultura, el ambiente y lo espiritual. Tenemos pues una ecología y antropología integral que, por una parte, no cae en un antropocentrismo que desprecia a la naturaleza; que considera al medioambiente como una materia a dominar y explotar, sin respetarla ni cuidarla. Por otra, evita un biocentrismo que le quita al ser humano su especial valor, su ser singular con respecto al medioambiente que no se puede divinizar (cf. LS 89-90; 118-19). En esta línea, hay que reconocer la ecología (naturaleza) humana. En el regalo de las culturas, con el don de la diversidad y complementariedad sexual, corporal y de amor fiel de un hombre con una mujer abierto a la vida en el matrimonio, familia e hijos (cf. LS 155). Una ecología femenina que cuida de la vida en todas estas fases y dimensiones con la sagrada e inviolable dignidad, igualdad y protagonismo de la mujer en cualquier ámbito de la existencia y sociedad-mundo.

Por tanto, la ecología y la antropología integral, con la naturaleza y dinamismo del ser humano (cf. LS 221), sostienen los derechos humanos con sus sucesivas generaciones y ámbitos. La persona es por naturaleza un ser libre que se realiza en los derechos civiles-políticos, asociados al valor de la libertad. En la participación y gestión democrática de todo ser humano como sujeto protagonista de la sociedad/mundo, en la responsabilidad y compromiso por el bien común (cf. LS 156-158). Las personas están llamadas a impulsar la capacitación y posibilidades del dinamismo de lo real, de transformación y trascendencia de la realidad. Una ecología integral tiene como clave básica esta democracia real, al servicio del bien común. Y que se lleva a cabo por el constitutivo amor civil y caridad política que es esencial para la ética, la fe y la espiritualidad (cf. LS 230-232). Es la caridad política que promueve la civilización del amor, el bien más universal y la justicia cosmopolita con los pobres de la tierra. La caridad pública y política va a las raíces de los problemas, a las causas de los males e injusticias, con la transformación de las estructuras sociales de pecado. Es ese amor liberador de los sistemas políticos y económicos injustos, de los mecanismos comerciales y financieros perversos.

De esta forma, por la inherente naturaleza sociable del ser humano, son constitutivos de la ecología integral los derechos sociales y económicos, que llevan a la realidad el valor indispensable de la justicia social e internacional. Con su principio ético-social fundamental del destino universal de los bienes, la justa distribución de los recursos, que está por encima del derecho secundario de propiedad (cf. LS 93-95). La propiedad sólo es moralmente legítima si cumple con su intrínseca dimensión social, en el reparto con equidad de los bienes. En estos derechos y justicia social, que constituyen la ecología integral, son claves el valor del trabajo, la vida y dignidad de la persona trabajadora, que está por encima del capital, del beneficio y la ganancia (cf. LS 124-129). Esta existencia digna y los derechos del ser humano trabajador, un trabajo decente con unas condiciones laborales humanizadoras -como es el criterio moral básico de un salario justo-, siempre tienen la prioridad sobre el capital y mercado. El beneficio, el capital y el mercado no se pueden convertir en falsos dioses e ídolos que, en el altar del lucro, sacrifiquen la vida y dignidad de los seres humanos.

En esta línea, se van realizando los derechos de los pueblos como es el desarrollo humano, la paz e interculturalidad y la justicia ecológica. Con un comercio justo y una banca ética. Un sistema comercial y financiero moral con equidad que promueve la economía real. En una ética-política que controle el mercado al servicio del bien común, sirviendo a la vida y necesidades reales de las personas, los pueblos y los pobres (cf. LS 189-19). Todo lo anterior supone ineludiblemente una vida austera, sobria en el decrecimiento y pobreza solidaria con la comunión de vida, de bienes y de justicia con los pobres (cf. LS 222-225). Frente a los ídolos de la riqueza (ser-rico) y del poder, en contra de las idolatrías del poseer, consumir y tener por encima del ser solidario. Es la conversión ecológica integral en esta vida de austeridad, sobriedad y de crecimiento hacia abajo. La pobreza solidaria en la opción por la justicia con los pobres, que nos libera de estos ídolos de la riqueza, del poder o de la tecnocracia. Y que nos lleva a la paz y a la felicidad, al sentido y realización humana, moral y espiritual. En oposición a la globalización de la indiferencia y cultura del descarte, a los falsos dioses de la competitividad, de la guerra y la violencia.

Sin esta conversión y espiritualidad ecológica no habrá paz ni justicia verdadera. Es la santidad ecológica, moral y espiritual, como nos testimonian los santos como, por ejemplo, San Francisco e Ignacio Loyola o Don Bosco. El camino hacia otro mundo posible con esta vida fraterna, pobre y compasiva en la misericordia hacia el grito (clamor) de los pobres y de la tierra. Una vida de fraternidad y pobreza solidaria en la comunión con Dios, con los pobres y con el planeta que nos lleva al compromiso por la justicia social, global y ecológica. La mística del cuidado y de la acogida del don de la vida humana, cósmica, plena y eterna con el Dios de la vida, del universo e historia.

