La gran historia de la vida (2º parte)

(Por Ignacio Núñez de Castro) Del 22 al 24 de marzo del año 2019 tuvo lugar en Ávila el IX Curso de la Cátedra Josefa Segovia bajo el tema “Nueva Cosmología: conciencia de los sagrado en cada realidad del Universo”. Publicado en el libro: Nueva Cosmología: Conciencia de lo sagrado en cada realidad del Universo. Mª del Carmen Azaústre Serrano (Coord.), CITeS, Universidad de la Mística, Ávila, 2020, pp. 41-82. Dentro de este curso, el sábado 23 de marzo quien esto escribe pronunció esta conferencia (“Origen, Vigor y Meta de los sonoros ríos de la Vida. Hacia una visión de la creación”) de la que se ofrece una reelaboración para FronterasCTR. La filosofía del proceso introduce el proceso frente al ser como referencia ontológica, lo dinámico frente a lo estático. Así pues, se puede definir  el proceso como el resultado de un conjunto secuencialmente estructurado de sucesivos estadios o fases en el que no existe solución de continuidad. Presentamos la segunda parte de la adaptación de esta conferencia.

 

Comenzamos con un resumen del artículo anterior. Del 22 al 24 de marzo de 2019 tuvo lugar elIX Curso de la Cátedra Josefa Segovia bajo el tema “Nueva Cosmología: conciencia de los sagrado en cada realidad del Universo”. Publicado en el libro: Nueva Cosmología: Conciencia de lo sagrado en cada realidad del Universo. Mª del Carmen Azaústre Serrano (Coord.),CITeS, Universidad de la Mística, Ávila, 2020, pp. 41-82. Dentro de este curso, el sábado 23 de marzo quien esto escribe pronunció esta conferencia (“Origen, Vigor y Meta de los sonoros ríos de la Vida. Hacia una visión de la creación”) de la que se ofrece una reelaboración para FronterasCTR, el blog de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión. Dada su extensión y densidad se ha dividido en dos partes.

A lo largo de las páginas de la primera parte hemos presentado una perspectiva interdisciplinar sobre el origen de la vida y sobre la expansión, desarrollo y evolución de la vida en el planeta Tierra. No se trata solo de una cuestión de los científicos. Si nuestra mente es abierta detectamos enseguida las evidentes implicaciones filosóficas que pueden llevar a trascender nuestros pensamientos y encontrarnos con experiencias interiores numinosas. Es lo que tratamos en la segunda parte de este artículo. El epígrafe   III.- La meta de los sonoros ríos de la vida   nos llevará a descubrir nuevos horizontes. Recurrimos al comienzo para referirnos a la historia de la vida a la imagen evocadora del río, cuya esencia es el fluir. ¿Hacia dónde fluye la corriente de la vida desde que apareció, tal como la conocemos, hace unos 3.500 millones de años sobre el planeta Tierra? De estas cuestiones trata la tercera parte de este ensayo.

 

La meta de los sonoros ríos de la vida 

Al comienzo de este artículo utilizamos una metáfora: para referirnos a la historia de la vida recurrimos a la imagen evocadora del río, cuya esencia es el fluir. ¿Hacia dónde fluye la corriente de la vida desde que apareció, tal como la conocemos, hace unos 3.500 millones de años, sobre el planeta Tierra?

La pregunta se hace concreta en la cuestión del sentido de la vida y del ser humano en el marco de esta Gran Historia Universal del cosmos, es decir, del sentido de la evolución, supuesto que el vivir es duración, es evolucionar. La cuestión del sentido desde el conocer humano supone la estructuración racional de una acción, de un acontecimiento o del término de una acción, como relación de medio a un fin determinado; el sentido de alguna manera supone la adecuación del medio al fin.

