La segregación, un mal aliado para la inclusión. Por Alberto Ares, SJ

La vivienda es uno de los elementos que condiciona notablemente la inclusión en nuestras sociedades. Este elemento ha sido ampliamente estudiado y se encuentra entre los factores de integración de las comunidades migrantes con más calado en los más importantes índices de integración.

Recientemente, un informe de la OCDE (International Migration Outlook 2021), muestra como los inmigrantes se concentran en determinadas zonas, especialmente en los barrios más pobres y en la periferia de las grandes ciudades metropolitanas. Las viviendas de las zonas con segregación residencial tienden a estar en peores condiciones, y el entorno local se caracteriza con mucha más frecuencia por niveles más altos de violencia, contaminación y ruido. Sin embargo, no todos los grupos de inmigrantes se concentran en la misma medida y esto está condicionado tanto por la geografía como por las pautas históricas de asentamiento.

Los efectos sobre la integración son complejos. Por un lado, la llegada a zonas de alta concentración suele ir asociada a mejores perspectivas iniciales de empleo. Por otro lado, a largo plazo, la concentración de inmigrantes tiende a dificultar la adquisición del idioma del país de acogida y, en muchos casos, el progreso educativo de los hijos de los inmigrantes. También hay pruebas de que la segregación residencial tiene efectos más negativos en las mujeres que en los hombres.

Lo que parece estar claro, ya aterrizando en nuestro país, es que la realidad de los barrios populares es compleja. Como muestra el libro “Un arraigo sobre el alambre” (FOESSA, 2020), en estos barrios se concentra un sector de la sociedad, principalmente población obrera envejecida y población de origen migrante, que está viviendo un fuerte precariado, asociado a niveles altos de desempleo, deterioro del parque residencial, dificultad de acceso a la vivienda y un resquebrajamiento en la cobertura social desde la crisis del 2008. El libro “Lo que esconde el sosiego” (FOESSA 2021) muestra como el malestar social que se vive en nuestros barrios presenta un elemento de precariado estructural, que afecta tanto a la población nativa como a la población migrante.

Esta misma tendencia se reproduce en toda la OCDE, También existen pruebas, sobre todo en Suecia, de que la segregación residencial se asocia más a un efecto negativo en las mujeres que en los hombres, sobre todo en lo que respecta a la adquisición del idioma.

Volviendo a los jóvenes, en la mayoría de los países de la OCDE de la UE, la concentración de hijos de inmigrantes en las escuelas se asocia con una penalización en cuanto a sus niveles educativos alcanzados. En Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Grecia, Países Bajos y Suecia, esto supone más de un año menos de escolarización. Los hijos de inmigrantes que viven en barrios segregados también tienden a tener niveles educativos más bajos, lo que incide negativamente al acceso al mercado laboral, otro de los grandes elementos de inclusión social.

 

Políticas universalistas el mejor aliado para la cohesión social

 

La cuestión de la concentración residencial de los inmigrantes reviste un gran interés político por el impacto que puede tener en la integración de los inmigrantes y en la cohesión social en general. Especialmente en los países europeos de la OCDE, la alta concentración de inmigrantes se considera en general un elemento que mina la integración.

Se necesitan políticas universalistas que atiendan al gran reto de la cohesión social. Unas políticas que vayan a la raíz de los males de nuestros barrios: el desempleo, el deterioro del parque residencial y de servicios sociales, entre otros.

Con respecto a la política de vivienda, estas no deberían centrarse solo en evitar la segregación residencial de los inmigrantes, sino en mejorar su movilidad fuera de esas zonas, con el impacto que este elemento tiene en sus hijos e hijas. Asimismo, debería prestarse más atención a la calidad y accesibilidad de la vivienda para los inmigrantes.

En resumen, necesitamos una verdadera política de estado que posibilite y ponga las bases para una convivencia social en nuestros barrios diversos. Solo de esta forma podremos vivir un presente y un futuro con esperanza. 

 

Alberto Ares, SJ es investigador asociado del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones (IUEM) de la Universidad Pontificia Comillas. En la actualidad es Director de JRS Europa.

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