Pensamiento social y ética del desarrollo liberador e integral

Todo lo anterior, como se puede comprender y ya indicamos, se ha desarrollado en el ámbito del pensamiento y la teología. Por ejemplo, en el ámbito iberoamericano. La espiritualidad, como es la cristiana, se experiencia en el servicio al Evangelio (Buena Noticia) de Jesús. Esto es, el Reino de Dios y su don del amor fraterno, de la vida, solidaridad, paz y justicia liberadora con los pobres de la tierra. Así lo expresa la conocida como doctrina (enseñanza) social de la iglesia con los Papas como Francisco, como es su encíclica LS sobre el cuidado de esa casa común que es nuestro planeta y la creación. Lo que, de forma interdisciplinar, se ha fecundado con unas ciencias sociales críticas, que se dotan de una conciencia moral inspirada en estos valores e ideales de solidaridad, vida, justicia y liberación integral con los pobres. Se desarrolla así un pensamiento social y ético que es crítico con las relaciones, sistemas e ideologías que causan el mal, la dominación, las desigualdades e injusticias. Tal como causa e impone el liberalismo económico (neoliberalismo) con el capitalismo. Y esa mala respuesta a la injusticia primera del capitalismo, como fue un comunismo colectivista o colectivismo de tipo leninista-stalinista que, en realidad, es un capitalismo de estado.

En la actualidad, la ideología con el sistema vencedor y dominante, el neoliberalismo con el capitalismo ya global, sigue generando todo este mal, dominación, desigualdades e injusticias sociales, globales y ecológicas. La destrucción de la vida y dignidad de las personas, de los pueblos, de los pobres y del planeta. Con las lacras, desigualdades e injusticias del hambre y de la pobreza, del paro y la explotación laboral, con un trabajo basura o la esclavitud infantil, de las guerras e industria militar con las armas. La destrucción cultural, ecológica y de la vida humana en general, en todas sus fases y dimensiones. Por lo tanto, el actual modelo y sistema que domina el mundo, como es el capitalismo, es injusto a nivel social y mundial e insostenible en el ámbito de la ecología ambiental.

Hay que respetar y promover la vida de las personas, desde el inicio con la fecundación hasta el final de la existencia de todo ser humano, en todas sus fases y dimensiones. La vida de toda la humanidad, de los pobres y víctimas, del planeta y de la creación. Y debemos hacerlo desde el criterio del desarrollo humano, con la ecología integral y el buen vivir. Al servicio del bien común de toda la humanidad, en la promoción de la vida, la paz y la justicia de las personas y familias, de los pueblos y los pobres de la tierra. Se trata de un nuevo modelo de desarrollo humano, social, global, ecológico e integral. En el que se abarca e incluye a todo ser humano con todas sus dimensiones, necesidades y capacidades; frente a un progreso (crecimiento) economicista, técnico-utilitarista y mercantilista. Es el desarrollo solidario, universal e inclusivo con toda la humanidad, con todos los pueblos y los pobres de la tierra. Un desarrollo en contra, por tanto, de toda desigualdad, injusticia, competitividad y exclusión.

Se trata de promover laecología integral que acoge el clamor (grito) de los pobres y de la tierra, de las víctimas, de los pueblos empobrecidos y de la naturaleza. La ética del cuidado y de la justicia en las relaciones con los otros, desde la opción por los pobres que visibiliza esta perspectiva social de la ecología humana; con el hábitat o cosmos, que expresa el horizonte ambiental de la ecología integral. El sentido psico-personal y moral en la dimensión mental de la ecología. La vida trascendente y mística en el encuentro con lo Divino, con Dios mismo en la experiencia de fe que nos lleva a la entraña espiritual de la ecología. Se trata de un desarrollo sostenible con justicia ecológica, con un consumo justo y responsable frente al consumismo o al hedonismo.

Alternativas de estilos y modelos de vida 

Una vida austera y sobria con la pobreza solidaria, en la justicia liberadora con los pobres, que nos hace verdaderamente libres de los ídolos del poder y de la riquezaque nos esclavizan. En esta línea, hay que promover energías limpias y renovables frente al extractivismo, y con formas de decrecimiento ecológico en oposición al crecimiento productivista e insostenible. Un desarrollo humano con justicia social y global en la distribución con equidad de los bienes, que está por encima de la propiedad. Ya que este destino universal de los bienes, en la vida ética y social, tiene siempre la prioridad sobre el derecho de propiedad. Y en donde el trabajo, la vida y dignidad del trabajador en un empleo decente con derechos -como es el salario justo-, está por encima del capital y del mercado; en contra del trabajo precario y basura. Hay que defender una economía ética y un comercio justo, que debe estar orientado al servicio de las necesidades de las personas, al desarrollo integral, con el valor de uso de los bienes frente al de cambio mercantilista.

