¿Volverá el creacionismo?

(Por Leandro Sequeiros) Los medios de comunicación y las redes sociales hacen llegar a la sociedad española el debate sobre el llamado pin parental. Para algunos, podría ser el inicio de una campaña más extensa que podría llevar a la defensa pública de que la Tierra es plana y que tiene 6.000 años. Y en una etapa posterior, se podría pedir a las consejerías de Educación que no se enseñase la Evolución en las escuelas. La historia reciente de las ciencias nos muestra que esas marejadas conservadoras siempre han existido y pueden volver. 

A veces olvidamos demasiado deprisa. En Enero de 2008 saltó a los medios de comunicación la noticia de que una entidad que se definía como religiosa, en colaboración con una entidad científica (la denominada Médicos y Cirujanos por la Integridad Científica [PSSI en sus siglas en inglés])  había organizado en centros universitarios y centros culturales de diversos puntos de España una serie de conferencias con pretensión científica sobre el tema “Lo que Darwin no sabía”. Se convocaron estos actos entre el 15 y el 28 de enero en Madrid, Barcelona, Málaga, Vigo, León y otras ciudades. En algunos casos, estas conferencias tendrían lugar en centros universitarios. 

Algunas entidades científicas, como la Sociedad Española de Biología Evolutiva (SESBE)se pusieron enseguida en guardia desenmascarando a través de los medios de comunicación que se trataba de unos actos de contenido pseudocientífico que pretendían introducir en España la concepción creacionista vigente entre numerosos grupos de tendencia muy conservadora y en ocasiones sectaria ideológica y religiosamente. De alguna manera, forman parte de lo que hemos llamado la “marejada creacionista” que, de muy diversas formas, aparece periódicamente en el panorama de las relaciones entre ciencias y religión.

Como veremos más adelante, son muchos los grupos creacionistas y antievolucionistas hoy en nuestro mundo. La mayoría de ellos pretenden la defensa a ultranza de una ciencia de la creación basada en la interpretación literal de la Biblia, recuperando la vieja frase “Y la Biblia tenía razón”. Y parece que el tema de la Evolución podría entrar en el debate político..

Algunos pueden creer que esta problemática está ya desfasada y que no vale la pena, en pleno siglo XXI, defender las ideas básicas del evolucionismo cosmológico y biológico.Sin embargo, los embates conservadores en el mundo son muy fuertes y el debate contra las ideas darwinistas sigue vivo en el mundo, sobre todo en los países anglosajones. Pero con el tiempo se irá extendiendo a Europa. Prueba de ello es el éxito de muchas películas pseudocientíficas sobre la historia de la Tierra, muchas de ellas dirigidas a los niños (como las de los dinosaurios conviviendo con humanos).

Charles Darwin y la peligrosa palabra “evolución”

La palabra “evolución” se suele identificar con frecuencia con Charles Robert Darwin (1809-1882) y sus seguidores, los darwinistas. Para éstos, el proceso de cambio orgánico irreversible, lento, gradual y continuo en todas las especies biológicas, desde hace millones de años, se debe a los procesos de selección natural y supervivencia de los más aptos.La publicación el 24 de noviembre de 1859 de El Origen de las Especies por la Selección Natural y la supervivencia de los más aptosde Charles Darwinsignificó el inicio de una revolución científica, filosófica, política, ideológica y religiosa en toda Europa. El Origen de las Especies por la Selección Naturalfue recibido entre agrias polémicas y críticas apasionadas por parte de los sectores más conservadores de la ciencia y de la iglesia de Inglaterra. La aparición de El Origen de las Especiesvenía precedida por la publicación un año antes, por Darwin y Alfred R. Wallace, del artículo Extracto de una obra inédita sobre el concepto de especie, que resultó escandaloso y tildado de materialista para muchos. 

