Pandemia, inmigración y periodismo. Por Cecilia Estrada-Villaseñor

Que asistimos a un tiempo sin precedentes, no es novedad, que la situación vírica va cambiando a cada paso también, además de que cada vez es más difícil saber si vamos a poder salir mañana, nos pinta un panorama incierto. Pero al mismo tiempo, queremos, necesitamos de la información para estar al tanto de lo que ocurre y actuar.

Este post habla sobre la manera de informar sobre la covid-19 cuando se habla también de inmigración.

Constantemente, vemos en los titulares de las noticias, que se habla de los temporeros inmigrantes “La temporada de la mascarilla” y las transmisiones que se han registrado en pueblos del Segriá o Totana y de cómo esta inmigración expande el virus a los entornos en los que conviven.

 

La información sobre un fenómeno desconocido

 

Entre el confinamiento y la sobreexposición informativa desordenada a la que estamos expuestos diariamente, cohabita el estímulo constante de la noticia sobre la sociedad, sumando la cuestión de la necesidad generada por el encierro. No es poco.

 

La infodemia (término acuñado para referirse a la sobre abundancia de información -sea rigurosa o falsa)  sobre la pandemia nos ha hecho llegar a conclusiones aceleradas respecto de algunas cuestiones tan básicas como los trabajadores esenciales. ¿Quiénes son y de qué manera desempeñan sus actividades? ¿Cómo los acoge la sociedad para la que trabajan? Pero es que ni siquiera hemos sido capaces de contemplarlos como la fuerza trabajadora base del país, merecedora de por sí de derechos y obligaciones.

 

Algunos titulares están relacionados cuando la enfermedad tiene que ver con la condición social, la situación laboral o la condición legal de una persona en un país. Para ello, algunas nociones básicas de cómo se recibe la información.

 

  1. Que la información que recibimos, la diagramamos mentalmente, pero después la socializamos. Este acto, es un reflejo de lo que hemos creído como cierto.
  2. Que en muchos casos, la información tiene como objetivo decir la verdad, sin tener en cuenta los efectos que esta pueda tener gracias a esa descripción “sutil” del otro… En este sentido, el prejuicio se ve reforzado.
  3. Que este sentimiento, sienta bases sociales sobre las que luego hay que construir una cohesión que está desde el principio dividida.

 

La información debe basarse, por encima de todas las cosas en la verdad. Lo que ocurre debe ser trasladado a los medios para que estos informen a la sociedad. Sin embargo, cuando la información que se elabora es sobre una población doblemente vulnerada (trabajadores esenciales, y al mismo tiempo puestos de trabajo con unos sueldos precarios, falta de prestaciones sociales y en muchos casos de una falta de documentación) la descripción de la cuestión pasa por un delicado equilibrio entre contar lo que ocurre y describir a quienes están siendo (lo mismo que el resto de la sociedad) víctimas del virus.

En el titular, no cabe homogeneidad.  Ha de ser claro y no muy largo así como colocar cada término en un sitio, dando a cada cuestión un lugar mediante una categoría como asegura Henri Tajfel. Sin embargo, este traslado de identidad, posición social, va a funcionar al mismo tiempo como esa perspectiva de la percepción de la realidad por parte de la sociedad.

Sin embargo, la comunicación de lo que ocurre describe, tiene en la población receptora un efecto. Asistimos a la generación del proceso por el que la sociedad (en un momento de imaginarios colectivos), estructura un determinado funcionamiento que en ocasiones refuerza, de manera muy sutil, un prejuicio sobre el inmigrante que ya se cierne sobre nuestras sociedades y que, al mismo tiempo, alienta una respuesta racista hacia estos.

No todos los inmigrantes son iguales para esta sociedad española, eso ya ha quedado demostrado en el “Informe de OBERAXE: Evolución del racismo, la xenofobia y otras formas de intolerancia en España”, sin embargo, el clima social que se genera a partir de una determinada base informativa (en muchos casos un movimiento involuntario) sirve a partidos políticos para movilizar el voto a sus líneas fomentando el odio (sutil o no) en el otro.

Sabemos también, gracias al informe que los inmigrantes, magrebíes, son los menos aceptados en la cultura española, mientras que los latinoamericanos los más. Los magrebíes, al ser los que menos gustan a los españoles, también son los que culturalmente están más alejados, dejando así espacio para imaginarios alentados por el prejuicio.

Los imaginarios son peligrosos porque conducen a acciones que en algunos casos pueden generar dinámicas tóxicas para la misma sociedad. Los discursos políticos comprendidos desde la libertad de expresión, pueden movilizar a la sociedad en una dirección o en otra, sin embargo, no podemos perder el foco de lo importante, la responsabilidad es de todos, los mensajes certeros de convivencia y cohesión social nos ayudarían a generar esa justicia social que buscamos.

Cecilia Estrada-Villaseñor es Doctora en Migraciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo e Investigadora en el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones.

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