Una banca ética con un sistema financiero real y honrado, que acabe con la especulación financiera de los recursos, de los bienes y de la vida. Y que termine con la usura de los créditos que, con sus intereses abusivos e injustos, tienen endeudadas ilegítimamente a las personas, a las familias, a los pobres y los pueblos. Un desarrollo social, intercultural e inter-religioso que respete y promocione: las diversas culturas con sus tradiciones populares, culturales, morales, espirituales y religiosas como las indígenas con sus valores; a los movimientos sociales, populares, culturales y espirituales liberadores que buscan ese otro mundo posible, mejor, más justo y fraterno. Hay que desarrollar todo este diálogo y encuentro intercultural e inter-religioso. En el compartir los diversos sentimientos y normas morales, los valores éticos comunes y los principios espirituales universales que nos constituyen como humanos. Es el camino para una civilización del amor, más fraterna, solidara y pacífica entre las distintas culturas y religiones.

Es la búsqueda de ese otro mundo posible. La mundialización de la solidaridad, la justicia, la paz y la ecología integral en contra de la globalización del capital y la guerra, de la competitividad y crecimiento insostenible. Viviendo la ética com-pasiva y el “principio-misericordia” por el que se asume el dolor y pasión de los pobres, de los pueblos crucificados por el sufrimiento, opresión e injusticiay el clamor de la tierra explotada. Con el “principio-vida” y el “principio-liberación (integral)” que disciernen y valoran como injusto e inmoral toda relación y sistema que, como impone el capitalismo, no asegura la vida en todas sus formas; que no promueve la liberación integral de las personas, de los pueblos, de los pobres y el planeta. La ética de la paz y la no violencia, en la lucha activa por la justicia e igualdad. Una paz justa con un desarme mundial que acabe con la industria bélica-armamentística, que erradique todas las guerras y violencias que deben ser declaradas injustas, inhumanas y, por tanto, ilegales.

Es un desarme global, que destine los incontables recursos de la economía militar-bélica a la erradicación del hambre, de la pobreza y al desarrollo integral de los pueblos. Una ética femenina en la dignidad, promoción y protagonismo de la mujer como sujeto activo en todas las realidades como la familia, el trabajo, la sociedad y las iglesias. La ética política, democrática y social al servicio del bien común de la humanidad. Lo cual asegura las condiciones humanas, sociales e históricas de vida y del desarrollo integral de las personas, de los pueblos y de los pobres de la tierra. Y que de esta forma, en la realidad social e histórica, se respeten y cumplan los derechos humanos, sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos. Como son la educación y cultura, la salud, sanidad y medicamentos, la alimentación y el agua. La vivienda, transportes, energías limpias y otras infraestructuras o equipamientos necesarios para la vida y dignidad de las personas. Una democracia real e integral en la participación, protagonismo y gestión de todo ser humano en la vida comunitaria, pública y civil.

Desde todo lo anterior, se nos presenta pues una ética, antropología y espiritualidad que, como manifiesta la fe en Jesús de Nazaret, nos revela a la nueva humanidad y al Dios de la vida, del amor fraterno. La humanidad y el Dios de la paz y la justicia liberadora con los pobres de la tierra. Una vida humana, ética, espiritual, plena y eterna. En la realización de una existencia que trata de vivir la experiencia personal, moral y mística en el seguimiento de Jesús que nos manifiesta al Dios liberador de la vida, de los pobres y de la creación que es nuestro planeta tierra.

Conclusión

En lo expuesto hasta aquí, se presenta una espiritualidad con una antropología y ecología integral que expresa una ética, unos principios y valores morales. Tal como nos enseña el pensamiento social de la iglesia, transmitido por la LS, y como fue anticipado de forma pionera por los santos, auténticos maestros y testigos de esta sabiduría ecológica global. Una antropología y ecología vinculadas con la ética del cuidado de la vida y de la justicia en todas sus dimensiones: personal, psicológica, ética, social, ambiental y espiritual. Unas relaciones fraternas, solidarias y justas con los otros, con los pobres, con esa casa común que es el planeta y con el Dios de la vida revelado en Jesucristo. Es el humanismo cristiano, que promueve el conocimiento de lo real y el desarrollo solidario e integral.

Como nos mostraba el jesuita I. Ellacuría, es ser honrado con la realidad en el clamor de los pobres y de la tierra que impulsa esta ecología integral con el amor civil, la caridad política y la justicia socio-ambiental. Para transformar la realidad con su cultura, relaciones humanas y estructuras sociales. En los valores y principios del bien común, del destino universal de los bienes y la dignidad del trabajo. En sintonía con la espiritualidad ignaciana y el jesuita K. Rahner, es una mística de la vida cotidiana y de la alegría en el mundo. Con un estilo de vida sobria, solidaria y sostenible en la pobreza evangélica como iglesia pobre con los pobres. La educación y espiritualidad estética con la oración-contemplación de la belleza de Dios en la creación, como se significa en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Enraizada en el Dios Trinitario, entraña y modelo de estas relaciones fraternas como testimonian María de Nazaret, San José y todos estos santos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Vázquez Carballo J. M. (2009). Trinidad y sociedad. Salamanca: Sec. Trinitario.

 

Artículo elaborado por el Dr. Agustín Ortega Cabrera, Profesor e Investigador en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador-Ibarra y colaborador de FronterasCTR.