La iglesia debe entrar en el mundo moderno

(Por Javier Monserrat) La revista Questions de Vida Cristiana me pidió un artículo en que explicara mi opinión sobre la reforma de la iglesia actual[1]. Ha sido ya publicado con ocasión de un número monográfico sobre la conmemoración de Lutero. Presento aquí la versión en español de este artículo, readaptado para su publicación en FronterasCTR.

 He tenido ocasión de abordar la necesaria reforma de la iglesia en nuestro tiempo en obras anteriores que, probablemente, eran conocidas por quienes me han invitado a participar en este número de Questions de Vida Cristiana. Me refiero principalmente a Hacia el Nuevo Concilio. El paradigma de la modernidad en la Era de la Ciencia, San Pablo, Madrid 2011. También a El gran enigma. Ateos y creyentes ante la incertidumbre del más allá, San Pablo, Madrid 2015.

Antes escribí una obra literaria: Dédalo. La revolución americana del siglo XXI, Biblioteca Nueva, Madrid 2002. También: Hacia un Nuevo Mundo. Filosofía Política del protagonismo histórico emergente de la sociedad civil, Publicaciones UPComillas, Madrid 2005. Estos cuatro libros tienen una unidad y se complementan. Lo que aquí pueda decir, dado el estilo y la limitación de un artículo, es muy poco. Me refiero, pues, a estas obras para quien desee una ampliación de mis puntos de vista. Por otra parte, he expuesto ya en Fronteras CTR (antes Tendencias21) mis puntos de vista sobre la Reforma de la iglesia en diversos artículos.

El significado de la Era de la Ciencia para la metafísica

¿Qué significa la Era de la Ciencia para la metafísica, para el teísmo, el ateísmo, para las religiones y para el cristianismo? Aceptar que el universo moderno no es un universo de patencia-de-la-Verdad, sino un universo enigmático nos coloca en la incertidumbre metafísica de no saber si su fundamento último es Dios o un puro mundo sin Dios. Esta incertidumbre moderna, en que tiene lugar la nueva experiencia existencial del silencio-de-Dios es el humus natural inevitable para entender el teísmo y el ateísmo. Es el humus que debe llevarnos a entender hoy la verdadera naturaleza de la religión natural (el universal religioso) en profunda armonía con el cristianismo como religión universal (el universal cristiano).

En la modernidad crítica hemos pasado de un universo de patencia-de-la-Verdad a un universo-de-incertidumbre-metafísica. Este cambio es el hilo conductor que lleva a la alternativa hermenéutica que deberá hacer posible la entrada del cristianismo en el mundo moderno.

Kerigma: la Voz del Dios de la Revelación en Jesús

La misión de proclamar la doctrina de Jesús no se limita a enunciar sin más el contenido del kerigma. Hay algo más. La iglesia entendió que debía también explicar su significación y su sentido. Es decir, su armonía con la realidad. Debía, pues, mostrarse que el mensaje de Jesús permitía iluminar la vida, entender su congruencia o armonía con la realidad (significación) y su sentido (capacidad de orientar al hombre en su integración armónica en el universo).

En lo que estoy diciendo aparecen ya dos factores esenciales en la fe cristiana. Por una parte, el mensaje de Jesús que está dado y la iglesia custodia (la Voz del Dios de la Revelación en Jesús). Por otra parte, la experiencia que tiene el hombre de su vida en la naturaleza, es decir, la experiencia del universo, de la vida, del hombre mismo y de la historia (la Voz del Dios de la Creación).

El gran enigma

Dios es, a la vez, el autor de la Revelación y el autor de la Creación. Entre Revelación y Creación debe existir la armonía derivada de que ambas son obra de un plan unitario y armónico de Dios, orientado a la salvación del hombre. En otras palabras: Dios ha hecho el universo, la vida, el hombre y la historia, de una forma tal que Dios mismo ha explicado en la Revelación, cumplida en las palabras y en los hechos de Jesús.