Darwin tuvo la capacidad de sintetizar un gran número de datos ya publicados observándolos con ojos nuevos y acuñando un nuevo paradigma científico: el del mundo inacabado que se va construyendo de forma natural de acuerdo con las leyes de la selección. Nuestro mundo sería muy distinto si no hubiera existido Darwin. En el cambio de «imagen» del mundo natural, en el cambio de paradigma, intervienen las experiencias asimiladas por Darwin en su viaje alrededor del mundo.En la elaboración de sus ideas intervienen, sobre todo, los métodos y las teorías de la moderna geología. Darwin los adapta magistralmente a la diversificación y evolución de la vida sobre la Tierra.

Sin embargo, la palabra evolución tiene un significado mucho más amplio que el darwinismo, como hemos mostrado en otro lugar. Al usar la palabra «evolución»,los biólogos y los paleontólogos hoy quieren decir que, con el paso de largos períodos de tiempo, el cambio irreversible y aleatorio de las frecuencias génicas de las poblaciones produce variabilidad; y ésta queda seleccionada de forma natural por la supervivencia de los más aptos y en algunos casos, si hay aislamiento suficiente, aparecen nuevas especies biológicas. Charles Darwin no disponía de conocimientos de genética. Por eso, denominó como «descendencia con modificación»a un proceso lento, gradual y continuo de selección natural de los caracteres morfológicos que suele actuar a lo largo de millones de años dando lugar a nuevos linajes.

La expansión y evolución de las ideas darwinistas

A partir de Darwin se inicia la nueva Biología. Fueron Thomas H. Huxley (1825-1895) (en Inglaterra), Ernst Haëckel (1834-1919)y Fritz Müller (1821-1897) (en Alemania) más darwinistas que el mismo Darwin. En este sentido, se puede decir que Darwin no era darwinista. El naturalista y filósofo de la evolución más destacado de entre ellos fue Ernst Haëckel, al que se debe la teoría de gastrea (todos los metazoos descienden de un antecesor hipotético semejante al estado de gástrula del embrión). Junto con Fritz Muller, Haëckel propuso la ley biogenética fundamental (la ontogenia es una recapitulación de la filogenia). Entre otros términos acuñó los de filogenia (en 1866) y el de ecología(aunque en un sentido diferente al moderno). Desde Haeckel, la sistemática animal y vegetal ya no es pura taxonomía (descripción de formas estáticas) sino filogenético (descripción dinámica de los linajes evolutivos).      Las ideas de Darwin fueron bien acogidas entre algunos sectores anglosajones, como Thomas Henry Huxley, el “bull dogde Darwin”, desde 1860. Es el primero que se atreve a hablar de la descendencia del chimpancé en 1863 en Man place in Nature.

El llamado “darwinismo social”, extrapola los fenómenos biológicos a los de la sociedad. Para éste, las leyes naturales deben ser leyes sociales. Entre ellos, Herbert Spencer (1820-1903) es el que impone la palabra “evolución” en el sentido en que la empleamos hoy y se convirtió en símbolo del matrimonio entre biología y sociología. Hoy, algunas de estas ideas han reaparecido en las obras de los sociobiólogos, como Edward O. Wilson y Richard Dawkins, entre otros. 

El eclipse del darwinismo y los intentos de reinstauración de otras teorías transformistas

Muchos creen que la entrada de las ideas de Darwin en el mundo de la ciencia y de la sociología fue sencilla. Todo lo contrario. Entre 1860 y 1900 tienen lugar los primeros debates sobre el evolucionismo darwinista. Hay debates filosóficos, teológicos y científicos. El llamado “eclipse del darwinismo” se inicia cuando hacia el año 1900, y por tres caminos diferentes, DeVries (holandés), Correns (alemán) y Tschermak (austriaco) «redescubren» las leyes de Mendel sobre la herencia de los caracteres adquiridos. Los experimentos del genial agustino con los guisantes mostraban que la herencia de los caracteres se hacía «sin mezcla» y de forma discontinua. ¿Cómo armonizar el evolucionismo gradualista de Darwin, según el cual la herencia y cambio orgánico tenía un carácter gradual con las experiencias de Mendel?  DeVries era tajante: “la Selección Natural es incapaz de crear nada, sino que solo criba lo creado». 

