(Por Juan Antonio Martínez de la Fe) La publicación del libro Justicia ecológica en la era del Antropoceno coordinado por Teresa Vicente (Editorial Trotta, 2016) nos empuja a una nueva frontera. Cuando se habla de justicia ecológica no se habla de una cuestión opcional, sino de algo más profundo y necesario como es la reparación del daño. Y cuando se refiere a la era del Antropoceno, nos coloca a los humanos en el centro del problema, pues es a nosotros a quienes se cita, a quienes se investiga, a quienes se les exige enmendar el camino seguido hasta ahora; porque, no cabe duda, somos los culpables y responsables de lo que acontece y de lo que acontecerá. Nos encontramos en las fronteras de las ciencias, las tecnologías y las tradiciones religiosas.
Cambio climático, ecología, calentamiento global, … son términos que ya nos son familiares. Organismos nacionales e internacionales, organizaciones no gubernamentales, currículos educativos, etc. contribuyen, afortunadamente, a crear una conciencia medioambiental que se extiende a lo largo y ancho de la sociedad. Como destacados acontecimientos recientes, se nos presentan los informes del Club de Roma, la COP21 y la inmediata COP22, junto a la encíclica del Papa Francisco [Laudato si] que constituyen avances en ese reto de cuidar la casa común.
Nos encontramos en una nueva frontera: la que enlaza las ciencias, las tecnologías y las tradiciones religiosas.
Pero junto a todo ello figuran quienes se sitúan en una posición negacionista del problema, en la que se inscriben algunos científicos y pensadores a los que se une el recientemente elegido presidente de los Estados Unidos, que ya amenaza con replantearse sus compromisos internacionales en este asunto, junto con una drástica reducción de los fondos que hasta ahora destinaba a evitar la catástrofe ecológica que se nos anuncia de no tomar las medidas correctoras y urgentes que se precisan.
De ahí, lo oportuna que es la aparición del libro Justicia ecológica en la era del Antropoceno, coordinado por Teresa Vicente y publicado por Trotta (2016). Cuando se habla de justicia ecológica no se habla de una cuestión opcional, sino de algo más profundo y necesario como es la reparación del daño. Y cuando se refiere a la era del Antropoceno, nos coloca a los humanos en el centro del problema, pues es a nosotros a quienes se cita, a quienes se investiga, a quienes se les exige enmendar el camino seguido hasta ahora; porque, no cabe duda, somos los culpables y responsables de lo que acontece y de lo que acontecerá.
Esta obra nos ofrece un panorama, una causa de ese panorama y arbitra una solución.
Panorama: Nos encontramos con un modelo económico que considera el medio natural como un objeto inagotable para su explotación sin límites, lo que ha conducido, a lo largo de más de cuatro siglos, a la situación de emergencia social y ecológica que padecemos en la actualidad.
La causa: “Los grandes problemas ambientales a los que se enfrenta el mundo, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la desertificación o la contaminación de las aguas, la atmósfera y el suelo tienen su causa en la conducta humana, en las formas de vida que ha impuesto a la humanidad el sistema económico dominante y el sistema jurídico-político que le sirve de apoyo y fundamento”.
Una solución: Nos encontramos con que ni el derecho ni la política poseen la radicalidad necesaria para enfrentarse al poder económico (que se defiende enérgicamente) y que cada día es más abusivo. Se necesita de la fuerza vinculante de unos principios de justicia de contenido ecológico. La justicia climática forma parte de la justicia ecológica, que junto a la justicia social comparte el modelo de la justicia distributiva. El derecho debe permitir a los ciudadanos el acceso a la justicia ambiental y ofrecerles la posibilidad de que puedan obligar a sus gobiernos, pacíficamente, a cumplir con el deber de proteger el medio ambiente. Es llegado el momento de que la ciudadanía se ponga en pie y exija a sus dirigentes las medidas encaminadas a revertir la situación actual.
Un pensamiento interdisciplinar sobre el cambio climático
El libro no es de un solo autor. Se trata de una obra coral como corresponde a las especialidades que aborda en cada uno de sus seis apartados, firmados por auténticos especialistas que nos aportan un muy interesante y actualizado observatorio de la realidad que pretende describir.
El primero de estos ensayos lleva por título El nuevo paradigma de la justicia ecológica y su desarrollo ético jurídico. Lo firma la editora de la obra, Teresa Vicente Giménez, profesora titular de Filosofía del Derecho en la Universidad de Murcia.