Esta armonía entre Revelación y Creación, fue expresada ya desde antiguo en la teología cristiana, al decir que Dios nos habla en el Libro de la Revelación y en el Libro de la Naturaleza.

Por tanto, cuando la iglesia ha emprendido la tarea de explicar el contenido de la Revelación, ha tenido que atender a dos factores: por una parte, el kerigma proclamado por la iglesia (la Voz del Dios de la Revelación) y, por otra, la experiencia del universo, de la vida, del hombre y de la historia (la Voz del Dios de la Creación).

La Voz del Dios de la Creación y su hermenéutica

Ahora bien, la fijación del kerigma ha sido relativamente fácil puesto que está dado y se ha enunciado de acuerdo con el método básico de la teología fundamental cristiana (la Escritura y la Tradición). Pero entender en qué consiste la obra de Dios en la Creación, el Libro de la Naturaleza, no ha sido fácil, puesto que depende de la razón humana, de la ciencia y de la filosofía, así como de una cultura que está abierta y evoluciona en la historia.

Es decir, ¿cómo ha hecho Dios el universo, la vida, el hombre y la historia? ¿Cómo es el mundo que Dios ha producido en la Creación? Es claro que el hombre natural (al margen de la filosofía y de la teología) tiene una intuición directa de su vida en el universo y desde ella puede entender la armonía entre Revelación y Creación (esta intuición la tienen la totalidad de los hombres).

Sin embargo, más allá de esta intuición natural, la iglesia ha querido desde antiguo hacer teología: es decir, por la razón reflexiva, por la filosofía y por la teología, mostrar la armonía entre Revelación y Creación. Pero para hacerlo ha dependido inevitablemente de la forma en que la cultura del tiempo ha entendido el universo, la vida, el hombre y la historia. No ha podido ser de otra manera.

Esto nos permite introducir un término nuevo: la hermenéutica. No es otra cosa que el proceso de explicación, o interpretación, del kerigma cristiano en función de la imagen del universo, de la vida, del hombre y de la historia, en la cultura de un determinado tiempo. No es lo mismo kerigma que hermenéutica. La iglesia sabe que cuenta con la asistencia del Espíritu para custodiar el kerigma, y en ello no puede haber error. Pero la hermenéutica podría contener error o estar necesitada de cambio, por el ritmo mismo de la cultura en la historia.

Ideas esenciales para entender la reforma de la iglesia

Paso, pues, a enunciar las ideas esenciales para entender mi punto de vista sobre la necesaria reforma de la iglesia en nuestro tiempo.

1) El hecho histórico que se nos impone es que la iglesia antigua emprendió un proceso complejo de interpretación, hermenéutica, fundado en el mundo greco-romano (griego para la imagen del universo y romano para el orden socio-político). Hizo lo que entendía que debía hacer para explicar el cristianismo en su tiempo (para mostrar la armonía del cristianismo con la realidad, tal como era entendida en su tiempo). Esto dio lugar a la configuración de lo que he llamado el paradigma greco-romano.

Este paradigma fue el criterio para explicar el kerigma cristiano y no planteó problemas durante siglos. Fue un paradigma teocéntrico (Dios era el centro de referencia necesario para todo hombre) y teocrático (Dios era, en consecuencia, el origen del orden social y político). Hasta el momento, la inmensa mayor parte de la teología, en la doctrina oficial de la iglesia y en los teólogos profesionales, bien se ha fundado en el paradigma greco-romano (la escolástica, bien tomista o suarista, y la renovación neotomista transcendental, vg. Rahner), bien ha renunciado a una hermenéutica actual y se ha limitado a una pura presentación del kerigma, con apoyos bíblicos, patrísticos y en los autores de referencia clásicos (teología kerigmática).

