Por María Olivera
Ha llegado el final de mi etapa en la región de los Grandes Lagos. En Goma, a orillas del lago Kivu, para ser más exactos. Quizás, con un poco de buena suerte, debería matizar y decir final de esta etapa, pero no en la región.
En los meses de noviembre y diciembre, la vida en Goma, contra todo pronóstico, sigue su curso de forma tranquila, todo lo contrario que los despachos de las grandes oficinas de agencias de Naciones Unidas y organizaciones internacionales presentes en la ciudad. El final del año se acerca, y con él los agobios y prisas por tener todos los informes finales de todos los proyectos a tiempo, así como conseguir el mayor número de propuestas con financiación aprobadas para comenzar el año próximo lo mejor posible. JRS no es menos, y el correteo por la oficina con datos que van y vienen es una constante diaria, lo que hace el trabajo burocrático más entretenido. Este ambiente de estrés, también se nota fuera de oficinas y reuniones, en los restaurantes de la ciudad, donde se puede ver a algún agobiado que se ha fumado un paquete de cigarrillos entero en una hora del estrés que lleva encima y no para de gritar que ha pedido la hamburguesa con queso y sin mayonesa, y no al revés. Mucho tiempo en Goma y sin asumir que hay ponerle mayonesa a todo.
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