Inicia su exposición con un detallado análisis sobre Las raíces de la justicia ecológica, la conciencia ecológica y la ética ecológica, fruto de un clamor para dar al ser humano y a la naturaleza lo que les corresponde para su desarrollo y dignidad. Intenta ofrecer una respuesta desde la teoría de la justicia para tratar de configurar el nuevo paradigma de la justicia ecológica, que busca sus raíces en el pensamiento, la conciencia y la reflexión ética de la humanidad, para ampliar el ámbito de la justicia a la ecología, y desde el reconocimiento de los límites del ecosistema, determinar la nueva medida de la conducta humana y el nuevo rumbo hacia una sociedad sustentable y duradera.
Se trata de una serie de páginas, densas de contenido y reflexión, que recorre los primeros momentos de ese movimiento a favor de la naturaleza hasta el actual, en que se impone ampliar el ámbito de la justicia al terreno de la ecología. Se detiene brevemente en autores como Teilhard de Chardin, quien desde los años cincuenta del siglo pasado, avanza constantes sugerencias a una conciencia ecológica, una conciencia trascendental e inmanente al proceso de hominización del cosmos, explicando de manera sucinta la tesis de la realidad física del pensador francés.
Capra y Boff son otros autores que aparecen a lo largo del itinerario propuesto, que, en este sentido de recorrer la historia de este movimiento, culmina con la encíclica Laudato si del Papa Francisco, de la que reconoce lo acertado de su diagnóstico, pero a la que reprocha que lo sobrenatural no es la vía para la solución del problema. Y aunque el Papa recoge importantes citas de pensadores, comenta que adolece de referencias al movimiento ecológico. Y, finalmente, pese a que trata bien el tema de la responsabilidad ambiental, elude la influencia del mensaje bíblico de dominio sobre la naturaleza en la imposición de un modelo de sumisión y saqueo de esta.
Aborda a continuación el tema de La justicia ecológica en la teoría de la justicia: la justicia profuturo y La dimensión universal en la protección del medio ambiente. Es un apartado que se desarrolla en dos epígrafes, en los que nos hace reflexionar sobre la naturaleza como sujeto de derecho, no solo atribuyéndole un derecho concreto y específico propio del medio, sino mediante una responsabilidad del ser humano hacia la naturaleza en nombre de valores ecológicos conductores del obrar social, jurídico y político. Y ello no mirándonos a nosotros mismos únicamente, sino sabiéndonos responsables de su conservación para las futuras generaciones.
Trata, así mismo, sobre La proyección de la justicia ecológica en la política ambiental y en el derecho ambiental, tema al que dedica tres subepígrafes: La responsabilidad ecológica como obligación pública común, Los principios de justicia de contenido ecológico y Las funciones de la justicia ecológica. Recorre los principales eventos de carácter internacional relacionados con el medio ambiente y la ecología, de la mano de las Naciones Unidas. Explicita los principios que rigen la justicia ecológica: de conservación y previsión o prevención, de reparación o reconstrucción, de causación o de quien contamina paga, de carga común, de cooperación y solidaridad, de sostenibilidad, de participación pública o de democracia ambiental entre otros. En cuanto a las funciones de la justicia ecológica, analiza la de coordinación y crítica, la comparativa referencial y la heurística. En definitiva, “el ordenamiento jurídico del Estado, en especial en su sector de derecho público, como también los órganos internacionales con su contribución al desarrollo y la información de programas normativos objeto de la justicia ecológica, tendrán entre sus fines primarios: la conservación, el equilibrio y el desarrollo del medio ambiente con especial atención a la protección de la comunidad de los seres vivos, evitando las acciones que impliquen un daño o deterioro en el medio natural o su alteración profunda para el futuro del mismo, ponderando las acciones actuales incluso desde el punto de vista metahumano en la legalidad integral de los procesos ecológicos”.