2) Pero el hecho moderno ha sido también que, ya desde el renacimiento, siglo XVI, pero sobre todo en los siglos XIX y XX, el conocimiento humano en la ciencia, y en la filosofía consecuente, ha hecho un progreso tal que ha cambiado la imagen general del universo, la materia, la vida, el hombre y la historia. En disciplinas como la cosmología, la microfísica, la física teórica, la biología evolutiva, la neurología, la psicología, la antropología, la misma historia, etc., el cambio ha sido tan grande que la imagen que hoy tenemos de la realidad es muy distinta de la que ha sido habitual en siglos anteriores. Desde luego, muy distinta de la imagen de lo real en el paradigma greco-romano que sirvió a la iglesia de referencia hermenéutica durante siglos.

3) La consecuencia es evidente: la razón, la ciencia y la filosofía, nos dicen hoy que Dios no creó el universo, la vida y el hombre como se pensaba en el mundo antiguo. Dios creó el universo como hoy nos dicen la ciencia, y la filosofía en ella fundada. Esta no ha dicho su última palabra, pero ciertamente cabe pensar que se acerca más a la realidad que el mundo antiguo. De ahí que la iglesia se vea hoy enfrentada a la necesidad de emprender una nueva hermenéutica del kerigma cristiano, buscando la armonía entre Revelación y Naturaleza, en función de la nueva imagen moderna de la realidad, tal como está configurada en nuestro tiempo.

Esto no es trivial: la iglesia no cumple con la misión encomendada por Jesús si no emprende este esfuerzo hermenéutico. Como he dicho en otros sitios, la iglesia tiene hoy pendiente construir la nueva hermenéutica que debería expresarse en un nuevo paradigma de la modernidad.

Crisis hermenéutica y debilidad de la iglesia

La iglesia, según lo dicho, está segura del kerigma y se mantiene en él con firmeza (así debe ser). Pero la iglesia no está segura de la hermenéutica que ha mantenido durante siglos. Esta inseguridad hermenéutica tiene diversas manifestaciones.

Por una parte, se tiene conciencia, o al menos se intuye, que la hermenéutica antigua (paradigma greco-romano) no sirve, no puede ser mantenida en el contexto moderno: por ello se tiende a ocultarla y mantenerla en un discreto segundo plano (por ejemplo: hoy es imposible seguir defendiendo la filosofía aristotélica).

Esta desconfianza hermenéutica se manifiesta en que la iglesia tiende a limitarse a la pura proclamación del kerigma y, cuando se necesita algo de hermenéutica, se recurre al paradigma antiguo, aunque con la mayor discreción. Por tanto, esta inseguridad hermenéutica, ¿significa que la iglesia ha renunciado de forma explícita a la hermenéutica antigua? No puede hacerlo porque necesita una hermenéutica y no tiene alternativa, de momento; o, al menos, ninguna de las alternativas propuestas por los teólogos ha sido asumida por la iglesia oficial.

La iglesia, además, tiene un temor ancestral a reconocer errores propios, aunque sean en lo hermenéutico. Prefiere echar tierra encima, para que todo cambie discretamente, sin que se note. Pero el paradigma antiguo, aunque se quiera disimularlo, revive con fuerza constantemente cuando lo exigen las coyunturas concretas y las circunstancias. Es decir, cuando se necesitan referencias hermenéuticas y no hay otra cosa a la mano (así pasa en dictámenes morales).

Todo esto tiene por consecuencia lo que antes apuntábamos: la sensación de imprecisión y de indefinición, de oscuridad, ya que en realidad es difícil saber dónde está la iglesia; es decir, en qué perspectiva hermenéutica se mueve. En ella se toleran quienes se mueven en posiciones “radicalmente antiguas” (que nunca son apercibidos y parecen suscitar el contento oficial) y quienes se mueven en posiciones “reformistas” en busca de una nueva racionalidad armónica con el mundo moderno (que parecen crear inquietud y con frecuencia suscitan llamadas al orden). Pero esta final indefinición de fondo es el hecho.

Breve historia de la estrategia de la iglesia ante el ateísmo

Frente a la larga tribulación de siglos por la confrontación con el ateísmo y con la indiferencia religiosa en los tiempos de la modernidad dogmática, ¿cuáles fueron las estrategias de la iglesia?

