La epistemología de la ciencia y la Teología: Imre Lakatos

(Por Leandro Sequeiros) En la revista electrónica FronterasCTR se han publicado hasta la fecha numerosos trabajos en los que se postula no solo la necesidad, sino también la oportunidad y la posibilidad de tender puentes de diálogo entre dos grandes ámbitos de conocimiento, entre dos grandes concepciones del mundo que para mucha gente parecen irreconciliables: entre la ciencia y la religión, entre la visión científica del mundo y la visión teológica del mundo, entre la razón y la fe, entre la experiencia religiosa y la construcción social científica y tecnológica. ¿Es posible tender puentes entre ambas fronteras? Ciencia y Teología, ¿son visiones del mundo alternativas? Creemos que el problema de fondo es de tipo epistemológico: la respuesta depende de la concepción que se tenga de la naturaleza, las fronteras y las posibilidades del conocimiento humano. Entre las muchas tradiciones epistemológicas actuales, que mencionamos, postulo que la tradición de los programas de investigación de Imre Lakatos puede ser un territorio común de diálogo y de encuentro entre científicos y teólogos.

 

En un trabajo que está en vías de publicación [Leandro Sequeiros (en prensa), “40 años de Ciencia y Teología en España (1978-2018): una perspectiva esperanzadora”: Carthaginensia, Murcia, http://www.itmfranciscano.org/revistacarthaginensia/ ] se hace un extenso recorrido por los intentos durante los últimos 40 años en España por conseguir plataformas de diálogo interdisciplinar y de encuentro entre dos visiones del mundo que aparentemente se excluyen: la visión científica y la visión religiosa que se sistematiza en la Teología.

¿Es posible tender puentes entre Ciencia y Teología? ¿Son paradigmas inconmensurables ,y por tanto es imposible ponerlos en contacto, como parecen sugerir algunos filósofos de las ciencias, como Thomas S. Kuhn y Paul Feyerabend? Hay científicos que se interesan por la problemática teológica de muchos avances científicos. Y la Iglesia católica ha mostrado estos últimos cuarenta años mucho interés por estas cuestiones. La Santa Sede, a través del Observatorio Vaticano, lleva muchos años organizando encuentros y Congresos que reúnen en plano de igualdad a teólogos y científicos. La experiencia de colaboración entre el Observatorio Vaticano y el CTNS de Berkeley fue tan positiva que desde entonces han mantenido cordiales relaciones y como fruto del proyecto han visto la luz cinco volúmenes de 400 páginas cada uno en los que se contienen, con libertad de criterio, las aportaciones de unos y otros a diversos temas científicos con incidencia en la Teología: Cosmología cuántica y leyes de la naturaleza(1993), Caos y complejidad (1995), Biología evolutiva y molecular(1995), Neurociencia y la persona(1999), Mecánica cuántica (2001).

 

CIENCIA Y TEOLOGÍA: UNA DIMENSIÓN IMPORTANTE EN LA INVESTIGACIÓN TEOLÓGICA

En muchos países del mundo, y especialmente de Europa y de América, se ha incrementado en estos últimos años un interés creciente por las relaciones entre la Teología y lo que de modo general se puede identificar con la “ciencia”. Entendemos aquí como “ciencia” el conjunto de saberes que intentan construir modelos y cosmovisiones que interpretan mediante el método hipotético deductivo el funcionamiento del mundo natural. Es uno de los objetivos de la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Comillas.

Aunque la palabra “ciencia” en la moderna epistemología tiene un ámbito más amplio en el que caben todas aquellas disciplinas que utilizan el método científico (ciencias sociales, ciencias humanas, lingüística, ciencias jurídicas…) y se separan de la pura reflexión filosófica, aquí nos referiremos solo a lo que de un modo amplio incluimos en ciencias de la naturaleza (física, química, ciencias de la vida, ciencias del espacio, ciencias de la tierra, ciencias de la salud…).

En el siglo XX han tenido lugar una serie de transformaciones intelectuales que, en opinión de quien esto escribe, han facilitado el diálogo y el encuentro entre las Ciencias de la naturaleza (primero de la Física y luego de las Ciencias de la Vida y de la Tierra) y la Teología católica y nos abren puertas de esperanza para el siglo XXI.