Durante el siglo XX hubo intentos de reinstaurar muchas de las viejas tradiciones transformistas. Así, aparecen las teorías Lamarckistas y Neolamarckistas, que defienden la heredabilidad de los caracteres adquiridos por uso y desuso de los órganos. Dos afamados científicos recogieron el estandarte de Lamarck: el experimentalista austríaco Paul Kammerer (1880-1926) y el ideólogo soviético Trofim Lysenko, en los años treinta del siglo XX, que hizo retroceder casi medio siglo la genética rusa. Todos ellos creían que la herencia lamarckiana de los caracteres adquiridos por uso y desuso en interacción con el medio era la verdadera base de la evolución y se mantuvieron firmes frente a la nueva genética mendeliana. 

Por otra parte, aparece el Ultradarwinismoquees la postura que mantiene de forma intransigente que sólo la selección natural darwinista explica el cambio orgánico en el tiempo y niegan que el ambiente tenga ninguna intervención en el proceso. Esta teoría está unida al nombre de August Weissmann (1834-1914). 

La construcción moderna del paradigma evolucionista: ¿está Darwin superado?

Tras la muerte de Darwin en 1882, son tantas las interpretaciones de su doctrina que se difuminan muchos de los rasgos clásicos. Así, a finales de siglo XIX había aparecido el movimiento eugenésico que pretendía la mejora de la raza humana. Sus primeros éxitos se deben a Francis Galton (1822-1911), rico y aficionado a las matemáticas, primo de Darwin, y a Karl Pearson, filósofo positivista y matemático. Ambos aplicaron las técnicas estadísticas a la biología y abrirán una puerta al nacimiento del Neodarwinismoen los años 30. En 1905, George Romanes (1848-1894), seguidor de las ideas de Darwin en el campo de la psicología animal, acuñó el término Neodarwinismo, para describir la teoría de la selección natural despojada de la creencia en la transmisión de los caracteres adquiridos (el neolamarckismo débil). Creía que Weissmann y Mendel tenían razón en sus ideas de la discontinuidad del “plasma germinal” y que había que buscar un entendimiento, una armonía entre estas ideas y las de Darwin.

La Teoría sintética de la Evolución o Nueva Síntesis

Por los años 1930 se introduce la genética de poblaciones en el pensamiento científico y aparece la llamada Nueva SíntesisTeoría Sintética de la Evolución. Se suele considerar a Theodosius Dobzhanski  (1900‑ 1975) como el «padre» de la nueva síntesis, al publicar en 1937 Genetic and the Origin of the Species. A estas ideas se unen el zoólogo Julian Huxley, el ornitólogo Erns Mayr, los botánicos StebbinsyGrant, el geneticista Ford y el paleontólogo Georges Gaylord Simpson (1902‑1985), entre otros. La expresión «Síntesis moderna» la acuñó en 1942 Julien Huxley, nieto del biólogo Thomas H. Huxley, principal seguidor de Darwin. La Síntesis Moderna es el resultado de la convergencia de tres disciplinas: la genética, la paleontología y zoología. 

Los esfuerzos individuales de cada uno de estos, confluyó en el famoso Congreso de Princeton (celebrado en esta Universidad en enero de 1947). Este Congreso culminó con un acuerdo general entre las diferentes disciplinas biológicas y paleontológicas convertidas al «pensamiento poblacional»: la genética de poblaciones 

La Teoría Sintética de la Evolución intenta armonizar tres factores que hasta entonces se consideraban irreductibles con las ideas de Darwin: Las mutaciones (o cambios de diversa índole en los cromosomas, o más concretamente los cambios de composición y de ordenación de los genes); la Selección Natural, entendida como que el éxito diferencial de los nuevos caracteres depende de la presión selectiva del medio sobre el desarrollo y funcionamiento de los organismos. Y por último, los mecanismos de aislamiento (tanto geográfico, como etológico, como de otro tipo). 