En los primeros siglos de modernidad se permaneció con firmeza imperturbable en el paradigma antiguo, teocéntrico y teocrático. El integrismo del siglo XIX, las luchas contra el liberalismo (Pio IX), son muestra inequívoca de hasta qué punto la iglesia seguía encerrada en su ideología hermenéutica ancestral. Una cata en la historia socio-política del integrismo español del siglo XIX es también inequívoca muestra de dónde estaba la iglesia hasta hace muy poco (piénsese en el aval de la iglesia a la cruzada de la guerra civil española para imponer un régimen confesional, teocrático).

En el siglo XX (finales del XIX) la iglesia dio muestras de querer pensar el mundo moderno. Pero no se fue más allá de la neoescolástica, Blondel y la aparición de los primeros pasos del tomismo transcendental kantiano (también rigurosamente teocéntrico). La nouvelle theologie quiso renunciar a la hermenéutica de los sistemas escolásticos antiguos y entender la teología, el cristianismo, como pura proclamación de la palabra de Dios contenida en el kerigma cristiano, esto es, Biblia y Santos Padres (es lo que entendemos como teología kerigmática, habitual en gran parte de los teólogos actuales y presente también en el Vaticano II).

Sin embargo, al margen de la predominancia de la teología kerigmática, los sistemas escolásticos, con toda su doctrina antigua, han seguido vigentes en el pontificado de Juan Pablo II y Benedicto XVI (en este último tuvo una gran presencia la teología puramente kerigmática). Todo ello sin menoscabo de que la presión de la cultura moderna haya dado lugar a pequeñas adaptaciones ad hoc puntuales, tanto en lo filosófico teológico (vg. la teoría de la evolución) como en lo socio-político (vg. la doctrina de la laicidad) que no han supuesto una revisión oficial de la vigencia en conjunto de los paradigmas antiguos.

Pero la iglesia oficial, globalmente, sigue hoy encerrada en una proclamación sólo kerigmática de la fe, disimulando su permanencia en el paradigma antiguo y sin afrontar la hermenéutica pendiente para integrarse sin lugar a dudas en el mundo moderno.

La estrategia geopolítica de la iglesia

Quiero aquí hacer referencia a Manlio Graziano (que he comentado en el último artículo de marzo 2017 de lesta revista electrónica de la UPComillas Fronteras CTR). Manlio Graziano ha propuesto un análisis de la estrategia de la iglesia en el siglo XX. Graziano es un profesor de geopolítica de las religiones en la universidad Paris IV de la Sorbona en Francia. Es de origen italiano y su filiación institucional católica, si es que la tiene, la desconocemos. Uno de sus libros ha sido traducido al español (El siglo católico. La estrategia geopolítica de la iglesia, RBA, Barcelona 2012).

No quiero dejar de referirme a este ensayo porque, a nuestro entender, confirma totalmente algunos de los matices de nuestro análisis precedente. La estrategia de la iglesia hasta el presente, en estos siglos de conflicto con la modernidad, ha consistido en mantenerse con firmeza imperturbable en los principios de siempre, que tal como Graziano explica, son el teocentrismo y el teocratismo (aunque no hace uso explícito de estos dos términos).

La iglesia contempla un mundo que se hunde moralmente y sabe que ella es la única instancia que ofrece seguridad imperturbable. El “mundo” acabará por “rendirse”. Es una iglesia que ha renunciado a buscar un logos racional que suponga crear problemas y revisionismo. Por ello insta a admitir por la pura creencia el “paquete acrítico de los principios de siempre”, sin cuestionarlo porque ello crearía inestabilidad. Es el ideal de la sancta simplicitas. Graziano se atreve a decir que la iglesia ha optado por ser una bed church (es decir, por lo que sociológicamente se llama una bed church o iglesia que trata de mantener su dominio social, renunciando a la razón y gestionando sólo las tendencias emocionales ciegas de los individuos).