Teología y ciencia en el mundo: una perspectiva general

En los últimos años se han puesto en marcha, incluso en Universidades, espacios de reflexión y debate sobre las interacciones entre ciencia y religión y de investigación interdisciplinar entre la fe y la cultura. En estos espacios, que convocan a científicos, filósofos y teólogos, se intenta la recopilación de documentación, impartir numerosos cursos sobre ciencia y teología, razón y fe, ciencia y religión, cultura y creencias y otras denominaciones. Estas actividades, muy seguidas en algunos países y regiones, con frecuencia están financiadas por algunas instituciones sin ánimo de lucro, como la John Templeton Foundation. Más adelante se ofrece una información sobre las instituciones que en España impulsan la misión de tender puentes entre Ciencia y Teología.

En algunos ambientes del pensamiento interdisciplinar que tiende puentes entre ciencia y teología en España está surgiendo un concepto nuevo: el de teología de la Ciencia. En los últimos cuarenta años se ha publicado en esta área de estudios académicos una gran cantidad de obras especializadas sobre aspectos generales y también específicos de las relaciones entre las Ciencias de la Naturaleza y la Teología.

La perspectiva de la Cátedra CTR

Somos conscientes los que trabajamos en la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión de que la humanidad se está abriendo a lo que se ha llamado “la era de la Ciencia”. Para Javier Monserrat, este paradigma “es el entendimiento o interpretación global (hermenéutica) del cristianismo desde la experiencia de nuestra época: o sea, desde la Voz del Dios de la Creación iluminada por los conocimientos alcanzados en la Era de la Ciencia y en la Cultura Moderna. El paradigma tiene muchos matices y contenidos que expongo en el libro. Pero me refiero aquí sólo a lo fundamental. El paradigma antiguo daba una descripción del hombre teocéntrica, abierto a Dios por una patencia absoluta de la verdad. No era posible un humanismo sin Dios”.

Dios se imponía por la estructura natural objetiva que guiaba la razón humana y por la revelación cristiana. Pero el hombre que entiende su existencia a la luz de la razón moderna se sabe en el interior de un universo enigmático en que se plantea del drama personal y de la historia. El “enigma” del universo y el “drama” de la existencia pesan sobre la conciencia del hombre moderno. Dios ha creado el mundo con una borrosidad que permite una hipótesis puramente mundana que pueda dar sentido a la vida de quienes se colocan libremente al margen de Dios; pero es una borrosidad que permite también la hipótesis teísta que funda la religión universal. Pero esta borrosidad metafísica instala a todo hombre (teístas, ateos y agnósticos) ante un esencial problematismo natural que acompaña siempre sus vidas. Se expresa en dos preguntas que sintetizan la condición metafísica de todo hombre: ¿existe realmente un Dios oculto y en silencio que crea el “enigma” del universo y el “drama” de la historia? Este Dios oculto, ¿tiene una voluntad final de desvelarse y de liberar al hombre y a la historia? Es la gran inquietud ante el posible Dios oculto y liberador”.

Sin embargo, hay otras muchas preguntas que nos acosan. Preguntas que parecen llenas de sentido e ineludibles, pero ante las que una Ciencia que quiera ser honesta consigo misma ha de permanecer en silencio. Los quince mil millones de años a lo largo de los cuales se extiende la historia cósmica ¿esconde tras de sí alguna finalidad, o todo sucede sin más en un universo desprovisto de sentido último? ¿Está la realidad, como si dijéramos, “de nuestra parte” o vivimos más bien en un universo frío y hostil? ¿Es la muerte el final de todo o cabe esperar un destino que la trascienda?

Son preguntas estas a las que tradicionalmente han dado respuesta las religiones y que han sido racionalizadas por la Teología. Pero hemos de preguntarnos si tales respuestas teológicas siguen hoy teniendo vigencia para nosotros. En una época atravesada por una cultura científica, práctica, utilitarista, ¿podemos tomarnos sinceramente a la religión con la máxima seriedad? ¿Interesan las respuestas de los teólogos a las inquietudes que van más allá de la Ciencia?