El Neutralismo de Kimura

La teoría de la Selección Natural de Darwin y la de la Teoría Sintética supone que las variaciones “útiles” para la supervivencia (desarrollo, supervivencia, reproducción) se imponen en una población. En la década de los sesenta del siglo XX, con los nuevos hallazgos relativos a la enorme variabilidad genética en las poblaciones naturales, surge una “escuela neutralista”. Los investigadores J. L. King y, sobre todo, Motoo Kimura (1924-1994) mantuvieron que, si la evolución no se asemejaba a un viaje planeado de antemano, con un destino previsto, sí podría parecerse a un “paseo al azar” –una vuelta dada en una u otra dirección, sin otro motivo concreto que las contingencias de su historia. 

La resistencia al evolucionismo: las marejadas creacionistas

Desde los mismos tiempos de Darwin, las fuerzas más resistentes al cambio de mentalidad de opusieron decididamente al evolucionismo tachándolo de ateo, materialista y corruptor de las costumbres. Pero desde mediados del siglo XX hasta ahora parece haber renacido no solo en Estados Unidos sino también en el resto del mundo, el denominado movimiento del “creacionismo científico”.De un modo general, podemos entender como “creacionismo científico” el conjunto de propuestas –defendidas con pretensión de ser consideradas como científicas- de que la formulación literal de la narración bíblica sobre el origen del mundo, de la vida y de la humanidad es una verdad científica que debe primar siempre por encima de las afirmaciones de las ciencias. 

Las razones de un nuevo despertar del creacionismo científico

Tras una etapa de gran beligerancia creacionista, sobre todo en los Estados Unidos por los años 1980, parece que la marea había retrocedido en la década de los 90. Sin embargo, tres factores parecen haber favorecido que a finales del siglo XX y en los primeros años del siglo XXI, el creacionismo científico (metamorfoseado bajo otros disfraces más contemporizadores) parece renacer e incluso salpicar a algunos miembros ilustres de la Iglesia católica.

Se puede decir que hay tres grandes razones que podrían explicar el avance de las ideas creacionistas, tanto en la opinión pública como en algunos estamentos religiosos. La primera razón puede ser el desarrollo y expansión mundial de la red de redes, Internet, que ha sido aprovechada inteligentemente por los medios más conservadores para crear miles de portales y páginas webque sustituyen al tradicional “puerta a puerta” de los Testigos de Jehová. Una segunda razón que explica el renacer del nuevo creacionismo estriba en que no se muestra como un enemigo de la ciencia, sino que pretende ir más allá de las ciencias, alcanzar con su visión a donde los científicos miopes no ven. La tercera razón está muy relacionada con la anterior. Políticamente interesa fomentar una cultura religiosa que deja en manos de Dios el destino del universo.

Antievolucionismo norteamericano

El antievolucionismo, y sobre todo en EEUU, viene de lejos. En el siglo XIX, por ejemplo, el gran geólogo Louis Agassiz fue un militante exaltado contra las ideas de Darwin. En este siglo transcurrido, las estrategias de los antievolucionistas han seguido tres estrategias que permiten diferenciar tres períodos: durante el primero (1910-1940), los antievolucionistas intentaron y lograron en algunos casos que se aprobara una legislación que eliminase la evolución en las escuelas y en los libros de texto. Pero cuando las leyes restrictivas a la enseñanza de la evolución fueron derogadas, se desarrolló la estrategia de potenciar la Ciencia de la Creación o del Creacionismo Científico (desde 1960 hasta hoy). En estas últimas décadas (1980-2007) parece emerger una nueva variante del creacionismo científico que no niega la evolución, pero que ve en ella el plan de un Ser poderoso: es la corriente del Diseño Inteligente(ID) que, como veremos, ha hecho correr ríos de tinta. Hoy son muy numerosas las asociaciones creacionistas en el mundo y sobre todo en los EEUU (existe un catálogo de varios cientos que tienen página web)

Los primeros años del creacionismo: la estrategia jurídica

En una primera etapa, los resistentes a aceptar las nuevas ideas de la evolución biológica acudieron a los tribunales. Los protestantes fundamentalistas estaban convencidos de la verdad histórica de los contenidos de la Biblia. Ésta siempre tenía razón frente a la ciencia y temían que la enseñanza de la evolución conduciría al ateísmo y al materialismo a las jóvenes generaciones. Es más: la enseñanza de las ideas evolucionistas atentaban contra la libertad religiosa, y por ello debería ser prohibida.