La ciencia clásica y la direccionalidad del espacio y el tiempo

La racionalidad puramente mecanicista de la Ciencia clásica no reconoció la direccionalidad del espacio (absoluto e isótropo), ni tampoco la del tiempo, ya que para los pensadores clásicos el tiempo es reversible; el tiempo en la Física clásica, no es la duración (que se desvela en la conciencia humana), sino una variable más de las ecuaciones matemáticas que describen el comportamiento de la realidad. Sin embargo, tanto para la Cosmología como para la Física actual, nuestro Universo comienza juntamente con el tiempo, el tiempo es direccional y si afirmamos la direccionalidad en el tiempo, debemos de afirmar que tiene una historia. Toda historia, si verdaderamente es historia, consta de dos momentos esenciales: protología y escatología, que traducidos a nuestro lenguaje ordinario significan preguntarnos  «¿de dónde venimos?» y  «¿hacia dónde vamos, hacia dónde se encamina la historia?», y preguntarnos, igualmente, si en este devenir hay una meta, una finalidad.

Ls realidad como proceso

Si consideramos a la realidad como un proceso, cualquier momento del proceso está condicionado por todo el antes y preñado de todo el después. Esta racionalidad sistémica supone un enfoque holístico de todas las realidades: cualquier elemento, estructural o funcional, de un sistema no puede entenderse sino en relación con otros elementes estructurales o funcionales del mismo. Igualmente, todo sistema está en continua relación con otros sistemas, organizándose jerárquicamente estos diferentes sistemas entre sí [Núñez de Castro, Ignacio “¿Puede darse algún sentido en las Ciencias biológicas?”, El sentido del hombre en el Universo. Asociación Interdisciplinar José de Acosta, XXV, A. BlanchEditor, Universidad Pontificia Comilllas, Madrid (1999), pp. 37-44]

En este orden jerárquico pueden brotar propiedades emergentes a niveles superiores de complejidad. En el mundo físico las propiedades de los hadrones no se deducen las propiedades de los quarks; las propiedades químicas de los átomos no se deducen de las propiedades de las partículas elementales;  el metabolismo celular no se deduce de las moléculas que componen las células y los comportamientos de los organismos superiores no pueden reducirse a la suma de las células. En este planteamiento sistémico nos dirá Fritjot Capra las  propiedades de las partes sólo pueden comprenderse desde la organización del conjunto[i].

La Gran Historia del cosmos

De hecho considerada la Gran Historia del cosmos hay al menos dos momentos emergentes  singulares que son: la aparición de la vida, lo que algunos han llamado el Big-Bang biológico, y la aparición de la conciencia reflexiva, la mente humana. La explicación emergentista[ii]se opone al reduccionismo fisicalista, que ha sido el paradigma imperante en la Ciencia a partir del siglo XVII. Atendemos a las palabras de Stuart Kauffman: “Así pues, la Biosfera, en su evolución permanente, está ejecutando algo literalmente incalculable, no algorítmico y fuera de nuestra capacidad de predicción. Y ello no es solo debido a la incertidumbre cuántica o al caos determinista, sino a una razón diferente e igual de –o aún más- profunda; la emergencia y la persistente creatividad de que está dotado el mundo físico” (página 12).

Las palabras del Premio Nobel Jacques Monod al final de su ensayo sobre la filosofía natural de la Biología moderna,  las que referíamos anteriormente, en las que se refiere a la soledad radical del hombre en el cosmos, donde ha surgido necesariamente por la fuerza del azar, pero sin ningún sentido, tienen la fuerza de un testamento solemne y expresan toda una corriente de pensamiento. Todos los monismos materialistas de diverso cuño llegan a la misma afirmación del sin sentido de la evolución biológica.

Darwin y el sentido de la evolución

Con anterioridad a Monod, desde Charles Darwin algunos científicos y filósofos se habían preguntado y habían reflexionado seriamente sobre el sentido de la evolución. Darwin, dado su carácter retraído y taciturno, expresamente prefirió permanecer en un silencioso y discreto agnosticismo [Núñez de Castro, Ignacio “Ateísmo o agnosticismo en Charles Darwin”, Proyección: Teología y mundo actual,  43, (1996), pp. 251-264] hasta el final de sus días; conscientemente no corrigió, en las diferentes seis ediciones que se imprimieron durante su vida, el párrafo final de su obra, en la que hay una referencia explícita al Creador (así con mayúscula), como hemos referido anteriormente.

