¡RUMBO A JOHANNESBURGO! Por Alejandra Álvarez Aguirre



En la foto no salimos todos, ya que rara es la semana que estamos todo el equipo en la oficina y no hay parte viajando a los campamentos de Malawi, Zimbabue o Angola.

¡Hola! Soy Alejandra y escribo estas líneas desde Johannesburgo, una de las grandes ciudades de Sudáfrica y la que será mi hogar durante el próximo año. Todavía a veces lo pienso y aun no me creo que por fin esté aquí. Y digo por fin, porque ha costado lo suyo. Desde que el pasado octubre me dijeron que había sido seleccionada para la Beca de prácticas ofrecida por la Cátedra de Refugiados y Migrantes Forzosos, han pasado casi cuatro meses de papeleo y de nervios e incertidumbre, tras una primera denegación de visado, hasta que al fin he pisado suelo sudafricano. 

El pasado 11 de febrero me incorporé al equipo del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) Sudáfrica. Me encuentro en el Departamento de Programas de la Oficina Regional, la cual coordina las oficinas nacionales de Sudáfrica, Angola, Zimbabue y Malawi. La situación de cada uno de estos países es muy distinta, aunque en lo que todos coinciden es en que son receptores de un gran número de refugiadas/os y solicitantes de asilo. La gran mayoría huye de conflictos como el de República Democrática del Congo, seguidos de países como Burundi, Ruanda o Somalia. El SJR les asiste y acompaña en este proceso a través de proyectos de salud, educación, medios de vida y apoyo psicosocial. He aterrizado en la oficina en un momento de mucho trabajo en mi departamento, bueno, y en toda la organización, ya que es época de enviar los informes finales y financieros de cada proyecto al correspondiente financiador y realizar nuevas solicitudes de financiación para poder dar continuidad a los proyectos un año más. Editar estos informes y revisar marcos lógicos y propuestas de proyectos está ocupando la mayor parte de mi tiempo en el trabajo. La gran carga de trabajo que hay se compensa con el buen ambiente que se respira en la oficina, el equipo es acogedor y muy cercano, desde el primer día me he sentido arropada por todos ellos.

Gracias a esta oportunidad estoy poniendo en práctica temas vistos de manera teórica en el máster y estoy aprendiendo lo que es trabajar en terreno. Esta experiencia me está permitiendo valorar todo el trabajo que hay detrás de cada programa y cuán importante es la gestión realizada en oficina antes, durante y después de la implementación de los proyectos, para evitar generar ese impacto negativo en la comunidad, del que tanto nos hablaron en el máster. 

Johannesburgo, o mejor dicho, Joburg, como les gusta llamarlo a sus habitantes, tiene mucho que ofrecer. Es una ciudad enorme, con mucha vida cultural y de ocio, aunque está casi toda concentrada en ciertas calles de cada barrio, bastante lejos unos de otros. Los domingos hay bastantes mercados en los que perderte entre las artesanías locales y una gran variedad de comidas y también hay muchos parques verdes, con sonidos de cientos de pájaros distintos, en los que pasear o tumbarte a leer. Eso sí, siempre a la luz del día, que cuando cae la tarde, la inseguridad crece y los peatones empiezan a desaparecer de la calle. No es una ciudad fácil, me ha costado hacerme a la idea de no poder ir andando a los sitios y tener que coger un Uber, transporte estrella de la ciudad, para casi todo. Aunque también he de admitir que estoy cogiéndole el gusto, ya que cada vez que te subes al Uber, es como si te trasladaras a una clase de historia. Los conductores te enseñan cada día acerca de la ciudad, de su pasado y de su situación presente.

Una de las primeras y casi única cosa que me vino a la cabeza cuando supe que vendría a Sudáfrica, fue el Apartheid. Y es que Sudáfrica, es un país marcado por su historia. Una historia dolorosa y además muy reciente, que incluso es palpable hoy en día, especialmente en Johannesburgo. Aunque el Régimen del Apartheid cayera hace 25 años, la herida sigue abierta y actualmente se siguen produciendo un alto número de episodios violentos motivados por la xenofobia y la discriminación racial (en ambas direcciones). Y lo que me ha llamado mucho la atención, es como los espacios públicos y los barrios siguen estando muy divididos. Uno de los grandes atractivos turísticos del país es el Museo del Apartheid, que permite a sus visitantes experimentar la segregación racial vivida en el país durante 40 años y la verdad es que sales conmocionado de ver tan cruel capítulo de la humanidad.


En la foto, carteles reales que se podían ver por las calles de Sudáfrica, señalizando que hospitales o zonas estaban permitidas solo para blancos y cuales eran relegadas para no blancos.

La verdad es que no puedo decir otra cosa que no sea que estoy muy contenta en Johannesburgo. La gente aquí es muy amable y animada, dispuesta a ayudarte y a mostrarte una sonrisa en todo momento. Me siento muy afortunada de poder vivir esta experiencia, que me está permitiendo crecer tanto profesional como personalmente. 

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