Especial interés tiene el bloque siguiente del ensayo, La tiranía jurídica del capitalismo: desarrollo económico y deterioro de los derechos sociales y de los derechos ecológicos. Nos explica cómo, para lograr una sociedad sostenible, se precisa una estructura social basada en el desarrollo humano y ecológico; y no es eso lo que sucede, ya que el sistema económico capitalista impone, como principio rector, el mercado ilimitado y el crecimiento expansivo, incompatibles con el principio de desarrollo sostenible; así pues, la tiranía del capitalismo se expresa en la imposición de un modelo económico que impide el desarrollo social y ecológico de los pueblos y de los ciudadanos, por lo que propone que hay que deslegitimar el capitalismo, iniciando el proceso de someter el sistema económico al control del sistema jurídico democrático ciudadano, para lo que se necesita la fuerza y la movilización de estos.
Que es lo que aborda en el último bloque de su estudio: Los movimientos sociales como impulsores de la democracia socioecológica, en el que concluye que tales movimientos son eficaces grupos de acción social y política, pero que se necesita también de la acción jurídica de los ciudadanos para obligar a los gobiernos en materia de cambio climático y protección del medio ambiente, a través de operadores jurídicos, como abogados y jueces.
Capitalismo y justicia ecológica
Carlos Berzosa es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid y es el autor del segundo de los ensayos de esta obra, que titula Acumulación capitalista y justicia ecológica, y que desarrolla en cuatro epígrafes. El primero aborda Los pilares de la acumulación y el desarrollo desigual. De manera sucinta, expone la historia del capitalismo desde la revolución industrial hasta la actualidad, explicando cada uno de los pasos dados hasta llegar al actual proceso de acumulación, basado en el conflicto social, la competencia empresarial y la expansión del consumo, constatando las paradojas que encierra; hace hincapié en la existencia aún hoy día de países donde el hambre y la pobreza se siguen dando.
Aborda seguidamente La naturaleza cíclica del sistema. Lo explica resumidamente así: “El crecimiento económico no está exento de limitaciones y contradicciones y ello conduce a épocas de expansión, con unas ondas de crecimiento mayores que otras, pero también se producen fluctuaciones que provocan recesiones y crisis económicas. Una de las características del sistema es precisamente su naturaleza cíclica”. Así, nos describe las crisis de los años treinta del pasado siglo y la actual recesión, con especial acento en las teorías de Keynes.
Del nuevo orden económico internacional (NOEI) a la hegemonía comercial y financiera planetaria. Distingue tres fases en el proceso histórico del capitalismo; una primera abarca desde los orígenes de la Revolución Industrial hasta 1870, caracterizada por la internacionalización de las mercancías; una segunda fase iría desde 1870 a 1980, en la que la característica principal es la internacionalización del capital; finalmente, la tercera fase arranca en 1980 y perdura hasta nuestros días, caracterizándose por la internacionalización del capital monetario y financiero. En las páginas que componen este bloque, se detiene en la explicación de cada una de tales fases, concluyendo con las enormes desigualdades que padecemos en la sociedad actual.
El cuarto y último bloque de su aportación lo dedica a la Degradación ecológica y pobreza. La toma de conciencia sobre la justicia ecológica. Incide aquí en la capacidad del capitalismo de innovar y transformar para sobrevivir, teniendo como contrapartida que no tiene en cuenta el daño ecológico y social que produce, con un alto coste. Recorre la reciente historia, donde el capitalismo se va concentrando cada vez en menos manos, explotando la riqueza natural de muchos países a cuyos habitantes reduce a la pobreza; también nos anota la aparición de una creciente preocupación global por este problema.
El Antropoceno
El catedrático de Geografía Física en la Universidad de Murcia Francisco López Bermúdez es el autor del ensayo titulado Interacción humanidad-tierra: el Antropoceno. Se trata de un muy documentado trabajo que nos pone al día acerca de la acción del hombre sobre el planeta y sus consecuencias. Parte de unas consideraciones generales en las que destaca cómo los cambios producidos en la tierra hasta ahora eran producto de su propia actividad o de agentes exteriores, pero que en los últimos tiempos es la actividad del hombre la que está provocando serios cambios en todos los niveles; esta es la razón por la que hay quienes defienden que nos hallamos ante una nueva era, el Antropoceno que, aunque existen opiniones diferentes sobre el momento de su origen, todas coinciden en que se trata de un concepto que implica que los humanos hemos cambiado gran parte de la geología y de la naturaleza de la tierra hasta un punto que posiblemente una nueva época en la historia de nuestro planeta haya comenzado. Ante este panorama, lo que se necesita es una comprensión global de la simbiosis entre el sistema humano y el sistema geoecológico que aporte soluciones globales y coordinadas.
