[Marta Medina Balguerías] Del 5 al 7 de este mes tuvo lugar el primer Congreso Internacional Jordán 2024 sobre el abuso de poder en la Iglesia. Nos reunimos más de 300 personas (entre los asistentes presenciales y los de la modalidad online) para reflexionar juntos sobre las situaciones abusivas de autoridad, conciencia, espiritual y sexual que tienen lugar en el entorno eclesial y cuya raíz común es el abuso de poder. Este Congreso ha sido organizado por el Proyecto Jordán, una iniciativa de la Compañía de Jesús en España que cuenta con investigadores de diversas disciplinas y que busca “elaborar propuestas de prevención y sanación, buscando contribuir en la generación de una cultura del buen trato y una ética de la conducta pastoral en la Iglesia”, como señalan en su web.
Como miembro de la Cátedra Hana y Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión, en la que estamos acostumbrados a fomentar la interdisciplinariedad, me pareció un acierto que el Congreso abrazara este marco científico interdisciplinar para abordar la cuestión de los abusos. El título elegido para el evento así lo indica: “El abuso en la Iglesia: causas estructurales y posibles vías de solución desde el diálogo de la teología con otras disciplinas”. Así, aunque la teología tiene un peso preponderante, se ha atendido a otras ciencias que iluminan la cuestión, como, por ejemplo, la sociología, la psicología, la ética organizacional y el derecho canónico.
El objetivo era “tratar de discernir académicamente tanto las causas estructurales de carácter teológico del abuso como sus posibles vías de reducción desde este enfoque teológico en diálogo con otras disciplinas” (ibid.). Es decir, había un interés teórico por dilucidar las causas teológicas, psicológicas, estructurales, etc., que llevaban a una cultura eclesial que podía derivar más fácilmente en el abuso (y en silenciarlo o no atajarlo), pero también —y sobre todo— había un deseo de que los resultados científicos iluminaran la realidad y pudieran extraerse de ellos propuestas prácticas esperanzadoras. En este sentido, se compartieron también experiencias que ya se están implementando y están teniendo un impacto social positivo.
En línea con lo que acabo de comentar, el congreso se organizó en torno a tres bloques temáticos:
- Abusos y poder: perspectiva teológica
- Relaciones eclesiales y dimensión estructural del abuso
- Propuestas para un futuro esperanzador
Hubo varias conferencias seguidas de un diálogo prolongado con los asistentes, abordadas desde distintas perspectivas científicas; dos mesas redondas en las que tres personas expertas en el tema establecieron un diálogo con la moderadora de la mesa, entre sí y con el público; un momento de diálogo con personas interesadas en la misma área del saber (a lo que se denominó “itinerarios”: teológico-espiritual; jurídico-canónico; ética organizacional y psicología-sociología) y numerosas comunicaciones presentadas por algunos de los asistentes.
Mi compañero Roberto Pérez Conejero (Centro San Camilo) y yo preparamos dos comunicaciones (sobre la humildad como antídoto ante el mal uso del poder y sobre la expiación) en las que establecimos un diálogo entre la teología y la psicología. Hubo varios ecos positivos hacia el hecho de que hubiéramos preparado la comunicación de manera interdisciplinar, una práctica que, aunque todos vemos deseable, todavía sigue costando trabajo realizar, puesto que muchas veces exponemos los puntos de vista de las diversas ciencias, pero falta trabajar en el diálogo profundo entre ellas.
Que la Iglesia tiene un reto hoy con la cuestión de los abusos y que tiene que trabajar en una cultura de la prevención y del cuidado, además de sanar, reparar y hacer camino con las víctimas y los victimarios, es una realidad. Iniciativas como este Congreso ayudan a hacerse cargo del tema desde la seriedad, la responsabilidad y el deseo de cambio y conversión, todo ello partiendo de un acercamiento sistemático a la realidad como el que nos proporcionan las ciencias, y en diálogo. A pesar de lo dolorosa que es la realidad de los abusos, las iniciativas que propician el cambio aportan esperanza. Como se mencionó en el Congreso, citando al profeta Isaías: “mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Is 43,18).
*Foto: Prensa Jesuitas