Nos confiesa Darwin en su Autobiografía que la cuestión del sentido del Universo superaba la mente humana, “el misterio del comienzo de todas las cosas nos resulta insondable; en cuanto a mí deberé contentarme con seguir siendo un agnóstico”. [Darwin, Charles,Autobiografía, Biblioteca Darwin, Traducción de Martí Domínguez Romero,Editorial  Laetoli, Universidad Pública de Navarra,  (2009), p. 83]. Sin embargo, a su gran amigo el botánico Asa Gray le escribía: “Estoy y siempre permaneceré en una perplejidad sin esperanza”[iii]. Darwin, con la sinceridad que le caracterizaba, estuvo siempre preocupado por el sentido del Universo, para él suponía una “extrema dificultad, o más bien imposibilidad, de concebir este  Universo inmenso y maravilloso  -incluido el ser humano con su capacidad para dirigir su mirada hacia un pasado y futuro distantes- como resultado de la casualidad o la necesidad ciegas” (Autobiografía, pág.82)

 

El sentido de la temporalidad en Bergson y su impacto en Teilhard de Chardin

Más arriba referíamos que para Henri Bergson el élan vital, la vida es actividad creadora, evolución libre e imprevisible que tiende a “crecer en número y en riqueza, gracias a la multiplicación en el espacio y la complicación en el tiempo”, continuada creación de formas en la que, aquello que viene después, no es una mera recombinación de los elementos que había antes, es algo nuevo.

La misma imagen, utilizada por Bergson, de la granada que estalla en pequeños fragmentos, cada uno de los cuales es, a su vez, otra granada que explota de nuevo, produciendo fragmentos que vuelven a estallar, refuerza esta idea. Esta imagen de la granada, a la manera de una palmera de fuegos de artificio, aplicada a la totalidad de la vida nos dice cómo ésta tiende a fragmentarse en individuos y en especies, lo cual parece indicarnos, que para Bergson, todo el sentido de la vida consiste en el mismo estallar; no  aparece en la vida ningún sentido transcendente al mismo élan vital[ ver Reale, Giovanni yAntiseri, Dario, Historia del pensamiento filosófico y científico, Tomo III,Del Romanticismo hasta hoy, Editorial Herder, Barcelona (1988), pp. 632-633].

En más de una ocasión se ha estudiado el impacto de la lectura de Bergson en el pensamiento de Pierre Teilhard de Chardin. La Tesis Doctoral de la Sra. Bartélemy-Madaule nos confirma que no hay un paralelo entre el pensamiento de Henri Bergson y Teilhard de Chardin. La visión de Bergson es la de un Universo divergente,  existe un impulso vital, pero con una finalidad inmanente; sin embargo el Universo teilhardiano, como veremos después, es un cosmos convergente. Estas son las palabras de Claude Cuénot al respecto: Teilhard de Chardin “le achacará al cosmos bergsoniano que se revela como una irradiación divergente, a partir de un centro de emanación, mientras que el suyo es eminentemente convergente, de donde se deriva la repulsa de la concepción bergsoniana de un impulso vital sin finalidad”. [El subrayado es nuestro. Cuénot,Claude,Pierre Teilhard de Chardin. Las grandes etapas de su evolución, Taurus, Madrid, 1968, p. 69].

Finalismo y teleología en Teilhard de Chardin

Teilhard de Chardin es esencialmente finalista en todas las expresiones de su trabajo intelectual; para él la evolución, como única explicación última que da sentido a toda la realidad, se dirige hacia un punto final,  que es Omega, el Cristo total. Todo su pensamiento fue esquematizado  en una poli-ecuación que nos dejó en la última página de su diario con fecha 7 de Abril de 1955, en la que anotaba: lo que yo creo, síntesis:[teilhard de Chardin, Pierre, “Última página del Diario”El corazón de la materia, Sal Terrae, 2002, pp. 108-109]:  Cosmos = Cosmogénesis → Biogénesis →Noogénesis → Cristogénesis.

