Luces desde la Hospitalidad ante el COVID-19: Por una cultura de la solidaridad y la inclusión en un nuevo tiempo. Por Jaime Pons

La crisis del COVID-19 ha evidenciado una vez más algo que no es nuevo, la extrema interdependencia e interconexión de la familia humana, si bien nos ha colocado ante esta realidad de una forma nueva, más conscientes de nuestra fragilidad y de nuestra vulnerabilidad como individuos, como sociedades y como especie, y también, más conscientes de nuestra igualdad radical. Salvando las distancias, los diferentes niveles de protección y la capacidad de determinadas sociedades de canalizar más o menos recursos para proteger a sus miembros, todos nos hemos sentido “tocados” por los efectos de la crisis sanitaria y hemos conocido y acompañado situaciones de enfermedad o personas afectadas por los impactos sociales y económicos derivados de la misma.

Hemos vivido una experiencia individual y colectiva que ha estado marcada, entre otros, por tres elementos. Primero, por la “distancia” individual: el confinamiento, el aislamiento y la soledad. Segundo, por un elemento de la participación social: hemos experimentado nuevas formas de relación, y un uso diferente de las tecnologías para mantener contactos profundos y significativos con nuestros seres queridos, o por otros ritmos de trabajo que apuntan a la conciliación y pueden cambiar en algo nuestra cultura del trabajo, e incluso, otras formas de consumo. Y tercero, por las respuestas de corresponsabilidad y resistencia. Es evidente la importancia de la responsabilidad de individual desde una lógica de la “co-inmunidad” de todos y de todas, o las actitudes de resiliencia de quienes han mantenido los cuidados sanitarios y los servicios básicos, pero también las respuestas de solidaridad y cuidado mutuo entre vecinos, el voluntariado para atender a los más vulnerables o la acción de las ONG para reinventarse en tiempo record y ser capaces de cubrir aquellos espacios que quedaban al margen de las medidas de protección socio-económica establecidas por el gobierno.

Podemos resumir toda esta experiencia en dos dinámicas: miedo y cuidado. El miedo a la enfermedad, el miedo al impacto social y económico de COVID, el miedo al otro, pero nos ha hecho más conscientes de la necesidad del cuidado. Cuidado en tres dimensiones: global, sistémico y personal.

Global, porque el COVID es una crisis mundial y para atajarla no bastan las medidas provisionales de cierre de fronteras, reducción de la movilidad o respuestas estatales que han sido claves en la contención de la crisis, sino que necesitan de la solidaridad internacional para no dejar a nadie atrás. Sistémica porque apunta a las estructuras de nuestras sociedades para relacionarse con la creación y para cuidar a todas las personas sin dejar a nadie fuera de los mecanismos de protección y cuidado a la salud. Personal, porque las necesidades de cuidado mutuo y co-inmunidad, contribuyen a la igualdad y la horizontalidad de las relaciones. Una sola comunidad de personas que comparten un espacio y un proyecto colectivo con igual corresponsabilidad.

Es llamativo y esperanzador ver cómo de rápido y de eficazmente hemos sido capaces de cambiar nuestras dinámicas hasta puntos inimaginables un día antes de la declaración del estado de alarma. Aunque sea de forma temporal, hemos demostrado una gran capacidad de resiliencia. Quizás, cuestiones que parecían todo un mundo hace unas cuantas semanas como pagar un precio justo y sostenible por un café o una camiseta, cobran una nueva dimensión ante lo que hemos sido capaces de construir en este periodo.

En un mundo que tendrá que convivir con la amenaza y la gestión del COVID, estas notas me conectan con la idea de la Hospitalidad entendida como la promoción de una cultura de la solidaridad y la inclusión y como una forma de relacionarnos y cuidarnos. La práctica de la Hospitalidad nos enseña que se van desdibujando los roles de quién acoge y quién es acogido en una experiencia de encuentro donde todas las personas son activamente corresponsables del otro. Así, quien inicialmente abre su puerta y acoge, es cuidado y quien es acogido, cuida y abre la puerta de su vida para enriquecer al otro. Esta igualdad, esta horizontalidad que solo se da desde la acogida mutua puede ser un camino para la rehumanización de nuestras sociedades y de nuestra casa común en el nuevo tiempo que empieza a dibujarse.

Jaime Pons es responsable del programa de acogida de la Campaña de Hospitalidad que impulsa la coordinación de las diferentes iniciativas locales de cogida de la Compañía de Jesús. Además es miembro de la Comisión de Acogida de la Red Migrantes con Derechos (red eclesial de migraciones) que busca crear un espacio para coordinar el trabajo de acogida a las personas migrantes en el ámbito de la red eclesial.

 

 

 

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