Cosmovisiones en conflicto

Es más: la Ciencia y la religión, la cultura científica y la Teología ¿son cosmovisiones que se hallan en conflicto? ¿Es posible un diálogo entre ellas? ¿Pueden tener respuestas complementarias a las grandes preguntas del ser humano? ¿Es la Teología un cuerpo de conocimientos que responde a preguntas que hoy no interesan a  nadie? ¿Son campos del saber que no tienen ninguna conexión existencial? Como se pregunta el filósofo de la ciencia, Ian G. Barbour, ¿son rivales, desconocidas o compañeras de viaje?

Como ha escrito John H. Brooke, “Las explicaciones positivistas de la teoría científica han sido cuestionadas [en el siglo XX] con éxito por la investigación de la historia, de la filosofía y de la sociología de la ciencia. Ya no es posible considerar las teorías científicas como sistemas deductivos independientes, en los que cada proposición adquiere su sentido por infusión, por así decirlo, a partir de los hechos verificables con los que conecta aparentemente. Se ha demostrado que los constructos teóricos, que aparecen en diferentes ramas de la ciencia, son interdependientes y también infradeterminados por los datos que pretenden explicar. Ha sido necesario adaptarse a la idea de que los conceptos de la ciencia teórica están vinculados entre sí en redes complejas, donde unos elementos están más abiertos a la modificación que otros. De hecho, se han establecido nuevos paralelismos entre las creencias científicas y las religiosas, en el sentido de que encontramos a menudo en unas y otras un núcleo protegido formado por la sabiduría recibida y rodeado por cinturones de un cuerpo doctrinal más negociable”.

El marco actual de las ideas epistemológicas: el desarrollo de la epistemología en el siglo XXI

No excluimos que haya opiniones posmodernas sobre lo que es la ciencia y el conocimiento científico, y sobre todo sobre el valor del conocimiento racional. Pero dentro de la comunidad científica, salvadas las naturales matizaciones, hay un consenso generalizado. Son muchas las definiciones que se han dado sobre lo que es la ciencia y el conocimiento científico.

Y hablamos aquí en el sentido tradicional de ciencia como saberes, conocimientos racionales. Desde la vieja epistemegriega (el saber racional sobre el mundo) a las definiciones actuales la gama interpretativa es inmensa. A esta problemática se aludirá a lo largo de este ensayo. Para Sir Isaac Newton (autor de uno de los libros más importantes en el desarrollo del conocimiento, los Principia Mathematica Philosophiae Naturalis, de 1687) la ciencia es la búsqueda de las leyes puestas por Dios en el universo. Para el filósofo Karl Popper (1902-1994) es la búsqueda sin término y desinteresada de la verdad por conjeturas y refutaciones.

Para tener desde el comienzo una definición (siempre criticable y  mejorable) proponemos la siguiente: la ciencia como  una actividad humana (social) que pretende expresar y justificar una interpretación racional del mundo natural y social, con una metodología propia, que lleva a la producción de un conocimiento sistematizado aceptado por una comunidad científica, y que posee un lenguaje propio que permite la formulación rigurosa de los conceptos y la comunicación de los saberes.

 

LA CIENCIA ¿ESTÁ ATRAVESADA DE IDEOLOGÍA? EL DEBATE SOBRE LA SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA

Uno de los aspectos más debatidos hoy entre los filósofos de la ciencia es el de las implicaciones ideológicas en la construcción del conocimiento científico. Aunque es un tema muy complejo y que necesita un tratamiento más detenido, nos referiremos a unos cuantos manuales donde los interesados puedan formarse una opinión más completa. En España es ya clásica la cita de R. K. Merton (1977) La sociología de la ciencia. Investigaciones teóricas y empíricasAlianza Universidad, Madrid, dos volúmenes, 183 y 184, 717 páginas, y el excelente material de E. Lamo de Espinosa, J. M. González García y C. Torres Albero (1994) La sociología del conocimiento y de la ciencia. Alianza Universidad, Textos, Madrid, n1 147, 632 páginas.

Los sociólogos actuales del conocimiento remontan el origen del debate entre ciencias de la naturaleza y el contexto social a las tesis desarrolladas en 1934 por Reichenbach -uno de los grandes pensadores del neopositivismo lógico – entre el contexto en el que se produce el descubrimiento  y el contexto en el que luego se  justifica.