Para Teilhard de Chardin la preocupación principal era si en el proceso evolutivo, detrás de su aparente desorden “no se oculta algún eje principal de crecimientoy dirección, además de una polarización general hacia cada vez mayor complejidad y más consciencia” [Teilhard de Chardin, Pierre, El grupo zoológico humano, o.c., p. 47]

Es decir en el árbol de la vida –incluso estudiado antes de la aparición y en ausencia del Hombre- ¿se muestra en su destino una  verdadera guía conducente a un fin,o se divide continuamente en una ramificación de formas sin sentido? A través de la amplia obra del jesuita francés encontramos la respuesta[iv]  a esta gran pregunta en su estudio sobre la ortogénesis[v]. El término ortogénesis fue popularizado por Gustav Heinrich T. Eimer en 1888para designar la evolución que se realiza en un sentido determinado [Bergson, Henri ,Memoria y Vida. Textos escogidos por Pilles Deleuze.Alianza Editorial, Madrid (1977), p. 97].

Ortogénesis

Claude Cuénot distingue dos sentidos del término ortogénesis en la obra de Teilhard de Chardin: Primero en sentido biológico, “Serie de pequeñas mutaciones anatómicas (y psíquicas) orientadas en el mismo sentido y que van adicionándose, constituyendo así un fenómeno de crecimiento continuo en la misma dirección”. En segundo lugar, en sentido fenomenológico, “deriva fundamental, siguiendo la cual la trama del Universo se comporta ante nuestros ojos como desplazándose hacia estados corpusculares cada vez más complejos en su ordenación material y, psíquicamente, cada vez más interiorizados; deriva que se manifiesta en los seres vivos superiores por la cefalización, y en el hombre por la aparición de la reflexión” [Cuénot, Claude,Nuevo léxico de Teilhard de Chardin, Taurus, Madrid  (1968), p. 205]

Teilhard de Chardin aceptaba el término y lo usó a lo largo de sus escritos, aunque según él “la palabra es excelente y debe conservarse, sin embargo ha sido mal empleada, como las de evolución y socialismo” [Teilhard de Chardin, Pierre,Carta de 16 de Marzo de 1952, citado por Claude Cuénot, Nuevo léxico de Teilhard de Chardin, o. c., p. 206].

En el Fenómeno Humano defiende el uso del término: “sin la ortogénesis no habría más que una extensibilidad: con la ortogénesis existe de manera invencible una ascensión de la Vida” [Teilhard de Chardin, Pierre, El fenómeno humano, Taurus, Quinta edición, Madrid (1971), p. 133]. Y en el mismo contexto “mi convicción más firme por el contrario es que la palabra resulta esencial e irremplazable para marcar y afirmar la propiedad manifiesta que la Materia viviente posee”.

Esa propiedad en términos teilhardianos no es sino el crecimiento constante de centro-complejidad. A este ascenso de centro-complejidad que anatómicamente se manifiesta en la cerebralización Teilhard de Chardin le ha llamado ortogénesis de fondo[vi], que impulsa a cualquier Materia hacia lo más complicado y lo más consciente[vii].

Así pues, desde la perspectiva del ser humano podemos afirmar que este sujeto consciente, al que ha llegado mediante sus miles de tanteos la evolución biológica constituye el estado final de la misma, es lo A. George Gale [Gale, A. George “A revise design: Teleology and big question in contemporary Cosmology, Biology and Philosophy, 3  (1987), pp. 475-491] ha matizado como teleología (finalidad) epistemológica; [Núñez de Castro, Ignacio, “La teleología: polisemia de un término”, La Mediación de la Filosofía en la Construcción de la Bioética, Francesc Abely Camino Cañón(Eds.) Universidad Pontificia Comillas, Madrid (1993), pp. 27-39] desde la perspectiva humana se considera el presente como un estado final, y desde este punto de mira se puede considerar  toda la historia, la Gran Historia del cosmos, como tendiendo hacia su estado final que es el ser humano.

 

¿Un universo diseñado para la humanidad?

Una segunda cuestión, relacionada con la afirmación precedente, es si la aparición del hombre ha sido la condición determinante de que el Universo, sea tal cual es. En un trabajo anterior, nos planteábamos desde la Cátedra CTR si el Universo estaba diseñado para albergar al ser humano.

La respuesta afirmativa es la razón fundamental del Principio antrópico.  El Universo ha poseído desde el primer instante las condiciones que han permitido su evolución hacia la aparición de la vida inteligente. De un hecho real vale la inferencia a la posibilidad de la realización de tal hecho, –de facto ad posse valet illatio-, decían los clásicos; esta sería la formulación del principio antrópico débil.