Tres factores cooperan a hacer crecer el movimiento antievolucionista en el primer tercio del siglo XX: el crecimiento, extensión y obligatoriedad de la educación secundaria; la aparición de los protestantismos fundamentalistas; y la asociación de las ideas evolutivas con las ideas políticas del darwinismo social que se hicieron impopulares después de la I Guerra Mundial. Todos estos factores propiciaron que los fundamentalistas aprobasen leyes en los Estados para proteger a los jóvenes de las supuestamente peligrosas ideas evolucionistas.        

Intentaban defender que “la Biblia tenía razón”, aunque en algunos casos admitían una interpretación más benigna. Así, en 1909, Cyrus I. Scofield (1843-1921) publicó una versión de la Biblia en la que recogía la vieja idea de Thomas Chalmers (1780-1847) de que había un gran intervalo de tiempo entre los acontecimientos narrados en el versículo primero del capítulo primero Génesis y los narrados en el versículo segundo. 

En 1923, un texto de geología cuyo autor era George McCready Price (1870-1963) daba un gran crédito al Diluvio Universal al que consideraba la causa de la producción de las rocas y de los fósiles al mismo tiempo y debido a una gran catástrofe. Price, que era Adventista del Séptimo Día, escribió también otros libros en los que rechazaba la teoría de la evolución al mismo tiempo que afirmaba el carácter científico de la narración bíblica. Todavía hoy se considera a Price un pionero que inspiró el creacionismo de los años 1960, especialmente el de Henry M. Morris (1918-2006).

Antes de 1925, en 37 Estados se habían aprobado leyes en las que se prohibía la enseñanza de la evolución en las escuelas públicas y que provocaron detenciones y represión contra profesores. Tal vez la historia más conocida es la que tuvo lugar en el estado de Tennessee en 1925 y que se conoció como el “Juicio del Mono”.En 1925, un profesor de ciencias de secundaria, John Thomas Scopes (1900-1970) fue condenado por enseñar en el aula las teorías evolutivas. 

Hacia los años 30, las fuerzas antievolucionitas en EEUU se coordinaron para hacer más efectiva su oposición. En 1935, fue fundada la Religion and Science Association siendo nombrado presidente un doctor en Química orgánica de la Universidad de Chicago, L. Allen Highley. Por otra parte, un grupo de Evangélicos fundó en 1941 The American Scientific Affiliation, constituida por científicos cristianos y destinada a difundir ideas concordistas entre la ciencia y la Biblia. Para ellos, la ciencia debía someterse a los dictados de la lectura literal de la Biblia (que no puede equivocarse). Su interés se centra en mostrar que “la Biblia tenía razón”. En esta asociación tuvo un papel destacado un doctor en geoquímica,  J. L. Kulp, para quien el error fundamental era mezclar la Geología y la evolución.

El creacionismo intenta buscar sus bases científicas (desde 1960 hasta hoy)

En 1957 la URSS se adelanta a los americanos y lanza el satélite Sputnikal espacio. Los americanos se dan cuenta de que hay que impulsar la ciencia. Así se aprueba el BSCN (el Currículo para el Estudio de las Ciencias de la Naturaleza) que tiene un tímido acercamiento a la evolución. En 1963 se aprueba otro BSCN en el que se incluye la evolución como un tema relevante. Esto crea malestar en algunas familias que piensan que si sus hijos estudian la evolución en la escuela, esta idea chocará con sus convicciones religiosas. La estrategia será ahora demostrar que tan científica es la evolución como la creación. Y que el estudio de la evolución va contra la libertad religiosa. 

Aquí tendrá un papel muy importante la figura de Henry M. Morris. Éste es conocido como el padre del Creacionismo Científico o Ciencias de la Creación. En 1946 publica su primer libro: That you Might Believe, cuando todavía era un estudiante. Este libro y su sucesor, The Bible and Modern Science, publicado en 1951, defendía la creación en seis días de 24 horas y la existencia histórica del Diluvio Universal. Estas afirmaciones no solo se basaban en una lectura literal de la Biblia sino que se aportaban pruebas científicas. Aunque estos dos libros se siguen reimprimiendo, el moderno movimiento del Creacionismo Científico cristalizó en 1960, cuando John C Whitcomb, un profesor de Antiguo Testamento, publicó junto a Morris, un trabajo muy bien recibido en los ambientes creacionistas: The Genesis Flood (“El Diluvio del Génesis”). 