Este autor, a partir de la historia de la ciencia, muestra cómo en muchas ocasiones un descubrimiento científico sigue patrones insospechados. Uno de sus ejemplos favoritos es el del astrónomo Johannes Kepler. En este caso, la analogía entre la Santísima Trinidad y el sistema solar le sirvió para desarrollar sus investigaciones. Pero la teoría final, empíricamente justificada, nada tenía que ver con especulaciones teológicas.

Sin embargo, esta distinción entre el contexto del descubrimiento  y el contexto de la justificaciónestá presente en la filosofía de la ciencia desde mucho antes. Un siglo antes, el filósofo y científico John Hershel (1792-1871), hijo del astrónomo William Hershel, introduce estos conceptos. Es precisamente en su obra más conocida, Preliminary Discourse on Natural Philosophy (publicada en 1830) donde introduce ambos conceptos. Aunque Hershel respetaba las opiniones de Bacon sobre la investigación científica, es consciente de que muchos descubrimientos científicos no se ajustan al patrón baconiano. Reconocer que existen elementos sociológicos, económicos, religiosos, etc que intervienen en la mente del científico cuando organiza sus procesos de investigación. A esto le llamó el contexto del descubrimiento. Todo “descubrimiento” científico tiene un contexto social e histórico en el cual es posible. Sin embargo, el contexto de justificaciónse refiere al recto uso de la lógica interna del método científico mediante el cual se obtienen teorías científicas.

Una de las tesis más fuertemente asentadas por el neopositivismo del Círculo de Viena es la de la absoluta racionalidad e independencia histórica y cultural de las teorías científicas. A partir de la dispersión del Círculo de Viena, el programa del empirismo lógico siguió desarrollándose principalmente en los países anglosajones, donde fue tradición dominante hasta 1950.

La irrupción del racionalismo crítico: Karl R. Popper

Una obra clave en la nueva filosofía de la ciencia, la Lógica de la Investigación científica de Karl R. Popper, que había sido publicada en 1934 en alemán, tardó tiempo en verse traducida al inglés. Por ello, en el mundo de la filosofía de la ciencia los métodos del verificacionismo y del inductivismo se siguieron manteniendo frente al falsacionismo y al deductivismo popperianos. Por ello, los avances que se hicieron en filosofía de la ciencia hasta los años 50 tuvieron lugar en el marco del positivismo lógico.

Bien es verdad, que ya no era el positivismo lógico dogmático de los primeros años. En él se incorporaron nuevos elementos procedentes de la filosofía analítica y del pragmatismo norteamericano.

Pero, en el fondo, durante más de veinte años después del cambio de concepción popperiana, los filósofos de la ciencia continuaron manteniendo los postulados básicos sobre las teorías científicas neopostivistas a pesar de las críticas que ya se iniciaban. Putnam englobó en 1962 bajo el apelativo de concepción heredada (received view)las propuestas que se seguían manteniendo a pesar de las resistencias. Las obras de Carnap, Hempel y Nagel son nombres claves en esta concepción heredada.

A partir de los años 50 comienza a producirse una crítica más fuerte contra dicha concepción heredada. Todo este proceso de debilitamiento de sus postulados culmina con la publicación de la obra de Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas(1962), en la que se atacan los postulados básicos de esa concepción, acusada de ahistórica y desligada de la ciencia real.

El debate se prolongó hasta el famoso simposio de Urbana, del 26 al 29 de marzo de 1969. El libro de actas de este simposio de Urbana fueron publicadas por F. Suppe (1974) The Structure of Scientific Theories, y traducidas al español: La estructura de las teorías científicas (Editora Nacional, 1979).

La sociología del conocimiento indaga sobre todo en el contexto del descubrimiento, investigando a partir de la historia de la ciencia cómo se producen las innovaciones o factores sociales de la creatividad científica, tal como Merton propone en sus trabajos. Pero la sociología de la ciencia clásica  tiene muy poco que aportar al llamado contexto de justificación, es decir, a las leyes internas de la lógica de la ciencia, al método científico propiamente dicho. Algunos autores opinan que la sociología de la ciencia sólo llega a la “antecámara de la ciencia”, pero no a la ciencia misma.

Las críticas de la concepción heredadaconfieren mucha importancia al contexto de descubrimiento. Es más, algunos opinan que no hay lógica inductiva para la creación de teorías, sino que esto es el resultado de una “visión” o “intuición” cuya lógica sería impenetrable.

