Migrar hacia lo extraordinario. Aprendizajes en tiempos de pandemia. Por Javier Cortegoso Lobato.

Lo más importante lo aprendemos de las personas migrantes.

Detrás de esta frase podría haber un lugar común, uno de tantos que -especialmente en estos tiempos de pandemia- arrecian hasta el hartazgo. Pero yo quiero compartirles esta experiencia real del aprender con. En el apostolado de la Migración Forzada en América Latina y el Caribe, afirmamos que lo más importante lo aprendemos con las personas migrantes, y es que vivimos esta experiencia de manera cotidiana. Me consta que es así en todos los territorios de trabajo con la movilidad humana, pero hoy les escribo desde este continente tan hermoso como desigual que es América.

Durante la pandemia no hemos, llegado a conclusiones que no hubiésemos experimentado antes, desde que Arrupe puso en el centro de la misión de la Compañía la realidad de las personas refugiadas hace ahora 40 años. Pero sí es verdad que en estos meses del 2020 estamos “repasando” con mayor intensidad algunos de estos grandes aprendizajes que recibimos siempre en el caminar con las personas migrantes.

La primera gran lección tiene que ver con la defensa de la vida que protagonizan las personas desplazadas, migrantes y refugiadas, tanto en la búsqueda de alternativas para abrazar la esperanza en cualquier lugar del mundo, como en el rol fundamental que juegan en espacios esenciales de nuestras sociedades. Volveré sobre esto al final de estas líneas.

De la palabra, la mirada y la experiencia de los caminantes, de las caravanas, de las distintas expresiones de personas que en América migran en las condiciones más precarias en décadas, el segundo aprendizaje que obtenemos es el de revelar la trama detrás del éxodo, es decir de lo fundamental de señalar las causas que los expulsan para entender que son estructurales y sistémicas, y que si bien no la completan, forman parte esencial de la normalidad que habitamos[1]. Son miles las personas que cada mes emprenden viaje, no se mueven en un ejercicio del derecho a migrar como una opción de libertad, sino que lo hacen, literalmente, para salvar la vida.

También hemos aprendido de la voz de las personas migrantes que estos componentes de la normalidad no sólo es que coincidan en territorios y tiempos generando éxodos, sino que se conectan entre sí en una relación de necesidad, fortaleciendo una suerte de estrategia de exclusión que es clave para mantener y acrecentar los privilegios de las élites políticas y económicas.

Un tercer aprendizaje tiene que ver con la vinculación entre desigualdad y las consecuencias de la pandemia. Mucho más allá del virus, la desigualdad ha sido un factor determinante en cómo la pandemia nos afecta y en cómo se proyectan las consecuencias de esta crisis multidimensional. Claro que el coronavirus nos ha puesto en un desafío compartido como humanidad, el de la fragilidad, pero esta crisis global nos sitúa en espacios muy distintos según cuál fuese el escalón de desigualdad en el que habitábamos antes de la llegada de la enfermedad. Las personas migrantes, desplazadas y refugiadas recibieron la crisis sanitaria en una posición generalizada de desventaja.

Son muchos más los aprendizajes que estos meses se han intensificado y en los que ahora no me detengo por falta de espacio, pero indico al menos dos que tienen mucho que ver con el nombre de este blog. Uno el de las dinámicas de solidaridad que surgen en los momentos más complicados entre las comunidades migrantes y, dos, la enorme capacidad de tejer red y alianza. Estrategias sin duda que apuntan a la construcción de puentes y al desplome de muros.

 

Migrar hacia lo extraordinario.

 Desde estas enseñanzas que recojo de las poblaciones con las que caminamos, quizá la más importante sea la más evidente, el modo de proceder de la migración forzada, la estrategia natural de las personas desplazadas, migrantes y refugiadas, para enfrentar su realidad y apostar por la vida. Primero entender qué y quién está limitando su proyecto de vida, segundo imaginar/desear un horizonte mejor de realización personal y comunitaria y, tercero, ponerse en marcha hacia ello a costa de arriesgarlo todo.

Por eso en la Red Jesuita con Migrantes queremos reconocer la oportunidad de estos aprendizajes para enfrentar la crisis multidimensional en la que nos encontramos. Nos proponemos, como las personas migrantes forzadas, Migrar hacia lo Extraordinario Entendemos que lo que probablemente nos toca hoy como humanidad -sin dejar de denunciar las causas- es imaginar lo extraordinario y migrar hacia ese futuro de reconciliación  desde caminos de hospitalidad. Somos conscientes también de que ese futuro extraordinario se construye con los sueños de todos y los compromisos de cada una y cada uno. La campaña que ponemos en marcha, #MigrarHaciaLoExtraordinario[2],buscará recoger aportes en estos dos sentidos: ¿en qué consiste un mundo extraordinario y qué compromisos puedo adoptar para migrar hacia ello?

Estamos en un tiempo de elección. O nos resignarnos a que el 2020 sea el año del Coronavirus y, con suerte, de la vuelta a la normalidad que excluye o ahondamos en las oportunidades que esta coyuntura nos está poniendo delante para tomar un rumbo radicalmente distinto. ¿Migramos hacia lo extraordinario?

 

 

 

[1]La pobreza y la desigualdad; el deterioro de los derechos humanos y la democracia; la violencia, desde lo público y lo privado, en increíbles expresiones creativas; la persecución por la diversidad étnica, sexual, política o religiosa, o por ser mujer o por ser defensora de los derechos humanos; las violaciones de la casa común por un modelo económico injusto y excluyente; etc., son columnas que soportan la normalidad de nuestro continente.

[2]No queremos, por lo tanto, una nueva normalidad que implique solamente reparar y adaptar la vieja normalidad a las exigencias coyunturales de la pandemia. Necesitamos imaginar, compartir y crear un futuro nuevo, esperanzador, integrador. Y ahí radica el mayor aprendizaje que nos regalan las personas migrantes, ser capaces de imaginar un futuro extraordinario, justo reconciliado, y ponernos en marcha hacia ello.

 

 

 

Javier Cortegoso Lobato es Coordinador de la Red Jesuita con Migrantes y líder de la Red Ignaciana Global de Migraciones GIAN MIGRATION.

Conoce más sobre su labor aquí.

 

 

 

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