“Contar no significa solo llevar la cuenta”. La cultura de datos en la trata de seres humanos. Por María José Castaño.

Conocer el alcance y el impacto de una tragedia es y será un tema recurrente para los seres humanos. “Contar lo innumerable” , como reza el artículo de Irene Valle en El País, vuelve a ser uno de los temas polémicos de nuestra época a la luz de estadísticas y datos publicados sobre las personas fallecidas por Covid 19.

Para los profesionales, autoridades, investigadores y expertos que trabajan con la incómoda realidad de la trata y la explotación de seres humanos, el intentar convertir en datos las historias de las personas que están o han estado en estos procesos es desde hace tiempo una asignatura pendiente. Sin embargo, a pesar de las dificultades que esto conlleva, no disponer de información de calidad a menudo conduce a la ilusión de proponer soluciones que enmascaran la complejidad de la realidad a la que nos enfrentamos: una tragedia que va más allá de individuos en el rol de criminales haciendo daño a gente inocente.

Desde hace más de año y medio, el equipo de Data culture in Human Trafficking, formado por investigadores, alumnos y expertos del IUEM y UNICEF, trabajamos en el proyecto piloto Inside Human Trafficking, cuyo objetivo es generar conocimiento que nos permita entender mejor la realidad de la trata y la explotación de seres humanos y tomar mejores decisiones en la lucha contra este fenómeno. Para ello nuestra propuesta es poner en valor la importancia de los datos como una herramienta para analizar este problema. Con este fin, estamos diseñando un método estadístico para estimar las víctimas de trata que no aparecen en las cifras oficiales en la Comunidad de Madrid. El modelo utilizado de partida es el Sistema de Estimaciones Múltiples, que ya ha sido probado en 4 países de Europa en colaboración con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Además, estamos desarrollando una carpeta digital  para las personas en procesos de trata y explotación donde se reúnan datos relevantes para su protección y seguimiento. La idea será poner en marcha a través de una aplicación tecnológica un contexto de inter-operabilidad que permita a los distintos agentes trabajar de manera coordinada y facilite el acceso a las víctimas a sus derechos como titulares de dicha información.

Sin embargo, los datos por sí solos no son la realidad y no pueden sustituir el análisis del problema. O como dice Irene Valle en su artículo, “contar no significa solo llevar la cuenta, sino relatar también una historia”.

En este caso, dicha historia es la de personas que habiendo perdido por completo el control de sus vidas empiezan a llevar a cabo actos que no solo benefician únicamente a otros, sino que condicionan su libertad y dignidad como sujetos de derechos, perjudicando gravemente su integridad física y en muchas ocasiones poniendo en peligro su vida. Esta es la realidad de mujeres a menudo extranjeras sometidas a explotación sexual en la industria del sexo  pero también en el servicio doméstico, de personas trabajando en agricultura en condiciones infrahumanas, de niños extranjeros solos que viven en la calle tratados para transportar material ilegal o cometer pequeños delitos, o de niñas vendidas para contraer matrimonio.

Muchas de estas historias presentan elementos comunes, como el género, la extranjería o la precariedad. Pero otras veces afecta a personas que no pertenecen a ninguno de los grupos de población tradicionalmente calificados como vulnerable. Lo que todas ellas tienen en común es una vulnerabilidad individual que es explotada por los tratantes para su beneficio personal o económico. El perfil de los tratantes es también muy variado. Integrantes de redes criminales dedicados a la prostitución, pero igualmente, padres, madres, novios, familias que contratan servicio domestico, etc.

A la luz de estos relatos, pensar que la trata y la explotación de personas es tan solo una cuestión de criminalidad organizada y que vamos a ser capaces de acabar con ella sin necesidad de cambiar la forma en la que se organizan nuestras sociedades y economías, cada vez más dependientes de mano de obra precaria para mantener su crecimiento, resulta claramente iluso. Además, en este contexto no podemos olvidar el papel que las políticas migratorias y de fronteras tienen afianzando la vulnerabilidad de las personas en situación de movilidad.

Necesitamos, sin embargo, tener una foto más clara de la tragedia. Por ello, nuestro próximo paso será crear espacios de encuentro para reunir al mayor numero de agentes posibles. Solo ellos pueden poner cara y contar la historia de las personas que están o han estado en procesos de trata, de las víctimas que ya conocemos, pero también de todas aquellas que aún no forman parte de las estadísticas y cuyas realidades no se tienen en cuenta aún a la hora de tomar decisiones.

 

 

María José Castaño es investigadora del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones y responsable del Data culture in Human Trafficking. 

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