El principio antrópico fuerte formulado por John D. Barrow and Frank J. Tipler nos lleva a la afirmación de que el Universo y todas sus leyes, tan finamente ajustadas, están dirigidas por un inevitable efecto de selección,  que constituye nuestra propia existencia[viii].  La argumentación de Barrow y Tipler es sumamente detallada y prolija en el estudio del delicado ajuste del valor de todas las constantes físicas y químicas, que han hecho posible la aparición de la vida en nuestro planeta y su evolución hasta nosotros.

José Ferrater Mora en la recensión de la obra de Barrow y Tipler hace la siguiente reflexión:

“Hay cuestiones que, mírese por donde se mire, no se esfumarán nunca por completo, y la que suscita el «principio antrópico» es una de ellas. Acaso sean sólo los seres titulados «inteligentes» quienes se pregunten por qué y para qué organismos dotados de la capacidad de reflexionar sobre sí mismos y sobre el mundo han aparecido. (…)  Pero es comprensible porque de todos modos, la cosa sigue siendo, si se permite un término anticientífico y (hasta antifilosófico) un misterio” [Ferrater Mora, José “El Principio antrópico”, Saber leer, nº 5, pp.1-2]

Desde la pura metodología científica no es posible la afirmación que otorgaría al ser humano un puesto privilegiado en el Universo, y tendrían razón aquellos que afirman que el hombre es una especie biológica más, no una especie única,  pero el método científico no es la única fuente de conocimiento, ni siquiera la más importante. Supuesto un Universo en el que ha aparecido la vida inteligente, es lícita la pregunta radical  por el sentido último de la vida. El análisis de los términos radical y último, supone ciertamente una valoración y aunque los juicios de valor no son propios de la Ciencia, la Biología, tomada en su totalidad, -llevada a fondo, diría Teilhard de Chardin- nos conduce al misterio.

“En el principio existía el Logos” (Jn 1, 1) [Teilhard de Chardin, Pierre,“¿La Biología, llevada a fondo puede conducirnos a emerger en lo transcendente? Ciencia y Cristo, Taurus, Madrid (1968), pp. 243-244].

 

El gran misterio de la posibilidad de comprensión de lo que es el Universo

Verdaderamente que la Gran Historia del cosmos, de la vida y del hombre llegue a ser comprensiva por nosotros es un gran misterio. Albert Einstein confesó siempre creer en un Dios que se revelaba en el orden y la armonía del Cosmos[ix]; de ahí su famosa frase: “Dios no juega a los dados”. Igualmente Paul Davies manifiesta:  «A través de mi labor científica he llegado a creer más y más fuertemente que el universo físico está ensamblado con una dosis de ingenio tan sorprendente, que no puedo aceptarlo simplemente como un hecho brutal. Ha de haber pienso un nivel más profundo de explicación. Si uno quiere llamar «Dios» a ese nivel es una cuestión de gusto y de definición» [Davies,PaulLa mente de Dios. La base científica para un mundo racional, McGraw Hill, Aravaca- Madrid (1993), p. xiv]

La evidencia de Antony Flew

En los últimos años de su vida, Antony Flew(1923-2010) a los 81 años llegó a confesar que la evidencia apoya la existencia de una inteligencia creadora, y que el azar y la necesidad o el mero materialismo no son suficientes para explicar la complejidad del mundo. Dos factores influyeron en el cambio radical de mentalidad de Antony Flew: primero la insistencia en el deísmo del propio Albert Einstein al afirmar la existencia de una Inteligencia, de unLogos, a la manera de Baruch Spinoza, detrás de la gran fuerza activadora del Universo y, en segundo lugar,  la evidencia de que la gran explosión y evolución de la vida, que llegó a hacerse transparente a sí misma en el ser humano, pueda explicarse por el sólo azar[x].

Las certezas de Thomas Nagel

Aunque en su obra no ha llegado a la afirmación deísta, como Antony Flew, la reciente aportación de Thomas Nagel, Profesor de Filosofía y Derecho en la Universidad de Nueva York, La mente y el cosmos, nos muestra su escepticismo antes las explicaciones meramente  materialistas del orden del cosmos y de la vida.

