Comillas Babel

Departamento de Traducción e Interpretación y Comunicación Multilingüe

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“El público paga cada vez más y recibe un producto peor”, dicen los traductores españoles

La asociación de Traducción y Adaptación Audiovisual de España (ATRAE) censura la traducción de El Juego del Calamar

El Juego del Calamar, la serie más vista de Netflix, ha desatado la polémica. ¿La razón? Su traducción. Los subtítulos no han sido elaborados por un traductor humano sino mediante la posedición. Una técnica de traducción automática que permite a las grandes empresas abaratar costes precarizando el sector y empeorando la calidad de los subtítulos.

Naiara Bitorika, miembro de la junta de La asociación de Traducción y Adaptación Audiovisual de España (ATRAE), nos cuenta cuál es el precio a pagar y cómo podemos los espectadores contrarrestar esta tan difundida práctica hoy en día. Bitorika responde recurriendo al género neutro ya que ella, como muchos profesionales de la lengua, aboga por el uso de la e.

Pregunta.— ¿En qué cree que se diferencia la posedición de la traducción hecha por un ser humano?

Respuesta. La principal diferencia en el proceso es que la traducción automática (el primer paso de la posedición) no tiene en cuenta el contexto. Esto supone que se pierdan referencias a otras obras, a elementos de la cultura popular o incluso a la imagen de la propia obra. Al perder toda esa carga creativa que les guionistas incluyeron de manera intencionada, la traducción pierde muchísima calidad y personalidad. Para cuando esto llega a las manos de les traductores, las condiciones en las que tienen que trabajar en cuanto a plazos, tarifas e incluso instrucciones del cliente no les permiten solucionar el desaguisado y en la mayor parte de las ocasiones solo se llegan a subsanar los errores más superficiales. Perdemos todes, tanto el sector profesional de la traducción audiovisual, que vemos como se menosprecia nuestro trabajo, como el público, que paga cada vez más, pero recibe un producto de mala calidad.

P.— La polémica nace no de la calidad del doblaje sino de la calidad de los subtítulos al español. ¿Es muy distinto traducir para subtitular que traducir para doblar?

R.— Sí y no. Cuando se traduce una obra para doblaje, en general se tiene más libertad para adaptar los diálogos y las referencias, pero hay que mantener la sincronía labial e incluso respetar el lenguaje corporal, lo cual puede provocar algún que otro quebradero de cabeza, especialmente en los primeros planos. En el caso de la traducción para subtítulos, las restricciones espaciales (la cantidad de líneas, de caracteres, los cambios de plano) suelen suponer la mayor dificultad a la hora de enfrentarse a la traducción. Además, a menudo el público compara la versión original con la traducción, ya sea de modo consciente o inconsciente, y se tiende cada vez más a mantener las referencias originales en vez de adaptarlas a otras que puedan ser más conocidas para el público local.

P.— Desde ATRAE han animado a los espectadores a denunciar en la plataforma su descontento, pero ¿realmente tenemos tanto poder los fans para hacer que una multinacional cambie sus procedimientos?

R.—Desde luego. Antes que fans somos consumidores que pagamos por un producto; por tanto, podemos y debemos exigir calidad a quien nos lo ofrece. Las empresas se mantienen o crecen en tanto en cuanto seguimos pagándoles, así que no debemos subestimar el poder que eso nos da. Podemos quejarnos tanto por redes sociales como por las vías que ofrece cada empresa (en el caso de Netflix, por ejemplo, informando de problemas en nuestro perfil) o incluso dándonos de baja. Lo que no podemos hacer es aceptar sin rechistar que cada vez nos ofrezcan un peor producto, cobrándonos cada vez más y menos aún cuando sabemos que socava las condiciones laborales de un sector.

P.— El futuro de la traducción es incierto, sobre todo en una época en la que los algoritmos se están perfeccionando cada vez más rápido. ¿Crees que en un futuro la traducción automática podrá quitarle el puesto a la traducción humana y los traductores se convertirán simplemente en poseditores?

R.— Si lo permitimos, sí. En todo caso, hay que dejar claro que el problema no es la traducción automática, igual que no lo son las memorias de traducción ni lo fueron en su día el ordenador o el acceso a Internet. El problema no es el qué, sino el cómo, por qué y para qué. La traducción automática puede tener su función y su lugar, desde luego, pero las traducciones creativas no lo son. A nadie se le ocurriría publicar una novela traducida por una máquina, ¿por qué una serie o una película sí? Además, en un mundo capitalista como este, la razón por la que la mayor parte de las empresas apuestan por la traducción automática y la posedición es simplemente para reducir costes y plazos, y no les importa que la calidad de la traducción y de nuestras condiciones laborales bajen para lograrlo. Para eso estamos las asociaciones, para luchar por nuestros derechos y defenderlos en pos de un empleo digno y unas traducciones de calidad.

La labor del traductor no es solo una cuestión de palabras; es una cuestión de trasladar un entero mensaje de una cultura a otra, de hacer visible lo invisible, de ser capaz de desmenuzar un texto y trasvasar al nuevo los matices del original. Como bien ha dicho Bitorika, una máquina carece de la creatividad y la sensibilidad necesaria para llevar a cabo este trabajo. Está en nuestras manos el luchar por un empleo digno y una mejor calidad de los contenidos.

Gracias a Naiara Bitorika y a toda la organización de ATRAE por su participación en este proyecto.

Laura Marini Calvo

Estudiante 2º TICOM