A continuación, el autor se refiere a El cambio global. Un fenómeno de alcance mundial y un reto de nuestro tiempo. Nos dice: “La intensificación en las últimas décadas de las actividades socioeconómicas para conseguir más bienes y servicios suministrados por los ecosistemas y el correlativo impacto que produce sobre los grandes ciclos de la naturaleza, está provocando una situación crítica en el planeta, que se caracteriza por una gran transformación de los ecosistemas y una alteración de los equilibrios de la biosfera”. Esto ha dado lugar a la aparición de la globalización, vocablo que designa a la vez mercados globales y calentamiento global, con una brutal y creciente división entre los ricos y los pobres y con una progresiva difusión de la preocupación ambiental. De donde se deriva el cambio global, un conjunto diversificado de cambios (ambientales, sociales, económicos, culturales, institucionales), de origen natural y humano que afectan a los procesos físicos, químicos, biológicos y socioeconómicos y a la forma como se interrelacionan en el ámbito local y regional. Se trata de un gran desafío para la humanidad cuya respuesta ha de venir de la mano de la ciencia y de la tecnología, por supuesto, pero, y muy importante, por el compromiso de los políticos para aplicar políticas de sostenibilidad que hagan de sus sitios de origen lugares perdurables.
Dentro de este cambio global, El cambio climático es el mayor desafío global que tiene la humanidad. No en vano se le considera la muestra más significativa del abuso humano sobre la tierra y que incide no solo en el terreno ambiental, sino también en el económico, el social, el político y el ético. El autor analiza las causas de ese calentamiento y sus consecuencias, detallando los diferentes impactos que produce en el planeta, especialmente en lo referido a los océanos. Destaca, así mismo, cómo este cambio climático no nos afecta a todos por igual, pues su incidencia es mucho mayor entre los pobres que entre los ricos, de lo que resulta una exigencia de justicia climática. También hace referencia a las alternativas a ese cambio climático, reclamando una modificación radical en nuestra escala de valores antes de que el planeta nos resulte inhabitable, ofreciéndonos un panorama sobre el futuro que nos espera de no hacerlo.
Es un desafío que incide en las dimensiones de la ciencia, la tecnología y las tradiciones religiosas. Es un nudo interdisciplinar que está emergiendo en las nuevas fronteras de la interpretación de la realidad.
Con excelente detalle nos habla de Las cumbres de las Naciones Unidas sobre el cambio climático: de Estocolmo a París. Se refiere a la Conferencia de Estocolmo de 1972, la de Ginebra en 1979, la de Río de Janeiro de 1992, al Protocolo de Kioto de 1997, la Conferencia de Johannesburgo en 2002, de Copenhague en 2009, de Cancún en 2010, la Cumbre de París de 2015, de la que nos explica su arranque y contribuciones contra el cambio climático y analiza si se trató de un éxito o un fracaso.
Concluye que se puede constatar que los países más industrializados no tienen voluntad política ninguna para asumir compromisos vinculantes de reducción de los gases invernadero (cuando no amenazan con desdecirse de los acuerdos firmados, como sucede con el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump) y además procuran dividir a los países más afectados por el cambio climático. Y ante este panorama de tan grises pinceladas que nos describe, nos expone que “no se pretende sembrar el miedo entre la población, sino de dar información contrastada y razonada para que los ciudadanos entiendan la importancia del fenómeno, reaccionen con actitudes individuales y colectivas, y presionen a los gobiernos para que desarrollen y apliquen políticas que prevengan y mitiguen los efectos actuales y potenciales del cambio climático”.
Protección internacional del medio ambiente
La protección jurídica internacional del medio ambiente en el ámbito universal es el título del trabajo de Eva María Rubio Fernández, profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Murcia.
Tres son los aspectos que contempla este trabajo: el cambio climático, la biodiversidad y la desertificación. En cada uno de ellos, comienza por una muy somera presentación del problema, para abordar seguidamente la actuación internacional. Comienza por Las Convenciones de Río como respuesta a los principales retos del desarrollo sostenible.
Ya dentro del apartado La emergencia frente al cambio climático: la evolución de la protección convencional y por lo que se refiere al cambio climático, analiza en detalle la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático y el Protocolo de Kioto, para seguir con los siguientes pasos principales acordados por la Conferencia de las Partes (Cancún, Bali, Doha y Varsovia), finalizando este bloque con el Acuerdo de París.