El subtítulo de su obra es sobradamente explicativo: Por qué la concepción neo-darwinista materialista de la naturaleza es, casi con certeza, falsa. De hecho, según Nagel: “la aparición del código genético, -una arbitraria trasposición de secuencias de nucleótidos  en aminoácidos, junto con los mecanismos que pueden leer el código y cumplir sus instrucciones- parece que resiste particularmente revelarse como probable  si se da solo una ley física”.Al pensar sobre estos problemas me han motivado las críticas de la imagen del mundo científico dominante”[xi].

Encontramos en toda la obra de Thomas Nagel la repetida afirmación sin ambages, de que otros principios deben haber intervenido en la gran historia de la Naturaleza. Principios que en su forma lógica deben ser teleológicos y no puramente mecanicistas; Nagel propone una vía alternativa entre el naturalismo y la creencia en la Transcendencia. Vía que sólo esboza, sin concretarla en ningún momento, más allá de enunciarla: se deben admitir  principios teleológicos, a la manera de la teleología interna aristotélica, en la explicación del origen y evolución de la vida. Thomas Nagel sostiene que, en  dicha alternativa, además de las leyes de la física y de la química, hemos de incluir una como “predisposición cósmica a la formación de la vida,  la consciencia y el valor que es inseparable de ellas”.

La reflexión de Joseph Ratzinger

Al teólogo Joseph Ratzinger le impresionó hondamente la lectura de la obra de Jacques Monod, El azar y la necesidad, y la negación por éste de toda la racionalidad, es decir, la negación del logos interno, de todo el estallido y evolución de la vida, tal como nos hemos referido anteriormente[xii].

Para Ratzinger la cuestión del sentido o sin sentido del Universo no la puede resolver la ciencia, sin embargo el significado profundo de la fe en la creación es expresar  “el convencimiento de que, como afirma la Biblia, el mundo como un todo procede del Logos-esto es del Sentido creador- y constituye la forma temporal de su autorealización”.

Afirmar el sentido del Universo es el primer acto de fe, de manera que “creer en la creación significa entender desde la fe el mundo en devenir que la ciencia nos descubre como un mundo lleno de sentido, obra de un Sentido creador”[xiii]. Según Ratzinger la frase de San Juan “En el principio existía la Palabra” (Jn 1.1) es una importante clave explicativa del Génesis. El Logos, la Palabra, es la fuerza que sustenta el sentido. El Logoses no solo idea, sino también discurso, acción, así el mundo es la “materialización de la idea y del pensamiento primigenio que Dios lleva dentro de sí y que se convierte en un espacio histórico entre Dios y su creatura”[xiv].

Siendo ya Papa, Benedicto XVI continuó con la costumbre de congregar los veranos a un grupo de sus antiguos discípulos para discutir y reflexionar un tema de actualidad. Del 1 al 3 de Septiembre de 2006 la reunión versó sobre Creación y evolución. El Papa Benedicto XVI asistió a las reuniones e intervino personalmente en los diálogos; en una de sus intervenciones nos hace caer en la cuenta de que,  verdaderamente el conocimiento de la historia evolutiva tiene una lógica impresionante, y de que ”poco a poco ha conducido a un conjunto de ideas, corrigiendo de paso los fallos internos hallados (sobre todo en Darwin)”, mostrando muy claramente que hay cuestiones abiertas, que deben enmarcarse en el campo de la filosofía y que superan el terreno de las ciencias naturales.

Esa cuestión fundamental es la de la racionalidad interna (el logos) de todo el proceso evolutivo. “Las ciencias naturales ni pueden ni tienen permiso para responder directamente, pero debemos de reconocer que se trata de una pregunta racional y osar creer en una razón creadora y confiar en ella”[xv]. Según Benedicto las ciencias nos han abierto grandes dimensiones a la razón que hasta ahora permanecían cerradas y nos han facilitado nuevos conocimientos y “es necesario tomarlas como cuestiones razonables y hallar, para ello, la manera razonable de tratarlas” (ibídem).