Morris se hizo entonces el abanderado del Creacionismo Científico. En 1963 creó en Michigan  The Creation Research Society (CRS),que asienta la doctrina del creacionismo científico más intransigente. La revista Creation Research Society Quaterly (CRSQ)comienza a publicarse en 1964. 

Al aprobarse otro BSCN en 1970, la CRS publica un texto de biología de secundaria,Biology: a Search for Order in Complexity, cuyo título ya revela un diseño divino en la naturaleza, pero no tuvo mucho éxito. En 1974, Morris publicó un libro de texto, Scientific Creationism, defendiendo la historicidad de muchas de las narraciones bíblicas como el Diluvio y la Torre de Babel. En 1972, Henry Morris y otros crean el Institute for Creation Research (ICR)como una división de investigación bíblica. En 1980, el ICR pasa a ser una institución independiente trasladándose de San Diego a Santee (California)

Morris trabajó intensamente para que se considerase de igual entidad que el evolucionismo. En los años de Ronald Reagan (1911-2004), con la ayuda de la llamada Mayoría Moral, logró aprobar leyes en muchos estados favorables a la enseñanza de la evolución y el creacionismo científico con igualdad de tratamiento. Al comienzo de los años 1980, esta legislación estaba vigente en 27 estados. Muchos científicos y educadores fueron involucrados en campañas para que se diese el mismo tratamiento a la evolución que a la creación, el deseo de Henry Morris.

Los intentos por parte de los creacionistas de imponer sus ideas llegaron hasta los tribunales. En 1968 tuvo lugar el juicio Epperson versus Arkansas, en la que la Corte Suprema invalidó una ley del Estado de Arkansas por el que se prohibía enseñar la evolución en las escuelas. La corte consideró inconstitucional esa norma sobre la base de la primera enmienda de la Constitución que prohíbe que se impongan doctrinas religiosas en la educación.

El creacionismo científico en Europa

La controversia entre evolucionismo y creacionismo ha tenido mucha menor fuerza en Europa. En Europa los creacionistas pertenecen a la secta católica CESHE (Cercle Scientifique et Historique), que fue creada para difundir la obra de su lider diluvista Fernand Crombette (1888-1970), y constituye el más fiel equivalente del creacionismo «científico» de los protestantes fundamentalistas americanos. Entre ellos destaca el «sedimentólogo» francés Guy Berthault quien para desacreditar la evolución niega el elemental principio de superposición de los estratos, habiéndose infiltrado en la geología oficial francesa. Aparte de G. Berthault, otro de sus líderes más activos es Dominique Tassot (1991) quien concluye que la prehistoria evolucionista es ilógica, irracional y un fraude permanente, y que solo la prehistoria bíblica, con la trilogía: Creación, Caída y Diluvio, es simple, completa, conforme a los hechos y racional. Ante estas afirmaciones se puede concluir que el creacionismo «científico» además de ser una pseudociencia es completamente irracional. La difusión del creacionismo «científico’ en la Unión Europea ha sido analizada en Molina. 

Respecto al desarrollo de las ideas creacionistas en España, «existen dos tipos de creacionistas radicalesque se oponen parcial o totalmente a la evolución: por una parte, los que profesan un creacionismo conciliador que pretende integrar los datos científicos con la narración bíblica […]; y por otra parte, los que creen en un creacionismo literalista, consecuencia del proselitismo de los fundamentalistas norteamericanos». Sin embargo, ninguno de los dos grupos ha logrado crear una escuela o un pensamiento coherente y propio sino que se reducen a copiar y a traducir lo escrito más allá del Atlántico.