A continuación, aborda La indefectible e imperiosa protección de la biodiversidad, puesto que esta es fundamental y se impone la acción para su consecución. En primer lugar, analiza los hitos en la protección convencional: la Convención sobre la Diversidad Biológica y sus Protocolos para, seguidamente, estudiar el Plan Estratégico para la Biodiversidad (2011-2020), incluidas las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica.
Por último, trata La acción frente al implacable avance de la desertificación, uno de los grandes problemas sociomedioambientales que presente la humanidad. Comienza con el análisis de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, así como con el Marco y Plan Estratégico decenal para mejorar la aplicación de la Convención (2008-2018).
Cierra su estudio con un apartado para conclusiones, en el que avisa de que se necesitaría avanzar en el alcance de las obligaciones asumidas y en la garantía de su cumplimiento, aunque no parece que sea esa la tendencia predominante, pues los grandes lobbies económicos adormecen a la humanidad con los cantos de sirena del hedonismo consumista que exporta a los países en desarrollo. Piensa que aún hay cierto margen de rectificación, pero “la voluntad política para que se cumpla lo pactado se muestra esquiva. Corresponde, pues, a la ciudadanía reconducirla para la satisfacción del bien colectivo”.
Derecho ambiental y acceso a la justicia ecológica
La obra nos ofrece seguidamente el trabajo Derecho ambiental y acceso a la justicia ecológica, firmado por Eduardo Salazar Ortuño, abogado, ambientalista, profesor asociado de Derecho Administrativo en la Universidad de Murcia, doctorando en Derecho Ambiental por la Universidad de Alicante y Magister Legum por la Universidad de Dresde.
Su trabajo se refiere al ordenamiento jurídico dedicado a la protección del medio ambiente en los ámbitos europeo y estatal y a cómo los caracteres y principios de la justicia ecológica se integran en normas positivas.
La aplicación de las normas ambientales se evidencia en la actuación de los tribunales, provocada por el acceso público a la justicia para exigir su cumplimiento o para reparar los daños ocasionados por no ser cumplidas. Propone un cambio del paradigma ecológico desde la ciudadanía, cuestionando decisiones o actuaciones insostenibles de las autoridades y de otros particulares, o que ponen en riesgo o dañan el ecosistema.
La cuestión es, pues, cómo actuar en defensa del ecosistema y de qué modo acceden los conflictos ambientales a los tribunales. Reclama que la naturaleza sea poseedora de su propio derecho, cuya protección esté garantizada por un juzgado que reaccione ante la violación de tal derecho. A tal fin y dado que para ello se precisan órganos jurisdiccionales capacitados, propone la creación de tales órganos que faciliten las acciones colectivas de los afectados.
Seguidamente y concretando, propone un análisis amplio y bien documentado sobre La protección del medio ambiente en el derecho europeo, comenzando por la génesis y evolución del derecho ambiental en la Unión Europea para, a continuación, explicar la jurisprudencia ambiental en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Le sigue La protección del medio ambiente en el ordenamiento jurídico español, estudiándolo en el derecho sustantivo y analizando las vías jurisdiccionales para la protección del medio ambiente.
Interesante y mucho es su reflexión sobre El acceso a la justicia ecológica y las oportunidades del Convenio de Aarhus, a la que dedica varias páginas. Y cierra su ensayo con unas Conclusiones y propuestas.
Así, solicita el reconocimiento pleno e incardinación del derecho al medio ambiente saludable como un derecho humano y fundamental; la creación de una sala medioambiental en la Corte Internacional de Justicia o de un Tribunal Internacional Ambiental, con acceso abierto a los ciudadanos y sus organizaciones; el fomento de la aplicación del derecho ambiental comunitario mediante un mayor y más transparente control de la Comisión Europea del cumplimiento de los estados miembros; el acercamiento del régimen procesal de las acciones judiciales en defensa del medio ambiente a los principios de la justicia ecológica; la ampliación y fomento por parte de los estados del acceso a la justicia mediante el establecimiento de medidas dirigidas a disminuir o eliminar las trabas para las acciones judiciales ambientales; o la creación de una jurisprudencia europea y estatal basada en la defensa de los principios y obligaciones del Convenio de Aarhus.