En su primera Encíclica (25.12.2005) el Papa Benedicto nos habló del Dios amor, poco tiempo después (septiembre de 2006) y en su discutido discurso en la Universidad de Ratisbona sobre Una nueva relación entre fe y razón para permitir el diálogo entre culturas y religiones, completó la visión de Dios, amor en la Encíclica,   con la visión de Dios Logos, como la razón universal, a imagen de la cual y  por amor fueron creadas todas las cosas.  “El Dios verdaderamente divino es ese Dios que se ha mostrado como el «logos» y como «logos» ha actuado y actúa lleno de amor por nosotros. Ciertamente el amor  «sobre pasa» el conocimiento y es por esto capaz de percibir más que el simple pensamiento ( Ef 3,19)”. Para Ratzinger todo el Génesis se concentra en una única frase: “En el principio existía el Logos” (Jn 1.1)

 

Conclusión: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a  la mar”

La imagen evocadora del río, que hemos usado desde el principio en esta reflexión sobre la Gran Historia de la vida, ya estaba en el imaginario de Jorge Manrique, cuando la utilizó en un sentido transcendente; la esencia del  río no es el mero fluir, sin llegar a ningún sitio. La esencia del río es llegar a hasta un fin, llegar a la mar: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”.

Nuestras vidas individuales están inmersas en la inmensa corriente de los sonoros ríos de la Vida (con mayúscula solía Pierre Teilhard de Chardin escribir siempre la palabra Vida). Para Teilhard la Vida constituía un continuo desde la aparición de la primera célula hasta el hombre, “dibuja, desde los primeros estadios de la evolución, las alineaciones de un único y gigantesco organismo”.

La vida, tal como la conocemos sobre el planeta Tierra, muestra  una unidad de origen, unidad de crecimiento y unidad de destino, envolviendo la pluralidad  de todas las especies, de todas las existencias individuales y de las existencias personales de los seres humanos.  Germinada hace 3.500 millones de años, ha ido difundiéndose en una variedad asombrosa, impulsada por el vigor de la acción del Deus absconditus(Is 45, 15), quien vaciándose de sí mismo, dio el ser a todo viviente, hasta llegar a los seres humano con quienes quiso establecer un diálogo, ya que el mismo Logos, Origen, Vigor y Meta de los sonoros ríos de la Viada, se hizo hombre:“Et Verbum caro factum est”(Jn 1, 14).

[El autor agradece Profundamente al Profesor Leandro Sequeiros S.J. su excelente labor de edición y conformación del presente trabajo para poder ser publicado en La Cátedra CTR].

 

Notas

[i]Capra, Fritjot, La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Ediciones Anagrama, Barcelona  (1998), p. 56: “Los sistemas vivos son totalidades integradas cuyas propiedades no pueden reducirse a las de sus partes más pequeñas. Sus propiedades esenciales o «sistémicas» son propiedades del conjunto, que ninguna de las partes tiene por sí solas”.

[ii]Para profundizar en el concepto de emergencia fuerte y su explicación en el estudio de los seres vivos puede consultarse Ignacio Núñez de Castro, “Emergencia, vida y autotranscendencia activa: reflexionando sobre la realidad evolutiva” en  Pensar después de Darwin: Ciencia, filosofía y teología en diálogo, Diego bermejo (ed.), Sal Terrae Santander (2014), pp. 169-212.  

[iii]“I am, and shall ever remain, in a hopeless muddle” (Carta de C. Darwin al Doctor Asa Gray, del 26 de Noviembre de 1860), Life and Letters of Charles Darwin, Vol. II, Free books in the public domain from the Classic Literature Library, p. 68.

[iv]“A partir de la Vida, por el contrario, (y justamente acaso, en razón de la asombrosa complejidad ascendente de los edificios a ensamblar), el esfuerzo de construcción se divide y se extiende, a la vez, en el espacio y en el tiempo. Por una parte, gracias al ‘truco’ sorprendente de la reproducción,el corpúsculo se transforma enpopulación, con multiplicación de los efectos de tanteos y de oportunidades. Y, por otra parte, simultáneamente, se estira en cadenas, con arreglo a las cuales pueden ensayarse los acrecentamientos eventuales de complejidad, traídos y asimilados, uno a uno, en una flexibilidad continuamente renovada. La complejificación, que era individual en la pre-Vida se ha hecho lineal; este simple cambio desencadenó todas las complicaciones ramificantes  de la génesis de las especies”. Pierre Teilhard de Chardin,, La aparición del Hombre,Taurus, Madrid (1958), p. 301.

