Desplazamiento en refugiados y proceso de solicitud de asilo: factores de riesgo para la salud mental . Por Ángela Ordóñez

Las numerosas crisis humanitarias acontecidas en los últimos años, la persistencia de condiciones de guerra y la vulneración sistemática de los derechos humanos, han obligado a millones de personas a huir de sus países de origen asumiendo largos viajes en los que, con frecuencia, se ven expuestos a riesgos tan graves como aquellos que intentaban evitar al marcharse (Médicins Sans Frontières, 2016).

Dados los motivos de guerra, persecución y violencia que llevan a las personas a huir de sus países de origen y solicitar asilo, cabría esperar que la situación de refugio en el país de acogida fuera suficiente para garantizar el bienestar de los refugiados. Sin embargo, la investigación reciente muestra cómo las dificultades en el trayecto y la llegada y las demandas para la integración son en ocasiones, tan elevadas, que la salud mental de los solicitantes se ve afectada ostensiblemente. Llegando a registrarse en los últimos años incrementos preocupantes en las tasas de suicidio en población refugiada reasentada (Sundvall, Tidemalm, Titelman, Runeson y Bäärnhielm, 2015). Se observa así la necesidad de diseñar intervenciones para ofrecer apoyo psicológico y paliar las posibles dificultades que encuentren los solicitantes a su llegada, potenciando los recursos y habilidades con los que cuentan para la superación de las problemáticas asociadas al exilio.

La investigación en cuestiones relativas a la salud mental de refugiados hasta ahora se había centrado únicamente en estudiar los efectos directos de la exposición a la violencia y las pérdidas relacionadas con la guerra, dejando de lado el análisis de los factores de estrés relacionados con la experiencia del desplazamiento en sí misma. Surgen así otras voces dentro del campo académico que sugieren que los estresores generados por la ecología social actual de los refugiados, o por el desplazamiento en sí mismo, son quizá prioritarios a la hora de entender el bienestar psicológico de las personas una vez que llegan al país de destino. Sin dejar por ello de lado la relevancia de la exposición primaria a las situaciones de violencia vividas en su país de origen a la hora de entender la sintomatología en el presente.

En entrevistas realizadas a 848 darfuríes viviendo en dos campos de refugiados en Chad se llevó a cabo una exploración de sus acontecimientos traumáticos pasados, de los estresores que afrontaban en el presente, su grado de estrés psicológico y el deterioro funcional que presentaban. Los resultados indican que las necesidades básicas y de seguridad en el presente fueron las variables que explicaron en mayor medida su salud mental, siendo éstas dificultades asociadas al desplazamiento crónico y no tanto a las experiencias vividas durante la guerra (Miller y Rasmussen, 2016).

Las conclusiones del estudio previo pueden deberse a unas circunstancias muy singulares como son las que rodean la vida en los campos de refugiados, sin embargo, recientemente la organización Médicos Sin Fronteras (2016) realizó una investigación similar en varios centros de acogida a refugiados de Italia. El 87% de los pacientes atendidos afirmaba sufrir dificultades relacionadas con sus condiciones de vida actuales. Las principales dificultades que encontraron fueron la falta de actividades diarias, el miedo al futuro, la soledad y preocupación por los familiares que permanecieron en su país de origen. Se observa así que el encierro, las estancias prolongadas en los centros de acogida y la incertidumbre ante su duración afecta negativamente a la salud mental de los solicitantes, generando sentimientos de desesperanza, indefensión e injusticia (Heeren et al., 2012).

Algunos podrían señalar que estos resultados se deben a que los estudios han sido realizados en contextos que no serían los idóneos ya que las personas todavía no han logrado cierta estabilidad en sus vidas en el país de destino, bien por encontrarse en campos de refugiados o en centros de acogida. Sin embargo, contamos también con investigaciones en condiciones que podríamos calificar de idóneas tras procesos sistematizados de reasentamiento en países desarrollados. En esos casos también se han indicado como principales fuentes de angustia el aislamiento social relacionado con el exilio, la pérdida de la comunidad y de la conexión con personas significativas para ellos, la separación de miembros de la familia, la pérdida de proyectos vitales importantes, la falta de dominio del entorno y del idioma, la pobreza, el alojamiento en viviendas poco adecuadas y la pérdida de roles sociales valiosos para ellos (Weine, Durrani y Polutnik, 2014).

Por último, cobran especial relevancia ciertas variables relativas al propio proceso de solicitud de asilo. La situación a la que se enfrenta el solicitante tras la llegada al país de destino difiere en aspectos clave respecto a la situación en la que se encuentra la persona que ya posee el estatuto de refugiado (Crumlish y Bracken, 2011). Los procedimientos de asilo, con frecuencia, se dilatan hasta más de 10 años en muchos países de acogida. Las entrevistas individuales propias del proceso de solicitud de asilo se asocian con frecuencia a un incremento del estrés psicológico dado el alto riesgo de victimización secundaria. Se ha observado también el limitado conocimiento del personal encargado del proceso de solicitud de asilo en lo relativo a las variables que intervienen en la salud mental y su posible impacto en el testimonio. Este desconocimiento podría reducir las posibilidades de recibir una resolución positiva en solicitantes, que suelen contar con un historial de acontecimientos traumáticos previos a la migración que pueden incidir en su narrativa durante las entrevistas del proceso. De la misma manera, un exceso de confianza en las categorías diagnósticas occidentales como el trastorno de estrés postraumático y la sintomatología típica de la depresión o la ansiedad en occidente, unido a las barreras comunicativas, podrían tener graves consecuencias en la credibilidad de los casos de asilo, si no se tuvieran en cuenta (Grojer, 2014). Es importante atender a todos estos factores de riesgo que incidirán en el proceso, dado que la propia percepción de justicia (o injusticia) vivida durante el transcurso de la solicitud incidirá en el aumento de pensamientos relacionados con la experiencia traumática y éstos, a su vez, en el incremento del malestar (Schock, Rosner y Knaevelsrud, 2015).

 

Ángela Ordóñez es investigadora en formación de la Cátedra de Refugiados y Migrantes Forzosos. Sus líneas de investigación son psicología del perdón y refugiados.

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