El Diseño Inteligente (ID)

Desde los años 1940 se despliega la estrategia de los  “creacionistas científicos”. Pero ya cercanos al final de siglo XX aparece una alternativa (que se presenta como contraria al creacionismo científico pero que no es otra cosa que una versión disfrazada de creacionismo): es el Diseño Inteligente (ID, en inglés). El ID se suele considerar como una nueva forma del creacionismo. De alguna manera, su antecesor es William Paley que usó el argumento del “diseño” (estudiado por Darwin). Para Paley, la existencia de Dios puede ser probada examinando su obra creada. Usa la metáfora del reloj que necesita la aceptación de un relojero. La prueba que más aduce es la aparición del ojo, cuya complejidad le parece imposible de lograr por puro azar. Darwin alude a ella y cree poder explicarlo por selección natural. Las estructuras y los órganos están perfectamente coordinados. Todo órgano tiene su función diseñada de antemano. El libro de texto que los partidarios de ID pretenden imponer, Of Pandas and People(1993) habla del “diseño” del ADN  para producir órganos y seres vivos.El Diseño Inteligente llega a los tribunales.

En el año 2005, saltó a la prensa el del fallo del juez Jones III en Dover (Pennsylvania, USA) contra el Diseño Inteligente. La Junta escolar del Distrito de Dover quería imponer un libro creacionista en la Escuela pública. Un grupo de madres denunció a la Junta escolar. Es el famoso juicio Kitzmiller y otros contra la Junta Escolar del Distrito de Dover.

El juicio en Dover provocó que el 17 de mayo del año 2005, el astrofísico Lawrence Krauss publicara en el New York Times un artículo muy crítico y beligerante contra los movimientos creacionistas en los Estados Unidos. Y sobre todo, contra la nueva versión del llamado Diseño inteligente. Pero semanas más tarde, el 7 de julio, el cardenal de Viena, Christoph Schönberg, publicó también en el New York Times un artículo en donde ponía en duda que un católico pueda ser evolucionista. Decía que no podemos prescindir del “diseño inteligente” de la creación frente al azar de los evolucionistas. Como respuesta, el jesuita director entonces del Observatorio Vaticano, padre George Coyne, publicó en la revista The Tabletel 6 de agosto de 2005 un clarificador artículo en el que rebate los argumentos de Schönberg, en el que habla de la “creación continua” y de la “creación en la evolución”, negando que haya oposición entre la Evolución y la Creación. Los conceptos de “diseño inteligente”, “principio antrópico”, “ciencias de la creación”, “creacionismo científico” y otras han estado muy presentes en la prensa.

Conclusión: ¿Se puede ser evolucionista y cristiano?

Tal vez, las recientes marejadas ultraconservadoras que emergen en España tengan entre sus proyectos presionar para que la evolución desaparezca de las escuelas. Para mucha gente creyente en nuestro mundo, la idea cristiana de “creación” no es compatible con la idea de los científicos de la “evolución”. Para ésta, hay un conflicto sin solución posible. Y eso no solo en España hoy, sino en el resto del mundo desde hace muchos años. 

Pero ¿son realmente incompatibles la aceptación de la fe cristiana y una explicación evolucionista del mundo? ¿Le está prohibido a un cristiano aceptar la evolución biológica? En el fondo de estas preguntas lo que se esconde es una determinada manera de entender lo que es la fe cristiana en la creación y lo que es la comprensión del proceso evolutivo. En este debate actual ha tomado partido de forma indirecta la Iglesia Católica. El diario “oficioso” del Vaticano, l´Osservatore Romano se ha desmarcado de las ideas del diseño inteligente como paradigma científico.

Pero hay una lección que hemos de aprender de todo lo dicho: lo que hoy en nuestra sociedad puede parecer escandaloso podría convertirse en normal dentro de unos años. La sonrisa que nos provocan muchos de los conflictos que en el pasado se dieron entre las ciencias y la religión no debe hacernos olvidar otros conflictos entre racionalidades (científicas, filosóficas, culturales, políticas y religiosas) presentes en nuestra sociedad y que sólo una actitud de diálogo, paciencia y antidogmatismo puede superar.

Leandro Sequeiros es Doctor en Ciencias Geológicas y colaborador de la Cátedra Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión.

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