Regional Coordination Meeting (RCM) with the directors of JRS in Europe_Barcelona 2019.
Mi beca en Bruselas con el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) Europa ya va por más de la mitad. ¿El balance hasta ahora? Muchas cosas han pasado en estos meses: se han puesto en marcha nuevos proyectos, he participado en muchas reuniones y he tenido la oportunidad de viajar a Barcelona y encontrar buena parte del equipo europeo del SJR.
Desde hace algo más de 7 meses vivo una
experiencia increíble en la Asociación Claver SJM, Sevilla. Cuando me refiero a
la experiencia que estoy viviendo, me estoy refiriendo a todo lo que implica
pertenecer al equipo de Claver, desde las tareas diarias que es mejor evitar
que se acumulen (gestión de datos, atención e información…) hasta el acompañamiento
de personas tanto fuera como dentro de la oficina, las reuniones de equipo o
las jornadas en fin de semana. Y cómo no, el café de media mañana, al cual se intenta no fallar a pesar de que no son
pocos los días que ni uno se acuerda de lo entretenida que puede llegar a ser
la oficina.
“Vosotros
solo habláis de crecimiento económico verde eterno porque tenéis demasiado
miedo a ser impopulares. Pero a mí no me importa ser popular, me importa la
justicia climática y el Planeta
Vivo”. A sus quince años,
la activista sueca Greta Thunberg rompía con estas palabras, – y una serenidad
inusual para su edad – los esquemas de todos los asistentes a la Conferencia del
Cambio Climático de la ONU, famosamente
celebrada en Katowice, Polonia, en diciembre de 2018. Su discurso, convertido
hoy en un símbolo de la lucha por el clima, llegó a oídos de Anuna de Wever,
una joven belga que, con solo 17 años, consiguió movilizar hacia la huelga
estudiantil a 70.000 personas en Bruselas. A partir de ese momento, el
movimiento solo ha ido en aumento, llegándose a convocar la primera Huelga Internacional por el Clima el pasado 15 de marzo,[1] en la
que participaron más de cincuenta países de todo el mundo, a la que también se
sumaron los jóvenes españoles.
En la foto no salimos todos, ya que rara es la semana que estamos todo el equipo en la oficina y no hay parte viajando a los campamentos de Malawi, Zimbabue o Angola.
¡Hola! Soy Alejandra y escribo estas líneas desde Johannesburgo, una de las grandes ciudades de Sudáfrica y la que será mi hogar durante el próximo año. Todavía a veces lo pienso y aun no me creo que por fin esté aquí. Y digo por fin, porque ha costado lo suyo. Desde que el pasado octubre me dijeron que había sido seleccionada para la Beca de prácticas ofrecida por la Cátedra de Refugiados y Migrantes Forzosos, han pasado casi cuatro meses de papeleo y de nervios e incertidumbre, tras una primera denegación de visado, hasta que al fin he pisado suelo sudafricano.
Cuando en los procesos migratorios no existen suficientes vías para realizar una migración segura y regulada, se generan en paralelo mecanismos alternativos que trafican con la vida de las personas. En esta circunstancia la indefensión es mayor para los colectivos más vulnerables. En algunos lugares, como en la ruta centroamericana a Estados Unidos, siete de cada diez mujeres migrantes sufren abusos sexuales, y nueve de cada diez acoso sexual. Esta misma situación, ocurre en nuestra frontera sur española. El IUEM da cuenta de este escenario al recopilar en España datos para el informe de derechos humanos elaborado anualmente por la Agencia Europea de Derechos Humanos. Esta situación afecta de forma especial al colectivo migrante en todo el mundo.
Ruanda
es uno de los lugares más relevantes en materia de reconciliación en el mundo,
por la magnitud del conflicto vivido durante los tres meses que se prolongó el
genocidio y porque, al mismo tiempo, es un lugar clave desde la perspectiva del
asilo y el retorno dado que gran parte de su población se refugió en los países
fronterizos durante los meses de violencia cruenta y, desde entonces, ha ido
retornando gradualmente en los últimos 25 años. La elaboración que los
ruandeses han hecho para entender, explicar y sobreponerse a su historia es
especialmente singular y tiene mucho que ofrecernos a la hora de entender el
refugio con una mirada longitudinal más amplia.
Cuando
nos preguntamos por algunos de los conflictos actuales, como Siria o Sudán del
Sur, en los que gran parte de la población está fuera de sus fronteras, uno de
los interrogantes que surgen es ¿qué va ocurrir cuando el conflicto termine?
¿volverán todas estas personas a sus casas? ¿acaso tendrán un lugar al que
volver? Y, si vuelven, ¿será posible
reconstruir la relación entre aquellos que
llevan décadas de lucha fratricida a sus espaldas?
Mi nombre es
Cinzia Fenu y soy italiana, doblemente expatriada. Sí, porque el año pasado viví
en Madrid, donde cursé el Máster de Cooperación internacional al desarrollo, y
ahora os escribo desde Bruselas, el corazón de Europa. Estoy aquí gracias a la
beca ofrecida por la Cátedra de Refugiados y Migrantes Forzosos e Inditex.
En septiembre de
2018 me incorporé al equipo de programas y comunicación del Servicio
Jesuita a Refugiados (SJR) Europa. Como esperaba desde el principio, el trabajo encaja perfectamente con
los estudios del máster y con mis aspiraciones profesionales de trabajar en el
ámbito del refugio y migraciones.