En resumen, la construcción de teorías o modelos resulta ser un proceso altamente imaginativo, casi místico o poético, en todo caso más allá de la lógica deductiva-experimental y, por lo tanto, susceptible de todo análisis no ya sociológico, sino incluso psicológico.

Pero más allá estaba el contexto de la justificación sometido únicamente a la lógica deductiva y a la observación controlada. Sin embargo, otros autores, como Kuhn, opinan que la “antecámara de la ciencia” (como todas las antecámaras) controla el acceso a la misma y por tanto tiene mucha mayor importancia de lo que la distinción entre descubrimiento e investigación hace sospechar. En el fondo, la pregunta crucial es: ¿hay una lógica perfecta en la contrastación de las hipótesis?

El pensamiento de Kuhn sobre la ciencia y el método científico

Kuhn expuso su modelo sobre la ciencia y el método científico en su obra más emblemática, La Estructura de las Revoluciones Científicas. Pero es necesario reconocer que ha habido, al menos, dos etapas en su vida: antes y después de la famosa Postdata: 1969 (incluida al final de la edición española del libro citado). Algunos de los críticos de Kuhn afirman que éste abandonó muchas de sus tesis principales a partir del seminario de Bedford College (1965) tal como se expresa en la citada Postdata: 1969. Tras ella, vendrían sus Segundos pensamientos sobre los paradigmas (1974) y The Essential Tension(1977).

Sistematizar en unas cuantas frases el pensamiento de un filósofo que ha invertido muchos años a perfilar, retocar y justificar sus planteamientos, es una tarea imposible. Aun así, intentaremos en este apartado diseñar los andamiajes esenciales de su pensamiento. Repito en este lugar, que mi planteamiento personal no es aséptico. No oculto mi interés por las ideas kuhnianas que, desde mi punto de vista, poseen un mayor poder explicativo de muchos procesos de desarrollo científico que las de los otros autores. Aún así, dejo a la libertad de cada cual poder asumir la postura que crea más conveniente.

Para el primer Kuhn, el de La Estructura de las Revoluciones Científicas, los investigadores y científicos han tenido dos “ritmos” de innovación y de producción científica: el ritmo que él mismo denomina de “ciencia normal” y el de la “ciencia extraordinaria”(en la cual se dan las revoluciones científicas). Los conceptos de estadio de ciencia normal,de ciencia extraordinariay de revolución científica, pese a su carácter discutible, han pasado ya al patrimonio común de los filósofos de las ciencias y también de los científicos.

 

CONCLUSIÓN: LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA DESPUÉS DE POPPER

Los años sesenta fueron años de gran pujanza creativa en filosofía de la ciencia. La herencia de Karl Popper fue diversa y extendida por el mundo. Recorrer algunos de estos epistemólogos enriquecerá, sin duda, la perspectiva de nuestro proceso que, no lo olvidemos, pretende repensar la naturaleza. Un repensar que no va solamente a la autoformación, sino que va también -si los lectores son profesores – a construir en los alumnos una adecuada visión de lo que es la ciencia, cómo se construye, cómo cambia, cuál es su “verdad”, qué método se ha usado, etc. Entre estos autores que merecen nuestro respeto y reconocimiento están Imre Lakatos (1922-1974), que partiendo de las teorías sobre la falsación popperiana, Lakatos inicia un acercamiento a las posturas de Kuhn, sin llegar a aceptar sus postulados. La mayor parte de sus libros contienen recopilaciones de sus propios trabajos que fueron editadas por sus alumnos después de su fallecimiento cuando contaba solamente 52 años. Fue editor, junto a Alan Musgrave, de las actas del famoso seminario de Bedford College, de 1965. [(1970)Criticism and the growth of knowlewdge. Cambridge university Press. (En español, 1975: La Crítica y el desarrollo del Conocimiento. Grijalbo, Barcelona)].

En un próximo artículo abordaremos, más específicamente, las relaciones de la teología con la ciencia, al hilo de la teoría epistemológica de Imre Lakatos.

 

Leandro Sequeiros es doctor en Ciencias Geológicas y miembro de la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia Comillas.

 

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