Fronteras cerradas y pandemia: Doble sufrimiento para migrantes y refugiados en Brasil. Por Agnaldo Pereira.

En finales de marzo de 2021 completará un año que Brasil ha cerrado sus fronteras para impedir el avance del covid-19. Una medida sanitaria como han adoptado los demás países, pero desde nuestra oficina del Servicio Jesuita a Migrantes y Refugiados (SJMR) en Boa Vista-Roraima, más cercana a la frontera con Venezuela, hemos observado que pasado todos eses meses la medida no ha sido suficiente como barrera sanitaria y además ha violado el derecho de las personas a solicitaren asilo.

Como se trata de una frontera extensa, las personas siguen entrando por los pasos inhabilitados, donde se montó un verdadero negocio. Por no haber ningún control, muchas situaciones de riesgos se presentan, como el comercio ilegal, la entrada y salida de menores con personas que no se sabe al cierto se son sus padres o responsables, muchas horas de camino sin agua ni comida en un ambiente hostil, personas con cuadros graves de salud sin tomar sus medicinas, necesidad de pago a coyotes para tener acceso a esos pasos etc.

Pero otras dificultades también se suman como consecuencias del cierre de las fronteras y las entradas por las “trochas” (pasos inhabilitados), ya que ninguna medida sanitaria está siendo tomada con las personas que entran por esos pasos inhabilitados y ellas circulan normalmente por las ciudades fronterizas, así como más adentro del país:

  • No logran regularizar su condición migratoria sin un permiso de entrada regular;
  • No pueden participar de los programas del gobierno por medio de la “Operação Acolhida” para la interiorización como una de las respuestas al flujo migratorio venezolano;
  • No logran acceso a servicios de salud más complexos;
  • No logran trabajo formal por falta de la documentación;
  • Son más impactados por la crisis económica ya que no pueden trabajar formalmente y no cuentan con otros apoyos;
  • Muchas veces no logran acceso a las ayudas humanitarias que brindan las organizaciones por la condición irregular en que se encuentran;
  • Familias con niños y niñas sin documentos con foto no pueden viajar dentro del país y se quedan en la frontera sin apoyos y sin tener como llegar donde están sus familiares;
  • Viven bajo tensión y miedo constante a la deportación;

La deportación que no tenía en Brasil grande expresión, en 2020 hubo un incremento de 5.708% y en su mayoría personas que habían entrado por los pasos inhabilitados.

Un grupo de 55 indígenas waraos venezolanos (23 adultos y 32 niños/niñas) que entraron en enero en Pacaraima-Roraima, frontera con la ciudad venezolana de Santa Elena de Uairén, tras caminaren 18 días desde el estado venezolano de Monagas, en precarias condiciones de higiene, estaban amenazados de deportación. Gracias a la actuación de la Fiscalía y Defensoría del Pueblo, la deportación fue impedida mediante decisión liminar de la Policía Federal de Roraima que suspendió cualquier acto de deportación, repatriación u otra medida compulsoria de salida de los indígenas venezolanos de la etnia Warao interesados en obtener refugio en Brasil.

En enero de 2021, en la primera fecha para agendamientos de previa documentación para renovación de los protocolos de refugio y residencia temporaria, el SJMR Boa Vista atendió 574 personas. Pero muchas personas indocumentadas siguen aguardando la oportunidad de que se abran las fronteras para que puedan regularizar su condición en Brasil. Es muy preocupante la condición en que esas personas están, sobre todo la protección de los niños y niñas.

Y con el agravamiento de la pandemia, ciudades como Manaos-Amazonas y Boa Vista-Roraima donde las cifras de los contagios y muertes son más altas, están en sistema de lockdown, los migrantes y refugiados que trabajan en la informalidad en esas ciudades enfrentan muchas dificultades de generar fondos para cubrir sus necesidades. En Manaos el SJMR lanzó la campaña Mais Hospitalidade”  en búsqueda de alcanzar el ingreso necesario para apoyar 300 familias más afectadas por la crisis – pandémica y económica – del momento actual.

Frente las malas condiciones, que tanto las fronteras cerradas, cuanto el agravamiento de la pandemia afecta la vida de esas personas, siempre hay señales de esperanza, solidaridad y hospitalidad que no dejan los migrantes y refugiados desanimaren de seguir apostando por la vida de sus familias. Seamos instrumentos que brindan apoyo y vida a todos ellos.

 

Agnaldo Pereira de Oliveira Júnior  es director nacional del SJMR Brasil. 

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