Con toda ingenuidad, pone el ejemplo de los jesuitas que han buscado la razón peligrosamente, han entrado en crisis y en conficto con la iglesia, para contraponerlo con el Opus Dei que ha aceptado ciegamente el “paquete acrítico” de la sancta simplicitas y ha triunfado en la sociedad y en la iglesia. Es claro que no admitimos que la estrategia de la iglesia sea la que nos describe Graziano: si fuera así sería una iglesia inmoral e infiel por completo a su teología y al papel que ésta confiere a la iglesia en la historia.

La iglesia no es inmoral. Se halla en la situación que nosotros, y Graziano, describimos porque no puede hacer otra cosa ya que, de hecho, carece de alternativa, no porque por principio y derecho (como afirma Graziano) se contente con ser una bed church. La iglesia está donde está coyunturalmente, sin alternativa, pero es una iglesia honesta, humana y cristiana, que ansía recuperar el logos hermenéutico perdido que le permita proclamar armónicamente el kerigma en medio de la cultura de la modernidad. Y no dudamos de que llegará a conseguirlo.

Conclusión: la reforma hermenéutica moderna

La tesis que defiendo en este artículo y en otro que se publicará la próxima semana (la misma que he defendido en libros y en artículos anteriores) sostiene, pues, que hoy la iglesia tiene pendiente formular la gran reforma hermenéutica que no ha emprendido hasta ahora. Tiene la obligación moral de hacerla porque la misión de la iglesia es armonizar la Revelación con la Naturaleza, el Dios de la Revelación con el Dios de la Creación, a partir de una idea del universo a la altura de nuestros tiempos.

Esta reforma tendrá una importancia histórica colosal, pues significará entrar en el paradigma de la modernidad, después de veinte siglos de permanencia en el paradigma antiguo. Deberá ser un cambio trascendental, sin duda el de más importancia en los últimos veinte siglos de historia cristiana. Será, sin duda, una reforma radical, raíz fundante de todas las otras reformas que deben derivarse lógicamente de ella. Sin esta reforma hermenéutica fundante, las otras reformas que se emprendieran no dejarían de ser parches, soluciones de emergencia puntuales o puras estrategias tapa-agujeros, palos de ciego, similares a muchas de las iniciativas que hoy podemos observar.

Si la iglesia poseyera una idea clara del mundo moderno, así como de la nueva hermenéutica del cristianismo que hace posible, entonces la iglesia emprendería un conjunto de reformas derivadas que abarcarían todos los campos: la reformulación de la teología dogmática tradicional desde la profundización que permitiría el nuevo paradigma de la modernidad, las relaciones con la sociedad civil, la proclamación ante la historia moderna de la llamada a la fe en el mensaje de Jesús, la forma práctica de explicar el cristianismo al hombre de nuestro tiempo, la reformulación de los criterios pastorales, la reformulación de la moral, el nuevo marco teológico para entender las relaciones con las iglesias cristianas y con las grandes religiones, la forma de contribuir al progreso de la historia humana hacia la justicia y la paz, emprendiendo un compromiso nuevo, eficaz, en la lucha contra el sufrimiento humano, etc.

La iglesia, por tanto, debería reformarse en estas y otras muchas cuestiones. El marco de reformas necesario la armonía con el tiempo actual es muy amplio. Pero todas ellas aparecerían como consecuencia inevitable de la gran reforma, la principal y fundante, que consistiría en formular la nueva hermenéutica exigida por la historia humana. De ahí que, en este artículo me refiera sumariamente a los puntos esenciales: a la reforma hermenéutica como tal y a sus consecuencias más importantes.

 

Artículo elaborado por Javier Monserrat, Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión, Universidad P. Comillas, Madrid.

 

[1] Ha salido ya publicado: Qüestions de Vida Cristiana. Luter, la Reforna i les reformes pendents (número monográfico), 2017, núm. 258. 123-141.

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