El estallido de la crisis financiera en 2008 afectó profundamente al sur de Europa desde los puntos de vista económico, político y social. Las altas cifras de desempleo, la reducción la actividad económica y los crecientes niveles de deuda pública trajeron consigo un aumento de los niveles de inestabilidad política y social en países como España e Italia. Desde el punto de vista político, la crisis contribuyó al surgimiento de partidos populistas (de derechas o de izquierdas) en ambos países. Desde el punto de vista social, entre otros aspectos, resurgieron algunas dinámicas emigratorias que habían quedado olvidadas en estos dos países, atractores de inmigrantes en las últimas décadas.[1]
Durante el período 2008-2015, España e Italia experimentaron cambios significativos en su saldo migratorio anterior a la crisis. Una comparación de los datos de migración anterior y posterior a la recesión muestra un cambio radical en las tasas de migración neta en ambos países, con una disminución de la inmigración y un aumento simultáneo de la emigración. Este cambio de escenario ha potenciado el debate sobre el surgimiento de una era de «nueva emigración».