[v]Ortogénesis, también llamada evolución definida en línea recta, es una teoría que afirma que los sucesivos miembros de una serie evolutiva han sido modificados en una determinada dirección. Que la evolución  procede frecuentemente de manera ortogenética es innegable, aunque muchos extraños  perfiles desarrollados en un grupo ortogenético aparezcan que tienen poco o algún sentidos adaptativo e incluso algunos son ciertamente desventajosos, MLA sty ,Orthogenesis,  Encyclopædia Britannica(2007) Deluxe Edition. Chicago.

[vi]Claude Cuénot  define la ortogénesis de fondo como la: “deriva de complejidad-consciencia que se manifiesta a nivel de la vida, por sistemas cada vez más complejos, en dirección de una cerebración máxima” en  Nuevo léxico de Teilhard de Chardin, o. c., p. 207.

[vii]“Antes insistíamos sobre la ortogénesisgeneral de corpusculización, sobre la ‘ortogénesis de fondo’ que, decíamos, lleva a toda la Materia hacia lo más complicado y lo más consciente.  Teilhard de Chardin,Pierre,La aparición del hombre, Taurus, Madrid (1958), p. 304.

[viii]Barrow , John D.  and Tipler, Frank J., The anthropic cosmological principle, Oxford University Press (1986), pp. 15-26. “The Universe must have those properties, which allow life to develop within it at some stage in its history”, p. 21.

[ix]“Es cierto que justamente aquellos hombres,  a quienes la ciencia debe sus logros más significativamente creativos, fueron individuos impregnados de la convicción auténticamente religiosa de que este Universo es algo perfecto y susceptible de ser conocido por medio del esfuerzo humano de la comprensión racional”, Einstein, Albert, “El sentimiento cósmico religioso”, Cuestiones cuánticas. Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Editado por Ken Wilber, Kairós, Barcelona (1987), p. 170.

[x]Flew,Anthony, andVaghese, Roy Abraham,There is a God. How the world’s most notorious theist changed his mind, Harper Collins e-books. Edición española, Dios existe, Cómo cambió de opinión el ateo más famoso del mundo. Editorial Trotta, Madrid (2012), Prólogo de Francisco José Soler Gil.

[xi]Nagel, Thomas,La mente y el Cosmos, Por qué la concepción neo-darwinista materialista de la naturaleza es casi con certeza falsa.Biblioteca Nueva, Madrid(2014), p.36.

[xii]“Y tal visión de la naturaleza se fue a pique con la victoria de la teoría de la evolución. La naturaleza como tal no sería racional, aun cuando haya comportamiento racional. Éste es el diagnóstico que desde la teoría científica se nos hace, y que hoy se nos antoja casi incontrovertible”. Joseph Ratzinger, “Las bases morales prepolíticas del Estado liberal”,  Ponencia en un diálogo con Jürgen Habermas, 19 de enero de 2004, ZENIT.org  (30 de Kulio 2005).

[xiii]Ratzinger, Joseph”Schöfung – Gnade – Welt. Schöfungsglaube und Evolutionstheorie”,  Traducido por José Manuel Lozano Gotor,   como “Creación-Gracia-Mundo. La fe en la Creación y la teoría de la evolución”,  Fe y Ciencia. Un diálogo necesario, Sal Terrae, Santander (2011), pp. 127-128.

[xiv]Ratzinger, Joseph Dios y el mundo. Una conversación con Peter Seewald, DeBolsillo, Barcelona, (2005), p. 107.

[xv]Benedicto XVI, A propósito de la Ponencia del Cardenal Christoph Schönbron, Fides, Ratio, Scientia, en Creación y evolución. Un encuentro con el Papa Benedicto XVI en Castel Gandolfo, Horn, Stephan Otto SDSSiegfried, Wiedenhofer(Eds..). Claret Editorial, Barcelona (2008), pp. 152-156.

 

Ignacio Núñez de Castro. Catedrático de Bioquímica y Biología molecular. Colaborador de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

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