Unas propuestas que esperemos no tarden en ser aceptadas y puestas en práctica.
Injusticia ecológica
Es el ingeniero, periodista y doctor en Ciencias Políticas y Sociología, Pedro Costa Morata, el autor del último apartado de esta más que interesante obra: Destrucción e injusticia ecológica: el caso de América Latina.
Trata de la confrontación del mundo indígena campesino con el modelo occidental productivista de crecimiento económico; es “un choque drástico entre la cosmovisión indígena tradicional y la tradición judeocristiana, estructura básica de lo que entendemos por civilización occidental y que, a la hora de la verdad, se expresa por una explotación inmisericorde de la naturaleza y sus recursos”. Hay, pues, un enfrentamiento entre una creciente reivindicación indígena y las oleadas de inversiones depredadoras; hecho especialmente relevante en América Latina y que estudia el autor, con especial atención al caso de Guatemala.
Aborda inicialmente el tema de América Latina ante el extractivismo minero, que resume en los siguientes puntos: 1) Un modelo de explotación económica calificado de neoextractivismo o neodesarrollismo, de características generalmente negativas; 2) Impulso a la reprimerización de economías que consideraban haber superado ya la primerización, con un nuevo boom en actividades mineras, agroindustriales, forestales, etc.; 3) Supeditación de las políticas públicas a las inversiones en estos sectores; 4) Consolidación de la pobreza en áreas de predominio campesino o indígena; 5) Deterioro de la consideración como patrimonio esencial, social o moral de recursos hasta ahora considerados de protección especial, económica y jurídica; y 6) Deterioro de la gestión económica de bienes que de cualquier forma poseen el carácter de comunales. Este conjunto de consecuencias deviene, inevitablemente, en conflictividad social.
Trata, a continuación, de El proceso de desarrollo y las exigencias de justicia ecológica: contradicciones entre modo productivo de saqueo y el modelo indígena-campesino de integración en la naturaleza.
Palabras del autor resumen el contenido de este epígrafe, que desglosa con precisión a lo largo de varias páginas, con escuetas y certeras concreciones: “Las contradicciones de fondo y forma entre las sociedades desarrolladas y las sociedades que llamamos tradicionales, concretamente las indígenas de América, son muy numeras e importantes: corresponden a cosmovisiones y culturas diferentes y generalmente enfrentadas, y se fundamentan en relatos y evoluciones históricas construidos sobre bases mentales e incluso materiales bien distintas”. En este apartado, basa su argumentación sobre todo en los trabajos de Jerry Mander. Y dedica una especial atención al caso guatematelco.
Nos propone luego un análisis sobre La Cumbre de Cochabamba: denuncia del sistema imperante, ofensiva por la madre tierra y nos hace ver su importancia objetiva ya que en ella, por primera vez, se produjo la proclamación solemne, oficial y oficiosa, popular y multitudinaria de los derechos de la Tierra, a instancias de los pueblos del mundo. Y posteriormente nos presenta las coincidencias entre indigenismo y ecologismo, que resume en que ambos plantean una enmienda a la totalidad al modelo económico predominante y que ambos critican el antropocentrismo, que coloca al hombre como dueño y señor de la naturaleza, y el eurocentrismo, que marca la superioridad de la cultura productivista y de génesis occidental sobre cualquier otra.
Cierra su colaboración con un apartado dedicado a Conclusiones y perspectivas, donde compendia su exposición de páginas precedentes.
Concluyendo
Este libro no debería de pasar desapercibido. Por varios motivos. Por ejemplo, por la importancia de la materia que aborda; una importancia que deriva de la imperiosa necesidad que tiene la humanidad de encontrar soluciones al deterioro a que sometemos a nuestra casa común, con gravísimas consecuencias económicas, sociales, de salud, ambientales, etc. También por la categoría de los autores que firman los trabajos que componen la obra. Por sus enfoques reivindicativos de la necesidad de considerar a la naturaleza como sujeto de derecho y por urgir a la acción ciudadana para alcanzar estos objetivos. Por constituir un excelente compendio de la situación actual en esta materia en el ámbito internacional y, de modo más local en el estatal.
Una enumeración de motivos que no es exhaustiva, pero que supone una invitación a tener presente esta iniciativa editorial.
Juan Antonio Martínez de la Fe, colaborador de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión, y de FronterasCTR.
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